jueves, octubre 09, 2025

HABITACIÓN CERO ( NARRATIVA) 22

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Habitación cero. Paredes blancas. Suelo gris. La tarde cae, la noche viene. Una noche de redonda luna donde invisibiliza gran parte de este universo que nos acoge. Somos vida. Somos respirar. Una densa capa de pintura gris de dibuja en tus ojos. Una densa cicatriz es oscuridad que soporto en estas jornadas extrañas. Sí, extrañas madre. El vivir nos captura en un suspiro, en un aliento que nos entrega como forasteros de una tierra que gira y gira entorno a su furia, a sus odios, a sus venganzas. Estoy herida madre, me siento desvanecer entre arenas movedizas donde mis manos cuelgan de un acantilado donde los cetáceos llaman al dolor. Y este dolor mío, solo mío, me hace recapacitar sobre el ayer, sobre el mañana, sobre el futuro que no es nada sino este ser y estar en el presente. El tiempo no existe madre. Para mi no existe, solo está tristeza mía que me empuja, que me absorbe donde los pájaros prestan su silencio.  Y es que no me convence. Si , no me convence, el estar aquí ante ti y tu con tu despedida particular. Me encuentro como cometa que viaja con la experiencia de su nacimiento años luz en un pasado, fósil del hoy. Sí, miro la luna desde esta habitación de paredes blancas y suelo gris y los astros que la acompañan, aquellos que se permite ser visibles en la oscuridad. Es un pasado, un pasado remoto y ese pasado dice de su presente, de este hoy que no logramos sanar. Desde aquí, de este ventanal, logro ver el mar, ese mar que nos merodea y nos ama, a veces. Aunque sea noche de luna, logro distinguir antorchas alborotadas en alrededor de una hoguera. Será mi imaginación, pero, mi lucidez, me dice de esas almas que hablan con otras almas, muertas. Son las hechiceras de la isla. Y concluyo mi saber por datos investigados. Ya no vivimos la inquisición de siglos pasados. Aquella donde eran quemadas vivas hasta que de sus almas se arrojase el demonio. Estamos en otros tiempos y no nos damos cuenta en creer estupideces. No, no digo que estén locas, te digo, que los albores de esas creencias se perdieron en el camino de este hoy que no es hoy sino ayer. Hola, madre, dejemos esta conversación de lado, no interesa. Solo un susurro de la brisa nocturna y la luna dejaremos que nos abrace, que nos haga un hueco en esta paz. Si, esta paz. Te observo calma y mi mirada vuelve a ti en esta habitación de paredes blancas y suelo gris. Hola, madre, aquí estoy, contigo. No sé que haré con está soledad mía, solo mía. Ceñirme a mis pisadas cotidianas, dejarme seducir por cada despertar cuando el crepúsculo del día toca a mi puerta. Sí, siempre adelante, con la verticalidad de mis alas subida en nubes de deseos, de sueños que aun falta por lograr. Y tal vez no los consigue. Y tal vez, acurrucada en la sombra de sus letargos siempre manteniendo encendida una vela de esperanza. Y tal vez , quizás, algún día me enamore de alguien. Descubro en tu rostro una sonrisa en esta noche de redonda luna y de brisa inquieta. Y tal vez mi vida sea pedestal de ideales, utópicos o no, efímeros o no. Lo único que sé es que agarro bien mi maleta con el abrigo del corazón y continuaré por los senderos vestida de lluvia, de soles, de vientos que tiren al norte, al norte…si al norte de mis sentidos. Oh, madre , te quiero y tu espacio será luz que me de sombra en el resto de vida. Habitación cero. Paredes blancas. Suelo gris.

 

 

 

 

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