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La
urbe calla en este nocturno de luna turbia. Una mezcla de calor y frío se
cruzan hasta detonar en la incertidumbre de esta oscuridad. Voy sola. El niño
duerme. Con mi cabeza contando cada farola apagada. Me retiro a mi reconditez y
soy ave nocturno en busca de la nada o del todo, según se mire. Me hallo en un
estado de esplendor donde mi mano no busca ser tibieza de otra mano quebrada,
donde mis labios no buscan besos rotos, donde mi corazón, aislado, insonorizado,
vuela al alcance de su mañana, solo. No me explico el porqué, pero ahora soy desgana
del amor, de esa clase de amor donde los cuerpos al unísono buscan un horizonte
donde complacer sus miradas. Ahora, callo, no designo mis pasos en la búsqueda,
en el florecer de una caricia. Me siento llena, así, con mis alas estropeada en
la pesadez de los años. Una ruptura que
desconocen aquellos que me marchitaron, que dejaron un terreno baldío fluyendo
en mi sangre. Debo volver a casa, supongo que el niño está bien pero, si
despierta…si despierta y una neblina espesa le apuñala me sentiré caer. Volver
a caer…’¡No¡…apresuro mi marcha en esta ciudad callada, amiga de mis
pensamientos. Se llega a una edad en que todo es claridad, sabes donde debes ir
aunque todavía cometas pequeños errores. Sabes lo que quieres aun cuando sea
imposible. Sabes comportarte, aunque para unos u otros este mal, este bien.
Pero te da igual. La indiferencia hacia el todo, hacia la nada es contundente y
no te pueden dañar. Algunos deseos quedados en el camino y un despertar que no
llegó. Simulamos alegría cuando hay agrios pesos sobre tus hombros, cuando tus
piernas se columpian al son de pozos desconocidos. Y seguimos. Y sigo, ahora,
en este diminuto instante donde la luna turbia me concede descanso. Abro
cuidadosamente la puerta, el niño duerme. Fijo mis ojos en su letargo y un
cierto orgullo se apodera de mí. Todo pasa. Todo pasará aunque nuestras espaldas
estén hiladas de cicatrices. Mañana…no, no hoy, ya es madrugada lo llevaré al colegio.
Oportunidad tras oportunidad hasta que la costumbre sea pieza de sus
sensaciones. Todo pasa, todo pasará y lo veré si me lo permite la vida creer en
el acierto de sus acciones. Por ahora lo dejaré en la libertad de sus
sentimientos, de sus recuerdos y poco a poco seré batalla consumada en lo alto
que puede escalar. Alcanzar la cumbre de nuestro yo, con un pequeña mochila
donde lo sucio, la herida nos aconseje de que camino seguir...CONTINUARÁ
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