miércoles, diciembre 17, 2025

HABITACIÓN CERO (NARRATIVA) 34

 

34

Y viene un día más…un día más. El móvil sigue sonando, escucho la voz que hay detrás. Es la forense, quiere todos los restos. Quiere que la lleve al lugar de los hechos para ella investigar y minuciosamente con la fragilidad de alas de mariposa llevárselo donde su conversación perduro en el siglo de los siglos. Yo asiento, aunque dentro de mi se revuelve una penumbra, ellos murieron en ese lugar y ese lugar es donde esta su tumba.  Un lugar no difícil encontrar para el que tiene el instinto de sus ancestros.  Primeras horas de las mañanas, por el patio anterior se huele a calderos donde una sopa otoñal hará que los corazones brinquen en calidez. Cebolla, puerro, zanahoria, pimiento, calabacines, pollo y el fragante perfume cuando se extiende de vivienda a vivienda. Me trae viejos recuerdos, de no hace muchos años. Ella en la cocina, con su tarara. Ella con su tarara cortando, fregando, poniendo a fuego lento su buen cocinar. Y es que eso era su ambiente. Una atmósfera que la llevaba más allá del invento de nuevas recetas. Una pizca de sal, un poco de caldo de verduras y al final una estimulante sopa que bien es agradecida cuando el frío cala hasta los huesos. Uhm…. Ese olor a cucharones y cazuelas. Todo cobra movimiento. Todo tiene su función. Una función que será el perfecto funcionamiento de nuestro día a día. Con sus manos en la cocina y su tarara. Desde la ventana de la cocina que da a las entrañas del edificio me inspiro y suspiro. Lo cotidiano, el niño que va al colegio, aquellos que van a sus trabajos y temprano, el ladrido de los perros. Ahora, llueve y continuará según el pronostico de esta disciplina tan inexacta como es la meteorología. Es imprevisible lo que puede pasar, solo se sabe que va a llover y llueve y los pasos de cada ser en sus ilusiones perdidas o no transitan por la ciudad. Me alimento de la memoria, esta donde un plato de sopa bien echo se exprime en mi nariz. Porque lo huelo, porque lo recuerdo, por que se de su olor y la casa es todo ella. Sí, ella. Esa madre mía de la habitación cero. De una habitación de paredes blancas y suelo gris. Ahora , yo, ajena a todo lo que ocurre a mi derredor.  Me nutro, suspiro, inspiro y espiro una y otra vez y contenida en el tiempo que pasa me quedo con ese olor tan simple como una sopa, un caldo. Y aquí y ahora , yo sola, no hago de comer. Y aquí y ahora, yo solo, me alimento de lo primero que pille. Y aquí y ahora, el desgaste suena en mi mente. Agotada, lejana, ausente…así me hallo en este estado humano. Tal vez sea una inadaptada o quizás estoy adaptada. Ni una cosa ni la otra. Estoy en un estado donde solo el presente me hace pensar en el paso a dar. Cierro ventana, el olor a ese caldo de pollo y verduras se apaga, me voy de la cocina y salgo al balcón. Llueve. Nadie en la calle. Solo, el ronroneo de un chubasco y de un viento que viene. Llueve. Temblor. Viento. El Dios de las entrañas de la tierra sigue ramificándose con su lengua de fuego en la isla vecina. Es tal su aliento que hasta aquí llega. Llueve. Temblor. Viento. Tendré de nuevo que acudir a la cueva, a esa cueva donde el amor fue sufrimiento, de un lamento torturante con la forense. Todo saldrá a la luz y ya cada uno dirá su opinión  sobre la investigación. Dos muchachos jóvenes, si nos referimos a lo que es joven hoy en día. Dos amantes que a gritos desataron las tormentas, los tormentos de la tribu. Ahí, en la cumbre, por siglos abandonados, castigados serán nombrados en alguna revista, en algún periódico, en alguna tesis, en algún estudio donde se reclame justicia. Y eso espero, espero que los dejen juntos, tal como los vi. Llueve. Temblor. Viento.El otoño…..Madre, la balada de la perdida estalla en mis sienes. Madre, habitación cero, suelo gris, paredes blancas. Madre, yo soy la hija de los almas idas. Madre, aquí estoy en tu recuerdo cuando las luz de la luna te llama. Madre, bailamos sobre corrientes de ortigas pintando nuestros deseos. Madre, aquí estoy, esto soy, lo que has apilado estación tras estación. Madre, la lluvia. Madre, el temblor. Madre, el viento. Madre, el otoño. Salgo y entro. Vuelvo a salir y escalera abajo con el olor de esa sopa cruzo la calle a pesar del tiempo. Empapada de nuevo. Espero un taxi, una espera impaciente. Me subo y voy al instituto forense. Madre, aquí estoy, esto soy, las pisadas de un otoño que sella mi destino.

 

No hay comentarios: