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No, no la abandonare jamás. La paz
se incrusta en mis arterias soportando la lucha hasta el final. Me siento al piano,
tu perrita me escucha, se acuesta detrás de mí. Fallecer de inanición es
terrible, es algo grotesco en la dejadez por pensamientos distinto a ellos.
Vemos este mundo como precipita destrozos en cada rincón aislado donde no somos
consciente. El marchitar de esta vida como terrestres. No, no la abandonaré
jamás, estaré hasta el final de ese viaje, de su viaje particular donde las
luces son sombras de su ayer. El amor negocia en estos instantes con mis manos
y soy composición de un sonido que matemáticamente encuentra su tonalidad, su
musicalidad. Repito y repito de más a menos, de menos a más. Mi dolor original interfiere
en la melodía y es algo triste. Sí, estoy apenada en esta soledad mía…solo mía,
donde el balanceo de las notas fugaces apunta a mi corazón. Y siento una
punzada…una punzada de derrota y a la vez de desahogo. Lo inesperado se vuelve
en un temblor infinito. Sí, infinito donde el agotamiento toma relevo a mis manos,
en mis dedos y recordante y recordándome cuando eras bella lucidez de esta
casa. La casa vacía. Un piano. Una perrita. La nostalgia. Inspiro y espiro…espiro
e inspiro me meto donde las semillas lanzadas al viento paren nuevas flores.
Sí, te llevaré después flores…tanto te gustan. El teléfono suena. Es la forense
que se ha inmiscuido absolutamente en este caso. Quiere ir al lugar donde he
encontrado los restos, a la cumbre y en particular a esa determinada cueva. Le
digo que si, cuando quiera. No doy excusa de mi duelo…solo mío. Buscamos otros
mundos, otras tierras donde habitar, donde el agua sea cimiente de nuestro
mañana. Pero, queda tanto y tanto que no llegaremos a verlo en la progresión de
generaciones venideras, somos aún muy primitivos, aunque veamos que esta civilización
pegada a su ombligo se crea altamente capacidad para el mañana. Qué será…qué
será de ese futuro durmiendo junto a las armas, al despecho, al rencor, al odio.
Hago un silencio. Si, ese silencio que da pausa a la respiración. Y todo es
callado. Y todo es serenidad. Y todo es complacido por los ojos prietos en la
ceguera. No, no quiero ver. No, no quiero escuchar. No , no quiero sentir lo
que abruma este infarto en la tierra. Temblor. Todavía la isla vecina se sienta
en el tremor de sus pilares. Ay, querida mía, adiós. Espero que no exista en
este estado sufrimiento…es lo único que deseo en esa habitación de paredes
blancas y suelo gris. Ha sido todo determinante, totalmente radical. Como diría…en
cuestión de un suspiro. Qué le digo a la forense, espere. Sí , espere que este transito
se aleje del eclipse que fondea en mis fuerzas. Después , cuando pase todo este
mal, iremos. Dejo el piano y voy al balcón a regar sus flores, a mimarlas como
si se tratará de ella. Amante de la naturaleza, del respeto del todo y ese todo
lo sembró en estos pasos de mi día a día. Nos vamos solos así, como venimos al
mundo. La ausencia crea nuevos caminos, nuevas formas de enfocar ese crepúsculo
como burbuja de la que nacemos de nuevo. Y el todo. El todo o la nada. Me fijo
en mis manos, presencia total en verticalidad de los amantes, de los enamorados
en los surcos que toma nuestros destinos. El todo o la nada. Aquí en nuestras
manos, el todo o la nada. Describo espirales en el aire mientras contemplo tus
plantas. Describo besos a la brisa mientras un gallo no deja de cantar.
Describo lo maravilloso de lo simple que nos prolonga en el infinito de nuestra
memoria. Describo tu ayer y tu ahora en una habitación de paredes blancas y
suelo gris.
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