lunes, diciembre 29, 2025

HABITACIÓN CERO (NARRATIVA) 36

 

36

El taxista va con la lentitud de estos días, el tráfico se hace desesperante para él. Habla para el mismo como si eso condujera a un exorcismo de esta ciudad capultada en autos y más auto. Llegamos a zona del instituto forense, me bajo antes, paso por una ermita, una ermita creada después de la conquista de las isla, de su época colonial por diversas culturas. Me detengo, los aborígenes de las islas no más que fueron esclavos de unas ideas de inferioridad , de menosprecio hacia ellos. Y quedará algo…sí, hijos en el mestizaje con otras culturas. La ermita está abierta, soy atea consciente y entro, eso no quita que este recinto se respire un aire de paz. Me siento, pienso en esa madre en el hospital, en la habitación cero. Pienso en los desordenes de este mundo por ideologías que llegan lejos , muy lejos , más allá de sus carencias como la única verdad para asesinar, para la descabellada manera de actuar con aquellos que no son  de su condición. Las religiones nos han llevado a la barbarie, han catapultado cada realidad de nuestro ayer, de nuestro hoy con la interpretación en las esferas de un poder descarriado en la sangre de los otros. Y no se porque a estas horas siento que entra alguien, miro. Una chica blanca…muy blanco con su rostro tapada por un velo blanco. Y todo en ellas es paz, lo presiento. Avanza, se aproxima donde esta  la cruz y con la fijeza de su cuerpo es tiempo que se va mirando la figura. Se levanta el velo y besa los pies de esta escultura casi perfecta en apariencia humana. Afuera se asoma un viento feroz, las lluvias de nuevo vendrán en este invierno gris para mis sentidos. Se vira, en su estático cuerpo , se estanca en mis ojos tristes. Sus ojos negros ante su blanco me estremece, es como si dibujara mi destino, mi mañana. Un presentimiento extraño embriaga mi estomago, mi pecho. Con la misma comienza andar hacia la salida, mientras se va disolviendo en una luz azul. Un aura que me hace meditar en hechos inexplicables de esta vida. Y, sin embargo, una paz se hila en mis venas sintiendo un gran cansancio. Parece que la erupción ha callado. Sí, ha callado.  Mis latidos se desinflan, por un momento la visión se vuelve borrosa, me quedo sentada en este desfallecimiento que no se cuándo dura, pero cuando miro el reloj son las diez. Fue un sueño, fue una realidad quien sabe. Solo se que de irme al instituto. Solo se que cierto es mi camino en esos instantes donde una tez blanca , muy blanca me incorporo a sus ojos. Salgo de la ermita, me sentía a gusto en esa serenidad de su olor peculiar. Y el móvil suena, es la forense.  Los desterrados de esta sociedad duermen cerca entre cartones y suciedad. El viento se hace más doloroso e instantáneamente una lluvia febril me acordona. Toco el timbre. Un segurita me atiende, me dice que espere que va a avisar. Sentada otra vez miro por los cristales de este edificio. Blanca, muy blanca con su velo pasa por la calle. Se levanta el velo y sus ojos azabaches otra vez se perpetuán en mis ojos, en mi vientre, en mi corazón. Señora, me llama el segurita. Señora….un señora que no escucho, estoy desplazada en un campo de refugiados, estoy desplazada a ese vagabundo, persona mejor dicho duerme entre las miseras de una urbe que se ha roto. Todo es urgente, no se puede decir. Una urgencia de cosas que se han destrozado este mundo. Sus ojos negros se han clavado en mi mente. Señora…señora. No escucho. Me levanto y me voy. Señora…señora. Alza la voz el segurita. El viento. La lluvia. La habitación cero , una habitación de paredes blancas y suelo gris. Escribo en mi memoria una composición de toda esta rabia contenida. Me mojo, piso charcos, paso de nuevo por la ermita. Su portón ahora está cerrado, por el mal tiempo. La veo pasar ante mi de nuevo, se pone ante la puerta de la ermita. Y otra vez una halo azul desprende su cuerpo, blanco…muy blanco. Veto mis ojos por un momento. Dejo el viento, dejo la lluvia se lleve todos mis recuerdos, todos esas cosas que suenan mal en el hoy y una sonrisa desemboca en mis labios. Y otra vez, un halo azul, su cuerpo blanco…muy blanco se difumina con la lluvia, desaparece. De este raro fenómeno no me dejo sorprender, es alguna señal que no logro o no quiero comprender, saber. Me reclino en esa habitación de paredes blancas, de suelo gris. Un agitación, una incomprensión y la interminable duda me blinda . La lluvia . El viento. Habitación cero.

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