domingo, enero 13, 2008

La tarde cae...


La tarde cae desembarcando en el mutismo. Ella, apresurada, es andar por aceras desiertas que la contagia de la sabiduría de la vida. Una marea rota es ardor que se le arrima cuando se aproxima al mar. Ese mar que tiene que cruzar con sus pies descalzos para exterminar las heridas que le rondan. Ese mar que tiene que evocar con el jaleo de las gaviotas para que la habite de serenidad. La tarde cae, cae con su máscara de hielo y su crujir retumbando sobre sus sienes. Ella, esta preparada para embarcar. Se sienta en ese barco de grandes dimensiones. Va a cruzar la línea. Otras tierras la esperan. Otras costumbres ahondaran en su pecho mutilado por las adversidades de la vida. Con un movimiento sinuoso se toma un café. Siente mareos pero, la mente es ese imán de la fuerza y no devuelve. El trayecto ya está por acabar. En la orilla cercana le espera su cambio, su transformación. Su amor del ayer ha muerto. Ha muerto bajo un monte de lobos aullando la despedida. Se ha olvidado de ella. Ella, se ha olvidado de ella. La tarde cae en sus bodas con la noche. La luna dice que el amor ha de ser esa muralla donde los cuerpos se solapan y continua avanzando. ¡Como se rompe el amor¡ Se hace añicos con la simple mala palabra a tu ser querido. Ella desembarca, bajo por esa escalera que la conducirá a un nuevo trabajo, a un nuevo techo. Ahora, sola. Sola con el inanimado vals del viento, con sus alas rejuvenecidas para ser estampida a la felicidad.

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