Sobre verdes, una sonrisa. Un
manantial que se yerta en la espesura de un optimismo que se apodera de
nuestras venas a través del viaje por los astros. El otoño regresa bien acorde
con las manos que engarrotadas se visten de seda para hacer más suave la caricia.
Y aquí estamos. En ese saborear de hojas secas que irán cayendo a medida que un
susurro de nube nos dice de ese horizonte de nuestro mañana. Y aquí estamos. Escuchando un violín
desafinado que nos induce a lo imperfecto que son los besos cuando se mecen en
el olvido. Y aquí estamos. Vamos caminando a ras de la orilla de una playa
donde nuestra huella, eco de nosotros, nos anuncia el elevar de nuestra caricia
al son de las olas. Y algunas veces divago de lo bello que es la mirada
honesta, de lo hermoso que son los crepúsculos cuando nuestro cuerpo se alza a
la aventura de nuestros pasos. Y aquí
estamos ante muros franqueables cuya ventana nos lleva al paraíso de los
sueños. Oh, un cielo celeste que nos muestra el orgullo de esta esfera. Esta
esfera donde sus seres se emancipan de la rebeldía del gemido.
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