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Las luces de otoño ya están aquí, está
sensación mía que me defiende de las soledades de las gentes me dice que el
veranillo finaliza. Ella en su habitación de paredes blancas y suelo gris.
Reporto mis sentidos en la cabida de este silencio que agradezco , me lleva
donde nadie puede apuñalar mis sentidos, esta verticalidad mía que días se
dobla, que días se raja, que días se endereza, que días coloquio con los pájaros
que posan en mi balcón. No he malgastado mis años, pienso. Todo tiene que suceder
como un escena de fondo que ahora me abandona, lo malo. Me estiro como montaña
donde los recuerdos se cuecen en el olvido. Transcurro en la monotonía, pienso
en ella constantemente. Ay, este cavilar mío, me lleva , a veces, a una
apretada opresión determinando mis pasos a dar. Errante de las estrellas que
vienen a mí. Es la noche, una noche de luna y se ve tan perfecta , tan aislada,
tan melancólica al enterarse de las barbaries de la tierra, de esta tierra donde
los genocidios , femicidios, ecocidios han llegado a la normalidad. La lucha se
hace imposible, absurda pero, detengamos por un momento. Aquí, en este ya donde
el piano , el violín chirria su quejido, su lamento. La angustia me invade y
danzo donde los incendios culminan en las cenizas que se las lleva un vendaval.
Me invito a la paz, al a calma, a estos oídos sordos, a estos ojos ciegos donde
el ensueño inmerso en la solidaridad, en un espíritu que canta a la felicidad, al
bien vivir en un mundo delirante, frenético, bipolar. Inflo una ilusión, una
utopía hasta que en mis manos esculpan su veracidad, su realidad. Mis ojos hinchados
muelen el desconsuelo, la desgracia, el sin saber del mañana. Suena el teléfono.
Lo cojo. Es una chica, es un chico. Es ese hijo o hija de Tragalunas nacido en
la isla de Lobos. Y no cuelgo. No colgar donde la pureza remite a lo real. No
colgar donde la inocencia endereza este podrido mundo. Un temblor. Lo sentimos
, el o ella calla, su timidez atesorada en años le impide tomar la palabra, me
dice hola como está señora. Y bien querido, querida amigo, amiga. Se que su
soledad equivale a la de miles de personas de esta isla…solo, de esta isla. Otro
temblor, cada vez más fuerte. Movimientos sísmicos que hace cimbrar la
estabilidad que pisamos, en la que estamos acostumbrados. Y así es la vida, una
maniaca de devastación cuando las aves entonan su melodía. Hay gentes que le molesta.
Fijémonos en ese estado bello de un ave en su ritmo, en su musicalidad, en su
comunicación. Yo lo agradezco y más a estas horas destempladas donde la soledad
me visita. El , ella al otro lado. Conversamos de manera amigable y yo le narro,
sin saber porque, todos mis avatares. Se
queda callado, callada y me despido con el grato sabor de invitarlo , de
invitarla a que llame cuando desee. Temblor
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