miércoles, enero 31, 2024

NUBES DE HOSPITAL 12


 

12

Me siento en mi silla blanca en el balcón. Se divisa una noche donde la luna clara me seduce, tomo un café. Las sombras de una noche callada. Las sombras de la música del cosmos convergen en mi corazón y mis sentidos se rinden a él. Zas, mis ojos impactan en el jardín en esta noche de luna clara, en esta noche donde el cansancio de mi trabajo prima en cada uno de mis movimientos, mis articulaciones se paralizan y me cuesta , me cuesta levantarme de esta silla blanca en el balcón. Veo que entre las arboledas imágenes de mujeres vestidas de negro. Sí, son mujeres por la balada remota que impregna en mí. Se aproximan, vienen con la carga de los años. No atino adivinar su triste canción, pero algo me dice que es el horror de los años. La vejez de nuestros sentimientos. Las palizas sobre sus rostros de niebla rozando lo insensato, la incoherencia. Y no sé porqué escucho la misma balada en mi piano ¡Suena el piano¡ Ese es mi tremor, un anquilosamiento de mis presentimientos me dicen que nada bueno traen! Y vienen y yo en mi silla blanca en el balcón. Mujeres de negros en el rumiar de una canción de heridas, de cicatrices, tatuadas en lo anónimo. No se cuantas son, me es igual. Solo escucho su quejido. Una queja que me hace temblar en esta noche de luna clara. Intento levantarme de mi silla blanca y me levanto. Desde este balcón de un nocturno de luna clara veo las cristalinas lágrimas de sangre y dolor de cada una de ellas. El tono se hace grave y me entrego al daño. Ese daño que en los años ha sido forzado a estas mujeres de negro. Su caminar lento. Sus miradas miran al frente, la sequedad de sus labios , maltratados, muestran el desdén de su balada de duelo, un himno a todas las que se han ido en el crepitar de los siglos. Ya cerca, ojos con ojos, manos con manos , me saludan y hacen un coro donde su balada es quejido que estremece mis huesos. Y me siento. Me siento en mi silla blanca en esta noche de luna clara. Mi memoria mira el pasado, que no más que es una milésima de segundo del ahora. El piano no deja de sonar. Ellas, no dejan de cantar. Yo , cierro los ojos transportándome en ese preciso instante donde una caída cruel, maldita, sombría me enraízo en el presente, que no es presente que es pasado. Y me agarro al futuro, a ese futuro que será mañana con el brío de un jardín donde las mujeres de negro se hallan ido. Y se van, dos cuervos se posan en mis muslos , los miro y una cierta debilidad me acaricia hasta no más que ser un pájaro sin alas. El móvil suena, el piano no deja sonar, las mujeres de negros se han ido y yo en mi silla blanca en una noche de luna clara que me dice , descansa.

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