El amanecer. El pinzón azul hace
su juego matutino. El frescor de la cumbre que cubre dos cuerpos desnudos. Así
en la intemperie de sus sentidos. Miran el roque más alto, ese el adorado por
generaciones y donde danzas ancestrales invocaban el tiempo bonancible.
Xx: Qué dices que no te escucho. Sigues con ese ritmo del
susurro y el viento aprieta. No entiendo tus palabras. Grita. Grita más alto.
YY: Pues no se (elevando la voz). Estamos aquí en este
paraíso de pinares, en una cumbre donde todo es yermo solo lavandas con su
perfecto aroma nos perfuma. Quiero decirte que te quiero. Así, sin más
divagaciones que nos lleva a palabras inconclusas.
XX: Y para eso me has traído aquí. Ya lo sé soquete. Aquí,
en este reino natural donde solo el roce de las ramas por el viento es música,
donde sólo las lavandas es aroma, donde sólo estas rocas señalan la paz de las
almas.
YY: No. Solo no te he traído por ello. Quería que vieras el
dios sol radiar sus lazos amarillos ante nuestra mirada. Qué límpido es…Sus
pasos a medida que pasa las horas nos lleva por distintos sentimientos, por
otros lugares que nuestro interior evoca con la ensoñación. Sueña mujer. Sí,
hace tiempo que te veo pensativa, aislada en tu cavilar. No se lo que
transcurre en tu mente pero me temo que no es nada bueno.
XX: Recogida en el
frío mi mente recorre esas tierras donde la hambruna, la sed, las guerras
deshabilitan al inocente por la mediocridad de la razón de otros. Sí, eso son
los espectros que me traicionan y me hacen descender cráter abajo hasta los
infiernos del horror ¡Esos humanos¡ Imagínate en un campo de refugiados, bien
de penurias han de pasar. Me destroza. Sí, hay que huir.
YY: Que tonto he sido.
XX: No amor.
YY: Tonto no es el que ignora. La falta de información y la
vida cotidiana hace que nos perdamos en nosotros mismos sin pararnos a pensar
que pasa más allá de estas fronteras.
Aquí viento de cuchillos que pasa de largo con su sutil acaricia, allí
viento de cuchillos que raja vientres. Escucha, escucha el viento norte con su
gemido atroz. Nos trae el dolor, las angustias de otros.
XX: Escucho, escucho el viento norte con su gemido, con su
dolor, con sus angustias. Pero también a ti. Te miro. Te observo y presiento
que estás sufriendo. No. No puedes hacer nada. Que somos sino polvo de
estrellas. Todos. Todos. Que volverá a la tierra profunda. Te miro. Te observo.
Y deseo tus manos con las mías y que otras manos se unan con la nuestra. Así,
como un círculo que recorre todo este dejado mundo para que triunfe la paz, el
equilibrio. Todos iguales. Todos con esos derechos que nos hacen dignos, que
nos hacen personas.
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