martes, septiembre 10, 2013

Y lluvia...

Así. Cuando la lluvia leve es caricia de nuestro rostro. Invocamos a las mareas que pronuncian palabras de serenidad en armonía con nuestras manos que como velas nos lleva a ser ese espejo donde nos reflejamos. Danzamos sobre arenas de cabelleras negras y dejamos nuestro cuerpo desnudo de espalda a los precipicios que habitan esta esfera. Así. Serena. Canto de caracolas. Montañas que a lo lejos hablan de lo bello de la madre tierra. Flautas. Chácaras. Cascadas visten su piel y ellas gorgojean el ánimo de las alas flotantes tras un sol que resurge, que brota cuando despertamos.  Y llueve, la humedad se apodera de nuestra piel mientras en la orilla de la vida erupcionan estrellas marinas que nos condiciona a lo mágico que es la sonrisa de su mecer entre las olas. 

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