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La
madre, baila con el crepúsculo.
La
madre, baila con los cuervos.
La
madre, baila con los cipreses.
La
madre, baila donde las nubes son infinitas
La
madre, baila con las mareas de la nada.
La
madre, baila con la muerte
La
madre, baila en los círculos del dolor
La
madre, baila donde los hijos alumbra
La
madre, baila en las grutas del silencio
La
madre, baila donde las almas arrítmicas penan
La
madre, baila donde los cementerios son cetáceos perdidos.
La
madre, baila aquí, en el destiempo.
La madre , habitación cero. Una
habitación de paredes blancas. Una habitación de suelo gris. Te traigo la foto
de Lum, tu perrita. Se que me escuchas en estos instantes. Percibes mi presencia
con tus ojos cerrados. Agarro tus manos, suaves y tomo la postura de esos
trenes de un largo viaje al sur. El día hoy está triste, una mezcla entre
llovizna y tierra que se instales en mi columna vertebral. Me sitúo donde hace
unas semanas estuve, en la cumbre. Dato curioso, mis pensamientos concurren en
ese chico , en esa chica, no se que responder en busca de su padre. Tragalunas,
no hace mucho hablé con su hijo, con su hija como resplandor de un amor
legendario. Sí, ahí en la isla de Lobos. Se traza en mi ese buen querer , esa
pasión en ese diminuto islote en medio del atlántico. Ella, mujer enraizada a
su aislamiento particular, no conocido por muchos. Solo, Tragalunas. Un hijo
que no conoció y no quiso conocer , solo saber de el lo justo y lo necesario. Recuerdo
aquel día en el autobús camino del monte. Aquel día cuando el padre de la isla
vecina reventó en todos sus costados vertiendo su lengua magmática en el caos,
en la destrucción de los sueños de muchos, en la entereza de otros, en la
insonoridad para todos. De aquel hombre ciego en su camino diario también llega
a mi memoria. Y es que la memoria , en estos momentos, mientras tu duermes con
tu respiración lenta hace hincapié en estas personas con sus peculiares vidas. Mantengo
vivas esa unión de jornadas atrás. Y me es triste su soledad. Una soledad
comprometida con sus ideales. Una soledad por quien son, la verdad. Una soledad
entrelazada a días grises, a días esplendidos como aroma expandiéndose en sus
tránsitos. Uhm, esta habitación de paredes blancas y suelo gris. Que triste es
cuando estos tonos te cuecen como pena. Que triste un cuerpo ausente, inmóvil,
solo espira e inspira a medida que el tiempo pasa. Que triste son las idas
cuando todo es belleza. Que triste son las jornadas cuando el vacío te
conversa.
La madre, baila con el crepúsculo.
La madre, baila con los cuervos.
La madre, baila con los cipreses.
La madre, baila donde las nubes son
infinitas
La madre, baila con las mareas de
la nada.
La madre, baila con la muerte
La madre, baila en los círculos del
dolor
La madre, baila donde los hijos alumbra
La madre, baila en las grutas del
silencio
La madre, baila donde las almas arrítmicas
penan
La madre, baila donde los cementerios
son cetáceos perdidos.
La madre, baila aquí, en el
destiempo.