jueves, enero 25, 2024

NUBES DE HOSPITAL 11

 

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Día laboral. Día donde mi entrega se hace lo mejor que puedo en este oficio. Esta labor denigrada por muchos. Nos miran como objetos, una pieza invisible en el sector sanitario y no me quejo, para que más responsabilidades. Pero, aun así, somos humanos. Humanos entregados a la vida, a la celeridad de cada urgencia, de cada caída de la existencia. Aquí, en la puerta de urgencias. Llega una mujer, albina ella. Dice ser de un país donde los negros blancos son cosas del diable. Viene marchita, herida, dolorida en la razón desenfrenada de esas creencias que desvirtúan a la persona. Ella, en su tierra, es una apartada, una marginada. Entre barrotes hiel abandonada lega su pena, su sufrimiento. Y ha llegado aquí, a este hospital donde todo el mundo es acogido. Me sorprende, me da lastima aunque ella no quiera que lo sienta y disimulo. Viene de un país , de una etnia donde el blanco es tirar la fortuna, la suerte en agujeros negros donde lo negativo vendrá. Y ella es una persona, un individuo más en este mundo de creencias absurdas, de rituales delirantes. Le doy mi mano, ella la agarra con la fuerza portentosa de una nueva vida, de nueva oportunidad. Esta demacrada, la muerte se aloja en su frente, no puede más y me dice quiero vivir. Sí, vivir para la lucha incesante de los derechos de cada persona. Si globalizamos, el ser humano es social, culturalmente inmerso en la costumbre. Y dice que aquí está bien. Sí, bien…en ese apilar de gentes que llegan en barcas a la deriva. Y dice que aquí está bien. Si, bien …en ese deposito donde largamos a los que vienen sin papeles. Un aglutinamiento, un cumulo de personas estriadas por cada circunstancia. Todos tienen sus historias, sus creencias. Y esas historias y creencias toman la forma de un nuevo mundo, de nuevas tierras donde el ejercicio de cada ideología sea digna y respetada sin cauce del mal, de lo perverso. Le doy mi mano y ella con sus ojos torturados exprime su respiración, calma, resignada, aferrada a la vida. ¡A la vida ¡rápidos momentos que escrudiñan nuestro aliento, esa acoger de lo más bueno de ella. Murmura algo, no sé el que. Aproximo mi oído y una sonrisa de triunfo impera en su aridez. Y ella coge mi mano. Agárrate fuertemente que se guerreará por salvarte. Y ella sonríe en el adiós, en estas malditas creencias que nos hace inválidos en su batalla por sobrevivir. Avisto un jardín de flores podridas. Avisto pájaros que no cantan. La dejo en críticos y me voy, continuo con lo amargo de estos encuentros en parajes donde perdura la desgracia, los malos pensamientos, lo simple que somos cuando nos encontramos cara a cara con el ocaso del vivir. Vivir…vivir, con la danza de las constelaciones, con las figuras de las nubes, con la siembra de las lluvias que nos traerán la razón , la razón de ser en un rango posible de actuar con el bien. Vivir…vivir , con el bella balada de las llanuras, de las montañas, de una ciudad obrando en lo mejor de su todo. Un todo que abarca la conciencia equilibrada y constante en los sentidos. Hay que abrirse , así, como las flores al amanecer y dejar fluir cada creencia en gobernada por la sensatez y acorde con lo justo. Derecho de ser ciudadano de un mundo enhebrado por la armonía , por la concordia de sus pueblos.


 

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