martes, febrero 11, 2014

Las mareas del ayer(narrativa)









TÍTULO: LAS MAREAS DEL AYER



Se levanta de aquel sillón, un sillón que actúa  como una canoa  del tiempo pasado. Una manta de cuadros posa sobre sus rodillas, la reminiscencia  de sus años ya evadidos y palpables en sus arrugas la acarician. Sus arrugas, caminantes paralelas  con el    tic-tac de un anciano reloj, tanto, como los años  que juega con sus ojos cansados en fraternidad con sus pensamientos, también, ofrenda de la vejez. Miraba todo su alrededor con un cierto desconcierto, con algo de melancolía invadiendo su marmórea piel. Antiguos recuerdos la recorren sobre esa absorta mirada a unos antiguos libros, alineados    en unas estanterías de un  polvoriento ayer. Recorre con sus llamaradas  toda aquella habitación, con la media luz de una lámpara arañada por alguna termita: riada en su pie. Ella ,¡ mujer del sueño¡,llamada Luam ,  se halla sola bajo la oscuridad de las  secuelas positivas y negativas ,  con el tacto  torpe  de cada una de sus imágenes del ayer  : su  juventud, sus logros, su presente y por último  ese baúl que despacio  acoge toda  su mirada .
-¿Qué me dirá?- se dice - ¿Qué dirá ese baúl de antaño donde yo guardo todas aquellas secuencias de mi vida?
A el se dirige con la extrema delicadeza de los  recuerdos que allí se guardan, con la suficiente energía para descubrir de nuevo sus vivencias, esas, donde ella fue mujer de su tiempo, mujer de sus amantes, mujer de sus soledades, mujer de sus fuerzas. Ahora es fileras de canas, con sus cabellos recogidos para no entorpecer la visión en su absorto estado. Con ese añejo bastón: apoyo  de sus pasos y no caer. Se dirige hasta su baúl.
Como junco se dobla hacia esa madera anciana para atender  sus sentimientos, abriéndola suavemente con la meticulosa fragilidad de sus dedos  hasta ser puente del pasado por ese túnel paralelo a su entrada.
 ¡Otra vez¡ , esa llama de sus trajes juveniles cuando el paseo de la aurora  se rima a ella antes de ser peripecia de la más alta elongación del astro rey y perturbará sus ojos por esas playas de sedosos jables acariciando   sus pies desnudos, con esa verde mar en calma ,  con ese gris plúmbico de  la bóveda  ciñéndola a un andar más ligero y, al lado de ella ,ese arrogante joven en la andanzas de sus años jóvenes .        Como dos gaviotas absortas en ese mundo envuelto por espumas donde las campanillas de la marea arrasaba  sus cuerpos semidesnudos a  medida que un rocío de la lluvia caía por sus cabellos en comienzos de un otoño en el tintineo  de  sus acaricias. ¡Es su primer amante¡, su primer novio, la  primera circunstancia de ser lago de cúspides en el más profundo querer de sus dos océanos, quizás,  sin el latido fervoroso del amor, pero con esos juegos juveniles de su edad.

Ella lo conoce allí, como puede ver en aquellas fotos que comienza a hojear después de abrir ese baúl de los sueños perdidos. De nuevo  se sienta en su sillón y deja  prender la chimenea cuyas llamas toman el mismo impulso que las cortinas con la brisa de la noche. Por ella surcan ríos de añoranzas al abrir aquel álbum de fotos donde él se halla, donde ella se halla en aquellos primeros años de instituto, en aquella playa; primer escalafón de los pasajes de su vida donde un beso inalado por un transeúnte en la repentina llovizna se plasmo en su vida  como ave de sus deseos.
**
Ese chico lo conoce en su época estudiantil, en un instituto de las medianías de su casa, allá en un pequeño pueblo donde las abruptas y arrugadas montañas lo amurallan, y bajo ellas, ese larga carpa del exuberante paisaje aromatizando  las caracolas de una  playa que surcaba en la lejanía de sus hogares solariegos.
Sus padres son de esos labradores de la tierra, esos que con el esfuerzo continuo de la primera hora levantan al sol con el trinar de la azada y la protección de sus campos. Ella, a veces, les ayuda, en esos fines de semanas cuando los deberes y el descansar son vencidos. Entre semana acude a sus clases diarias en esa bicicleta regalada en cumpleaños, a no ser que el cielo fuera tronar, entonces, andando tendría que recorrer esa vereda hasta el instituto .Allí se encuentra  con las únicas amistades que posee, todas esas chicas y todos esos chicos del pueblo, pocos, pero los suficiente para formar aquel culto al estudio  con la siempre anhelada   hora del recreo.
 Horas libres para distraerse en la cafetería o en los jardines. Entonces, son todas avecillas emigrantes en busca de la mirada fugaz de algún muchacho, esos que con ellas van a clase. Son ahora libres, con esas risas que con sus faldas tejidas por las manos de sus madres dan brinco a la par de sus  bromas, de sus burlas, de sus juegos y  ese tentempié antes de volver a clase de nuevo.  En esos momentos, cuando son cadenas rotas de las aulas, son viveza de esas cartas que los chicos suelen enviar. ¡Sí!, era costumbre  que el chico ambulante en amoríos  enviara una carta a la chica que más le gustaba, después, si ella acertaba, se cobijaban en uno de esos pasillos de la escuela, en la trasera de aquel amplio colegio donde nadie ambulaba: desértico, sin uso, abandonado por todos los que componían el centro. Allí, bajo la luz insonora, bajo el aletargado polvo, eran encuentro de sus cuerpos sin ser luz de sus pupilas y, entonces, un beso se entremezclaba entre la timidez, la duda y la risa   . Sólo, el crujir de algún tropiezo por la oscuridad; sólo, el bullicio que en las  fueras les esperaba cuando ese acto, ya  ritual de los alumnos, había finalizado, saliendo ambos con sus manos entrelazadas por el mero echo de haber conseguido esa altitud de los primeros deseos, después, que fueran pareja o no era otra cosa, dependía de cómo se llevarán en su nueva aventura. Algunos en esa carta enviada a la deseada se quedaban con las  ganas, ellas, lo negaban, quizás, por que no le gustaba o por que le daba vergüenza. Otras, sin embargo, como el transcurrir de aquella foto en la segunda página de su libro mientras el frescor de la noche era acaecer entre sus dedos era fustigado con balas de fruta henchida, casi siempre a ese, el que se las creía todas, ese  que con su expectante físico y dominio sobre sus compañeros sobresaltaba. A ese, en una carta a una de esas muchachitas vírgenes que envío le quisieron gastar una broma. Una broma tal, que cuando ella apareciera   sacarle una foto y  dejarla plasmada para toda la vida.               Luam a igual que las otras pupilas también siente atracción por esos juegos pero, con el temor de que tal vez el hombre deseado no fuera esa revolución su corazón. Ella anda  ruborizada  por uno de esos chicos, le soplaba ese cierzo en su corazón por  su mirada. Es alto, leal de la reconditez, apocada palabra, solitario, con ahuesado abdomen.
Chicos y chicas están separadas por esa línea divisoria que marca el instituto, unidos sólo en el momento de tomar ese festín de media mañana  en  esos jardines floridos. Jardines de primavera permanente y desatraídos por ellos. Siempre el jardinero requebrado de alaridos zumba detrás  de cada sospechoso que  había sometido al jardín en sus gestos vandálico en un marchitar, siempre quejándose de ello  a la directiva en un tono agrio  .Nunca le hacían caso.
   Ella, Luam  anhela que el sea ese príncipe del papel. Cada día más y más por que todos tenían que caer  como  ritual de aquel vigor juvenil .Ese día llega, llega ese sobre encima de la mesa en medio de  una clase, cuando la ciencia era tiza que se desparrama de su mentor en la pizarra. Sus ojos tornan en aquel sobre que la tienta a abrirlo de inmediato sin dejar  finalizar  la clase.
  -¿Profesor puedo ir al servicio?- dice Luam levantando la mano. El de inmediato se vira, la mira  con la vejez de sus ojos y busca en su memoria lo que tiene que contestarle. El hombre ya había pasado la edad de jubilación y todavía por a amor a su profesión seguía dando clases.
  Sí, alumna mía, puedes ir al  baño. Sabéis, alumnos míos, el baño es ese lugar  por el cual siempre os dejo, ya que a mi edad a veces mis necesidades me apuran- dice con una radiante chispa de entre sus labios en especial a Luam .
Se levanta  de su sitio y apresuradamente como si ya no aguantará más se dirige a las afuera de la clase. Mientras transita hasta el baño, abrió de manera desesperada esa carta. Un temblor acorrala sus manos. Al llegar al servicio  leyó aquel trozo de papel. Te espero donde tú sabes, firmado Liam .Luam suspira.  Esa firma  perfumada por él, de ese quien ella era llama   como  relato de una tormenta en el apogeo de la primavera.
Vuelve  de nuevo a clase con una sonrisa de oreja a oreja casi ineludible para el maestro  que la observa hasta que se sentó de nuevo en su sitio.
- Buena es la gracia de usted señorita. Como no, después de haber salido  del apuro-  todos en clase se ríen.
La hora de clase parece que no da a su fin, Luam no aguanta más, se revienta , siente vergüenza por las  carcajadas de sus compañeros . Después de esa clase el rito del beso en medio del oscuro pasillo se haría realidad.Desesperantes momentos envueltos en nerviosismo   con una lentitud marcada por las  manecillas de un reloj que parecía que no avanzaba situado encima de la pizarra, mientras, de su flanco izquierdo , los  ventanales que dan para el jardín dejan pasar una gran luminosidad mezclada con una brisa especial y fragante que  hacía a Luam evadirse de lo que el  profesor está explicando ,una explicación que acaba con la sirena .El profesor es desesperante, aunque la sirena suene, como era costumbre de él , pone Amor ti vieta de Giordano . Todos tienen que aguantar la melancolía que sobrevuela por sus ojos en esos momentos, las palabras que de su interior escapan. Al terminar, todos   se deslizan velozmente hasta las afueras de aquellas paredes.
 Con Luam van todas las compañeras al lugar de encuentro, todas  se situan en una zona alejada esperando a ver lo que sucedía. Ella se acerca con el lento pulso de su corazón, con el temblar inevitable de todo su cuerpo, con un ardor por su cuello .Se siente   extraña. A  sus mejillas le suben los colores. Se  desquita de aquellas trenzas de niña buena que usa,  dejando su pelo al   viento suave  que aquel día cincela la jornada.
 Llega a la entrada,  siempre abierta para cualquiera que pase por allí. Se encuentra con una pandilla de muchachos, ellos, no permiten el paso a nadie .  Los dos   estarían solos en ese edificio. Luam entra con el temor penetrando por cada uno de sus poros , insegura de lo que va hacer , de si haría el  ridículo o sería  plenitud . La polvareda y la suciedad que desprende aquel lugar penetra en su interior. Desahuciado  edificio, piensa.  Para ella es un sitio  desagradable, un sito donde la luz se distorsiona. -¡Aquí tendré mi primer beso!- se dice para si misma .Comprende el por que   la mayoría de las relaciones salen desastradas.
Allí, desorientada, se quedo a  la espera de aquel semblante indistinguible apareciese por la puerta y,  así fue, cuando los minutos pasan, se presenta aquella larga palidez  con la lentitud de su timidez en sus pasos en busca de ella.
 Él al principio no la ve, su silencio era absoluto. Sólo se oye sus pasos. Luam calla, imagina todos sus movimientos. La inseguridad la acosa y más cuando siente un tropiezo de él. Se va de  bruces al suelo. Un refunfuñar de él los enlaza, el  hallazgo mutuo se ha logrado. Sus ojos tardan en toparse, cuando sus pupilas se cruzan una mordiente vergüenza los atrapa dando lugar a  la mudez de sus palabras, luego, el sublime y culminante beso. Un beso  errado y torpe, sus labios  no se encuentran por culpa de  la visibilidad, es tan nula que hace  de ellos un rebuscar  hasta acertar. Ese pequeño instante de tiempo acaba con los chillidos de afuera. Los quieren ver salir con la danza de sus ojillos y  de sus manos liadas para ser vitoreados  por ellos. Luam y Liam  aunque oían el escándalo no se precipitan en salir, están ensimismados en aquella unión de sus labios. Al  sentir que el bullicio no para la  vergüenza se les acentua más. Ambos  quieren huir de esos  pitidos y gritos de alegría de sus amigos, ser distintos caminos al de ellos, por ello, esperan unidos de  manos.
-¡Vamos chicos¡¡ Vamos chicos ¡-se oye desde fuera  Salir ya, para que podamos comprobar vuestro amor .
   El alboroto cada vez es más estridente pero, ellos, no se inmutan, no quieren saber nada de ellos. Hasta que con el paso de los minutos aquello llega a  fin, la sirena los llama para que regresasen a las aulas. Todos se disipan, dejando a Luam y Liam  solos.
La siguiente clase es de inglés, es donde una rubianca con sus vestidos prietos insuflando sus pechos como adorno de su belleza conduce la clase  con una regla y  movimientos desastrados. La  profesora se considera una diva con sus antiguadas gafas de culo de botella que renace después de la ferviente brisa de la sirena. Se cree la reina de la belleza del instituto, como no, había pasado por debajo de cada uno de los profesores agotando la esencia de cada uno de ellos. Después, todos la abandonaban. Sólo el sexo. La dejaban así, como una vagabunda bajo una nube de depresiones por sus fallos, tupiéndose   a barbitúricos por cada relación errada. Después se levantaba, se levantaba y presumía de su moza hermosura, de su gran cultura, seduciendo   a los alumnos, pues, más profesores ya no quedaban, a ellos bien podría dominar y dejarles respirar de  su aliento.
Liam entra en clase, no sin pedir permiso antes. La profesora lo mira y le pregunta con severidad:
-A ver, ¡ a ver ¡.¿ Por qué esta tardanza?¿Donde has estado? Acaso, ¿ no escuchaste la sirena? Venga, a tú sitio.
    Liam baja la cabeza y se vuelve de un colorido rojizo sus cachetes. Todos en clase lo miran . La profesora toma su rumbo, a medida que explica observa a Liam, un color divino atraviesa su mirada a cada ojeada. Se dedica entonces a pasear por los pasillos que dejan las mesas, examina las libretas de sus alumnos. A uno por uno le despilfarra un suspiro hasta llegar a ese asiento de  sombra ausente, ese en el cual siempre se sienta el huesudo Liam  sobrado de mutismo. Ella se quedaba mirando y siempre le decía al oído:
- Tu cabello son táctica de las ígneas madrugadas cuando yo con mi bello dormir soy recital del aguas de rosas. Is pretty . Is beautiful . ¿Sabes lo que quiero decir Liam ¿
 Todos en aquel momento saben que algo puede pasar, no pueden se, aunque, por dentro se revientan. Sabían que  por cualquier burla ella los mandaría a dirección con su poder de convicción por delante. Pero llega ese día,  ese día en que Liam no asiste a clase por estar con Luam . En toda la escuela se escucha su explosión.
 -¡ Donde está!- empezó vociferar -¿¡Dónde esta Liam¡?- grita y grita .
 Toda la clase de repente se lía en un cuchicheo . Mientras ella continua, preguntando  el por qué, el por que uno de sus alumnos favoritos no ha ido a su clase.
-¿¡Está enfermo acaso!
Nadie responde a sus palabras mientras ella sigue hablando.
-No , no es posible ,hoy lo he visto entrar en el instituto. Esta mañana a las ocho, ¡no!-  alza entonces su tono de voz .-¿¡Acaso no lo vieron?¡
El silencio en la clase se hace de nuevo solemne, están nerviosos.
- Que alguien conteste, por favor. Sino tendré que ir a dirección y entonces será peor. A todos os castigarán.

**
Luam ríe, ríe desde ese sillón donde el refulgido toque de las campanas de la medianoche sobrevenían capturando el calor  del fuego de  la  chimenea que se extingue. Mira una y otra vez la fotografía de la profesora que figura en su álbum de fotos. Un grillo  balbuceaba a medida que  las vecinas horas de la madrugada se aproximan .Ella, aún levantada.
Por un momento cerro ese libro de los sueños reales del atávico pasaje, se pone de pie y se acerca para hacer más candente el fuego de la chimenea, coge unos trozos de madera que tiene  junto a ella y la alimenta. Otra vez siente ese   calor excelso corretear por sus huesos. Ser acogida por la calidez en un nocturno de soledad y bella luna. Después, con un meticuloso paso por ese majestuoso salón es brisa de la luna traslucida a través de la ventana. Le  transmite  todo su  fragor  platino .¡ Tan lejana¡. ¡Tan magnífica¡. Tan solitaria como los días de su vejez, aunque, con el  aliento de la vileza que las conjugaban a ser vía láctea de su historia, Ella ha observado todos sus rastros, todos sus pasos. Ha sido compañera de sus noches enlutadas en sus frescas sábanas insonoras,  donde, ella, cristal roto en el ahora sólo lamenta ese ayer, ese ayer reducido por hallar ese amor. Sólo halla  la soledad aquejada acosándole entre esas ansias de amar a una semejante avecilla que traspasará esas paredes, esa que con el  andar por los vastos horizontes de sus amantes la condujeran en esos momentos culminantes de su cumbre, pero no llego, sólo ese derroche de su reconditez similitud a la bóveda celeste   en la oscuridad; como la noche.
De nuevo tras ser espejo de su alma es fuente de sus pensamientos en el ayer sellado. Se  sienta de nuevo en su sillón, sillón tan aterciopelado como las  plumas de cines. Corre  de nuevo  por las cascadas de sus pensamientos  en ese lugar donde se ha estancado, esa entrada de la profesora en el preámbulo de sus palabras cariñosas, donde ambos, Liam y ella, son unión de  sus corazones.
**
Entró  con una linterna que le ha pedido al jardinero. Localiza la  madriguera de Liam y Luam .Allí están, abrazados, como dos enamorados. Sus ojos se vuelven de   rayas escarlatinas. Los celos la zurran. Se enoja, es encrespa y atacada su mal oliente vocabulario insulta a Luam.
¿Serás ramera? Qué hace una muchachita como tú en este sitio, en esta gruta deforme donde, su destierro, es sólo merecido para personas como tú. Acaso no has oído el timbre, retorno a las aulas. Acaso no sabías que tenías clase de idioma conmigo.  Acaso no sabes de las reglas del colegio. Eres sólo una gamberra. ¡Levántate de ese sitio! Regresa a clase inmediatamente.
        Ella se eleva como el rayo de luz, con la mirada perpleja del jardinero.  Mientras ella ya es escalera arriba hacia el aula Liam  aún anda acurrucado con el pavor que la profesora le provoca. No sabe que hacer: si levantarse y seguir su compañera o, quedarse allí engreñado.  A él no lo han  insultado  sólo a Luam. Por ello, en esa cuenca de la certidumbre piensa  que era mejor quedarse allí, acoplado en la esquina. Después de un tiempo de pausa de  su histerismo, la profesora clava el cono de luz en las pupilas de Liam. Su seísmo es ahora más manso, más pacífico, algo trajeado de seducción, algo conjurado por ese deseo  que sentía por los hombres.
-Tú. Hoy  te esperaba en mi clase, Luam no me importa que haya fallado. Pero tú, yo que tengo tanta confianza en ti . Tú , que ya eres un hombre y supuestamente serio .Sabes, Liam , te tengo como un alumno especial .Algo me faltaba hoy cuando tú faltaste a clase , algo que en días anteriores no había percibido , algo por lo que llevo una máscara  .
  El cada vez se encuentra más cohibido. No comprende  lo que  esta sucediendo.¡La profesora lo esta seduciendo¡, aunque ,ya sabía muy bien de sus deseos hacia los hombres .
Dirás que soy mayor que tú pero, no creas, no creas. A lo mejor treinta años. No, no .Tal vez, veinte años o quizás, quien puede saber, diez años más. No más. Te lo aseguro. Por  ti se eleva  mi corazón y palpo ese albor del amor.
      La suavidad de sus palabras  es evidente. Es hipnotizante. Quiere conquistar a Liam.
     Al tardar  el jardinero comenza a extrañarse, le extraña que Liam  no hubiera salido con la muchacha.  Piensa que ha ocurrido algún siniestro al quedarse sola con él. Con un sudor frío aún por los gritos anteriormente dado por la profesora entro, entro rebuscando la luz de la linterna y la ira de ella. Va con mucha precaución por si él tiene que pagar su mal genio. Tropezó  en su búsqueda con cada uno de los muebles corrompidos allí abandonados. La linterna está al ras del suelo,  como si nadie la tuviese en sus manos. El jardinero al darse cuenta se extraño.
-Señorita, señorita- llamó él cauto por el pavor.
-Aquí estoy, aquí estoy.  ¡ Ay ¡, es que he tropezado y  la linterna se me ha caído- disimula la profesora .
- Bueno, señorita. Esta usted bien, es que he visto salir a la chica pero al chico no, ¿Ha tenido usted acaso algún problema con él?
-No hombre. No. Sólo le estaba explicando la mala acción que había hecho. ¡Vamos!¡Vamos ¡, que se me hace tarde y ya la clase esta a punto de terminar.
           Al entrar  en clase todos se ríen.
-Tú, pequeña granuja, .Tú atrás, en lo más alejado de la clase, ahí permanecerás durante todo el curso. 
Ese es el castigo apuntado sobre Luam, mientras a él nada. 
Luam con su bicicleta después de despedirse de sus amigas con la humillación a  sus espaldas  va para su casa por una vereda de  arboledas hasta llegar a esa planicie donde se halla su hogar. Mientras, Liam, el cual también posee una bicicleta  para retornar hasta sus paredes lo para la  profesora de ingles en medio de su camino. Se pone delante de él con su coche implicando al muchacho a una proposición de la  cual no se podría negar. Lo invita ir a su casa por la noche, para conmemorar, según dijo ella,  su cumpleaños, ya que se encuentra  sola y aislada  y necesita alguien en su celebración. Liam , no sabe decir que no ,accede  a la propuesta. Una propuesta de un nocturno, un nocturno cuando aún la luna es rosa menguante y el sera  alianza  para el    júbilo de ella.
 Luam , en su regreso a casa, después de la viscosidad  de la arboleda, después del cimbrar de su cuerpo  por la escarpada superficie, presencia esa casa aislada donde ella vive y esos campos donde los filamentos áureos representan el más grato esplendor al son de una divina bóveda celeste. El día  no está  nublado,  es acogido con los rasgos  veraniegos ya venideros. Sí, el verano se acerca, con el  canto del secar de los pétalos primaverales, con el secar de los arroyuelos que en su paso deja, con la canción de los diminutos insectos zarandeando, mordisqueándola  cuando para a descansar y respirar de esa maravilla natural Desde lejos intenta ver si sus padres están por los alrededores pues, era costumbre de ellos  de esperarla sentados en el porche.
 Sus padres es un matrimonio loado  de  felicidad, ninguna rudeza entre sus relaciones, siempre dosificados con la cariñosa  balada del amor, siempre con sus acaricias derritiéndose entre sus afectivas miradas.¡Siempre mirándose¡ , ese mirar que entusiasma a Luam.
 Pero, ese día, el humear de una mala hierba era ruptura  se le avecina a Luam.. ¡Nadie la espera ¡, y, ella, cada vez está  más cercar de sus paredes de maderas, madera talladas por el espíritu limpio de su padre, por la emotividad de su madre que le ayudaba en todas las tareas  .Uno y otro,  cuando fueron alianza  bajo la luz de una boda con toda humildad,¡ un brindes para los novios¡ y después esa danza nupcial hasta ser ruta de las sabanas tejidas por las manos de su madre .
Al llegar a  casa Luam los llama, quiere ser recibida como siempre, pero esa llamada se transforma en una eterna llama fundida, se transformo en una preocupación para Luam, ¿Qué pasara? ¡Por qué esa tardanza ¡ .No lo entiende.

       Deja su bicicleta a un lado de la puerta, donde se encuentra esas sillas de madera picada por la ruin polilla. Sillas para el  descanso  después de  esas horas liadas  al  trabajo, cuando el ocaso es acérrimo liar de sus manos. ¡Trabajo del campo ¡ perdurable  durante todos los ciclos del sol en el avance del  día.
Al entrar dentro piensa que algo ha pasado. ¡No es normal ese silencio¡, ese silencio de fogones amortajados, donde el tararear de la comida de su madre no sucumbe , el silencio de la pipa que acostumbra su padre fumar al ser el sol  querencia de esa  cumbre más allá del horizonte . ¡Nada¡, no se siente nada,  el apretar de un precipicio era espectro de su silueta desesperada .
Corre con la certidumbre recorriendo por sus venas. Se dirige hacía la puerta trasera de la vivienda ., esa que da con las plantaciones de las de sus padres. La alumbra   un cercano quejido de calvario,  algún agrio percance que la invalida a dar más pasos. Se detiene  en la  salida de aquellas murallas de roble, encima de esa tierra calva donde aún las semillas no son verdor en sus surcos. ¡Se detiene con el hermetismo de unas tinieblas desagradables! .¡Es un llanto lo que escucha ¡.Es  una siega de escarcha la que la embarca  un naufragio.
Instantes después de  volver a la realidad comienza a correr, a correr con esa presteza de su presentimiento hacia el lugar donde el  huracán era brote. ¡Comienza a contemplar una silueta arrodilla¡, comienza a contemplar un mástil derrotado.  El pavor entonces la convierte en un telón tórrido hasta ser escena de ellos: de sus padres . Él limo cárdeno emancipado de la vida, ella, ocaso de la luna . ¡Arco iris de azufre que la consume con un voraz cierzo¡, sus palmas son locura de su llanto, su rostro es tosco senderismo por el país de los ahorcados, sus palabras son extinción .
 ¡Calla la madre!, calla cuando su hija es figura de espanto ante ella, figura que se levanta  en el vuelo del dolor en busca de ayuda. Atravesó  de nuevo la  casa, pedalea  con toda su fuerza  la bicicleta  ensangrentadas de desolación, azorada por ese pensamiento aún infértil. ¡No puede creerlo¡ No lo acepta , no permite esa ida por los valles de los elefantes moribundos de su padre .
 En su recorrido al  pueblo su corazón late cada vez más rápido y potentemente. Un pueblo de  piedra viva cobijando todos sus habitantes. Un pueblo   callado por ser caldear del  mediodía donde  el único bar que poseía se relamía con el vaivén de esos sombreros caídos por sus dueños embriagados, a ellos, no quería cruzárselos por el camino, sabía de esa tendencia felina de piropear su juventud. Sólo quiere llegar a la casa del médico. Está  situada en un lugar céntrico, frente una  fuente donde todos los años se celebra la  conmemoración de las mujeres que iban a coger agua al lugar con sus cántaros  acostados en sus cabezas, con los pies descalzos; endurecidos por rozar de la tierra  , esas mujeres que ya no se veían por el paso de los años. Mujeres trabajadoras, sufridoras de ser fardo de todo lo que concurría en sus inmediaciones, mientras, los hombres,  eran fluir  de los campos de sol a sol como su padre. Por  ello cuando pasa ante ella es recuerdo, lo recuerda en esas historias que su padre   contaba todas las noches, con las mismas palabras:
  Sabes hija.. le decía .. cuando yo era joven ruiseñor y tu madre golondrina de mis revuelos, todas las mujeres se  congregaban en esa pequeña fuente del pueblo :  donde la iglesia es reina y las casas giran a su alrededor . Con sus risas y sus faldas recogidas  magnetizaban la mirada de los chicos en ese ir y venir de cántaros durante todo el día .Desde la cantata del primer gallo, el más fornido del pueblo, hasta esa hora donde el sol bulle con más ímpetu, esa hora donde nosotros, los hombres regresábamos del campo para relajar nuestro esfuerzo   hipnotizados por el chismorreo de ellas. Nos recostábamos bajo la sombra de la iglesia observando cada gracia de sus movimientos, observando aquella que cada uno de nosotros teníamos designada. Con un regocijo cuando hacíamos una gracia para el  alberga la mirada linda de ellas. ¡Ay esos días¡, cuando yo, joven apuesto y tu madre bella , éramos colina de siemprevivas que  temblábamos con el simple hecho de la alianza de nuestra mirada . No hacia falta más para saber de quien sería esa mujer para el  futuro.  
Sus pensamientos de esos momentos de  felicidad son arrasadas cuando el dolor se perpetua más y más en su alma  .Llega  a la  casa del médico que está situada  al lado de la iglesia una aldaba de grandes dimensiones la hizo apurar sus fuerzas con la rapidez escalofriante de la llamada. Una y otra vez, una y otra vez hasta que escaleras abajo se oía las pisadas aceleradas  del medico.
 ¡Ya va¡. ¡Ya va¡ -  grita él desde el interior  de la casa.
 Abre la puerta sin preguntar de quien se trataba .El médico sabe que no tiene enemigos, que nadie toca en la  madera fornida de  su casa por lo largo de los siglos si no era por una necesidad, su familia es considera por lo largo de las centurias un privilegio de la comarca, con esas manos remendando  todos los males: alquimistas primeros, científicos confundidos con la metafísica  y luego en la cúspide del paso de los siglos determinándose por una de sus ramas, él, eligió ser médico. Preocupado siempre por los que tienen más miseria, por  los más desgraciados de aquel pueblo. Porque si bien era pequeño, en esa pequeñez existen almas desamparadas: vagabundos que él mismo invita a veces a su casa.
“¿Qué haces aquí amigo mío?, Vamos a mi casa”, les decía aquellos que no tenían  techo. Siempre tan benevolente, siempre tan educado y afable para la necesidad de los demás.
- ¿¡Qué ocurre Luam,? -  Pregunta al abrir la puerta -En tu rostro la mala bala de un sufrir se aloja. ¡No quiero ni pensar lo que a pasado¡, Dime ,¿qué ha sido niña mía?. En tus ojos ese candil de las estrellas satinadas son volcar sobre un mal. Cuéntame, Cuéntame lo que te sucede.
     Luam , pálida criatura, incrédula aún  de lo que ha pasado no dijo nada, sólo incrusto su mirada a la del médico . El médico comprendió que la angustia  la azotaba.
-No digas nada hija. No digas nada- Dijo él comprendiendo el significado  de sus ojos mustios. Algo cruel ha sucedido- Sólo seguiré tus pasos, tus pasos hasta donde ha habido esa penumbra que a ti te azota.
    Se aparta de ella para entrar en su casa la bicicleta con la que ha venido Luam. Cerro  todo, cogió su maletín y se  pusieron en marcha con su auto .
Otra vez ese camino entre el boscaje, ese camino que para Luam es sólo hierros oxidados, donde las hojas verdinas no son sino una plegaria del llanto, donde los baches del camino son una estaca que se le enclava cada vez más y más al aproximarse a la casa.
Él médico no dice nada, sólo deja el silencio ser guía de lo sucedido. Una tragedia cavila, ha tenido que ser una tragedia para que la faz de Luam  sea modelo de la languidez. Esa desgana del trinar y esa deforme vivienda donde ya el color de sus campos hacía  contraste con ella.
Al llegar, ambos bajan del coche.   El médico sigue  a Luam  a través de la casa, a través de los orodados campos del infierno hasta el lugar de los hechos. Entonces, el médico, ante el pavor de lo peor comienza  a  galopar dislocado hasta llegar al lugar de la  catástrofe. Halló   una mujer que con el pañuelo escondía sus canas  acurrucada sobre un cuerpo erosionado. ¡ Vitalidad baldía¡ .¡ Mortal para una fosa¡. Se agacho junto a él mientras Luam mira al universo, con la derrota de que su alma volviera  vida, con el absurdo de lo que era la vida, con el reprimir de sus lágrimas.
El medico y el padre de Luam se llevaban de mil maravillas. Los domingos paseaban juntos  cuando la madre escuchaba  la misa y era chismorreo con sus amigas; esas que cuando en su juventud eran ida y venida  del cántaro sobre sus cabezas, con esas con las cuales se había empapado ciento de veces en la  fuentecilla y hablaban de los sueños. 
El médico le coge de la mano y comprueba su pulso. En sus adentros existe una gran angustia, no puede  creer lo que ha sucedido. ¡Ha perdido un amigo¡. Un amigo de juegos de su infancia aunque los status  de cada uno fueran diferentes. Ese amigo con el cual corría hasta el arroyo enmarañado entre los árboles de aquel monte centinela de sus travesuras  y después se zambullía en sus corrientes. Ya no le vera más.
Se levanta de la  posición que esta  observando a esa mujer asolada y esa hija abstraída. Tiene que ser valiente, no romperse él también en aquel desastre de la muerte prematura, del amor.
Toma camino   de nuevo al  pueblo, tiene que  avisar a toda la vecindad, tenía que conseguir ayuda para recoger ese cadáver engullido por esa monstruosa máquina aurora de sus campos . Deja  allí  a las dos solas y el espíritu de él vagar entre sus corazones, tropezando una y otra vez con el pasado donde ambos fueran oasis, con ese revolver de la incredulidad  en sus vidas. Su ida al inframundo de los jamases donde ya en la dominical reunión no sería brindis de ese buen vino en el bar del pueblo.
Pobre hija, medita él en el transcurso de ese arroyo que se disipaba en la llegada  al pueblo donde aún sus habitantes son silencio por esos adoquines .Detiene  su auto en el centro de la plaza  y rápido va  en busca de algunos hombres que le ayudasen con el cadáver.  Lo primero que hizo es ir   a la iglesia donde el cura duerme aun con sus añejos atuendos. Ese símbolo negro que lo vestía fue minutos desesperados para él médico. Lo llama apuradamente sin dejar de ser nudillos de esa puerta hasta que él es eclosión ante el  rostro de él.
  ¿Qué ocurre señor doctor? ¿Alguna mala cosecha?  ¿¡Quien es el muerto¡?- Pregunta el cura al médico con ese tono de voz de preocupación por sus feligreses, con esa calvicie que lo coronaba y la pelusa cana que ya le quedaba  en sintonía con su barriga abultada y, en la mano, ese libro de misas para la venida de la tarde .
El campesino  Pancracio ha fenecido.
-¡Pancracio! ¡Pancracio!. Oh Díos y virgen santísima. ¡Por qué! A un pobre hijo de tu mundo lo condenas  cuando aun  es joven espíritu a ese submundo donde nosotros seremos apartados para verlo de nuevo.
Cierra  su puerta para ir en busca como de costumbre a esos hombres que encima de sus hombros llevaran  el  cuerpo. Ambos, tocan en algunas casas donde el descanso aún era vigencia. Ya todos reunidos se encaminan al lugar del hecho con esas antorchas que en la noche y puestas  en las cercanías de la casa se prenderán como signo de un alma que se va .
     Al llegar allí  aun se encuentra su esposa y Luam  junto al cadáver .El cura y el médico se acercan cogiendo  cada uno a cada una de las manos para hacerlas levantar de ese suelo impío. Después, con el permiso del párroco cuatro hombres se aproximan al cadáver, cuatro hombres que con sus cuatro esquinas lo llevan hasta su casa. Con paso lento, con el duelo entre los huesos, con el llanto sórdido, con la letanía de esa tarde que ya se avecinaba .Hay un sol cabizbajo paralelo  del suceso.  Al llegar a la casa  al cadáver lo ponen sobre la cama .El cura  cede toda su calidez a las manos de la madre de Luam  en esa habitación donde noches de estación tras estación eran jugo del amor, eran jugo de esas sábanas bordadas por ella  y esos  rústicos muebles alumbrados por una lamparilla que absorbían de sus cuerpos desnudos. Su mujer  se sienta a su lado. Todo a su alrededor son velas llameantes. El cura cuando deja las manos de la madre, desconsolado, comienza esa plegaría al difunto, esa plegaría donde todos los que allí se encontraba en ese momento agacharon  sus cabezas quitándose   sus sombreros hasta que él cura acabase. Acabase con el reposar de sus manos sobre la mano de ese que la vida le dio la espalda. Los hombres se van  menos el médico que con la media luz que acaparaba esos cristales de la habitación, donde el sol ya comenzaba a ser fuga ante la apresurada  oscuridad, se queda al lado de Luam .Quiere sofocar  ese sufrir inalterable. Quiere asegurarse del estado de ella y también del de la madre  hasta que la noche arribe y  comiencen a llegar todos esos habitantes de l pueblo. Cuando ellos lleguen, ellas estarían acompañadas y él de nuevo podrá volver si quería a su casa. Las llenarán de regalos por ser el muerto hombre y no de esencia femenina.
Con el paso de las horas y ese andar  de la luna la casa es visitada por todos los vecinos .Mujeres y hombres   apenados  entran en la estancia donde está el muerto. Posan sobre su frente marmórea un beso. Todo es silencio, nadie dice nada, sólo alguna mirada   pero, con el severo respeto del momento. Se sientan, se rozan  y con el venir del amanecer  y el fundir de las antorchas, el cuerpo es izado otra vez por esos  hombros de  los mismos hombres que lo recogieron del campo  para llevarlo  al pueblo. Van de pie  y, detrás del muerto, todos  esos seres que lo querían y guardaban una entrañable amistad  .La  madre Luam  y ella son pintura  grasienta. Los  árboles  hacen sombra a cada paso. No se siente  el cantar de las aves mañaneras, no se avista  el cantar del gallo, no pasa nadie para reanudar la jornada laboral. ¡Es día de luto¡, luto que cincela todas las paredes de las casas, todos los quehaceres de sus habitantes.  Todos se  congregan en ese lugar donde el cuerpo reposará nuevamente, en esa iglesia  donde el  cura ofrece  en su honor una misa  para después ser trasladado al campo santo. No hay pésames por medio  porque no es de buen ver sino días después de que el difunto estuviera bajo  la faz de la tierra entre flores de multicolores.
El médico que había sido vela de las dos mujeres toda la noche aún lo seguía siendo con la entrada de ellas en la iglesia, sus pisadas son como esas cadenas que los furtivos difuntos llevan en sus espaldas. La iglesia desprende un olor particular, de sus antepasados reflejados en  sus grises columnas, de esos cirios  alumbrando el  altar de   piedra tallada por escultores del ayer .
El padre se coloca delante del altar como símbolo de la última despedida antes de llevarlo al camposanto, así todos pueden ser pasaje de un último recuerdo, pasaje de sus vivencias, sobre todo esos que en su juventud fue aventura de su ánimo. Al acabar la misa, todos los asientos de aquella majestuosa iglesia , esa construida por la fe a Dios , son deshabitados. Se repite de  nuevo la imagen de esos cuatro hombres que con la penumbra de las emociones llevan ese cuerpo hasta el cementerio  seguido por todos en ese ritual del silencio  y el sol aún no pinchando con su voraz calor. Todo un desfilar de las gentes y dos almas en decadencia.
Al llegar al cementerio, un cuervo se relame en su graznar ante ese último toque de queda de una pala que con su ruido casi inexistente es forzada  por un hombre de ya de viejos rasgos, con el albar de su frente arrugada,  con la andrajosa prendas que usaba y el sudor de un excavar y excavar reiterado .Todos se agrupan alrededor de la fosa cuando el sepulturero termina. Esa será la nueva casa de aquel hombre. ¡Lugar tosco¡ ¡Lugar tenebroso¡ Lugar sin sentimientos, alejado de todo ese balbucear de las risas ,de las palabras de amor de su mujer y su hija . Allí es enterrado con el adiós eterno de ojos agrietados. Con el término del entierro  esa tierra blanda de porosidad fina y rojiza se queda sola. Sólo el médico, la madre y Luam se quedan allí con el paso del día , un día que no se distinguía entre la noche del universo y la claridad de la mañana: monótono , intangible a la muerte aun.  Cuando la noche es himno triste se despiden de esa masa corpórea enjaulada para los futuros gusanos que lo rastrearían hasta no quedar nada de él. Luam y su madre se van a casa solas.  Andan en paralelo a las acequias secas y , tras sus espaldas, el   redoblar incesante de las campanas que las acompaña con su eco  hasta la casa .  Ya no será la misma con la huella del padre petrificada en cada una de sus maderas, en cada uno de los movimientos sonoro al compás de las palabras. El aroma de él será perenne en esa cama que reposo por última vez. Luam y su madre  aúnan su calidez y sus fuerzas   atemperándose  así con la  desvaída noche que viene.
El médico en su retorno a su casa  es conciencia de lo impredecible, sometiéndose a esos tragos de ron en ese bar del pueblo donde aún el mutismo entre sus muros es evidencia: barajas cansadas, murmuraciones desfallecidas y un dueño con los recuerdos  de ese ayer cuando él fenecido  era presencia. Se sienta en una esquina, en esa esquina donde el sol era un candelero de las sobras del día hasta caer en la tupida trinchera del desmayo. Dos hombres lo llevan de vuelta para su casa. Lo  dejan a ras de su puerta hasta cuando el despertarse y se diese cuenta de ese nefasto estado en que se encuentra.
**
 Él aire que se precita de la ventana  abierta se transforma en tormenta y esa mujer con el sueño aún no erecto  a esa reminiscencia  de su vida huye  de dormirse.. ¡Nunca olvidará la muerte de su padre¡, aunque los años que pasen. Recuerda perfectamente ese rostro tendido en el suelo y el dolor de su madre, reccuerda perfectamente ese entierro maldito y ese retorno a la casa sombría de sus manos, con ese  frío amortajador    conduciéndola  de nuevo por esos retoques de la tristeza, con esa añoranza de no haber podido vivir el paso de sus  años con él. Ya es madrugada y el frescor de la noche la martiriza como una cuchillada, y es que no era el frío, era esa hojarasca que nieva entre sus pensamientos. La desvía de ese sillón donde se halla para cerrar la ventana, para cerrar esas sedosas cortinas hiladas con el carmín de sus pasiones. Se yerta ahora  a esa vitrina de mediados siglo diecinueve donde posee todos esos retratos: el de su padre, el de su madre, el de ella y sus padres,  hoy en día yermos.  Pero con la atrocidad del pasado que no más que sirve pasadizo de las vivencias del hoy concurre de nuevo a ese álbum de fotos estudiantil, discurre  por ese chico, por ese Liam. Ha sido  invitado por la profesora para cenar, en esa misma noche, en esa noche cuando su padre expiró el último aroma de las flores.
**
 Liam llega a casa de la profesora sin saber aún de lo sucedido. Esa casa que ella posee en las afueras del pueblo: aislada, aguardada por largas verjas que era casi imposible o peligroso el acceso a ella .Ella siente su llegada y abre la puerta inmediatamente.
-¿Como te encuentras Liam? Agradezco  que me hayas  visitado.
El muchacho pávido no dijo nada sólo dejo llevarse por el aroma  de ella.
Es una casa de  una nave y, a su alrededor, un diminuto y rebosante   elegante jardín. Ella misma lo cuida. Sus flores  yacían apagadas hasta la nueva aurora.
       El observa su espalda desnuda al  entrar en la casa. Su suelo está decorado con  alfombras persas. Ella se halla descalza, a Liam también le invita a que se descalzarse antes de pisar sus suaves vellosidades. Liam obedece, mientras se quita  sus zapatos mira las paredes de la casa, son de un azul lavado y mariposas blancas, con un aroma a esa atávica senda de los egipcios . .Estatuillas adornan la entrada del salón de  la casa  después, en su centro, una mesa ovalada donde dos candelabros son sólo luminosidad de la densa oscuridad que allí hay. Todo está ya preparado, todo está listo para comenzar esa cena  donde ella ha designado un traje negro de seda: provocativa, guapa , tanto, que los ojos de el no pueden desviarse del halo de belleza que presenta. Liam se despoja de sus gafas mirando atentamente su  maquillaje: flora que la hace más maravillosa. El tono de su voz  tampoco es el mismo, es como una gran mujer que cualquier hombre se enamoraría  de ella. Ahora entiende él por qué era  una de las mujeres más deseada  por los hombres. Ese interiorismo, esa personalidad que exalta hasta en sus cortinas de las altiplanicies de los pueblos indígenas de Sudamérica, es como una especie de viaje por esas selváticas esencias de las culturas del ayer. Aunque la casa es pequeña todo lo que se muestra es un  mosaico de expedición afrodisíaca para los que allí entran. A él le estimula intensamente. ¡Su misterio¡ Es misteriosa y ello crea magnetismo. Quería  saber más de ella.  
Liam  no dice palabra, está como retraído, obsoleto en la beldad que ella insufla. 
-¡Venga muchacho ¡ Siéntate aquí,frente a mí, para comenzar ya   esta cena especial que te he preparado .
Liam toma asiento. Delante de él se encuentra  la arrogancia de unos cubiertos de nácar y esa porcelana de una vajilla pintada a mano que lo impregna  en una experiencia que nunca había vivido.. La   música clásica es atmósfera que los envuelve. ¡Tanto romanticismo¡ ¡Esa sonrisa de ella¡.La exquisitez rebosante de ese plato que con el comienzo de ella él también comienza  engullirlo cuidadosamente. Se fija atentamente en esa refinada educación de ella para comer.
Liam era un chico pobre, humilde, hijo de padre obrero, donde su capacidad monetaria y el nivel cultura eran altitud inalcanzable, donde las paredes de su casa eran de ese gris desgastado por el paso de los años, donde sus muebles eran esos trastos que otros no habían querido y sus padres los habían recogido para  ornar  la casa, por ello, estaba alucinado de la riqueza y la finura que allí se cocía. Nunca había entrado en un lugar tan semejante, ¡tan íntimo¡
La cena acaba y con ella hacen la mesa a un lado para bailar bajo una melodía romántica. La mirada de ella no se separa de los azules iris de Liam .Las velas se apagan y el clamor de la luna del verano joven comienza a ser  cantiles de esa danza rítmica, esa danza de toques exóticos con el relucir  de sus dos seres. El se deja llevar por ella, como plástico que se derrite en su molde hasta ser fundidos por esos toques de vino que de vez en cuando beben .Después, con el naciente de una sonrisa de entre sus labios que  no dejan de bailar comienza despojarlo de sus ropas. Ello, a Liam, le excita al mismo tiempo que siente temor .Es su primera vez. A paso lento la profesora lo lleva a su habitación. El dormitorio está  pintado de un azul marino representando el  universo, como si fuese una noche bajo las estrellas. Sólo posee una cama sin patas y una ventana que no deja ver el exterior por  unas esterillas de ocre  que tiene. El va encadenado a ella con el fuego de una ardiente lentitud que los magnetiza. El mira la cama, no puede creer lo que está sucediendo pero , se deja llevar . El  silencio  es absoluto en ese descampado donde ella habita. No puede pensar en otra cosa sino en ella. El roce de sus dos  cuerpos tan suave, sus alientos río de deseo irrefrenable   hasta ser cumbre de la alianza de sus cuerpos en el recorrido de las constelaciones hasta la aurora. El se siente agraciado de importancia al compartir su cuerpo con el de ella;  ella, se siente satisfecha por serle  compañía  y, el alba, se siente centelleante con el irradiar de esos dos cuerpos que con el suspiro del sol se elevan para dar un paseo  por el  jardín. Sus cuerpos desnudos, solos cubiertos por una bata y el silencio entre ellos es aroma de las florecillas que ya despiertan.
-Sabes, hoy has sido emperador de mis columnas. Nave donde yo surco derrochando amor. No quisiera perderte por ello, te ruego un trato, un trato donde tu vuelo se aunará al mío.  Quizás, si tu quieres, me podrías  ayudar a cuidar este jardín, yo sola no puedo. Ya sabes, las clases y el prepararlas me ocupa mucho tiempo. Yo te pagaré bien, además anhelo ser vergel tuyo como tú odisea mía.
      Liam   escucha atentamente las palabras de ella mientras observa  ese variopinto color de las flores. El somnoliento alba  es gemelo de su cabello, de ese cabello acariciado suavemente por ella. Su rostro es halo del risueño, el trato le entusiasma. Sin más le dice que sí, que si vendrá a cuidar su jardín cuantas veces ella quisiese en los  atardeceres .Horas en los que los del pueblo están con sus quehaceres, horas en las que el suele estar con sus amigos reunidos en la plaza del pueblo. Los dejaría, los dejaría a todos y hasta ella correría. Lo ha imantado hasta ese núcleo explosivo de su apoteósico afecto en esa exploración del  sexo y el amor  que el era ignorante, con esas magníficas vivencias de otros lugares que el no conocía, con  su palabra de mujer serena y culta. No es la misma que el conocía en el aula, en su vida privada es muy bien distinta, cambiando así, toda su impresión por ella.
      Para Liam ya no es esa coqueta que todos se mofan en el colegio, aquello no era más que un escaparte   de su trabajo. Sus  virtudes  recónditas hizo que el se decline por  ella. Tiene un don especial,  un misterio que sólo los amantes verdaderos  pueden llegar.  Tal vez ,  por ello, siempre es solitaria gaviota. Tal vez,  por ello, ninguno arribará a ella , sólo , superficialmente.¡ Ese vigor de su inteligencia ¡ Quizás por muchos detestada , no le interesan esa profundidad que existe más allá del trabajo, del sexo y del dinero .
Liam y Laura, como así se llama la profesora, dividen sus caminos .El tiene que retornar a su casa antes de volver a clase y ella realizar los preparativos para las clases de ese día. Ambos no  pueden  ir juntos por eso  el que dirán en ese pueblo donde todos los chismes se filtran en cada uno de los orificios de las casas. ¡Una extranjera sobornando la inocencia de un ruiseñor¡, pensarían.
Al volver a casa con ese beso de despedida que lo hace soñar despierto tiene  que conducir su bicicleta por el mismo lugar que ha venido. Liam  no se espera la trágica noticia .Todavía no lo sabe pero nota algo raro en ese aliento temprano de las campanas del pueblo, en esa cercanía de sus casas sin ningún rastro humano. Son campanas de luto, campanas que significan que  el día es capturado por una carpa negra que cerraría todas las puertas de la jornada laboral. Al llegar a su casa, cara  a cara con el  denso monte brebaje de la naturaleza, una silueta con una pipa le espera.  Es su padre.   Entonces, su extrañaza, comienza a consolidarse, ¡alguien había muerto ¡. ¿Quien será? El no sabe de que alguien estuviera enfermo sino de  lengua a lengua  habría llegado a su casa .Tuvo que ser una muerte repentina , esas que con el drástico cambio de su rumbo  atraganta a todo  un pueblo. La faz de su padre se presenta como esas paredes de su casa ya roída por los cambios de tiempo y sin capacidad monetaria para poder restaurarla. El padre lo mira en la cercana brasa de algún maligno percance. Observa como Liam deja su bicicleta en la pared para luego entrar en casa no sin antes con su permiso. Si el  padre está allí esperándole es por algo. El padre tiene una barba engrañada, una encorvada espalda y esas manos cortadas en su condición de realizar arduos trabajos.
-¿De donde vienes hijo?- Pregunta el padre amargo
-¿Que pasa padre?, las campanas replican a los muertos Añade Liam a la pregunta. Así  tiene tiempo de pensar la explicación que le va a dar a su padre.
 El padre no hace caso a la pregunta de Liam. Lo mira fijamente e inerte.
-No. No te contestaré hasta que me digas de donde vienes, date cuenta de que está  amaneciendo  y tú aquí no has pasado la noche. En vela he estado en todo el nocturno.
-Bueno, padre, en ingles ando algo retrasado y toda la noche he estado estudiando en casa de la señorita además, por fortuna ,he conseguido un trabajo que nos ayudará a los gasto de la casa. He de  cuidarle su jardín.
El padre toma la explicación del hijo apacible, sin quebrantos. En verdad, le da igual que su hijo hubiese pasado la noche fuera de casa, ya es hombrecillo soberano de sus rutas. Sin más dilación el padre le contesta a su pregunta
-Ha muerto un amigo mío.
 Sin más le dice, con la sequedad de sus ojos.
-¿Quien se a muerto, padre?
-El agricultor, ese el que vive en las afueras del pueblo. El que posee ese gran templo de trigales y frutales.
    A Líam al oír esta respuesta se le oprimió  el pecho. Sabe que ese trabajador de la tierra es el padre de Luam, pues es él único que tiene tierras por esas zonas.
¡Oh¡ ¡No¡ ¡El padre  de Luam¡ .¡ Qué desgracia tan terrible para ella¡.¡Tendré que ir a la casa a visitarla¡.Ella es amiga mía del instituto.
-Sí, hijo, pero antes has de comer algo. Pasa.
      Pasa bajo su techo donde sólo hay  una única habitación. Allí se halla su madre llorando.
      La madre de Liam  es de esas mujeres arraigadas a la depresión. A veces, con inaguantables  gritos que profanan la tranquilidad del pueblo; otras ,con risas que incordian a los demás por que no sabían de donde son naciente; otras veces se dedica hacer  ganchillo como ese día de hoy en el rememorar de su hijo perdido. Un hijo que por culpa de una mala asistencia se ahogo con el  cordón umbilical. Ella siempre se echo la culpa, tanto, que así se quedo en ese letargo oscuro. Ella  no mira a Liam cuando entra  .Sus  mejillas  estan brillantes por el titubeo  del sol que entra por la ventana. Lleva puesto un pañuelo ceñido a su cabellera, un vestido que ya le queda demasiado justo oprimiendo esa obesidad que ella misma ha creado en ese mecer de su silla con la distancia de su mirada para todos. Nadie ha podido  curarla   de esa enfermedad que con los años ha sido crecida.
          Liam se acerca a ella y le tiende un beso en su frente. El cariño que  el posee por ella  es insuperable, liado a su pecho eternamente. Luego, va la cocina. Una cocina de blanco mugriento, donde se nota la dejadez de la madre. Ella ya no es aroma de ella.  El mismo se prepara la comida, primera de la mañana para después ir a la casa de Luam.
            Liam se despide de sus padres y se marcha. De nuevo con su  bicicleta es viaje. Atraviesa primero la nada de las gentes del pueblo, como si hubieran desaparecido ante el escalofriante bostezar de las campanas del amanecer después, es ruta hasta esos rediles donde la casa de Luam es amparada. Liam está  preocupado. ¿Qué decirle? No puede comentarle de esa relación con la profesora porque sabe que Luam sentía algo por él. Mentir  era su primer propósito para no dañarla más de lo que está. 
   La casa se presenta después de ser desvestido de la masa  boscosa algo corroída. Representa  ese martirio que agonizaba a las dos mujeres que se encuentrab dentro... Liam coloca su bicicleta al lado de la de Luam y es ávido despertar de aquella puerta. Minutos después de su toque nervioso alguien contesta.
-¿Quien va ¿
 Se escucha una voz vencida que, por su tono,  descubre Liam que se trata de Luam.
-Soy yo, Liam.
De inmediato una cara resquebrajada donde aún sus agrios ojos son ese enfermizo carmín se asoma.
-Hola Liam .¿ Que tal? Pasa , pasa.
Liam pasa persiguiendo a  Luam que lo lleva hasta ese pequeño recibidor donde el caldear de una chimenea aún sigue latente. Será porque eran sueño  roto, sueño extinguido. Liam se da cuenta de que toda la noche se la ha pasado sollozando por ese  ser querido ido.
Luam lo invita a sentarse .El obedece. No se  dice más nada hasta que el sol es más álgido.
Siento lo que te ha ocurrido Luam. Por ello me siento muy apenado, sabes. Sólo he venido por si necesitabas algo. Aquí, en mi, tienes un amigo donde puedes apoyarte.
Luam ante esas palabras cariñosa irradia  una sonrisa. Sumisa al no poder retroceder tiempo atrás no dice nada, como si ese sepulcro la hubiera dejado muda.
-¿Te acuerdas de ese beso que me diste en la  escuela?
Prosigue Liam para  despertar su sonrisa
-Si , Liam.
-A mi me encanto, quizás podríamos salir juntos.
      Liam no se espera esas palabras tan directas de ella, y más por esa mala  racha que está pasando. A Luam  la pregunta la deja  satisfecha pues a ella le gusta él.  Ella ignora que  Liam también ha madurado y a la vez está jugando con sus sentimientos. Los  pensamientos de él  sólo están aferrados a la profesora, le gusta ella, sus encantos.
Luam ante esta declaración es afirmativo océano .Será ola de él, como si lo necesitase, como si necesitase de evadirse de esa angustia que eclipsa  su vida en esos momentos, como si el fuera esa gruta donde puede derruir ese mal tiempo en su espíritu. 
Al  rato de estar conversando los dos con aparece  la madre. La madre  había ido a las tierras a  recolectar verduras y frutas para la comida de  hoy.
-¿Como estas Liam?
-Bien señora.
-Mala es  la cosecha de este año, muchacho. Parece que las flores se pudren, parece que los frutos son lodo, parece que los trigales son escombreras donde los cuerpos arrastrados por la decepción ambulan.
 Dice ella con ese tono de voz de mujer apagada, mujer herida, con esas fuerzas que la conducen por un laberinto  de perenne gemido.
- Lo siento, señora. Siento mucho  lo de su marido.
-Si, todos dicen que lo siente. Diez personas han pasado por esa puerta, diez personas han dicho esas mismas palabras que de ti han sonado pero, ninguna es esa cima que me lo devuelva, ninguna podrán recomponer estas ruinas que ahuyentan su aroma.
 Tras estas palabras la madre de Luam desaparece, se dirige a su dormitorio donde de bruces en la cama y con las cortinas haciendo de aquella habitación una tupida oscuridad comienza a ser llanto  por su marido. Desde el recibidor  Luam y Liam escuchan algo. Se escuchan ese dolor que estremece a las piedras, sintiéndose los dos intimidados con ese inhalar del calvario
-Tiene que ser para ustedes  difíciles estos momentos- Dice Liam cabizbajo
-Si, son los momentos más crueles de mi vida.
-Todo pasa, todo pasa. La vida es como un barco donde siempre podemos vivir con los sueños. A él lo puedes siempre ver en tus sueños y abrazarlo si quieres.
-Si .Abrazarlo. Eso es lo que en mi mente impera en estos días. Ser sueño de su naufragio. Abrazarlo  antes de ser opacidad a nuestra vida. Abrazarlo con toda esa fuerza tempestuosa del recuerdo eterno   en mis sentimientos.
    Luam con estas palabras que expulsa de su reconditez se siente más serena, confiada en esa llegada del eclipse de  sus ojos y ser parte de su padre.  Su interior  se halla agradecido por ese consejo tan perfecto que le ha dado su amigo.
Liam entonces se levanta de ese sitio que estaba sentado. Ya se va .No quiere molestarlas más, sabía que quieren estar solas.
 Bueno Luam, ahora debo marcharme, no quiero ser conyutura de tu jornada. Se que necesitáis intimidad. Son días donde la meditación es vuestro universo.
-Si Liam, pero no te preocupes por este estado en que estoy. No es por ti
- Ya se que no es por mi, como iba a pensar yo eso. Tú y yo nos apreciamos, por ello debemos comprender esos momentos en lo que necesitamos estar solo y tú ahora lo necesitas, es sólo por eso.
-Vale Liam. Gracias por tu visita.
-No, no me digas gracias que somos amigos. Es una visita de afecto.
       Luam ante estas últimas palabras de Liam se levanta de aquel sillón. Ambos van hasta la puerta de la casa. Allí, un beso ofrendado en la frente a Luam por Liam los separa hasta ese día siguiente de vuelta a clase.
      Cuando   Liam desaparece Luam fue  hasta el dormitorio donde su madre   se halla. Boca abajo en la cama está con su sollozar estremecedor. Luam se acuesta  al lado de ella y  meticulosamente le acaricia  sus cabellos.
No te preocupes madre. No te preocupes, el esta con nosotras.¿ No sientes su aroma ¿
- No. Sólo percibo  su adiós eterno, estas manos vacías que más nunca serán calibradas por su calidez.
De camino a su casa Liam divisa el  coche negro con el peculiar sonido estridente que espanta a las avecillas del  doctor.. Ambos  se  detienen  a la vez para saludarse.
¿ Como andas hoy muchacho¿
Bien Contesta Liam con ese frescor que se insufla de la tarde
Vienes a caso de casa de la viuda.
Si- dice el.
¿Como las has visto hoy?
Mal, aún el lamento la acosa como rejas que nunca se terminan de abrir.
-Vale  chico.
    Después de esas últimas palabras sigue  cada uno por  su camino. El médico al llegar a ese lugar donde se encuentran las dos mujeres toca muy suavemente la  puerta. El sol ya aprieta por lo que se quita su  negra chaqueta. Cuando Luam abre también se quita el  sombrero para saludarla.
-¿Como te encuentras Luam? .He venido par a ver como  estáis.
Bien- Dice ella como por decir  algo.
-¿ Puedo pasar ¿
- Si doctor, pase usted.
 El doctor pasa y sin esperar que Luam lo condujera hasta ese salón comedor el mismo se dirige a él.
Puedo sentarme ¿verdad ¿
-Si doctor.
El médico se sienta en el sillón donde antes Liam y ella estaban sentados .Pregunta a Luam  por su madre.
¿ Y tú madre?  ¿Como anda ella?  .
- Anda apagada y  muy derrotada.
-¿Donde está?
-En su habitación. Está acostada. Esta mañana temprano  se ha levantado y ha ido a recoger algo de la cosecha pero de nuevo el tormento la ha acosado.
    Entonces, el doctor, se levanta del sitio y se  dirige  a esa habitación donde la madre se halla acostada. Toca la puerta suavemente, ella al   instante  se levanta y se sienta  en la cama.
-¿Qué pasa Luam ¿
- No soy Luam . Soy yo el doctor.
- ¡Lar¡ Pasa hombre.
  El doctor pasa y se sienta junto a ella en la cama.
-¿Como estas Lar?
    Ella sigue llorando.  El doctor comienza a acariciarle  su cabello lentamente con sumo respeto. Ella se gira dándole la espalda al médico y   cierra  sus ojos.
-¡Ahí doctor ¡, me siento tan vacía.
-No te preocupes mujer .No te preocupes, aquí estoy yo, quizás no sea igual que él, pero, si algo se te ofrece.  Llora, llora en mi hombro.
Lar se levanta de esa posición  que está  y con toda la delicadeza  del mundo la invita a levantarse. Con unos tenues pasitos la lleva a la  ventana de aquella habitación. Las cortinas no están corridas por lo que era todo oscuridad.
-¿Descorremos  las cortinas?
Le dice con su magnetismo original de imanar pasividad a esa gente donde la erupción irrazonable de la crudeza de su vida es latente. Pero, ella, recuesta su cabeza  sobre su hombro con un gemido ya más débil .El sin esperar la respuesta de ella descorre las cortinas. La luz del día hace que ella  retirara  los ojos de la ventana   sin querer mirar lo que afuera gira.
  Mira Anne, mira como son esas siluetas de los árboles donde el refrescar de una renovada vida es albar de cada rama nacida entre sus riachuelos. Así es la vida y, así deberías de ser tú, sabes.
-No doctor, yo no puedo renacer. Siento una punzada en mi pecho.
Tras sus palabras da a la espalda a toda aquella luminosidad como si no quisiera saber nada, no quiere ese nuevo alba en su vida, se siente como acabada.
-No. No es así. La añoranza siempre será traje que te vista  pero, el despuntar de unas nuevas olas donde las caracolas  anuncian  nuevos petirrojos siempre será algidez que brotará en tú vida. No debes aferrarte de esa manera, sabes. Le estas haciendo daño a él al mismo tiempo que a ti también. Donde quiera que este seguro que te estará mirando  y ,si el amor fue majestuoso el quiere en su duelo sonrisas en lugar de ciénagas entre tus pasos . Mira ese mundo tras estos cristales. Se cerradura de él y aléjate de cada bochorno de su fruto. El lo quiere así.
    Continúa el médico con su propósito de consolar aquella alma. Un alma   aturdida y caminante  de esa  senda que él le guía. ¡Un  catastrofismo vuela por sus venas¡  Pero , Lar quiere sepultarlo ofreciéndole su  cariño  . Ella cae en sus   brazos. Un abrazo que engarrota el dolor. Mientras, Luam, escucha desde fuera, escucha todas esas palabras adornada de benevolencia del médico. Poco a poco, corroía   los alfileres que se atan al alma de su madre. Por ello se encuentra algo animada porque ese  suplicio fuera eclipsado  por otra alma paralela a la de su madre. A lo mejor el puede  controlar esa calidez ácidas entre sus entrañas despertando en ella la sonrisa. 
Luam se va  a la cocina para preparar  el almuerzo pensando de que seguro que él médico se quedaría a comer  porque bien sabe ella que su madre antes de ser enlace con su padre ante el púlpito  sagrado él también fue uno de esos   enamorados de ella. Por ello se acopla tanto a sus sentimientos. Por ello el está tan preocupado  por ella. Ahora está él.
El  dolor de la madre de Luam parece que se disipa y así se puede observar cuando los tres  se sientan a la mesa a comer. Anne frente a Lar y Luam en una esquina. Todo está meticulosamente bien colocado: el mantel, los cubiertos en su posición correcta y la comida. Luam de reojo observa como su madre y el médico se miran. Una mirada en que un nuevo amor puede renacer. A Luam el revoloteo de esa mirada del  médico con su  madre   la impregna de una aromática esencia de vida.  Nota su rubor. Al terminar la comida toman de ese licor de romero. Un licor que la misma madre de Luam había elaborado .Después, la madre, le enseña aquel hombre todo aquello que habían construido de manera artesanal.  Le cuenta sus pensamientos  de futuro, sus sueños, donde irá Luam después de terminar sus estudios.  Ellos querían que Luam fuera a   la universidad, que conociera ese enjambre de la ciudad para no ser mujer de esta  tosca tierra.
Todavía tus sueños se pueden contar. Pueden corretear por la tundra acostada por las pasarelas de nenúfares. ¡Nenúfares¡, flor de la esperanza en las acequias donde los albores de una nueva aurora se aclama.
-Si, quizás puedan aún cumplirse los sueños de él. Entonces yo me quedaré sola en esta  desfasada orilla donde nunca más seré hueco de su chopo.
    El horizonte donde Anne se  ciñe se entorna  en sus grises esferas. Se queda como mirando el vacío, un vacío donde el halo de él no se dibuja y, ella, lo desea tanto…
- No, no sola, aquí me tienes a mí, yo siempre seré ese eviterno gavilán que cincela tu espíritu cuando se encuentre en el hemisferio del ocaso.
- A veces tus palabras son como aquella vez cuando nos conocimos, cuando fuimos ardillas primorosas por los riachuelos de los cedros. ¡¿ Donde estas?  ¿Donde estas, querida mía? Te acuerdas cuando nos buscaba a través de los laberintos de la masa alborea y yo salía a su llamada  por ese temor de ofuscar nuestra boda. Recuerda tú también  que  no te quisiste casar y yo tuve que ser  engendro de una  media luna de ceremonias como ceremonias de mis antepasados.   
     Y, entonces, del rostro de Anne insufla una ágil sonrisa con ese merodear  del  pasado.
-.....  Y mis padres decían, ¡olvídate de ese médico¡ Olvídate que de ti queremos  ese anillo  techo de tu seguridad  . Así fue,  yo no era   lanza de mi destino. ¡Mi hija si! Ella será ese norte que podrá elegir.
-Ya sonríes. Me agrada  contemplar ese compromiso aún con la esperanza, eso indica que eres aún ese extracto de madreselva que en ti siempre ha existido como inaudita mujer  de la belleza.
-¡Me dices bella¡ Me dices bella, como antes , como en ese primer paso de mis años, pero debes saber que yo fui mujer de otro hombre y que a él lo quise .
     Ambos observan la mirada atónita de Luam  por lo que deciden irse de la casa y merodear por las plantaciones. Se sientan entre los trigales donde nadie puede avistar donde se hallan. Allí ,en el recóndito parlar de los balanceos de los gorriones  con el  orbitar de un sol en su plena afabilidad , continúan  hasta el encrespar de la luna nueva .La bóveda  acristalada de un pelirrojo fastoso que se va apagando los induce a una despedida hasta las nuevas de un nuevo día .
Anne se  dirige   hasta la casa como somnolienta,  otra vez se siente restaurada sin saber porque . ¿Sería  por que aún seguía amando ese amor del ayer?  El médico  es camino del pueblo con la sorpresa de encontrar ese amor de antaño, el aprecia de  manera espléndida  aquella gran mujer que por su desliz en los cimientos del estudio y de la aventura no pudo ser unión con ella  cambiando totalmente su rumbo pero ahora compensado.   Pero así es la vida medita  con el  pincelar de esas sombras oscura del bosque para desembocar en ese pueblo de luces agotadas y el monótono silencio  de sus gentes. Deja   su coche a las afueras para no molestar a lo que ya eran siemprevivas durmientes y se dirige a su  casa. Sube al  desván. Un desván empolvado con sus años juveniles. Una ráfaga de aire se planta sobre su ser y descubre esas cartas de amor que solía escribir a Anne. Comienza  a leerlas una por una mientras sondea ese perfume aún invulnerable de su verdor del ayer. ¡Cartas que nunca envió ¡ ¡Carta que el paso de los años las había dejado amarillentas¡ Por cada una de ellas soltaba una lágrima , una lágrima que corría por su tez hasta su pecho . Un respirar hondo se precipita en él por su amor. Las revisa, las examina una y otra vez. En su próxima visita, piensa,  cuando  las palomas mensajeras del primer astro ardiente lo  despertarse, se las llevaría, le pertenecen a ella. Ahora, él, ha  cambiado, es un hombre estable, un hombre de estático movimientos respecto a los misterios de la vida   y ella está sola.
**
 Liam ,en esa noche saborea esa ardorosa cúspide de la profesora .Sus labios se adosan  repetidas veces como  nevada que se derrite   en el  cimbrar de dos cuerpos con la  entrada de junio jugando con ese fausto amor. ¡Tan lento¡ ¡Tan sensual¡ Provocación que erupciona a ambos ser amantes de un nocturno. La   luna menguante los anima, los acoge en su lecho de amor de ser leal vuelo de sus cuerpos hasta que el crepúsculo les quitaba las sábanas hasta caer al suelo   y , ya, con ese primer lucero del alba  él se tiene que ir.   Hoy si era día de ir a clase, esos últimos días donde después serán ensenada de las olas del verano ,donde las pieles revolotean por las  acequias  humedeciéndose con su agua  por  esos arroyos para el refrescar de los cuerpos.
Liam  se va con la fuerza de ser hombre sonoro de  una mujer, con la furia de su llegada a su asolada casa donde el herrumbre de sus  tejas y el insonoro candil de su madre  lo amargan. Allí,  aún, anda ella  en esa mecedora con sus llamaradas rotas, con esas contusiones del pasado sobreviviendo. Mira fuera, por  aquella ventana que le acompaña a su izquierda. Sus  cristales están  rotos que  a veces con su agresividad había destruido. Liam   no la mira sólo disimula ese amor interior. ¡A ella que le importaba¡ Su   madre  vive en esa cueva eviterna de la indiferencia  y su padre no  está . Se marcha de nuevo  con su bicicleta por la ruda tierra en dirección al  instituto donde el disfraz de amante inexistente tiene que ser perfil de su comportamiento.
En el  instituto el fogoso retiro de los libros era sobresaliente, los estudiantes andan con el deseo de asaltar  al otro lado de las  vallas que los protegen. Todos amparan una jovialidad destellante ,sobre todo, los que han cursado el último curso, esos  que después mediante una beca o los ahorros de sus padres podrían ser travesía hasta esas universidades de la ciudad .. Todo es júbilo aunque la sombra de una muerte es polvareda de sus espaldas.
Liam y Luam se ven ese día siguiente, ese día después cuando él estuvo bajo el techo de ella, ese día después cuando él estuvo también bajo el techo de esa otra mujer- hoy la profesora pasa ante ellos como si no hubiera pasado nada-.  Ambos charlan. Hablan de una manera confiada como si sus personalidades fueran afines. Liam le  toca  su mano   y se sonroja por ello, como, si estuviese   enamorado de ella. Luam  también tiende su otra mano sobre él  como si sus dos corazones estuviesen unidos .Parecen dos herrerillos esbozando las rocosas de sus pasiones con un beso bordándose entre sus valles del ensueño. Más bien los valles de ella, porque Liam le enseña todo aquello que su mentora le ha concienciado. Todo ante el jardinero. El los mira con una picante picardía mientras atiende  sus  flores como si  de sus hijos se tratase. Aunque su carácter es agrio le da bastante alegría ver a esos muchachos en su caudaloso vacilar de sus labios, en ese amor más allá de la amistad .

Más allá, en el patio, donde por ser el día que era  no hay línea divisora entre chicos  y chicas comienza a tronar la  banda de música del pueblo con la celebración de la despedida del curso. Es ya mediodía, el sol está en lo más alto, dando así caña  a cada uno de los allí asistentes. Todos esperan en el  patio  las palabras de despedida del  director del instituto. Después, llega ese baile organizado por los alumnos y, más tarde, con el tocar de un sol que se va, el  adiós. Serán almas libres en todas las horas, corrientes del estío  sin diseñar esa ruta  de sus días. 
Al terminar todos esos actos conmemorativos al final del curso y recibir esa diminuta notificación de sus notas todos se marchan, cada uno por su lado; unos con sus amigos; otros solos ; Liam y Luam juntos.   Liam sabe que hasta antes del anochecer Luam tenía permiso para estar en el pueblo, luego tiene que ser obediente criatura e  irse a su casa.  Ellos eligen el rumbo de la densa catedral del bosque, camino entre la casa de Liam y Luam. Allí son recorrido de esas experiencias de la vida, de ese divino placer de ser pacto entre sus brazos en la más profunda intimidad. Los profesores, sin embargo, cuando culmino aquel festejo van al bar del pueblo, donde  con sus modernistas pensamientos en los atávicos adobes que aún lo  visten  son precursores de toda  novelería de las ancianas del lugar. Allí son brindis de la cosecha que allí mismo se exprime dando tono a ese baile entre ellos.  El dueño está asombrado al ver que un día después del trágico accidente sucumben en una fastuosa fiesta, tanto, que el cura se entera de ello. Noticia que se alarga hasta el médico.
**
 Apresurado, el cura va a la casa del médico .Le toca la puerta de manera furiosa  para comentarle de ese amoral caso.
 - ¿Qué ocurre señor párroco?, su rostro despoja algún bullicio de ira .
-Si ,furioso estoy..- dice recogiéndose la sotana y entrando en el interior de la vivienda sin permiso del médico
En la tasca, sabe usted. Están esos que como usted, sabe, son molde del culto al estudio armando jaleo. Y, sabe usted, este pueblo aún está en luto.
- Y por qué me dice a mi esto, que tengo que ver yo con ellos. Es como si el enojo fuera conmigo, y yo, muy señor mío,. soy respeto a esa gran persona que ahora no se encuentra con  nosotros .
-Si, si..- dice gritando, con su estrujada piel de persona ya atascada en los cascos antiguo de las  costumbres porque usted ha sido aliado de ellos. Usted también posee esos estudios que le han dado esa educación lunática, sin respeto. ¡Lujuria¡, lujuria llamo yo a esto. Y usted como sabe este es un pueblo tranquilo, y de mucho calor hacía la persona dolorida.
-Y que quiere de mí, ahora estoy muy ocupado.
El doctor quiere escabullirse de  la  situación. Observa el enfado del cura. Parece como si se hubiera encogido más.
-Quiero que vaya usted a tender las amarras para que se callen y se larguen  esos intrusos.
 El cura se larga con su última bocanada de bravura.  Espera  desde la puerta de su iglesia que le doctor salga de su casa y fuera al bar donde se encuentra el primor de aquellas personas, entre ellos, se encuentra algunos alumnos .Esos que se llevan bien con los profesores.
      Al cruzar la plaza y ser escucha   del   estridente ruido que hacen el doctor no sabe que hacer.  Se aproxima  al dueño del bar el  cual tiene  una palidez aguda.
Yo no he tenido la culpa señor.
-Ya lo se dice tranquilamente al dueño del bar
- Ya lo sé  buen hombre. Es esta gente del hoy  en día y más si son de ciudad que no respetan las costumbres del pueblo. Yo acabaré con esto
- Si. Si señor doctor, que ayer fue día de luto y aún el cadáver es mármol tierno que pisamos y yo no quiero verme ante la furia rabiosa  del señor cura.
- Si hombre. Yo lo resolveré, les diré de las costumbres de este lugar. Pero, antes déjeme una copa de vino para ser decirles  de lo que aquí no puede ser. Como comprenderás a mí esta situación me disgustas.
            El dueño del bar le sirve esa copa del dulzor de la misa del cura sin dejar de observar esos cantiles escandalosos. Tras el  trago con presteza, acompañado por el   dueño del bar, es rumbo hasta esa mesa núcleo del jaleo.
-Por favor
 Grita el médico, sin querer atemorizar , pero , el silencio fue fructífero  .Todos callan y  se viran  hacia él   .
-Siento mucho interrumpirlos pero, como podéis comprobar,  esto es un pueblo donde sus antiguos costumbres  aún son superviviente, donde sus leyendas aún son creíbles, donde las arcaicas manifestaciones de cada uno de sus gentes aún son presente. Esto implica que ante el hecho de ayer. Supongo que sabéis que ayer fue día de enlutados balcones, ¡no!
Nadie dice nada a sus palabras. Todos asienten, se sienten casi avergonzados.
  -  Y eso implica que hay que guardar un respeto. Se de vuestra cultura, de vuestra juventud. Pero este jaleo  que hoy estáis armando es perjudicial para este pueblo lisiado aún. Donde aún ese cuerpo bajo tierra es espectro  de estas calles. Por ello, os ruego, parar con las palmas, bajar  vuestras voces y detener esos bailes traidores al pensamiento de estas gentes. Os lo ruego.
El  médico se marcha y los deja a todos en un silencio súbito. El alcohol juega con cada una de esas personas. El profesor de matemáticas, calvo por naturaleza, es perseguido por  Laura. Las estrellas del firmamento inducen a ello. Cada uno de  los allí presente se despiden, el médico les ha bajado el humor. Unos como el de Lengua reside en el pueblo mientras, otros , se reparten en distintitas direcciones por las afueras del pueblo.
**
 En el bosque Liam y Luam cortan su travesía del amor por   los raros ruidos y chillidos de estos profesores al pasar. Se despidieron, ella a casa de sus padres y él a casa de Laura.
Liam esa noche no pasa por su casa sino directamente va a casa de Laura. Mientras, Laura, va también para su casa. Por el camino se descalza y no le importa que las piedrecillas le hagan daño. Su melena lisa esta radiante y una brisa invisible acompañada por la plateada le marca la dirección hasta su casa. Al llegar casi hasta ella se topa con Liam , al principio no lo conoce . Los efectos del alcohol hacen que vea todo borroso por lo que Liam habla.
-Laura soy yo.
Oh Liam que haces por aquí dice con una carcajada a medida que su cuerpo se estampa contra la tierra
   Laura  .Soy yo Liam, voy hacia su casa.
-Muy bien Liam, muy bien. Pero como puedes ver hoy estoy mareada, ya ni se que senda coger para llegar hasta mi hogar.
 Liam comprende inmediatamente el estado de la profesora. Se baja de la bicicleta y se sienta al lado de ella  .La ayuda a levantar y  continúan ese viaje hasta su casa. Por el corto camino, ella no deja de hablar, palabras que se alejan de lo normal. Liam está sudoroso. Se siente   aliviado cuando ella abre, como pudo , la puerta de su casa .
-¿Y es así el amor  benefactor de esos gorriones de invierno?
  Pregunta la profesora a Liam con una risotada. El ante sus condiciones  la lleva a la habitación. La acuesta y permanece a su lado toda la noche, hasta que se le pasara ese estado de embriaguez.

**
     Luam llega a su hogar  habitada con ese entusiasmo de la nova experiencia, habla de partir a   otro lugar. Otro lugar donde sus acrópolis serán columnas de acero y cristal .Donde ella será esa verticalidad de su mañana.
        Ella y su madre  como presas caen por la furtiva llamarada de esas nuevas bahías,  como esa bahía donde Luam tiene que concurrir antes de partir a su nuevo mundo, donde será mujer distinta, donde los giros de sus vidas se verán sobrevolados por artefactos de vapores en lugar por las plumas de algún halcón rozar sus mejillas.
-El doctor parece paralelo a tu vuelo madre. Te trata con mucho cariño y todo  su optimismo quiere pasártelo  y, tal vez, compartirlo .
       Su madre la escucha extendiendo un abrazo a su hija en ese salón donde la arquitectura de unas maderas las cobijan de las feroces artimañas de la atmósfera, con esa fogata encendida de una chimenea que ya no es necesaria  pero la necesitan para sentir ese  acompañar de la calidez.
Si, el doctor, ese hombre que en el ayer también me exploro entre los hierbajos de estas llanuras, donde tú seguro que ahora eres vagabundear en ese titubeo aún no real con tú chico, con ese Liam carcomido por la timidez. Es tan gracioso, esos pómulos de estrellas marrones sellando sus palabras.
      Se ríen juntas como acueducto del olvido con esa especial atención a ese sendero que tomará su hija . Sabe que dentro de pocos meses cuando la hojarasca bañe los prados su hogar sería en otro lugar. Los sueños de su padre verán cumplidos.
-Te irás dentro de poco…
     Se aleja de su hija un poco , algo decaída , dirigiéndose a la cocina .Allí, con una cocinilla de gas que poseía pone una tetera mientras su hija la espera en el salón . Al servirla en dos tazas de porcelanas se acerca de nuevo a su hija con el somero silencio de la duda.
  Si me tengo que ir madre, como antes me dijiste .Es más, mañana iré a ese lugar donde una lona de aguamarinas se expande entre los murallones de unos cabos que dan partida a otra tierra, Liam me acompañará.
      La madre con su cabeza dice el sí, sin importarle con quien iba a ese lugar a informarse, sabe que así es el destino.
**
       Se levanta de nuevo de aquel sillón donde ese libro de fotografías se ha terminado. Es hora de acoger otro entre su regazo, ese ,el que la lanza por un mundo aparte a esa corriente de su pueblo. Pero, antes, como las horas de la mitad de la noche son anuncio, fue a la cocina.  Como su madre hacia cuando ella era mujer estudiante o, en las tardes que estaban juntas .Se desvincula así  de aquel salón de montañas de libros y luces sombrías .¡ Aparecer por aquella cocina donde el bullir de aquel té la rememora en ese inmemorial reencuentro con su juventud¡.¡ Con el oscilar ya de la plateada¡ , ¡con el susurrar de un emblemático airecillo¡, que hace crujir las ramas de los árboles , afluente de hojas tiernas, más ,el aromático loar de sus rosales la hace  pasajera  de su jardín. Luego, vuelve  de nuevo a ese lugar donde aún la calidez  de su sillón permanecía. Aún siguen esas historias de su pueblo; aún, sigue, ese Liam rondando al  pasar de las hojas  de su arcón. Ocres exámenes,  viejas notas de su madre,   la fragancia de sus palabras, s prendas confeccionadas cuando aún no era caminante de la ciudad. Sigue en el rumbo de sus años a través de esas maderas de sus arcones.   Escoge entonces otro de esos libros donde otras fotos abonan sus visiones del ayer, las acaricia con el estruendo y el adiós.

**
 Antes de Luam ir a la bahía ella se acuesta con su madre como desde aquel día que su padre había muerto .Esperan el trotar del gallo de la  bienvenida a la aurora. El  calor es tanto que duermen con sus carnes desnudas    y las ventanas abiertas de par  en par para que la brisa nocturna sea ese amante tan necesario, tan perfecto de sus  sudorosos  cuerpos .Con las primeras luces del día tocan en la puerta. ¿Quien sería? Huele a sotana y la tos crónica les decía que se trataba del señor cura. Luam y su madre se levantan enseguida y se ponen sus ropas .La madre de Luam abre la puerta y, ahí está, ese hombre complaciente y solidario  a las almas arrancadas de la ilusión.
- ¿Como se encuentra señora?
Bien. Bien señor párroco .¿ Qué se le  ofrece?
El  padre y la madre de Luam eran algo repelentes al crucifico que el soportaba, siempre había sido un hombre autoritario, un hombre casi frío para todos los vecinos que allí vivían, considerándose como el mandatario del pueblo por ser considerado hijo de Dios. No era mal hombrecillo cascado de todos esos años que lo tejían sólo, que su carácter huraño  y enrarecido en ese mundo de las estrictas reglas del señor lo habían desviado algo de las necesidades de las gentes de aquel lugar.
-Quisiera pasar para charlar algo con ustedes.
**
   Liam  amanece con la delicadeza de una bandeja de flores silvestres  para coronar  aquella esplendorosa mujer en su  despertar. Ella las acaricia y  también acaricia la tez pueril de él. Luego, se queda dormida de nuevo dejando Liam con sus párpados aún censurados a la clarea de la aurora. 
    De camino a   casa de Luam , donde aún la oscuridad es latente palpitar entre la espantada tierra del amanecer recolecta también unas frágiles flores y las deposita  dentro de la  cesta de su bicicleta .
**
   El cura es oratoria, con el crucifico en mano, de la desolada pena. Cuando acaba cambia de tema.
-¿Como anda ese gallardo caballo de su cuadra que antiguamente solía montar?. ¿Como andan  señora el azahar de esos frutales donde los petirrojos ambulan con su itinerante caer de sus henchidas frutas?. ¿Como anda señora el áureo cabello de sus campos?. Oh , esa expansión de sus trigales , no conozco otros  iguales .  Por lo que observo todo va bien en  esta vivienda tan acogedora, donde el calor humano parece gélido. ¡Dios sabe que usted es buena persona¡
Entonces, en la puerta, tocan de nuevo. La madre sabe que  ese toque tan especial es del médico  deja al cura a media palabra y se dirige a la puerta. Abre como se desempaqueta un regaló,  contemplando ante si su galán risueño. En el horizonte se acerca Liam , los dos lo avistan .
. La madre como afable  mariposa invita al médico a que pase.
-Pase doctor, vaya al  recibidor, está el párroco .
     El doctor al decirle quien se encontraba allí d un resoplido .Ana llama a su  hija para que reciba ella a Liam. 
-Buenos días señor cura. -dice el doctor al entrar en recibidor mientras Luam se escabulle entre ellos  siguiendo el trinar de su madre.
       -Buenos días señor médico. ¿Que hace usted por aquí tan  temprano?
     - Pues, lo mismo que usted supongo.  Para ver como se encuentras estas almas lisiadas por la umbría.
- Si, si,  la muerte siempre ese grillete que infecta de virulentas escaseces a las almas afrutadas por el amor, y, ahora ,mírelas ,dos avecillas solitarias , en sequía . Pero como se puede ver su marido la dejo bien puesta.
   El médico se da cuenta de las intenciones del cura, ya lo conocía bastante. El olfatea el dinero a distancia.
- Señor cura, hoy no tiene usted que dar misa.
- Sí,  es cierto, ya me voy.
 Se  marcha  casi sin despedirse en el mismo rumbo que toma Luam para encontrarse con Liam. Emocionada  se queda ella, con ese ramo que el le da  de sus labios a sus labios   . El cura se da cuenta de ello.
-Seréis descarados. Iros a confesar después.
Después de sus palabras algo agresivas se esfuma con paso acelerado. Deja pasmados a los dos muchachos. Esperan que desapareciera del camino para ellos  comenzar ese viaje de 20 kilómetros hacia el mar . 
La madre de Luam es humear de una mayúscula pasión. El doctor vuela con sus alardes y sus palabras en el embeleso de ella. Una emoción que marca más allá del horizonte de ellos dos.
Liam y Luam atraviesan el pueblo para ser  encantamiento   por ese paisaje  de laderas vigorosas coloreadas de picón. Una paleta de rojizo oscuro y azabache piedritas livianas estimulantes que se deja ver después del  templo de las arboledas. Una erupción de  fastosas dimensiones transmuta  toda esa tierra donde algún que otro árbol se aloja en  aquel virgen paraíso. El cielo es  añil y  ellos  con un  pedalear incansable llegarn cuando el sol llega a lo más alto.   Casas blancas y el  arco iris de sus tejas  naciente de hierbajos que son bodas con hiedras les dice que ya han llegado al mar. Van por sus calles, estrechas y adoquinadas, preguntando a algunos de los habitantes del pueblo  donde se halla la  oficina para  confirmar un pasaje. Los vecinos, muy cordiales, como  pescadores humildes de esa savia del mar, contestan con la calma de la brisa marina.
-Allí, donde el  tejado es rojizo y una casa de estructura cuadrada, en las cercanías del lugar de partida, están las oficinas.
Les dice uno de esos pescadores que con sus nasas y con el cigarrillo entre los labios. Es anciano, sus ojos ya están rasgados por el sol, el viento y él salitre y, esa barba que se deja cuajar con el paso de los días .Luam y Liam agradecen esa atención  de la palabra tendida a la amistad , porque así son esos constituyente de aquella villa de  rostros semejantes, de actos guiados  por los vientos del norte .
 Al llegar al lugar determinado, dejan las bicicletas fuera de la oficina y entran   . En su interior el deshabitar del calor humano es evidencia  con la resonancia de cada uno de los pasos de ellos. Se dirigen a la  ventanilla donde un hombre joven intenta ahuyentar una  mosca.
-Buenas días señor.
 Se adelanta Luam a saludarlo antes de que él se de cuenta de que ellos están allí. El hombre de inmediato detiene su juego embrollado con aquel insecto.
-Buenos días. ¿Qué desea señorita?
Dice al mismo tiempo que saca un pañuelo del bolsillo y se limpia el sudor de su frente.
-Bueno, quiero un pasaje.- contesta Luam   El pasaje  es para ir a esa isla de Cuas. 
-Bien, bien .Entonces usted es estudiante, ¿no?
-Si señor.
El hombre le explica  los horarios y los precios. Después, vuelven al pueblo. Otra vez  ese mausoleo de la salvaje lengua de magma marca los flancos de su regreso, pero antes, se desquitan de sus ropas en las cercanías de la playa donde el  repujar  del deshabitar es patente. Cuerpos  conducidos por el precioso   vals  de las espumas y una llovizna resbalando por sus cuerpos.
 Allá, en la casa de Luam anda en las inmediaciones de la madre ese hombre de honorable culto a los maravillosos ojos de su madre. Enamorado como aquella primera vez   , alentados por el la fiel predilección de sus deseos, interrumpidos cuando la puerta se abre.
-¿Como andáis chicos ¿ dice el doctor al pasar Luam y Liam al recibidor .
-¿Has solventado ya ese problema de los pasajes Luam?.
De pronto se oye una voz que proviene de la cocina de la casa. Luam se dirige a la cocina mientras el doctor y Liam se quedan en el recibidor.
- Si madre, ya tengo aquí el pasaje.
-Esta bien hija.
    Luam se sienta en  la cocina donde su madre está ajetreada en el fregar de la loza, después, entran el médico y Liam que vienen conversando sobre la vida, sobre la historia. Temas que al chico le encantan.
Que vas a estudiar Luam.
-Historia, ya que me gusta el saborear de las viejas leyendas y esos lugares donde su cúspide ahora son gélida  ruinas.
-Espléndido muchachita, espléndido.
 -¿Cuando partirás?
-Cuando septiembre toque en mi puerta.
-Y como no te irás en barco.
-Si  doctor.
            Ella contesta aún si la suficiente confianza  hacía él. Lo mira como un ser de de las alturas donde aún no puede albergar y ella una muchacha de agricultores.
-Bien, yo te llevaré ese día. Si no te importa.
Ella no dice nada sólo el aliento de la madre se cruza  entre ellos  para dar la  contestación.--Si doctor, nos sentiremos muy complacidas si la llevas ese pueblo marítimo.
De repente la madre de Luam tras su respuesta  se acopla a ese ayer suyo recordando con  tersas palabras  sus momentos de su infancia.
- Sabéis, yo cuando era diminuta semilla  aletargada aún bajo tierra, mi padre me llevaba todos esos fines de semanas a ese pueblo donde las olas del mar son el templo de las divinas caracolas. Íbamos en busca de ese pescado fresco cual engulliríamos en ese domingo donde los festines son especiales. ¡Oh¡, recordar esos momentos cuando yo siempre me desprendía de su mano y era juguetear entre los pájaros del paraíso que allí había.  La verdad, ¡qué flores encantadoras había ¡ perdiéndome en sus olores.   Entretanto, mi padre después de acabar su compra era hombre desorbitado buscándome.  ¡Esta hija mía me va a matar!, decía siempre cuando me buscaba por los   alrededores y encontrarme enredada con las redes de los pescadores. Me cogía  después de su mano  y volvíamos a casa. Casi siempre yo subida en las espaldas de él y con la corriente de ese magma  majestuoso pasear junto a nosotros.   El explicaba esa vieja historia de cómo una bocanada de lucifer se trago todo ese pueblo anterior al pesquero: destruyendo casas, destruyendo vidas. Cenizas de  desdichas para esas personas en los años antecesores de nuestra época y ahora monumento.
      A terminar de hablar pone   los platos en la mesa. Todos almuerzan, incluso Liam ,que  Luam invita con permiso de su madre.
Al terminar aquel almuerzo con la sutileza adormecida de los petirrojos  revoloteando en el anidar de los corazones de aquellos dos adultos, con el airear del jugo de la conversación de los dos jóvenes, con el juego cuidadoso de Laura en su jardín, con la siesta sin sueños en su distancia del párroco y  con el apagar de las voces de la gentes de aquel recóndito lugar  comenzó la tarde. Una tarde que agoniza un cielo gris volviéndose rojizo: hierro al rojo vivo de las lluvias de verano. Al caer la noche ese color intenso deriva a violeta, y, de violeta, la absoluta oscuridad de la  noche.
           Liam se va antes de las  nueve, su excusa es que tenía que volver pronto a casa para atender a su madre. Pero, no es así, se dirige a casa de Laura.  Al llegar Liam a la casa de ella  la encuentra podando  sus arbustos con la luz de la luna. Lleva puesto unos guantes ajustados, pantalones  recogidos y una camisa que de mendiga da la apariencia.
-Hola Laura. ¿Cómo estás belleza ¿
  Ella se vira hacía él.
  -¡Que verso  suena hoy de tus labios ¡ Caluroso como esta noche  que ya quiere dormir .
  El esplendor del beso es ola del fastoso calor de sus cuerpos, con las verjas  separándolos del trémulo sobresalto sobre las suaves brisas del amor.
Ella abre la verja y él pasa. Liam corta  una rosa y la posa en las tersas manos de ella. Aquel acto, la entusiasma como amor  salvaje y sibilino.
¿Como te encuentras hoy muchacho mío?
 Pregunta ella con su brazo enrollado con el de él al entrar en la casa.
Bien. Pero  con un malestar en mis adentros por engañar a otra mujer.
    Se acomodan en el suelo del salón, de fondo se escucha una triste sonata. Ella quemó incienso así, la paz  y la tranquilidad los devora paulatinamente.
-Dime, quien es esa chica.
-Luam 
-Ah. Ya se quien es. Creo que gracias a ella somos lo que somos ahora.
-Si. Yo pienso lo mismo
-Y , dime .¿Qué es de ella?
-Está bien. Algo triste por la muerte de su padre. Pero, ahora, se va
-¡Se va ¡ A donde
-A estudiar fuera
-Bueno, no te preocupes. Allí seguro que se olvidará de ti y, tal vez, encuentre un amor.

**
     En la casa de Luam comienza ya los  preparativos de maletas que en su nueva vida va a necesitar. La madre le ayuda a preparar todos aquellos desperfectos de su equipaje mientras es consejo. Todo lo guarda con sumo cuidado introduciendo  jaboncillos entre la ropa.   

-Has de tener cuidado.
Si madre, ya se que hay peligros  más allá de este sosegado pueblo. Lo que más temo madre...-comenta con el paro de todas sus acciones y   acercándose a la ventana  donde una pardela se hace hueco entre las rocas  lejanas es encontrar esa corteza de cemento. El no ser vestida por estos boscajes  y no ser más que  afluyentes de alquitranes y disparatados bullicios. Te lo digo porque eso es lo que más temen esas personas que allí han ido. Esas personas que como yo y de cursos posteriores se han  desencontrado en aquel lugar.
 La madre deja la maleta  y se yerta   frente a ese espejo sobre la cajonera donde su hija tiene sus joyas e intimidades.  Comenzó a examinarse.
-Si, es cierto lo que dicen. Aquí eres áspera a veces cuando eres amanecida, sin importarte tu aspecto, sin importante en la hora venidera por el rumor de la prisa, omitiendo esa tintura para tus  labios para que seas  flor con vistas  para todo ese ser  que tropiezas y no hay   palabras. Todo ello lo notarás cuando salgas de este lugar, donde los humanos parecen dormir sobre el herbaje fresco de sus llanuras, donde las horas no importan y el tiempo es lento. Pero después, pienso, que te adaptarás. Ya sabes, debes salir arreglada y  ser  amable. Y, como no, salvaguardarte de la ingenuidad que circula por tu sangre de pueblerina.
      Luam se dirige de nuevo a esa maleta. La cierra   con la ayuda  de su madre. La madre le cede  las llaves para perseverar la seguridad de su equipaje, ese equipaje que se desnudará  en las sendas de unas aceras  aún desconocida para Luam.
**
El doctor es sanador de todos esos que concurren a su casa, siempre gentes con alguna herida enhebrada  en los campos de trabajo o, alguna fiebre para la plenitud de la vida. El siempre ajetreado y preocupado si por algunas de esas personas no podía salvarlas.  ¡Que temor se crea en él¡ .Aunque su profesión la ejercita como hombre de temple, donde había que conservar esa frialdad ante cualquier catástrofe, el no podía. Es como una llaga que se introduce adentro cuando entre sus manos esa alma se va.  Eso, le ocurrió ese día, ese día antes de  que Luam parta.
 Llega a su casa un alma alocada con los gritos del silencio.  Una de las vecinas de aquel pueblo acompañada de su marido que sin saber por qué había enfermado días a tras produciendo  en él un estado febril, un estado patético, un estado insondable para el médico. El hombre se va de sus manos con él péndulo de un reloj que no deja estirar el tiempo de su vida.¡ Es imposible salvarlo¡  La mujer tiene un  sollozar agónico . Un sollozar   absolutamente  suplicante para  que el doctor   le salve la vida.
-¡Doctor¡.¡Doctor¡  Haga algo, cada paso de su  vida  es un suspiro envejecido que se va pudriendo   más y más sin llegar  al triunfo de vivir y ser de nuevo acogido por  un nuevo arco iris.
     Ella de rodillas le ruega. El se halla destruido, acobardado ante la situación de la cruz y de la muerte bailando en ese despacho donde el atiende a sus pacientes. Momentos más tarde cuando ya el pueblo como siempre sabe lo que sucede su puerta  suena. El cura con ese rumor de los vecinos de que hay un enfermo muy aquejado en la casa de este viene.  Nadie  abre, el doctor está concentrado en aquel ser ya examine, con el dolor  de tener que soportar aquella mujer agarrada a  sus piernas. No deja de suplicarle y él indefenso no sabe como recomponerla para que vea  la realidad.
-No puedo hacer nada. ¡No puedo hacer nada¡ Ya es tarde .
   Entonces ella se levanta  .Aprieta con sus  manos el cuello del médico  con el erupcionar de una furia violenta. Está  fuera de si, como abatida por la locura.
  ¡Usted¡-comienza a gritarle- Usted no es más que un mal hombre, no ha respondido a la necesidad. Sólo eres un título que cuelga de sus paredes de mala persona. ¡Tenía que salvarlo¡ ¡ Tenía que salvarlo¡
     Como abandonada por la sin razón coge ese cuerpo moribundo de su marido y comienza arrastrarlo hasta caer al suelo. El médico no sabe que hacer, no sabe como calmar esa señora la cual ahora con su traje y delantal revistiéndola quiere llevarse de nuevo el cuerpo del difunto a su casa. Tiene una fuerza feroz, una rabia que carcome al médico.
      Agarra a su esposo por las piernas, y con  su mirada puesta en el obsoleto médico lo saca  de la  habitación. Parece un ser superior, una mujer arrebata por la ira.
**
     Allá en la casa de Luam la madre se halla en la cuadra preparando  su caballo ya que él médico  no ha  aparecido. Su hija se halla a su lado viendo ese arrebato de su madre
-¿A donde vas?, hace tiempo que no montas.
    La madre es invidente a las palabras de su hija. Sacó el caballo y montó  sobre él.
-Voy en busca del médico, me extraña su  tardanza.
 Sin más, sin decir nada, se esfuma de los ojos de su hija. Fluye  por la hondura de una luna donde el alba  de su luz es brújula en la oscuridad de aquel tramo largo hasta el pueblo. Va desesperada con el pensamiento en ese hombre.
**
El médico no puede frenar el histerismo de esa mujer. El sudor que siente es frío y lo distancia de la llamada a su puerta. ¿Cómo tranquilizarla ¿ Su ser se ha vuelto endemoniada tempestad .
  Deja a esa mujer y  va  rápidamente abrir la puerta. Allí se encuentra cara a cara con el cura.
  Que pasa hombre, quien anda con esos gritos  incesantes, tanto, que los candelabros de mi casa vibran.
-Es la mujer del zapatero, repentinamente ha venido con su marido y el pobre ha muerto en mis manos .¡Se ha vuelto como loca señor cura ¡
 El cura entra sin pedir permiso se dirige  al lugar de los hechos, al llegar  encuentra un alma aterida.
-¿Qué ocurre mujer ¿ ¿Qué ocurre?- le dice con un tono muy suave procurando detener la rabia de la mujer .
  ¡No señor cura¡ No señor, ese hombre que ve ahí no ha hecho nada por la vida de mi esposo. Ha muerto y yo que hago ahora. ¡Devuélvamelo señor cura¡  Vaya hasta su altar y rece a su Dios y dígale que aún lo necesito. ¡Que lo necesito¡ Que sin él no puedo vivir. Si no   desterraré  la  fe. Y, mis manos vacías se volverán mugubre barrizal donde yo tenderé mi cuerpo hasta que se pudra. ¡Por favor ¡.¡ Por favor¡
El cura no sabe como responder aquella mujer desatada por los nervios y el surcar de aquel cuerpo por toda la casa.
-Hija mía, hija mía, el ahora estará con Dios  donde se sentirá a gusto por ser él benefactor de su nuevo mundo, cálmate, cálmate. Que el seguro te estará viendo y no querrá esa catástrofe en ti.
 Ella quita de encima la mano del cura empujándolo violentamente .El médico no se lo puede creer.
-Haga caso de lo que le diga  el señor  cura, señora.
Entre los dos intentan  quitarle el cuerpo del difunto pero, fue imposible .
La madre de Luam  entra en el pueblo, lo cruza con esos músculos fibrosos de aquel animal hasta llegar a la casa del médico.  Toca a su puerta  con una delicadeza inaudible. Desde dentro la escuchan. El cura le abre. Al encontrarse con él  Anne piensa que algo malo está pasando. El rostro del cura   es verde   pálido y blanco  del desgaste.
-A ver si tú la calmas.
Anne entra a dentro y ve el panorama. No hace falta palabras para describir lo que está pasando.
Amiga mía. Amiga mía ya se lo que sientes, se de ese dolor que te lleva por un precipicio. Pero date cuenta de que así no lo contentarás, que así no podrás recuperar ese alma donde el sueño de el se desliza.
      Ella sigue sin escuchar a nadie, sigue sorda, con el cuerpo ya en la entrada de  la casa. Pero, entre ellos tres lograron quitarle el cadáver. Tras arrebatárselo la echan fuera de la casa.
-¡Que alguien sea capaz de cruzar la plazoleta y busque alguien que nos pueda ayudar con esa mujer¡ .Hay que darle un sedante dice el médico jadeante.
     La puerta comienza a ser bombardeadas por  patadas incesantes. Es  esa mujer que tiene descosida su razón
-Yo iré doctor- dice Anne- Pero esperemos que  deje de patalear la puerta .¡Esta fatal¡ Hay una revuelta de marejadas y tormentas en su interior .
     El cura en un lado del hall y sentado exhausto a esos golpe grita.
-¡Es el diablo¡¡ Es el diablo¡ Mala condena le espera a esa mujer. Calmantes no le des, amárrela porque la locura la esta acaparando.
Ni el médico  ni Anne hacen caso a sus palabras tan desbandadas de la realidad de hoy en día. En un momento en que todos ellos esperan  aquel apedrear de la puerta para. Los tres se introducen en la  duda. Se preguntan, ¿qué estará pasando?, ¿qué estará haciendo? Sin embargo, minutos después, otra vez la plaga de sus chillidos se vuelve a oír pero su eco proviene allende a la puerta. El cura se levanta sacando uno de sus pañuelos del bolsillo de la sotana y se lo restriega  por sus pulcras manos, por  el cuello. El médico y Ann están posados en la puerta para escuchar todo lo que pasa.
-¡Abramos la puerta¡ dice el cura acercándose a ellos Su voz es lejanía, ha huido.
        El cura con su propia mano es obertura del preludio que después se organiza. El mismo abre la puerta. En aquel momento se olvidan del cadáver.
         Al eclosionar  la puerta  los tres a la misma vez ven lo impredecible, esa mujer se halla en el centro de la plaza donde ya vecinos del lugar eran lumbre de sus escenas amorales.  Se está desnudando, desnudando en plena hegemonía del descaro ante todas las miradas. El rostro de todos   era de  estupor .Los absorbía en las actitudes incoherente de esa mujer.
       El cura no deja de precinarse incluso se arrodilla en  al encontrase con ese espectáculo..Ann ante la escena va veloz hacia a ella.
-¿Qué haces mujer ¿
Nada, no hago nada. Una sedienta termita me carcome con solo saber que en el próximo amanecer no estará junto a mí. No digas, que se ha ido. No me digas que su nombre ya no será brisa  de mis cabellos, que mis deseos se pudrirán  en el anhelo. ¡Solo los sueños ¡ Ahí podré llegar hasta él
     La madre de Luam no sabe que hacer .Sabe que las palabras son inútiles con esas tinieblas endosadas en aquella alma decaída. ¡Su caída¡ .Cada instante que pasa es  más y más vertiginosa .
No mujer , ¡no¡ Eso no es así , ven conmigo. El no te querrá ver así. ¡Imagina mujer ¡ Imagina que el te estará ahora vigilando de cualquier parte donde este . Para ti querría lo mejor. El es ahora ese nenúfar transparente que cuando tu menos lo espere erupcionará de tus sueños. ¡Tus sueños¡ Aférrate a ellos tal como las raíces se aferran a la tierra.
     La mujer extasiada ante las  palabras de Anne se arrodilla  en ese suelo cubierto de adoquines. Adoquines cuya ranuras forman en esos pequeños arroyos de las vespertinas lluvias otoñales.
   ¡Dime ¡ Dime que hago yo ahora, sola . ¡Sola ¡ 
     Anne le coge suavemente de la mano, ayudándola a levantar. Ambas discriminan todas esas miradas de novelería que se perfilan a su alrededor.
        Vamos, vamos. Sola no estas, tienes su espíritu serpenteando  en tú alma .Me tienes a mí. En mi hombro te puedes apoyar para cualquier necesidad.
       La mujer ya empieza a ser  vistas de la realidad, ya deja de ser ese alocado abocar en las  sendas de los corruptos comportamientos. Está imantada por las palabras de la madre de Luam.
        Venga, levántate. Se hierro en  tu razón. Mira este cielo de hoy, mira su fisonomía al acostarse  sobre las melazas del albar de la luna. Ella te llama y te cuenta lo grandioso que era tu marido, lo grandiosa que eres tú.
       La luna pronto empezó a desaparecer ante una niebla que es cortina de sus actos para todos los que miran. La humedad también comienza hacer acto de presencia y con ello el murmullo de sus alrededores desaparece. Ellas dos solas en medio de aquella plaza. Anne auxiliando aquella mujer y ella desnuda ante la oscuridad que se avecina.
  No tienes frío querida amiga le pregunta la madre de Luam quitándose una rebeca que tiene puesta y ofreciéndosela a ella.
- Si ¡Siento tanto frío  en mi corazón¡  Siento como un temblor que me hace pozo de la nada.  Siento miradas que me acorralan ante esta comedia mía, que no es comedia sino dolor. ¿Qué hacer?
     La mujer se levanta después de haberse puesto aquella rebeca  de Ann acogiéndose así  a esa ala que Ann le ofrece.
Vamos a mi casa. Esta noche pasarás la noche allí como buena estrella polar donde una chimenea con la tibieza  de las palabras te ayudarán.
 La mujer sigue a la madre de Luam. Se dirigen a la  casa del médico. El médico y el cura intentan ver lo que estaba sucediendo en ese océano de niebla. Al llegar ante la mirada fatigada de los dos no dicen nada. La madre de Luam desata el caballo y montan.  Entonces el doctor se acerca a ellas.
¿A donde vas Anne?
- Voy a mi casa y conmigo va ella, esta noche se quedará
- Está bien, mañana iré a veros. Pero toma antes esto, que se las tome con alguna infusión que tus dulces manos preparan.
    El médico le da una pastilla a Anne. Ella la guarda en las alforjas y parten.
Adiós doctor, hasta mañana.
    El doctor sólo se despide con el aletear de su mano, con un suspiro aterciopelado en el mismo  instante. En la casa solo se queda el médico, el cura y el cadáver.
Pobre mujer señor cura.! Pobre mujer ¡.- dice resignado el médico
    El cura no escucha. Camina de un lado a otro.
-Y que hacemos con este cuerpo.  Se supone que tendría que ser hoy día de duelo. Y eso no sólo,  todos los vecinos de este pueblo tendrían que acudir a casa de esa descalabrada  a visitarla. ¡Mire¡ Mire con lo que nos encontramos: un cuerpo abandonado y una mujer ida. ¿Qué hacemos ahora?
 Dice el párroco  conteniendo su ira  y ya casi sin fuerzas.
-  Si  a usted no le parece mal lo llevaremos a casa de ella - contesta el médico. Entre usted y yo lo llevaremos a la casa y allí lo dejaremos hasta que ella mañana regrese con Anne. De acuerdo.
    El doctor  va en busca de una camilla a su  despacho, al llegar con ella observa en el cura algo extraño en su rostro.
- ¿Qué le pasa señor cura?
-  A mi nada doctor.
- Pues ayúdeme a poner el cuerpo en la camilla.
-¡Yo ¡ coger un muerto. Ni hablar doctor, yo ya soy columna desequilibrada y mis huesos son porcelana que hay que cuidar. Me niego.
- Cállese señor cura. Cállese y ayúdame a poner este mísero hombre sobre la camilla.
 Entre los dos y por los extremos posan ese cuerpo sobre la camilla.
        ¡Ay la vida señor cura¡ Nadie ha ido a auxiliar a la pobre mujer . Han visto el naufragar de una mujer marginada por el encanto de su amado y, ellos, solo han sido grotescas miradas que luego se volverán chismorreos. Que injustos somos señor cura. ¡Qué injustos somos¡
     El cura por un extremo y el doctor por otro toman la camilla. Se dirigen con el cuerpo del difunto a la iglesia. La atmósfera en el exterior era de una bruma que casi no dejaba ver.
  Si, es cierto doctor- contesta el cura a las últimas palabras- Hoy todos se han esfumado, sólo he sentido sus narices intrusas, sin ninguno prestar socorrismo a esa mujer. Y, ello, que es una mujer apreciada del pueblo. Así somos, sabe .Sólo amparamos aquello que nos conviene. Hoy muchos han demostrado la falsedad  de la  amistad. ¿Dónde están los amigos ¿ Han visto una mujer caer en el abismo y sólo fueron rumor de su cruz .
     El eco de la conversación lo escucha todo el  pueblo. Y  eso es lo que ellos quieren. Reprender a los habitantes por su mal comportamiento, que les hiciera meditar ante esa incorrecta acción .Entre tanto, allá, por las riberas de la oscuridad con la abundante maleza y ese bosque brezos, Anne y la mujer continúan su camino. La casa de Anne, al aproximarse, está iluminada por una lámpara de aceite en su exterior, una indicación de que Luam espera a su madre. Descienden del caballo y caminando llegan al porche.
  Espérame aquí mientras llevo el caballo a la cuadra.
      La mujer  espera sentada en uno de los peldaños de la entrada de la casa mientras  Anne deja el caballo en la cuadra. Le da algo de comer, lo acaricia por lo noble y bondadoso que ha sido su comportamiento susurrándole al oído dulces palabras. Al  retornar al encuentro de aquella mujer se halla con su cabeza agachada, oprimiendo  sus manos en sus sienes.
-Vamos.
       Le dice Anne tomándole de la mano. Entran en la casa muy lentamente, Anne hace señales por si a caso Luam está dormida. Y, así era, se halla dormida en el sofá del recibidor. Anne se aproxima y le da un beso en la frente animándola para que se espabilara un poco y fuera a su cuarto. Ella se levanta y como sonámbula se mete entre sábanas en su habitación.
         Anne no duerme en toda la noche. Es tierna retama paseante entre los  sentimientos  de aquella mujer, con el aterciopelado tacto abordando ese cabello de lodos e incolora tez. Allí pasan horas sentadas en el irradiar de una luna mutante con sus meditaciones y el crujir de la leña que hay en la chimenea.
Quizás deberías acostarte le comenta con una melosa suavidad Anne aquella mujer abatida por el infortunio Quizás deberías descansar ese insulso trueno que te tumba.
     Ella mira a Anne de reojo.
- Si, acostarme y olvidar. Y como olvidar cuando ahora soy paseo  por su corpulencia. Paseo con mis pensamientos y sólo hallo la nada. No más  encuentro  sábanas rotas donde se regocijaba de su felicidad.
    Anne se levanta. Le da  la mano  para ser corriente hasta aquella habitación de ella. Esta noche dormirá junto a ella   para no dejarla en su soledad, para no dejarla que sea rea ese espectro gestación de la pesadilla.
    Las mujeres se desnudan, con la mirada disuelta en tapias de hiedras que no dejan ver sus afluentes. Se ponen después unos camisones que Anne ha sacado de la cajonera de su habitación.
       Mientras en la casa del cura,  él  y el médico dejan el cuerpo ya preparado en el dormitorio .Adornándolo con esos candelabros en las cuatro esquinas. Cuatro esquinas que memoran el sufrir, el vacío, la muerte, la despedida en la alianza de la pena. Al acabar cada uno vuelve a sus quehaceres sin intercambiar alguna nota final de esa noche de luna baldía por la plomiza neblina.
**
    Esa  noche aunque la pompa  de la niebla se ramifica por todas las esquinas Liam como rito sagrado en los senos de aquella mujer es vergel perdido en los sentimientos y la sensualidad. Copas de vino portugués estallan hasta el girar y girar de sus cuerpos por el suelo para entonces con la embriaguez liarse en un amor sin fin.
**
    La mano de Anne es terciopelo de los cabellos de aquella otra mujer de sentimientos rajados.
Veras como todo pasa. En el  mañana encontraras esas espumas donde las caracolas de un nuevo eco marchitan esa desdicha.
    La mujer no se inmuta, no dice nada .Al rato sus  rostros coinciden. Anne está ansiosa por querer reactivarla con una nueva visión de la vida. Se miran en el espacio de los múltiples luceros afincados en el firmamento con ese nuevo renacer cuando los sueños han desaparecido, cuando de nuevo un toque de la aurora es balada de esa incansable provocación ser eje de esas marismas que las sacuden. Se miran. ¡Se miran¡ Anne no despega sus ojos de su melena castaña . La acaricia, la acaricia….  Quiere  encender esa antorcha que los cuerpos ondulantes en el atravesar de ese rompeolas prohibido es deseo que, después será invisible cuando la mañana matice el olvido. Sólo un placer, un éxtasis en medio de esa dejadez de los ensueños. Una bocanada de acaricias erupciona  entre sus pechos amortajados por  el martirio con el transito sereno de la despedida de las constelaciones. Después, despiertan de ese fastuoso deseo que en brasas se convierte .No ha pasado nada, sólo un secreto de dos cuerpos mal heridos. Heridas de amor.
     El alba es retorno y con su invocación al sol el médico tras una tétrica noche va a casa de Anne. Tenía que ir pues es el día marcado para recoger a Luam y llevarla al muelle. Hoy Luam se irá, sería su despedida. 
     El médico va por ese camino serpenteante de tierra y baches mientras Anne, tendida, observa  aquella mujer que se levantaba desnuda. La mira como si fuera parte de ella, como si fuera ese espíritu donde los mismos sentimientos las hicieran homogéneas semillas de un naciente.
Como te sientes hoy anota Anne desde esas sábanas enredadas entre sus piernas
Bien, me siento como esa ave que sale de su nido, como esa cantera donde el artesano más refinado es nueva pieza de la hermosura.  Me siento como flor de una mina donde su valor ha vuelto con el alba. Acércate y mira conmigo toda esta llanura donde los alces danzan con los matorrales para dar ánimo al despertar de su verdor.
    Anne se levanta. Se pone tras de ella. Sus pechos acariciando su espalda. Lentamente sus yemas rozan por su terso cuello. Ambas notan que la paz es siempreviva naciente.
  Sí, observo ese hábitat natural donde los gorriones vuelven a manar de la purificación de esas ortigas. Observo como se desciñen de esa piel  ya calcárea.
    Después de esos instantes  al lado de esa habitación un despertar aluniza en sus escuchas. Es Luam que se levanta más temprano de lo normal porque tiene que irse.
-Ya mi hija despierta y hemos de vestirnos.
Ambas se despegan de la ventana,   consumiéndose en esas ropas que desparramadas por el suelo se hallan.
- Que suerte tienes amiga mía, amiga de los risueños primorosos de este destino. Tienes bajo tu techo   una angelical muchacha, savia de tú savia. Seguro que te sientes virtuosa, victoriosa en cada calamidad de tu vida. Ella seguro que en esos momentos que eres prisionera de un cataclismo sobresale y es deshielo de tu mal. -suspira Gueda.
     Anne la besa en los labios  como deseo perfecto, como una necesidad de desorientar las palabras.... Tras terminar de vestirse salen de esa habitación erigiéndose a la cocina. Luam ya ha desayunado  pero aún sus párpados son censura de la luz del día.
- Buenos días Luam- le dice su madre sentándose frente a ella en la mesa  y atendiendo como no aquella mujer de nombre Gueda.
Pasa Gueda Luam mira extrañada esa invitación a esas horas tan  precoces.
Hola Luam saluda Gueda a la joven  con ese hilar de su madre explicatorio del por qué se halla bajo su techo.
Luam , Gueda se encuentra aquí por un desgraciado incidente ocurrido en el día de ayer.                                          Luam se levanta y sirve ese café que ya había echo ella en su despertar.
- Si, ya entiendo, por eso llegaste tarde anoche.
       Luam al serviles el café se percata que lo que ocurrido en la noche pasada no era nada positivo por lo que decide irse de la cocina. Se dio cuenta que aquella mujer está injustamente lisiada y se siente, por ello, acorralada en una incertidumbre de palabras y miradas. ¡Que decir ¡ ¡ Por donde erguir sus ojos ¡ Regresa a su habitación para terminar de cerrar las maletas y  esperar el médico .
     Gueda y Anne degustan el café. Gueda se halla ya más calmada. Se siente complacida por ese amor incondicional cedido por Anne. Aquello las llevará a ser eternas amigas.  
 El médico al llegar a la casa toca como de costumbre, con ese ávido palpitar del amado vigoroso. A la puerta sale Anne.  
¿Como te encuentras hoy Anne? le dice con un beso 
- Pasa, pasa. Me encuentro bien aunque en la noche el dormir no ha sido entereza .ya sabes, lo de ayer.
    El médico pasa conducido por Anne. En el salón  se halla Gueda con la mirada baja. Está sentada con un dedal en su índice y un encaje que está arreglando. Algo para calmar los nervios, para ello, se lo  ha dado Anne. El doctor al verla se aproxima  como compacto amigo cogiendo su mano. Ella, cohibida, deja lo que está haciendo para aceptar ese beso cuidadoso en sus nudillos. De su rostro se desprende una pequeña sonrisa mezclada con tristeza.
¿Como te encuentras mujer¿ Seguro que mejor. Noto ese naciente en tus ojos.
    El deja las manos de ella
Si me siento mejor después de este atemperar de estas paredes. La atención de Anne me ha hecho una mujer fuerte ante las adversidades, aunque, solo sea por unos instantes. Aún en mi su muerte es bala que hiere mi corazón. El es una bengala que se extingue inevitablemente y la felicidad se la lleva. ¡Ayer éramos tan felices¡ Y , mira . Mira lo que queda ahora: un recuerdo eterno.
    El silencio entre los dos se hizo entretanto Anne prepara más café. Luam, mientras, se viste para su ida.
-  Aquí  os traigo unas pastitas  y café para el regocijo de vuestro vientre.
    Radiante entra Anne con el blanco precoz de sus cabellos y una gran belleza de la madurez.
 - Gracias Anne- agradecen los dos a la vez a ella.
¡Que mujer ¡ ¡Que mujer¡ .Siempre atendiendo esos desamparados, siempre bailando con las serpientes que nos convierte a veces en mutante de la peste - dice maravillado el doctor.
   Otra vez el rostro de Anne es brío , un brío  por las palabras del   médico .
Si...- sigue Gueda- gracias a ella esa locura mía no me llevo donde los páramos son fangoso trineo del caos. Ahora estoy aquí, con una nueva visión .Sin embargo, cierta pena me ataca.
     Todos hacen silencio por esas palabras de Gueda. El médico enciende su pipa aromatizando con su olor agradable toda la casa.  Esperan ahora que Luam salga de su habitación. Luam al salir de su cuarto va al salón donde están ellos.
  Ya nos podemos ir.
 Todos a la vez se levantan
- Tú si quiere puedes quedarte aquí o ir con nosotros hasta esa costa donde mi hija será ese adiós temporal.
Las palabras de Anne se dirigen a Gueda. Gueda no se lo piensa mucho y, de pie, con el acarrear de una de las maletas de Luam contesta.
- No. Yo tengo que ir como tonada negra, como fúnebre  túnica donde mi marido es descanso por última vez, ese lugar que con los largos años del sudor fuimos arribar de nuestro lecho. ? Por cierto donde se halla su cuerpo ¿
- En la casa del cura esperando ser enterrado. No hemos querido hacer sepultura hasta que usted no estuviera presente. - le dice el médico penoso.
       No hay más palabras en aquella casa. Salen y todos se montan en el coche. Luam y Gueda atrás y Anne delante con él.
     Primero toman dirección del pueblo para dejar a Gueda y después toAnnen rumbo a la costa para llevar a Luam.
**
      Liam y la profesora son pasión, paraíso perdido. De tanto vino que han bebido están resacados haciendo su levantar lento, muy lento. Sus cuerpos se sienten molidos, tanto, que parecía que les hubiesen dado una paliza. Es como si el amanecer no existiera y la cercanía del sol les molestara.
Me tengo que ir. -dice apresurado Liam- Debo ir a despedirme de Luam que hoy se va.
 La profesora apoya su cabeza en el hombro de él.
Oh ¡Tienes que ir con esa chica. ¡Valiente mentiroso eres¡ ¿Ya le has comentado nuestra relación?
Liam antes las palabras de ella se queda extrañado.
¿Por qué hablas así? ella se aparta de él tirándose sobre el sofá
¡Por qué hablo así¡ Será el alcohol querido. Perdona si te he ofendido. Yo se que tú no la amas, sólo que tu compasión y tú timidez deja que ella crea ese ahuecar de tú corazón. Márchate querido que ya llegas tarde.
    Liam sale de la casa en el sentido de la suya con el barro invalidando esa rapidez que necesita para llegar a tiempo a su cita. Sus pantalones están pringados de ese sucio marrón. Solo piensa como limpiarlos ya que la enfermedad de su madre no permitía hacerlo a ella.  
   Al llegar Liam a su casa se desnuda para cambiarse de ropa. No quiere que su padre se de cuenta  pero, sin lo, su padre estaba allí, aguardando que él llegase.
¿Qué pasa hijo? ¿Como te han ido las clases esta noche?
- Muy bien padre. Además, hoy he cobrado ese sueldo como jardinero.
- Esta bien hijo. Dúchate. No hagas mucho ruido que tu madre duerme.
   Liam se termina de desvestir y se mete en el diminuto baño. Una lluvia suave de agua fría aviva su cuerpo poniéndolo a tono. Al terminar limpia sus dientes, una y otra vez, para que aquel aliento de alcohol se esfumara. A su padre no le gusta que beba.
Cuando sale del baño  mientras Liam se viste su padre tiene una mirada firme, una mirada interrogante.
- Las clases ya han terminado, ¿por qué has pasado toda la noche fuera?
   Liam por un instante se queda inmóvil, sin saber que decir .
-Es una asignatura que tengo que superar padre. La he de perfeccionar por ello sigo yendo a clase.
   El padre conforme comienza a leer un periódico mientras Liam termina de vestirse. De repente Liam se percata que las campanas están tronando.
- ¿Qué pasa padre? Otra vez esas campanas de penurias es vomitar de la iglesia ¿Quien ha sido?
- El zapatero hijo. Pero lo que más pena me dio es su mujer, esa mujer me recordó a tú madre cuando perdió a tú hermano. Su ruinas fueron tales que el temblar de las paredes disponía su fin como mujer trono de su conciencia.
Y, ella ¿como está ella ahora?
-          No se, anoche Anne se la llevó con el relinchar de las ramas a su casa.

**
       El coche del medico con sus ocupantes cruza la plaza del pueblo en dirección a la casa de Gueda. Al llegar, la dejan con una cariñosa despedida.
- ¿Quieres que pasemos contigo? Todavía nosotros tenemos tiempo.
    Le pregunta Anne
    A ello Gueda mira primero el resplandor del cielo y luego cae sobre los ojos de ellos.
- No, prefiero estar sola sabéis.
       La comprenden, el motor entonces arranca.
       Gueda entra en su casa de barro y piedra, se desliza hasta ese dormitorio suyo donde aún las velas no calladas acompañaban a su alianza .Desde ese bastidor que la rodea observa ese inmutable desánimo de su cuerpo de cipreses, observa como sus manos volando sobre su pecho no decían nada sólo, un pozo de silencio y soledad  acercándose más hacia ella. De sus ojos, lágrimas corren espantadas hasta su comisura.
Que inmóvil estás marido mío le dijo a ese nido de buitres donde el está posado Tú litoral no romperá jamás con mis olas y yo me siento tan triste que hasta las horas son intemporal hojarasca que cae. No hay días, no hay noches. Lo siento por ti si nadie ha venido  a tu despedida por que yo mujer del sereno roto he sido cruel con tú ida. Todos huyen y dejan tú cuerpo como  inservible para el adiós. Quizás me habrán tomado por  loca,  pero, en mi, esos murallones de mi ego me dicen que hay buenos amigos donde yo poder confiar, pocos, pero suficiente para hacer un cuerpo de cristal invidente a la burla. No se por que te digo esto pero es que anoche no comprendí tú ida, quería tenerte junto a mi. ¡Si ¡ junto a mi . Hasta que la muerte al mismo tiempo nos separara.
       Gueda con sus palabras a su difunto esposo y la soledad se queda apoyando su cabeza sobre el pecho de su marido. No sabe que decirle, que soltar de su boca para que el la comprendiera. Los minutos para ella transcurren lentos. Sonrojándose cada vez que recuerda el día anterior.
**

    Liam está esperándolos ya fuera de la casa . El médico para el motor y del coche se baja Luam 

¿Como estas Liam? le pregunta Luam entusiasmada 
- Bien, bien.
     Entra en el coche y toman dirección hacia la costa.  De nuevo Luam y Liam ven el  bambolear  esa tierra infértil azabache donde su belleza impresionista los extenúa. Al llegar al pueblo van en busca de ese muelle del cual Luam y Liam saben donde está. Allí las gentes son poquísimas para ese viaje de la otra acera. Sólo se ven esos marinos que los regiría el mar hasta la llegada de la nueva tierra. Bajan los bolsos, sacan esa tarjeta de embarque en el mismo lugar que había comprado el billete  .Aunque aun el barco que la llevaría está estático y callado en el mar, en  aquel salón hay un  sumiso  silencio, no se siente el trajinar de esas personas que tienen que partir. Normal, ya que esa isla donde Luam vive es tierra de agricultores y pescadores donde aún esa abultada contaminación de los ruidos no ha intervenido en su crecimiento. Sólo en los días de veraneos aquel lugar se ve conglomerado por distintas personas de origen diferente .Ahora es  otoño y la pobre presencia de las gentes era igual que la caída de las ocres hojas.
       Todos esperan esa hora de la partida del barco, ese barco que cabalgará por un océano aguamarina. Liam se siente desesperado, algo nervioso, no sabe como decirle aquello a Luam. Al menos tiene el pensamiento claro  que en esa otra tierra conocerá ella otros chicos, otras personas y se olvidará de él. Dijo que va al baño y allí con valor comenzó a escribir una carta, una carta donde relata  todo sus pensamientos y donde estará esa verdad que el tanto desea decir.
    La sirena del barco comienza a sonar  como llamada a los pasajeros que tienen que subir. Entonces, todos acuden hasta la escalera donde Luam comienza su viaje . Liam llego antes de que Luam subiera. Sudoroso  le entrega en mano la carta junto a un pequeño beso en la mejilla.
- Léelo cuando llegues a tu nueva casa Luam- le susurra Liam al oído.
   Luam queda como emocionada, ¿qué le habrá escrito? Luam no deja de mirar a Liam, parece más enamorada.
-Cuídate hija. Ya te llamaré - se interpone la madre entre los dos.
      Anne está emocionada, tanto, que erupciona lágrimas por la ida de su hija.
       Luam comienza a escalar con esa itinerante rastrear de su atrás donde el  bracear de sus alas clausuran esa vida en conjunto , donde ya no más será juguetear con ese Liam, donde ya no más será ayuda de su madre en la siembra , donde ya ese doctor no la sanaría con sus manos y esos  briosos brebajes que el fabrica. Se despide con el columpiar de una llovizna gris en su latir, con el cicatrizar del insonoro olvido en su viaje, con ese remorder del por qué no me habré quedado con mis seres más queridos, con la duda de cómo será su vida en ese nuevo hábitat.
    Luam desaparece tras la puerta de la nave haciendo su aparición desde la borda. Lleva un pañuelo en la mano el cual aletea en su despedida. Está ansiosa por leer la carta de Liam y , cuando , todas las imágenes de sus seres queridos fueron invisibles se sienta en unas de las butacas al aire libre . Enseguida abre la carta y detenidamente comienza leerla.
            Querida Luam:
Se que te tenía que haber dicho esto antes como amiga de mi vida, donde aún tu latente aroma es vaivén de las rosas que conmueven el edén . Te aprecio como la más sublime de las compañeras, ninguna como igual. Nunca conoceré una chica tan natural hija de la brisa como tú  pero, en mi hay un temor, un dolor, un engaño que tú no has podido percatar en todo esa riada de nuestro enlazar. Yo a ti no te quiero, sabes, sin embargo como amiga eres de esas que nunca su rúbrica despegará por lo estupenda que eres. Y el no decirte te quiero quiere decir que bajo mi cuerpo otra mujer duerme, una mujer que a ti no puedo deletrear sus características por que es intima semilla que crece cada día más y más entre mis venas. Ella tiene esas cosas que yo buscaba, ese misterio mágico que me hace ser enigma de su mirada  .Con ello no quiero decir que tu no tengas deslumbrantes cualidades; que si las tienes. A ella la quiero, a ti no. Con ello no quiero decir que soy rechazo de tu persona. Te admiro, pero como amiga.
                    Se despide
                                               Liam
P.D.
Verás que todo saldrá bien. Si quieres nuestra amistad será eterna como los mares.
El dolor al principio recorre cada uno de sus nervios, las cenizas de su corazón hacen que cada uno de sus dedos de pétalos marfil estrujara aquella carta. ¿Quién iba a pensar? Se dice ella, que Liam tuviera otro amor. El, tan acopado.  No hay odio en su alma, no hay matanza en su dolor. Sólo, la atiza un cierto aire de melancolía que se mezcla con la brisa marina. Un cierto grado de frustración y una desilusión que quiebra sus  huesos. Tiembla. Un temblor desamparado llevándola a lágrimas de cristal. Es mejor así, saber la verdad, piensa. Hay que ver la realidad y afrontarla. Quizás, siga siendo amiga de él. Pero, por qué no se lo había dicho antes. Tal vez, por miedo.
**
       Anne y médico tras la desaparición en el horizonte del barco regresan al pueblo. Pero, antes, dejan a Liam en su casa y, como no, esa obligada visita a la madre de él. 
       Anne pasa a la casa de Liam mientras el médico espera afuera a que el padre de este saliera.  El encuentro de aquella mujer enmarañada en un distante universo induce a Anne a la pena. Lo primero que le vino cuando sus ojos la ven es peinar su pelo cano descuidado. Al acercarse a ella el padre de Liam la saluda.
-Buenos días Anne. Que tal anda.
-Yo bien y, usted. Siento mucho…- las palabras del padre Liam no terminan de salir
- El doctor está fuera.
-Bien, iré a saludarlo. Yo la dejo con mi esposa.
   Anne coge un cepillo de la mesilla del salón y se dirige a la madre de Liam. Cuidadosamente comienza a peinarlo. La madre de Liam no dice nada mientras Anne reiteradamente le pasa el cepillo por su cabello.
 Cuando Anne terminó de cepillar el cabello de esa mujer de ojos de cristales oscuro se dirige a la cocina. Todo es un desastre. El padre y el hijo la tienen como abandonada. Con toda energía empezó a limpiarla. Pidió ayuda a Liam. Disimuladamente le iba explicando lo que tenía que hacer todos los días sino quería que el hedor saliera por la puerta de la casa. Liam, obediente, seguía todo lo que Anne le va marcando. Está encantado porque el es muy torpe.
Al mismo tiempo que Anne y Liam asean la cocina él médico y el padre de Liam conversan sobre la tragedia de ayer.
Si pero esa mujer anoche fue de nuevo resucitar en la casa de Anne .Estaba muy decaída.
El padre de Liam se encuentra algo azorado por el suceso.
Si, ya dice con ese agotar de su aliento.
Lo siento. Sabes, siento lo de tú esposa. Debe de ser un arpón que penetra por tus venas  y eres cara a cara con la impotencia.- dice apenado el médico cambiando de tema .
- Sabes doctor, a veces prefiero su muerte  en lugar de verla así .Ese sufrimiento, esa invalidez de todos sus actos.  Es como si estuviera  enterrada .Pero, aún, sus ojos pulen   mi corazón y, entonces, me resigno; me agrando y danzo coronas de besos en sus labios neutros. Ella, no dice nada, no siente nada sólo es mirada abismal. ¡Todo esto es tortuoso¡   Yo ,sin embargo , y no piense injusto , yo no quiero que se vaya .¡Me duele tanto! No quiero verla sufrir, porque sólo es eso lo que vaga entre sus cadenas por esas cataratas de lodo .No se si me entiende. Me divido en dos. Deseo tanto acabar con su sufrimiento pero a la vez no. Quiero que este ahí mirando un espacio que parece lejano.
   El médico se baja del coche. Pone su mano, frente a frente, sobre el hombro del padre de Liam queriéndole decir con ello que entendía perfectamente su situación.
- Lo entiendo. Entiendo esa ansiedad y angustia que posees. El estado de tu mujer es penoso. No te preocupes por esos pensamientos circulantes por tu mente porque son normales en estas situaciones. Sobre todo cuando hay un sufrimiento perpetuo.  Yo se que la amas. ¡Tú la quieres! Lo descifra tu alma.
-Sí, si la quiero .Por ello muero en la herida  de no tenerla entre mis brazos. ¡Está tan lejos¡
-Vamos amigo. Veamos si ya Anne ha acabado, tenemos que ir a un velatorio.
     Los dos entran en la casa. Anne es ida y venida con la ayuda de Liam el cual la sigue a todas partes haciendo lo que ella le indica.
- Ya estáis aquí .Ya voy - dice Anne extasiada.
     Ambos se sientan acompañando aquella mujer de hielo donde su impactante mirada los revolvía en el  polvorín de la melancolía, el marido como de costumbre le dio su mano a la vez que un cuento surca de su ingenio.
“Érase una vez esposa mía de un pescador que tenía varios hijos. Érase  una vez amada mía  que como de costumbre su salidas para el mecer de la mar tenía que ser en ese trance de la oscuridad, cuando las guirnaldas que amanta el universo era orientación de sus nasas. Desde el muelle su mujer con sus hijos pequeños aun durmiendo  se despedía, como si esa despedida fuera la última.  Era normal ese naufragio de los marineros para no ser vistos jamás. El se embarco, con un redil en su barca que se extinguía a la medida que era alejar de su melosa mujer. Con ese pensamiento  de que quizás nunca volvería más por alguna turbulencia inesperada de la vida. Cuando la noche entraba y el era manto de redes sobre la mar plana  desde lo lejos se oía el eco escandaloso de una tormenta, una tormenta que se le venía encima  sin él saber lo que hacer por que ya era tarde para regresar a casa. Sólo esperó el ruido de su furia, ruido que lo agazapo de manera brutal hasta hendirlo    en  el desfallecimiento de su cuerpo. Arrastrándolo    hasta la deriva, arrastrándolo al  perecer de su conocimiento hasta otra tierra donde tendido en sus tierras fue durmiente hasta que una pisada indígena lo avistó.  Se aproximo a el, observando minuciosamente    ese extraño robado por las turbulentas del mar. Arrastrándolo lo llevo a su poblado. Al verlo llegar, el sonido de las caracolas decían de la llegada de un visitante más allá de sus fronteras. Ellos eran gente benevolente .Su estado era aún de desnudez y de arcaica vida con esa piel tiznada de los tintes  que  la naturaleza les donaban .Eran de carácter noble, valientes  gracia  aquellos extraños que pisaban sus dominios.  Un círculo de sus habitantes se formo alrededor de él.  Fueron olisquear de su olor, de sus ropas,  de su estado el  cual fue reactivado por un chaman que enseguida como dominante de las creencias de ello hizo de él ese hombre de viveza. Al ir despertando se fue extrañando de todo lo que iba viendo a su derredor. No entendía su lenguaje ni tampoco el retraso en el tiempo que tenía estos. 
                    Los días pasaron y el pescador cuando fue vital entre esos giros de sus danzas al anochecer comenzó a ser henchido por una súbita tristeza. Una tristeza que giraba en torno de ganas de irse de ese lugar para volver al suyo .Ante ello, el chamán siempre preocupado por lo que pasaba con la aldea  comenzó a darle de esas drogas que ellos solían tomar  en sus rituales para ser de él ese hombre feliz, olvido de su pueblo, de su familia .Entre tanto, más allá, sonoros de la tempestad, sonoros del desaparecer de aquel hombre todos los marineros rastrearon  de manera desesperante el vasto océano. Lo dieron por perdido. Una perdida tal, que su mujer desencadeno en un latigazo de lágrimas por perder a su marido .Sentada en una silla lo recordaba, sentada en una silla recontaba todo esas primaveras cuando  el era escultura que ella admiraba. Sus hijos pequeños comenzaron entonces a ser desatendidos. La mujer con su mente en su marido se olvido de ellos.  Mientras el pueblo preparaba el entierro. Un entierro que consistía en una barca donde se depositaban todos sus objetos personales y se cubría de sal dejándola en la deriva en el océano. Todo ello después de la misa del cura y cuando la oscuridad era presente. Lo introducían en el mar y hacían arder la barca.  Según las creencias de ese pueblo el muerto debería ser enterrado en el campo de faena y como el era hombre de agua salada sus restos deberían pertenecer a ella para reencontrarse con su espíritu más allá de las profundidades que se encontraba.
  Al terminar el entierro su mujer se arrodilló en la orilla en un estado de colapso sin dejar pasar consejos de los de allí presente. Tan grave estaba que se había olvidado de sus hijos pequeños. A ella y sus hijos con el paso de las semanas por  esa dejadez y la falta de dinero los hacía miserables abandonados. Por ello, los echaron de su vivienda. El alcalde dio la orden de expulsarla a ella mientras que sus hijos fueron llevados a otra familia. Ella se quedó en soledad y el llanto. Solo  con la lumbre del aire, del sol, de la luna, de las estrellas. Solo unas pocas vecinas tuvieron compasión y sin temer al alcalde le prestaban ayuda. Dejaba que se quedará en sus casas esos días en los que el tiempo era terrorífico.

   Más allá aquel hombre era ruta de los quehaceres de aquellos salvajes. Estaba encadenado a un estado eufórico, integrado totalmente en esa tribu. Por eso, lo nombraron miembro de la tribu.  Para ello tuvo que luchar con los más jóvenes, recolectar y cazar  como ellos. Él se sentía feliz.  Pero llegó ese día, ese día en que por las casualidades de la vida el chamán decidió por sus  creencias que ya era hombre de ellos. Entonces, le quito todas esas hierbas que le daba a beber. Poco a poco retornó a la realidad. Tuvo pesadillas donde los gritos de sus hijos era complot que le hacían ser tornado de su despertar en la madrugada. La voz de su mujer desesperada era susurro que lo acompañaba día a día.  Tenía que huir de aquel sitio, tenía que volver de nuevo a su hogar. Pero no se lo permitían. Por lo que decidió escabullirse en las noches cuando ellos dormían. Se introducía en la masa arbórea para con el paso de los días fabricar una barca  que lo llevaría a su casa. Antes de que la madrugada se fugará retornaba a su choza. Cuando termino de fabricar la barca espero la noche adecuada para partir. Una noche en que la luna era diamante del universo se fue. No sabía a donde se dirigía, dejaba que la marea lo llevara. El temor de una nueva tormenta lo acechaba. Una tormenta que se hizo realidad y que rigió su sentido. Engullido por un oleaje de nuevo naufragó. Llegó a otras tierras y cuando despertó de su estado inconsciente reconoció esta. Era la playa de cayados de su pueblo. De nuevo estaba en casa tras ese paso de los años. Se levantó mirando todo su alrededor. El alba era erupción de claridad.  Con cuidado se introdujo por las callejuelas del pueblo. No quería que nadie lo viera. Cuando llego a su casa tocó. Una mujer con el cabello enmarañado le abrió. Le pregunto de quien se trataba. La mujer al saberlo corrió por todo el pueblo espantada dando la voz de aviso. El marinero no comprendía nada. Cayó al suelo desmayado, por su mente se fue dibujando esos años en que con su mujer e hijos era feliz. “
  Todos están embelesados con la leyenda que el padre de Liam contó. Es como un rayo de esperanza. La esperanza que tras un largo viaje por la oscuridad su mujer se recuperara.
   Anne y el médico se despiden y se van.
De camino a casa de Gueda la conversación sobre aquella mujer se reanuda.
-Quizás en el futuro ella pueda trasladarse a la realidad y dejar esta marejada por la que gravita-comenta Anne.
-Si, algún día. Cuando pueda tendré que ir a ese lugar que ha ido tu hija y consultarlo. A lo mejor existe alguna medicina que la vuelva a la vida.
  Aparcan delante de la puerta de la casa de Gueda. Se bajan del coche silenciosos y tocan en su puerta. Gueda abre apresuradamente sabe que se trata de ellos, quien más la iba a visitar. Su rostro es semejante a una estatua de mármol , sus ojos impactan con la realidad, una realidad que no quiere asumir.

-          Pasad  buenos amigos entona con un  jadeo hilando  su alma.
      Ellos pasan con temor a que a Gueda le volviera dar un ataque de locura. La siguen hasta esa habitación donde el muerto reposa. Todo es oscuro y sombrío. Una mezcla entre bruma y granizo. Gueda se sienta junto a la cama. Las horas pasan y el silencio es sobrecogedor.
-          El cuerpo hay que enterrarlo esta noche con el cortejo de neblinas pues ya han pasado 24 horas. Anne te dejo con Gueda voy a buscar al cura.  
         Bajo ese techo se quedan solas las dos mujeres. Gueda con un silencio de moribunda y Anne con un silencio de impotencia.
**
¡La soledad¡ Luam la siente meterse por cada uno de sus poros el engaño de Liam . El viaje todavía no ha terminado y el resplandor de la luna le da nueva ilusiones. Se halla un poco mareada y cansada, deseando llegar ya para descansar. La luz del faro la reanima. Todo agotamiento y fatiga cae fulminado.
**
           El cura, el médico y el sepulturero llegan a casa de Gueda. Ellos tres más Gueda y Anne  participarían en el entierro.
             Las mujeres se levantan de sus asientos  , quedando sólo en la habitación aquellos tres hombres que introducen al muerto  en las justas medidas de un ataúd  artesanal del sepulturero - pues tiempo le daba para ello  en ese pequeño pueblo -.. Tras la misa  con el conjuro de la noche cerrada y el  silbo de los forrajes  a medida que las flores cerraban sus ojos  se concentran en el cementerio. Un candil les sirve de amparo más un búho en busca de su presa. Una vez acabado el entierro y tras dejar flores secas sobre la tumba retornan al pueblo. Cada uno para su casa, cada uno con una derrota sobre sus espaldas por esa desgracia.  Gueda se marcha sola, no quería que nadie la acompañe, con un caminar pesado, como si cadenas oprimieran sus tobillos. Herida, sola.
**

       El alba es ya presente. Una mezcla entre lila y anaranjado eclipsando la madrugada. Esa mujer de años añejos se levanta de su sillón dejando a un lado el recorrido por su vida.  La chimenea ya apagada también marca ese amanecer, esa despedida por unos momentos de su pasado.  Sale al jardín donde el hermoso lucero del alba la hacía respirar de sus rosas mezcladas con el frescor. Se queda mirando al horizonte donde las montañas entre un violeta y gris le hace disfrutar de la diversidad de la naturaleza.  Se siente mujer aun de esa vida, de esa vida del ayer. Los gorriones son revoltosos niños de rama en rama de una higuera cuyos frutos les sirve de alimento. A ella le hace gracia. Antes de entrar de nuevo a su casa corta la rosa más pletórica de su frondoso jardín y mira su buzón. Un buzón muerto, nadie le escribe. Al entrar en su casa se dirige a la cocina. Puso la cafetera ante la duda de irse a la cama. No. Quiere  seguir leyendo en su mente su pasado. Allí entre sus recuerdos tiene esa carta de Liam. La carcajada se hizo dueña de ella en compañía  con las campanadas de la torre de la iglesia. Las seis de la mañana. Son las seis de la mañana y el café lame dulcemente sus labios. Saca otro álbum de su estantería. Otro álbum que la yerta por esa vida nueva. Su vida de estudiante.
**

Tras el desembarco Luam le entra como una especie de nostalgia. Esa carta que la tira por los suelos en el campo del amor. Esa madre que se queda sola por la muerte de su padre. Aun así pisa fuerte, coge su maleta y toma un taxi. Le da la dirección al taxista de la pensión a la que se dirige. En el transcurso de ese viaje por la ciudad nota la gran diferencia con su pueblo. El atropello de los ruidos, los atascos, la inmensidad de los edificios teñidos de polución. Esa polución que respira y casi la asfixia después de vivir en un lugar de aire puro.  Ahora lo verde es gris o amarillo. No hay árboles. Y los que hay están enfermos.  Pronto se dio cuenta que el carácter de los que allí habitan era bien distinto a los de su pueblo: fríos, distantes.  Quiere hablar algo, decirle algo al taxista pero no sabe como. Tiene el temor de que él se ria de ella.  El la mira por el espejo retrovisor, la examina dándose cuenta que Luam quiere decir algo por lo que rompe el silencio.
- Viene usted de lejos señorita.
        Sí, vengo de allá de Gran Cabo.
        Ya. Ya conozco ese lugar. Dicen que lo que allí vivís gozáis de esa espectacular
Ya, ya conozco ese lugar, dicen que allí sois esa fortuna de la espectacular naturaleza. De una diversidad que no se nota el paso del tiempo y la civilización. Asombrada estará usted de pasar de ese templo natural a este lugar donde las pocas flores y los árboles existentes están heridos.
Si ya noto esta rivalidad de la tecnología suplantando el reino natural.
-          Observo que se fija en todo señorita, le conviene algo cambiar de traje. Sino quiere que se burlen de usted, aquí somos muy complicados.
-          El taxi para ante un edificio gris. Un edificio de cuyas cornisas las palomas posan. Se presenta todo sucio, todo derruido como si la lluvia ácida hubiera echo efecto ya en él.

-Ya hemos llegado. Aquí es la pensión señorita.
-¿Cuánto es?
El taxista le abre la puerta y Luam se baja. Le deja las maletas en la puerta de la pensión y le cobra.
-Son 20 euros señorita. Tenga cuidado con los depredadores.
         Y, así, con esas últimas palabras el taxista desaparece. Luam mira la puerta. Luam alza su mano y aprieta el timbre. En seguida una mujer sale a su encuentro.
-Buenos días. Usted debe ser la nueva inquilina- Le dice la mujer. La cual lleva puesto un delantal de cuadros rojos. Su cabello es cano, sus mejillas dos rosas carmesí que daba a pensar que estaba atareada.
- Si. Soy yo. Me llamo Luam .
-Ya lo se pequeña. Anda Pasa, pasa. Yo soy Gara, la dueña de esta pensión. Vamos que te llevo a tu cuarto mientras te digo el reglamento ¿Pareces pálida?
- Si, me siento algo desfallecida por el viaje.
-No te preocupes hija. Solo hay que subir estas escaleras y a la derecha tienes tu habitación. Venga que yo te ayudo con la maleta.
     Ambas suben por una escalera estropeada donde la oscuridad no deja ver los peldaños. Mientras suben la escalera la mujer le va dictando las normas. Luam casi no la escucha. Se encuentra tan cansada que solo tiene fuerzas para sacar su monedero y pagarle. .  Después del pago Gara le abre la habitación y la invita a pasar.
-Y que no se te olvide: tienes que pagar por adelantado. Pasa, pasa. La luz está justo aquí al lado de la puerta.
     La señora enciende la luz de esa habitación estudio y Luam pasa. Es una habitación pequeña con una cama a la derecha de la entrada, una pequeña cocina enfrente de ella y una mesa con una lamparilla que da a la ventana.  No tiene decoración alguna solo un cuadro de flores ya desgastado y estropeado. Luam la mira atónita, esa habitación es gélida y apagada.
-Como puedes ver esta habitación es espléndida por lo que te cobro. El baño lo tienes ahí, al lado de la cocina. No tiene ducha. Lo único que carece está pensión querida es de ducha dentro de las habitaciones. La ducha es común es decir que hay que despertarse  temprano o dormirse tarde para encontrarla vacía.  Acuérdate de que e tiene un pestillo de seguridad para que nadie pase cuando tu estas.  Te dejo hija  con tu nueva vida. Me voy que tengo que hacer la cena. Por cierto fíjate como esta la habitación, así debe quedar cuando te vayas. Si haces algún destrozo correría a cuenta tuya. Pero observo en ti que eres una muchacha tranquila y decente y, que ello, no ocurrirá. Por cierto la cena es las ocho.
      Cuando la mujer se va Luam corriendo se sienta en la cama, quiere comprobar su comodidad. Pensándolo bien aquel cuarto no es tan lógrobe como le dio la primera impresión, parece algo acogedora. Se levanta de la cama y se dirige a la ventana. Abre la persiana para comprobar el paisaje que hay tras ella. Se lleva un chasco, un edificio ceniciento el cual no deja pasar el sol es lo que tiene.  Al principio se queda algo herida, el astro rey no podría escuchar sus palabras y ella necesita hablar con alguien por lo que decidió llamar a su madre. Tiene que llamarla, una llamada que se propague por el mar, destroce todo ese mundo de cemento y llegue a la plenitud de la naturaleza. Sale de la habitación y baja las escaleras. En la entrada de la pensión está el teléfono. Rápido, tras introducir unas monedas, marca. Al otro lado de la línea una voz honda y grave se pone al teléfono. Luam enseguida lo reconoce. Es el dueño de la tasca del pueblo.
-Hola. Soy yo, Luam.
   El dueño del bar se alegra de escuchar aquella voz. El ya sabía que sería noticia de Luam.
-Luam. Mi pequeña niña. Enseguida envío a alguien a tu casa con el recado que me dejes.  Dime una hora y ella estará aquí para la próxima vez que llames.
-Dile que me encuentro bien. Que a eso de las nueve de la noche llamaré de nuevo. Hasta luego Gerardo.
-          Hasta luego Luam.
   Cuando el dueño de la Tasca cuelga como río que se expande y se traga todo lo que hay en su camino se dirige a casa del médico con la noticia. El médico la recibe con una sonrisa de oreja a oreja. Rápido toma su coche y toma dirección a casa de Anne.
    Allí está Anne. Como presentimiento está esperando en la puerta de su casa al doctor. La tarde-noche ya es cabida y con ella el tono violáceo de las montañas es impresionante.
-¿Ya Luam ha llamado?
- Si, Anne. Vamos que te llevo al pueblo. Ella llamará otra vez esta noche.
    Con esa noticia vuelan al pueblo donde todos ya estaban esperando en la Tasca.

**
     Luam baja a la cena.  El salón se encuentra en el segundo piso de aquel edificio. Solo hay una gran mesa ovalada en el centro donde todos tienen que compartir. Luam se sienta, todavía no hay nadie. La timidez asalta sus mejillas. Después todos fueron llegando.  Todos muestran un carácter agrio. Ninguno la mira a medida que se van sentando. Solo uno que fuma tabaco negro y cuyo aliento es viento del alcohol  se fija en ella.
-¿Es usted nueva señorita?
   Sin dejar que Luam le contestase se aproxima a ella y le da un beso en la mejilla.
   - Me llamo Bautista. No se asuste por mi aliento. Mi problema es la melancolía. Una melancolía que como clavo ardiente se vierte en mí.
     Luam está atónita.
-Cállate Bautista. No le des la lata a la muchacha. Poeta amargado eres. Músico fracasado en las cuevas del amor. No bebas más. Te lo pido por favor. Disculpe usted a este caballero pero es que no tiene remedio. Yo me llamo Sebastián y soy profesor. ¿Cómo se llama usted? No escuche usted a mi compañero que siempre anda con lo mismo. De que se toma dos copas…
      Y más asombrada se queda cuando observa aquellos dos hombres. Entre ellos están discutiendo. A Luam le da la impresión que entre ellos dos había más que una amistad.: un amor prohibido como se dice en su pueblo. A ella en situación tan graciosa no le da importancia, cualquiera puede saber las vueltas que da la vida, por lo que se presenta.
- Yo me llamo Luam y bueno estoy aquí por razones de estudios.
- Encantado Luam- dice Bautista- No digo nada más porque Sebastián se altera.
- Encantado Luam. Bonito nombre. ¡Luam¡ ¡Luam¡ Suena a manantial del cual se dice da la vida-dice Sebastián- Y , muy bien ¿qué estudios va a realizar usted?
-   Historia.
- Bien, bien –asiente Sebastián.
       En ese momento  que charlan Gara entra en el salón con la comida. Un gran caldero trae entre sus manos por lo que daba a suponer que el primer plato será sopa. Todos callan y se sirven. Aquella comida casera le sienta a Luam como un reconstituyente, como un halito de nueva energía. Cuando terminan la casera trae el segundo plato. Al acabar todos se van quedándose Luam sola en aquel salón. Allí espera hasta que las horas se desvanezcan para llamar de nuevo a su pueblo. 
**
     En la tasca con la pesadez de la bruma y el vino todos están en reunión. El otoño jadea con un frío escalofriante.
-¿Cómo estará la flor de mi jardín? La más hermosa. ¡La más querida por mi¡- dice Anne al médico mientras todos eran taconeo de danzas y ellos están sentados en un rincón
- Seguro que bien Anne. Ese lugar le ayudará a su porvenir.
-Eso espero. Me da miedo que no quiera volver después de que haya terminado. Perder a otro ser querido aunque esta no sea la misma circunstancia. Me dirás que soy una egoísta. Pero, la quiero tanto…
- No te preocupes. A Luam le gusta sentirse libre, a su aire y , allí , la presión y el estrés no se lo permite. Se optimista.
     El teléfono más fuerte que nunca: luz que se le da a un tornado en el pecho de Anne. De un santiamén Anne se levanta y coge el teléfono.  Dígame.
 Luam al escuchar esa voz  entrañable suelta una lágrima.
-Soy yo Luam.
-   Ya se que eres tú pequeña oropéndola de mis vientos del norte, hermosura eterna entre mis sueños. ¿Como estas ¿
           El doctor desde la distancia es llama viviente de la sonrisa. Para el era un gran placer ver feliz a Anne.
-Bien. Me encuentro muy bien. Ahora debo de colgar. Solo me dejan llamar por unos minutos.
-Adiós hija mía. Cuídate.
    Anne cuelga el teléfono con la pena sobre su pecho. La voz de su hija es melodía que asciende a Anne hasta la cumbre más colosal donde su imagen se aferra a ella.
-¿Vamos?- dice Anne al doctor con un aire de nostalgia.
- Si. Ya observo que el ambiente que se vive aquí de alegría no congenia contigo. No sientas tristeza. Luam esta muy bien.
     Cogen el coche y se embarcan bajo un mar de estrellas  que hace reavivar los deseos de cada uno olvidándose de todo.
-¡Que grandioso es el amor entre los arcos que forman nuestro cuerpo¡
       Comenta Anne con un suspiro. El coche se detiene en medio de aquel paraje y la vía láctea era sombra que los lía entre acaricias.
-Grandioso como las alas de los albatros donde su belleza gira entorno al océano. Ojala cuando el alba resople estén los risueñotes en nuestro despertar. Ven aquí Anne. Abrázame.
    Se sientan arriba de una manta que lleva el médico en el maletero bajo un árbol. Él con toda su corpulencia abriga todo el cuerpo de ella. Y , así, durante toda la noche. Hacen el amor lento, muy lento tal que ella sienta todo placer.  Se sienten libres con el roce de la brisa haciéndoles cosquillas, con la humedad conquistando sus blancos cuerpos. La luna los vigila. Si, los vigila y los guia por ese círculo del amor.
-Siempre seremos uno en este juramento del amor.
-Y ¿el pueblo?- pregunta Anne tras aquel éxtasis.
-Da igual. Todo es cuestión de nuestra cabeza siempre mire al frente sin que nos intimide los comentarios.
    Comenta el médico con  el briznar ya de las primeras flechas del astro rey. Los dos se alzan con ella como dos amantes infinitos. Ahora tienen que conducir hasta llegar a casa de Anne. Esa casa que necesita una mano más tras aquellas idas. Anne lo invita a pasar y a que se acomodase mientras ella hace el café. 
-¿Cómo me vas a ayudar? ¿No tienes que acaso atender a las gentes del pueblo?
Le dice Anne desde la cocina.
-No te preocupes Anne. Yo puedo hacer las dos cosas a la vez. Tú ya sabes que las enfermedades en este pueblo no son algo común. Todos están muy sanos. Venga dame un beso.
**
       Luam cuando cuelga sube a su habitación. Al día siguiente será su primer día de clase. Anda algo nerviosa, esa rigidez de las miradas; esa neutralidad de los aromas de las flores; esa brisa que no eclosiona el roce de las ramas. La facultad se encuentra cerca de donde vivía. Al menos no tenía que coger algún medio de transporte así conocería mejor la ciudad. Se desnuda y, agotada, se mete en la cama esperando que dulces sueños le presagiaran un buen día.
            Sale de la pensión con los primeros rayos del día. Luam tiene miedo a perderse pero  no es así. Pronto da con la facultad. Un edificio antiguo y enorme con un exuberante jardín. En esa explanada gigantesca de césped hay cientos de personas sentadas y recostadas. Ella está tímida, nunca había visto tanta reunión de personas. Sube sin preguntar a nadie por unas escalinatas: la puerta principal y, allí, pregunta al portero por su aula.  Cuando entra en el aula se queda asombrada, es gigantesca y no puede calcular el número de personas que hay allí dentro. Se sienta como una más, de pronto el profesor por la puerta de abajo entra. Se pone delante de la pizarra y empieza a dar la lección. Luam no se lo puede creer, su bolígrafo y su mano no van al compás de las explicaciones, se atasca. En conclusión, aquellos primeros días de clases son un caos. Sus apuntes son un verdadero desastre.
Al principio se siente sola pero a medida que las semanas van pasando va cogiendo confianza con sus compañeros: saludos, cortas conversaciones.  Así conoce a Águeda. Una flacucha de nariz ganzúa  y de rasgo más importante su simpatía. Ella  es la primera que tomo confianza con Luam. Es  una chica muy graciosa. Con ella Luam comparte sus apuntes, poco a poco  edificando aquello que tienen que estudiar para los exámenes.
Águeda, muchacha de alta sociedad pero carácter humilde va creciendo su amistad con Luam. Tal, que son inseparables. A Luam le hace mucha gracia pues le gusta burlarse de los demás cuando estan en plena clase.
        Mira, mira a ese ..- dice cuando la concentración de Luam era enteriza del maestro- parece un gusano que esta excavando nuestra tumba para esos exámenes finales. Sabes, hay demasiados alumnos y por lo tanto hay que eliminarlos, hacerles que pierdan todo el entusiasmo. Por lo que no le tengas miedo, ya verás que nosotras estudiando aprobamos.
       Esta seguridad de Agueda se implanta en Luam. Aquello es muy positivo para ella porque si otros van abandonando, ellas seguían. Luam decide un día invitar a Águeda a la pensión para que así conociera a sus amigos.
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En el pueblo la oscuridad es una llamada a la noche. La paz que se vive allí era algo indescriptible, como pluma que cae y no emite ningún chasquido, solo, los grillos son viandantes de aquel pacífico lugar. Gueda como todos los pueblerinos se halla durmiendo. Está acostada en su cama como servidora de los sueños. Pero esa noche el sueño de Gueda se convierte en fatalidad. Una sombra azul se va dibujando arriba de ella y poco a poco penetrando entre sus sábanas. Algo extraño pasa, algo que la despierta y cuando ello sucede ve su cuerpo extendido en el aire. Ella se asusta, un escalofrío va recorriendo su piel pero de inmediato presiente el aroma de su marido. Siente un deseo ardiente de hacer el amor con él. Su espectro la acapara toda.
-          ¿Quién eres tú?-pregunta Gueda con un gemido- Es acaso esto un espejismo, ¿qué eres? Estoy despierta y si no lo estoy más quisiera estarlo.¡Despiértate cuerpo mío¡ ¡Despierta mente mía y hazme de él¡
  Ella no despierta por que ya está despierta. Es su esposo que ha vuelto ante las amarguras de ella.
-          Por favor aléjate de mi que tu ya no eres mortal sino invertido árbol de la vida.
Tras estas palabras el halo de luz azul en que ella está envuelta toma un tono blanco y su cuerpo desciende hasta la cama. Así la luz fue desapareciendo poco a poco. Al principio ella no se puede mover, no puede creer lo que le había sucedido. Aunque ya sabía de espíritus  que van a visitar a sus viudas. Examina todo su alrededor: las sábanas están a ras del suelo junto a la puerta y la ventana está abierta de par en par. Un aire gélido sube por sus carnes hasta sus entrañas. Rápidamente se levanta de la cama y cierra la ventana. Después se sienta en su cama fijándose nítidamente en la realidad. Una lluvia de pensamientos la horroriza mezclada con lágrimas negras  entonando una llamada a su esposo difunto.
-¿Dónde estas? ¿Aun vives? Dímelo por favor. Yo soy sierva de ti. Soy ese farallón en abstinencia de las mareas de la felicidad. Dime donde andas. Hoy te he sentido. Te sentido igual que cuando hacíamos el amor ¡Sueños rotos soy, sabes¡ Eres ese Mercurio del sistema solar que parece muerto ¡Qué soy¡ ¡Qué soy¡ Inalada paloma sin la hoguera de tus claveles en la nevada del amor, tal vez. ¡Amor¡ ¡Amor¡ Amor flamante como las llamas verdes que arden en los montes. ¡Tú me engañas¡ Me engañas con esa silenciosa visita y después desapareces por los lugares donde son desterradas las esperanzas. ¿Estás aquí? ¡Contéstame¡ ¡Regresa¡ Que yo ante ti me arrodillo y soy alas de mariposas que te quieren acariciar.
          Arrodillada en el suelo rastrea toda la habitación. Quiere alguna huella de él. Se tira en la cama y una y otra vez acaricia sus sábanas. Las oprime contra su pecho, contra su nariz buscando su rastro.  Una danza lunática se arrima a ella, una danza con sus pies descalzos, una danza que la sumergía casi en el deliro.
-¿Acaso he pecado para que tú te conviertas en manantial de mis sueños? ¡Si¡¡Si¡ Fui labio a labio de una mujer. Pero, solo una noche. Esa noche fúnebre en el que la soledad y tu muerte me acosaban. No se como fue. Una tentación que ahora no existe. Lo necesitaba. La necesitaba. Pero he de decirte amado mío que mientras hacía el amor con ella en mis pensamientos solo estabas tú. Imaginaba que ella eras tú ¡Perdóname¡¡Perdóname¡
            Su llanto enlazó un apagón de su grito. Para su danza desvariada y se pone un vestido negro. Quiere salir de allí, salir de su casa donde el espíritu de su marido se adueña de ella y correr a casa de Anne. Corre. Corre por las calles del pueblo;  por el cementerio que le revuelve el estómago ante el terror;  corre bajo la sombra de la luna llena hasta que avistó la casa de Anne. Se apacigua pero sin deshacerse de sus nervios. Se precipita en ella y toca. Toca y toca hasta que una luz anaranjada indicaba los pasos graves de Anne.
 ¿Quién será? Se pregunta Anne media dormida. Mira a través de su ventana y ve una mujer tapiada de humedad y lodo. Enseguida reconoce a Gueda por lo que aprisa abre la puerta.
**
            En la ciudad donde se halla Luam también la noche es presencia en esa condenada habitación entre hormigón. A esas altas horas de la noche se dedica ella a estudiar con el de vez en cuando  escribir a su madre.
   
Querida madre :
 ¡Qué decirte de estos pocos meses que llevo viviendo en este lugar¡ Lo cierto que estos montes son muy bien distintos. Aquí solo hay hierro, acero y cemento. Ay , todavía no he logrado ha acostumbrarme. Ello no quiere decir que me sienta mal. Me encuentro estupendamente aprendiendo de estas gentes y sumergida en mis estudios, que es lo que importa. No tengo más nada que decirte. Solo, un fuerte abrazo y mil besos.
                                                   Luam
P.D.
No te preocupes
Hasta las navidades

       Hasta las navidades,  esa es la despedida de Luam desesperada para que el tiempo pasara lo más rápido posible y volver a encontrarse con su querida madre. Después de releerla se sumerge en su cama hasta que el alba fuera campanadas de su despertar.
Otro día, otra experiencia. Luam baja al comedor temprano. No hay nadie. Se come un desayuno mediocre y sale disparada a la calle. En el buzón más próximo hecha la carta y continua hasta la universidad.  Ya han pasado tres meses lo que implica la proximidad de los exámenes de diciembre y el madurar de la amistad. Son días sin clase. Todo circula alrededor de la biblioteca y alguna duda superada en el departamento del profesor. Todos los estudiantes sobreviven bajo ojeras inmensas y libros. El único objetivo es aprobar como recompensa al esfuerzo.  Ninguno de sus compañeros se acerca a ella, solo, con el paso de los días un saludo captura a Luam. Ella igualmente lo saluda. Luam se siente extrañada, nunca lo había visto.  El se aproxima a ella y se sienta junto a ella. Enseguida entablan conversación. El no es universitario, exclusivamente venía a la biblioteca a leer. Luam se sienta encantada nunca nadie le ha prestado tanta atención además no la molesta, deja que ella siguiera a su ritmo en los estudios.   Cuando el último examen expiro  a las afueras de la universidad el la está esperando.
     Luam sale satisfecha por ese último examen. En su rostro se refleja lo bien que lo había hecho, segura de si misma. El está radiante, con un traje que la confunde. Cuando se encuentran la sonrisa estalla en una conversación.
-          ¿Cómo estas Luam?-dice el impregnándole un beso en su mejilla.
-          Bien. Contenta por acabar el último examen. Aunque también estoy algo cansada. Este stress…
-          Entonces todo bien Luam.
-          Si.
Caminan por los jardines de la universidad mientras las palabras van saliendo.
-          Sí. Los exámenes son una cruz que nos deja helados. Pero yo supongo que tú, como buena estudiante, vas a aprobar todo.
    Caminando, caminando llegan a ese lugar donde él tenía estacionado el coche. Abrió y el se sube en el de repente. Luam se queda media extrañada, no sabe de su existencia.
- Ya me dejas. ¿A donde vas a ir? – pregunta Luam media obsoleta.
- Dirás, a donde vamos a ir. Te voy a invitar a comer a un sitio que yo tengo por costumbre ir así repondrás tus fuerzas. Sube anda.
-¿A dónde iremos?- dice Luam como hipnotizada, dominada por él.
 Sin saber por qué él le presenta respeto o más bien un cierto temor.
-          Pues iremos aun lugar que a ti te encantara. Solo en tu pueblo no hay naturaleza. A las afueras de esta ciudad esta mi pueblo, donde yo nací. Allí podrás comprobar que hay mezcla  entre lo bello del monte y el mar. Con ello te quiero decir que vamos a un pueblo de pescadores donde se come muy bien. De acuerdo.
-          De acuerdo.
    En el transcurso del viaje por carreteras serpenteantes no comentan palabra. Ambos permanecen callados. El, porque no tiene nada que decir y, ella, porque se siente algo distante a él. No era una amistad igual que con la de Liam en la había depositado toda su confianza. Pasan del cemento a la aridez de la tierra donde solo unos hierbajos crecen, de la aridez de la tierra a medida que iban ascendiendo a una vegetación más exuberante, más verde. La humedad y el olor a naturaleza salvaje activan los recuerdos de Luam y la presta a una cierta añoranza por su tierra. Después descienden hasta la costa. Una costa abrupta donde el mar sereno es de un tono olivino. Se trata de un pueblo pequeño como los de su isla pero con la diferencia que la mano humana en masas es paso.
     Aparcan en la avenida y bajan. Anduvieron por ella hasta llegar al bar que él le había dicho. Es un bar de mala muerte, con olor a tabaco negro y vino. Solo hay personas ancianas jugando a las cartas.
       El le dice que lo sigua. Suben por una escalera de caracol hasta una segunda planta. Allí, en ese apartado del bar, se encuentra una mesa de billar en el centro y alrededor de  gente desagradable para Luam. Ella se sienta incómoda, decepcionada. Creía que la iba a llevar a un lugar más íntimo para comer.  Él, sin más, se pone a jugar con aquella extraña gente olvidándose de Luam. Luam en sus pensamientos solo desea que termine para salir de allí.  Una hora después acaba y escaleras abajo se ponen ante el mostrador del bar donde la invita a un simple bocadillo. Luam no entiende nada, la prisa de él para que termine, se halla como desesperado.  Totalmente con la desilusión de ella y el apuramiento de él toman de nuevo la carretera.
-        ¿A dónde quieres ir Luam?
-        A mi casa por favor.
-        Pues vamos para allá- dice el sonriente.
Llegan a la pensión con la tarde caída.
-¿Puedo subir Luam?
Luam al principio no sabe que contestar. Era aún un extraño para ella pero la ingenuidad se apodera de ella.
-Si, puedes subir.
Ya dentro, él, muy cómodo, se sienta en la silla que está junto a la ventana. Sus ojos parecían que se van a salir de su orbita de la manera que observaba todo. Se detiene incluso en cada movimiento que hace Luam.
-¿Quieres que te prepare una cena Luam?
-La verdad que no tengo mucho, solo unas papas, salchichas y huevos.
-Con ello me basta. Verás lo exquisita que es mi tortilla. Sabes, soy buen cocinero.
 Cuando la cena está lista se sientan en la misma mesa que Luam estudia. Allí disfrutan de ella. Más bien quien disfruta fue él, Luam se siente incomoda. Hay algo que no le gusta ¡Ese extraño¡ No sabe nada de su vida. Cada minuto que pasa se encuentra más tensa .¿Y, ahora qué? Se irá. Se pregunta ella.
     Para su sorpresa cuando hubieron terminado de cenar saca de su chaqueta un pequeña botella de vino, coge dos velas que tiene Luam en el cajón y las enciende. Descorcha la botella e invitó a Luam a que tomará un trago. Luam obedece, se toma un pequeño vaso de vino.
-          ¿Luam te gustan los chicos?
                 Luam ante la pregunta se queda estupefacta, no llega a su entendimiento, tanto, que no sabe que responder.
-¿Qué quieres decir con ello? No te entiendo.
No se, es como te siento tan fría.
-¿Fría yo? Que va. Es mi carácter. Que te hace pensar eso.
-Yo opino que a ti no te gusta el sexo masculino-dice él contundente.
- No, a mí si me gustan los hombres ¿Por qué me preguntas eso? 
El se aprovecha de ese pudor de pueblo, de su humilde inocencia.
-          Desnúdate. ¿Te gusto yo?
No. No me gustas tú y no me pienso desnudar.
 - Bueno Luam. Perdona por mi impertinencia. Como sabes soy masajista. ¿Quieres que de un masaje?
Bueno lo del masaje lo acepto pero más allá de ello no.
 El se acerca hasta ella  y cogiéndola con la delicadeza de una flor la empuja con suavidad hasta la cama.
        Desnúdate – fría y dominante es la tonalidad de él.
     A Luam le cae como un jarro de agua fría. Su ingenuidad e inocencia la sitúa en una cuerda floja: no quiere que el piense que le gustaban las mujeres.
**
- Pero Gueda estas pálida y mojada. ¿Qué te ha ocurrido?- dice Anne asombrada.
- ¡Algo terrible Anne¡ ¡Algo muy terrible¡
    Anne enseguida la invita a pasar y corriendo va a por una toalla para Gueda.
-Cuenta mujer. Cuéntame Gueda lo que te ha ocurrido que en tú rostro veo otra vez témpanos de hielo. ¿Qué catástrofe te habrá pasado para a estas horas andar por estos lugares?
    Afuera las nubes forman una animada tormenta. El viento no se sociega y una lluvia acompañada por truenos y relámpagos estalla.
- Toma Gueda, sécate con esta toalla porque sino te vas a resfriar. Ahora te traigo ropa limpia pero antes encenderé la chimenea.
- Anne te lo agradezco pero no hace falta. Tenemos que ir. ¡Tenemos que ir¡
   El rostro de Anne es de no entendimiento. Por su cabeza pasan miles de pensamientos ¿Le habrá ocurrido otra vez como aquella noche de la muerte de su esposo? ¿A dónde quería ir?
-¿A dónde tenemos que ir Gueda? No se de que me estas hablando.
-Tenemos que ir allá, a la cima, donde las colisiones de los espectros protegen al vivo.
       Anne la mira incrédula sabiendo de qué se trata.
-          Pero, ¿por qué? ¿Sabes lo que me estas hablando y pidiendo? No te entiendo. Anda, sécate.
-          ¡No¡ Tenemos que ir. Hoy su espíritu me ha visitado. Estoy seguro de ello Anne.
-          ¿A quien has presentido? ¿Quién es esa alma que vaga aun en la tierra que osa tu soledad?
      Gueda lentamente se desnuda, coge con benevolencia la ropa que le ofrece Anne y se la pone. Ambas se acercan a la chimenea y se sientan en el suelo ante ella.
-          ¡Era él Anne¡ Ese esposo mío, ese amor mío. Aquel con el cual yo fui cumbre en el amor. Ahora debemos ir a la cumbre para desquitarme de su aliento, de su alma que vaga apenada. Para mi esto es una tortura Anne, pero , no me imagino lo que será para él. ¡Por favor Anne¡
          Anne está anonadada, el temor también se hace presencia en ella.
**
      Luam creída de que todos somos benevolentes. Se quita la ropa y se tiende en la cama.  El lentamente con aceite de almendra que ha traído comienza a darle un masaje. Empieza por las piernas y lentamente va ascendiendo hasta llegar a su cuello. Luam se siente relajada y algo tensa a la vez. Pero todo lo que es mal intencionado se rompe. En un descuido de Luam cuando le daba masaje por sus mulos pasa su mano por su clítoris.
-          Dime. No sientes nada.
-          No. Nada- dice Luam media asustada pero conservando su tensón- Quita la mano de ahí.
-          ¿Cómo? No me digas que no sientes nada. Acaso, ¿no te gustan los hombres?
                 Luam impetuosa  se levanta y se desquita de esas manos grasientas con un grito.
-          No, no siento nada.
Deprisa se pone la ropa ante la mira perpleja y obscena de él.
-          Bueno, será mejor que me vaya.
-          Si, será lo mejor. No te quiero ver más.
-          ¿Qué pasa Luam? Por qué te pones así. Hacer el amor es normal.
-          No me digas…Me das asco.
   Él se queda sin palabras, no sabe que artificio idear para convencerla de que ella no era normal.
-Bueno. Será mejor que me marche. Otro día nos veremos. Recapacita.
- No, no me menciones la palabra ver. No te quiero ante mis ojos más. Solo intentas aprovecharte.
         Se larga con un portazo. Luam tras el se sienta en su cama y es llovizna de lágrimas que colisionaban en su pecho ¡Como se pudo dejar engañar¡ Al menos ha aprendido algo, algo sobre los hombres. Acelerada va al baño y se da una ducha. Se estrega fuertemente con la esponja, tal, que no quedará restos de él. Rastros de ese insensato, de esas maneras de tratarla como si ella fuera solo un puro objeto de sexo.  Después de esa ducha desesperante se acuesta como entrega del sueño y evasión de lo que ha vivido. No puede dormir, el olor a él todavía sigue acosándola ¡Mala noche tendría¡

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   Anne tendrá que salvar de nuevo de la catástrofe que se avecinaba a Gueda. Se dirige a la cocina y le trae un vaso de leche con canela caliente para a ver si su ánimo toma otra dirección y sobre todo calmar sus nervios.
-          Si Gueda. Iremos a visitar a esa anciana de la cumbre cuyo marido fue muerto entre trincheras cuando la guerra, de hijos fallecidos por una extraña enfermedad. Espérate. Voy a preparar el caballo para que nos sirva de norte en esta mala noche.
           Anne desaparece de la mirada de Gueda. Se fue al cobertizo donde tiene su caballo descansando.  A ella la idea de partir esa noche no le gusta pues tiene a su caballo como una reliquia. Lo prepara y llamo a Gueda desde afuera.
     Gueda sale de la casa y ambas montan aquel caballo en dirección a la cumbre.
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       Las pesadillas atacan a Luam. Tanto, que casi se siente ahogar. No puede casi respirar, su corazón como su cuerpo parece que se para. Se desquita de las sábanas sucias que aun le olían a él y de nuevo se ducha. Después se mira al espejo, solo ve el reflejo de un cuerpo en decadencia. Su mente está extasiada de remordimiento por haber sido convencida por un rufián. El invierno hace más hincapié en ella. Está esperando con desesperación que amaneciera y así cruzar el océano para volver a su tierra. Seguro que esas vacaciones navideñas le ayudarán al olvidar.
**
    Anne y Gueda ascienden por ese monte sin saber bien a donde se dirigen. El caballo las orienta. Cuando ya hubo desaparecida esa masa arbórea  suspiran y ponen sus ojos fijos en la cima. Esa cima donde la anciana vive.  El viento es silbo estremecedor, por lo que aunque no estuviera nevando la nieve de los pinares se desploma encima de ellas. Al caballo le cuesta andar, ante ello, se bajan y hundiendo sus piernas en la nieve caminan como puedan. No dicen palabra, tienen que poner todas sus fuerzas en llegar. Aliviadas se quedan cuando los pinares desaparecen y ante ellas nace una luz nítida que viene de la cueva donde vive la anciana.
-Ahí esta la cueva- espeta Anne con su mano levantada en dirección de la cueva
- Menos mal Anne. Ya casi no puedo más. Este tiempo es terrible.
   En su avance lento y palabras inexistente por la intensidad del viento llegan a la puerta. Ya casi sin aliento, extasiadas.
    Anne toca en la madera dura y gruesa. Nadie contesta pero insiste. Y nada. Por un instante el viento se casa con el sosiego y sienten pasos detrás de ella.
-Anne. Tengo miedo. Algo está detrás de nosotras ¿Será él?
-Qué dices Gueda. La noche es oscura y tenebrosa dudo que hasta los difuntos salgan- dice Anne, aunque ella sentía aquellos ruidos también.
A la par se vuelven. No ven nada.
- ¿Qué paso muchachas?
    Una voz ronca y clara se aproxima detrás de ellas. El impacto en sus corazones les proporciona  pánico a ambas. No se mueven, se han quedado paralizadas.
-No os asustéis. Soy yo. Viraos. Os esperaba.
   La calma lentamente vuelve en las dos cuando se dieron cuenta de la anciana. Se giran y se encuentran con una encorvada mujer vestida de negro apoyada en un bastón y bajo el brazo leña.
-Hace frío y se me ha acabado la leña. Mientras os esperaba he ido a buscarla. Venga pasemos que aquí fuera os vais a helar.  Venga pasad, pasad. No os quedéis ahí.
      Anne quiere ofrecerle ayuda con la leña pero piensa que  mejor  no, que sería una impertinencia y a la anciana le sentaría mal. Abre la puerta. Una puerta que chirria a medida que ellas van recibiendo más luz del interior.  Pasan y una atmósfera acogedora  y cálida impacta en el rostro de Anne y Gueda.
-Señora. ¿Cómo se encuentra?
    Anne enseguida se da cuenta de que comete un error. La anciana no le iba a contestar esa pregunta. Es digna y vertical.
-Pónganse cómodas. Sabéis, la noche es espuma sólida donde las almas no descansan y sobre todo de aquellos que no fueron perdón de sus pecados o de aquellos que abogan por el amor de sus seres queridos.  ¿Son molestosos verdad? Vienen con sus cadenas tórridas que nos empuja a un acantilado percibiendo el lado oscuro de la realidad. Por cierto quien de vosotras ha sido arrastrada por un espectro vagabundo.
     Se sientan alrededor de una mesa redonda. La cueva está decorada de máscaras seguramente echas por ella y un sin fin de hierbas que le da al ambiente un olor especial. La anciana en el centro de la mesa enciende una vela y pasa su mano por la tez de la dos mujeres.
-¿No os preocupéis?
      Después de mirarlas fijamente durante unos minutos se levanta. Trae a la mesa dos nueces vacías y unas hierbas. Con un juramento va mezclando las hierbas en un mortero a medida que escupe y las introdujo en las nueces. Cuando hubo terminado hace dos especies de collares con las nueces y se los ofreció. Ellas se ponen aquel talismán que sirve de sable ante todos los males como le explica la anciana.
-          Aquí tenéis. Esta pieza elaborada por mí y con ayuda de espíritus benevolentes será vuestro escudo. Os sienta bien. No le digáis nada a nadie. Es un secreto. Sobretodo para aquellos que tienen fe en el amor eterno.
-          Gracias- dice Gueda.
-          No hay nada que agradecer mujer. Ya sabéis. Esto repele cualquier alma errante. Ya os podéis ir, pero, antes de partir, os haré una proposición. No me miréis con esos ojos tan bellos de asombro. Pasar aquí la noche. Esa albina gravilla fina es traicionera y podéis accidentaros. Aquí estaréis seguras y, además, acompañaréis a esta anciana que es tripulante de la soledad ¡ Mis días son tan monótonos sin ellos¡
-          Si, como no.
      Salen de esa habitación que da un aire fúnebre y entran en otra. Esta es como una especie de salón: con sus paredes pintadas de blanco, una alfombra en el suelo de piedra y cojines esparcidos. La anciana las invita a tomar asiento. Ella también se suma a ese círculo que forman Gueda y Anne en el baile de la noche fría.
 **
     Liam y la profesora forman unos lazos de amor infinitos. Un amor que los atempera con la dulce acaricia de sus labios del blanco edredón a ras de la tierra. Poco a poco se sumergen en esa laguna de los libros de esos países exóticos que tanto le gusta la profesora. A ella le encanta leer en voz alta esas leyendas de antaño a medida que Liam , hipnotizado, hace un esbozo en como podrían ser aquellos pueblos. Esos dibujos después se los enseña a ella. Y, ella, maravillada por su arte le da un beso en la frente. Un beso en la frente que  corre hasta su cuello y de su cuello a su pecho y de ahí, hacen el amor como aves en el aire del ensueño. 
-Me quieres- dice ella mientras le besaba su vientre.
- Si. Te quiero. Eres ese coro de orquídeas que nacen en invierno. Me estimulas. Me haces sentir feliz en este mundo donde la desgracia de mi madre aprieta.
- Oh, amor. Tu tono de voz es como esos aferrados al halo de la primavera. Te veo distinto, sabes. Más maduro.
           Liam se queda asombrado por esas palabras “más maduro”. El se nota su cambio, ya no es un jovenzuelo que va a la caza de lo excéntrico. Se siente más calmado, más hombre derecho con sus pensamientos vagando en su futuro, en el de su familia y en ese amor.
- Liam. ¿Qué te ocurre? Te has quedado muy pensativo. Ya se de lo muy mal que te debes sentir por lo de tu madre. Pero, ya verás, todo pasará.
    De repente ella le da un beso en la nariz y se sienta sobre su pecho desnudo.
- Liam. Quiero decirte algo.
- Si, dime. ¿Qué es lo que me vas a decir? Te encuentro extraña.
- Porque no nos casamos en primavera. Esa primavera donde el bosque parece encantado por las flores que engendra.
 Liam se queda sin aire. Da un brinco que hace que la profesora se levante.
-¡Casarnos¡ Soy pobre además seríamos el hazmerreír del pueblo. ¡Qué dirían¡ Nos marginarían. Nos mirarían…No se como nos mirarían, ni quiero saberlo. ¿Cómo se te ocurre…?
- Estoy hablando en serio Liam. El dinero no es problema ya verás que de tengas una responsabilidad ya conseguirás trabajo. Y, lo que opine la gente , me importa un bledo. Déjalos que hablen si se divierten. Los enamorados somos tú y yo. A quien le importa nuestro amor. Solo a ti y a mí. No puedes vivir pensando el que dirán ¡Qué mas el que dirán si somos felices¡ Ya se acostumbrarán. Abrázame.
  Se abrasan con la libertad de un beso, rompiendo todas esas cadenas del que dirán.  Liam en sus adentro es árbol que nace. Se siente seguro, recto. Por que no casarse si quería a esa mujer. Sabe que el apoyo de todos los del pueblo no lo conseguirá, pero siempre habrá alguien que le abrirá las puertas. Solo es cuestión de probar y haber lo que pasa. Está tan dichoso con ese amor…
**
     La anciana las mira, desenterrando así todas esas punzadas de mugre que poseen Anne y Gueda. Ellas no lo sospechan. Están maravilladas por las pinturas impregnadas en las paredes. Pinturas que la anciana había realizado con unas suaves pinceladas cuando el arte es llamado por la soledad. En su arte se nota la influencia de la naturaleza que giraba alrededor de ella y la muerte de sus seres queridos. Una combinación que da lugar a unos símbolos que para la anciana tenía mucho que decir.
-          Os lleváis muy bien por lo que puedo ver.  Noto ese trabajo en común en vuestro mañana. Quizás, montañas de flores que prenderéis para  agazapar de la buenaventura. Seguid así.
-          ¡Trabajar juntas¡- entona Anne asombrada – No lo hemos ni pensado. Por ahora lo que hacemos es acompañarnos cuando algún problema llama a nuestra puerta.
   La anciana se levanta y se dirige a donde están ellas sentadas.
- Dejadme un sitio entre vosotras que hace tiempo no soy calidez del ser humano.
Anne y Gueda  se dividen   para que la anciana cayera entre ellas.
 - Gracias  muchachas mías.  Sí, si os uniréis. Porque os necesitareis   con el paso de las  estaciones. Aquí  arriba el dinero no es fuente para  la existencia, pero allá abajo si es necesaria para el logro de vuestros sueños, para pasar la vida sin necesidad.
-No es que quiera meterme en su vida. Pero debería bajar al pueblo a vivir. Aquí está tan apartada de todo. Podría sucederle algo- dice Anne preocupada.
- ¿Para qué? He perdido un hijo por un voraz traidor, he perdido un marido por valiente. ¿Qué me queda? No. Al pueblo no iré. Aquí tengo todo lo que necesito. El rememorar cada instante aquellos de que me quisieron.
- Y, si se pone enferma.
- No. No me pondré enferma. Yo lo se. Como se afronta la vida cara a cara hay que afrontar la muerte  y cuando me llegue  me llegó. No temo a ninguna de las dos, ni la enfermedad ni la muerte. Mi mente será capaz de atravesar cualquier obstáculo. Pero, venga, venga. No os preocupéis por mí.  Para que, he perdido un hijo por el voraz traidor. He perdido un marido por él querer salvarnos de aquella fiebre, que más puedo querer. Aquí están todos sus recuerdos.  Viene a mí ese  día cuando en la albura del amor éramos fluir de estas paredes después de los primeros rayos solares, acudíamos a nuestras tierras, donde el arar y el cultivar era rito de todos nuestros despertares con el desprender de esas cabras por las laderas al compás de nuestros silbidos.  Ese día, impredeciblemente, una fiebre malévola ataco a al pueblo. De silbido a silbido iban pasándose la infortunada noticia a cada uno de los vecinos de este lugar.  Mi hijo y él bajaron al pueblo a prestar ayuda pero, aquello, fue nefasto para ellos, fueron contagiados, encerrándolos en fosas eternas y, así, apartándolos de mi vida. Me trajeron sus cuerpos: sudorosos, fríos. Mis acaricias quedaron desterradas, no sirvieron de nada a igual que mis infusiones y cáscaras de nueces para desorientar esos espíritus malignos que querían llevárselos de mi lado.  Pero, dejemos mi vida, la oscura y airada noche está dando paso al amanecer. Os veo tan cansadas. ¿Queréis una infusión? No os podéis negar, ella os reanimará y hará bien para vuestro largo camino.  
  Anne y Gueda asienten. La anciana se levanta de entre ellas y sibilina sale de aquel habitáculo para ir a su cocina. Allí, con el prender de la leña hace hervir el agua en una especie de tetera. Poleo e hinojo le pone y vuelve de nuevo a donde ellas se encuentran.  En tazas de barro se sirven y con la calma que ofrece la anciana sorbo a sorbo se la van bebiendo.
**
      Como se divierten Liam y la profesora. Se visten con sus ropas de invierno y salen afuera para dejar que la tierna nieve les cayera encima. Corren, saltan: dos golondrinas en su círculo de amor en el amanecer. 
**
      Luam se levanta con la lluvia de jazmines helados impactando sobre la ventana de su cuarto.  Está algo renovada después de de la tempestad de pesadillas de la noche. Se viste, termina de preparar su maleta y baja al  comedor. El desayuno le espera y con el esos dos hombres que había conocido el primer día. Allí está Bautista recitando un poema. Luam al principio se siente un poco tímida al entrar pero, Sebastián le hizo señas y paso.
    Oh dulce flor de mis inviernos
Soy invernar en la penumbra azul
De los casquetes polares de tu cuerpo
Cuando ese despertar no es  clamor de tú pletórico beso
El beso de un enamorado
En el alba ígneo  decayendo entre tinieblas
¡Qué desafortunado soy ¡
Como   marginado amante de tus bellezas
¡Oh amada mía!
Ayer me amaste con álgida acaricia
Hoy eres regimiento de puñales
Sonámbulas en mi corazón
    Así termina Bautista sus versos, con la emoción de Luam y la ira de Sebastián que no se corta para insultarlo, para escupir en su cara lo que el siente.
-          Sabes Bautista. Estoy harto de tu poesía. Búscate a otro al que puedas encauzar por el río que tú suenas.
     Al terminar sus insultos Sebastian se levanta bruscamente de la silla y se va dando un portazo tras de ellos. Luam entonces sospecha, sospecha de eso que le decían en el colegió de los amantes del mismo sexo. Ella se le antoja la escena algo cómica: esos hombres con esas corpulencias, con ningún rasgo que los defina que son así.   Luam se sentó frente a Bautista como siempre, como si nada hubiese pasado.
-¡Que desgraciado soy señorita¡ ¡Qué desgraciado¡ Siempre terminamos así cuando le recito un poema. ¿Qué hago yo ahora? Yo sin el soy gaviota a ras de la nieve ¡Si¡, la nieve. Tan fría, tan distante. Dividirme en dos. Eso es. Tener una especie de doble personalidad. Una para mi intimidad  cuando estoy solo y otra para él. ¡Qué frío hace¡ No lo nota. Desayuna, desayuna muchacha. Yo ya me voy.  Que tengas una feliz navidad querida. Por cierto, no te fíes del amor. A veces, es veneno que apresa tu alma.
     Luam se queda sola en el salón. Desayuna pausadamente. El hecho anteriormente ocurrido no le afecta para nada es más, parece que le está cogiendo cariño a esa pareja. Al terminar sube a su habitación para echarle una ojeada a todo antes de ver sus notas en la universidad. Fuera de la pensión la nieve se expande por todas las calles. Se encuentra a Sebastián sentado sobre ella y apoyando su espalda al edificio. Ello le produjo una gran lástima. Verlo así, arrinconado, con sus manos rodeando las rodillas y su cabeza en el hueco que dejaba.
-          Sebastián.
Entona Luam impresionada pero, él, no contesta a su primer intento.
-          Sebastián. Hombre. Contéstame.
   Entonces, Sebastián levanta la cabeza y sus pupilas se cruzan con las de Luam.
-¿Qué quieres muchacha?
Contesta con el amargo pesar que se cierne sobre su rostro y la pesadez de las lágrimas.
-Levántate hombre. Se te van a helar los huesos. Te va a sobrevenir una enfermedad.
Ante las palabras de Luam Sebastián se muestra indiferente volviendo a su posición original. Luam no puede dejarlo así, algo la carcome por dentro. Un especie de remordimiento que va introduciéndose por cada uno de sus poros y pensamientos. ¡Qué será de este hombre¡, se decía, si lo dejo así. Por lo que insiste.
-          Vamos hombre. Levántate. Por que no me acompañas a la universidad. Yo también me siento un poquito como tú, engañada, parece que una espina se me clava. Venga, anímate. 
      Luam se arrodilla y toca sus manos heladas transmitiéndole todo ese calor que ella posee.
-          Venga, Sebastián. ¿Vamos?
       Sebastián ante esas palabras de empuje se pone de pie sin dejar las manos de Luam.
-Luam. Me siento tan triste. Pero, caminemos, caminemos.  Existe tal apatía en mí que hace caer en pozo de llantos.
Luam escucha sus palabras, escucha su interior. Su cavilar busca algún remedió para alejarlo de esa pena.
- Oye Sebastián,  ¿qué sabes del señor que vive en frente de mí? Nunca lo he visto y mira que me he puesto a mirar por la mirilla en mis ratos de aburrimiento. Pero nada, como si no existiera.
-Si. Te contestaré a ello aunque mis lunas están cegadas de tanto llanto en el día de hoy.  Es un hombre mayor el que ocupa esa habitación. Un usurero, mejor dicho. Dice la dueña de la pensión que tiene cantidad de dinero y que guarda en su cuarto. Lo único que hace es vigilar sus billetes y se ha vuelto tan huraño que ya no sale de su nido por si le roban. Su mezquindad lo ha llevado a la enfermedad. No se deja ver por nadie solo, cuando tiene que hacer el pago. Ella espera un día su muerte, ya está achacoso y , así, quitarle todo lo que él posee y poder vivir una vida más tranquila. Comprarse una casa apartada del mundanal ruido de la ciudad y dejar la pensión. Esto, no se lo digas a nadie Luam.
 Luam no sale de su asombro ante la historia contada por Sebastián. Le disgusta esa persona que vive frente a ella pero, también, no le agrada que la dueña de la pensión quiera quedarse con todos sus ahorros.
-          Bueno, para sincerarme. Ella a mi no me lo ha dicho directamente. Se lo he escuchado en esos días de bronca con él. Por lo que le he entendido a ella le da rabia la miseria de la pensión y que ese hombre tenga sus paredes bañadas en oro. Secreto Luam, eh.
-          Si, Sebastián.
Llegan al edificio de la universidad. Sin más se hace silencio entre ellos. Luam por dentro está cimbrando, parece que sus piernas no quieren avanzar pero con Sebastián se encuentra más segura. Cada escalón que sube es similar a llevar dos botas de hierro para ella.
-          Luam, te encuentro pálida. ¿Qué te ocurre?
-          Serán las notas.
-          Mira, la vida hay que mirarla cara a cara. No dejes que unas simples notas te encharquen tu hermosura. Se valiente.
Ya frente las notas los ojos de Luam parecen que se eclipsan, solo ve  hojas blancas con líneas negras, llantos y alegrías de otros estudiantes. Sebastián no le dice nada, deja que ella se recupere para que dé el paso.  Luam ataca, se decide. Después de mirar y mirar sus mejillas suben a un carmín y una felicidad incontenible. Sebastián lo capta con celeridad.
-          Felicidades Luam. El aprobar es un esfuerzo de superación a si mismo. Tú lo has conseguido además, en los primeros meses. Esto implica que un futuro enriquecido te llama. ¡Atrápalo¡ Ya has dado el primer paso.
**
     El cura de un sobresalto se levanta de la cama, un estruendo atroz siente en la Iglesia.  Sus ojos se desorbitan al comprobar que una de las ábsides, donde está la capilla, fue derrumbe. Se lleva sus manos a la cabeza y se tiro al suelo, no se lo podía creer, una nieve malévola  era asesina de ese techo con ciento de años de antigüedad.
-          ¡Dios¡ ¡Dios¡ ¿Por qué me haces esto a mi? Esta casa de Dios está edificada por nuestros antepasados en tú nombre. Ahora la calcinas con ese polvo blanco hasta su destrucción. ¡Dime¡ Dime que hago yo ahora. ¡Yo¡ Yo donde el predicar de tu nombre es diario. ¡Yo¡ Yo que no he faltado a ninguno de tus mandamientos. Me abandonas y dejas en manos de un destino cruel tu hogar, mi hogar.
El cura se levanta. Vuelve a su dormitorio. Se pone sus vestimentas  y sale veloz hasta la casa del doctor.
           El doctor, que en esos momentos se encuentra leyendo, oye un toque desesperado. Baja escaleras abajo con la rapidez de sus pensamientos, ¿habrá pasado otra desgracia, otra muerte? No. Su cavilar quiere dar negativo a esa idea. Abre la puerta.
-          ¡Qué horror¡ ¡Qué horror doctor¡ Una parte del techo de la iglesia se ha derrumbado. Siento que la iglesia se muere y yo con ella. ¡No puede ser doctor¡ Es el símbolo del pueblo. Toda la historia del pueblo se cobija en ella. ¡Vamos¡ ¡Vamos doctor¡
-          Tranquilícese señor cura. Deje que coja mi abrigo.
 El doctor tras coger su abrigo se dirige con el cura hasta el lugar del suceso.
-          Hombre. La cosa no es para tanto. Ya verá que entre los hombres del pueblo este lugar volverá a sonreír y, usted, también. Vamos, vamos que en mi casa le haré un buen café para que vea las cosas con mayor claridad.
-          Entonces. Usted creé que….
-          Si, señor cura. Todo quedará como antes.
**
      Luam y Sebastián salen contentos de la universidad e hacen el mismo recorrido para la vuelta a la pensión. Luam percibe que a medida que sus pasos los alejan de aquel recinto a Sebastián arrumba de nuevo por la melancolía. Edificios sucios son mestizaje con la nieve  y el silencio se intercambia entre ellos. Llegan a la pensión y cada uno casi, sin despedirse, se va a su habitación, en el comedor se verán de nuevo a la hora del almuerzo.  Ese almuerzo que será especial, Luam se tiene que despedir de sus nuevos amigos.  Una vez terminado de recoger sus objetos personales baja al comedor. Bautista y la dueña de la pensión ya están sentados. Se extraña de que Sebastián  no estuviera, pero no dice nada. Se sienta en su sitio.
-Buenas tardes Luam- entona Bautista con una ferviente sonrisa. Una sonrisa relacionada con lo pasado en la mañana, como si todo se hubiera aniquilado. Está elegantemente vestido, con un traje negro y el pelo hacía atrás por la gomina.
-Buenas tardes Luam- dice también la dueña de la pensión- ¿Cómo estas muchacha? Hoy es el día en que partirás a ese lugar donde las estrellas en la noche son pureza cristalina de esa cúpula celestial.
- Buenas tardes a los dos. Sí, hoy estoy contenta. Otra vez veré esos arroyuelos de mi tierra y el blancor puro de la nieve y , como no , a mis seres queridos. En lugar de andar entre cemento andaré de nuevo por unas semanas, por la naturalidad de sus pastos y de sus montes .¡Lo hecho tanto de menos…¡
- Un brindis Luam antes de empezar a comer.
      Todos levantan sus respectivas copas hasta lo más alto e impactan suavemente. Comienzan a comer. Luam se halla algo apagada por la ausencia de Sebastián. No está ese hombre tristón. ¿Qué le pasará? ¿No había echo las pases con Bautista? ¿Otra vez se encontraba en el mundo de la desdicha ¿, piensa Luam . Al acabar, como siempre, Luam sube a su habitación, atenta de que el inquilino de al frente saliera. Pero, nada, ni rastro de vida. Coge su equipaje y se va. Otra vez, Sebastián, está fuera de la pensión.
-        Sebastián, Sebastián. Oh, pobre Sebastián. Pero, que haces otra vez aquí.
-        Sabes pequeña. Estoy aquí sentado porque mis sueños han sido aplastados. Luam escúchame.
Se hizo un silencio y después Sebastián recita un poema.
                El águila de mis oteros rechaza estos nardos
Conquistados por el lustre de mi mistral para su belleza.
El águila de mi cuero es luna hueca
Donde el helar de mi júbilo
Es briznar  con las brasas de sus oscuridades.
Yo lo ame,
Como aquel amante de mis juegos primaverales,
Donde el jugo de los claveles son magia de las nieves,
Ellos renacen cuando su candor aclimata este adormecer
Sobre su pecho de bronce boscoso.
El, el más querido por los timbales de mis océanos
Ahora me desmemoriza de sus acaricias
Con esas olas someras acosando el germinar de mi paraíso
¡El paraíso laguna de dos aves tropicales¡
Que triste es hoy mi oda querida amiga,
Que triste son estas notas
Sobre casquetes incendiados.
No se si ser de nuevo golondrina sobria
En la deidad de su aroma
O ser espaldas de su atuendo de azucenas,
Cuarzo de mi pureza
Y volar, volar por el olvido.
    A Luam le salen algunas lágrimas ante aquel poema, unas lágrimas que también son acompañadas por ver a ese hombre de la misma forma que en la mañana. Luam se aproxima a él y desenriza palabras de ánimo.
- Vamos Sebastián. Que tu poesía en bien hermosa y me llena de nostalgia. Una nostalgia extraña. No me preguntes. Prefiero guárdamelo para mi el tipo de nostalgia. Levántate y acompáñame hasta el puerto No te puedes quedar ahí amigo mío.
Sebastián la miro, la miro con esa distancia de herido amor. Se levantó y le hablo aturdido.
-        No Luam. No puedo irme y dejar aquí ese gavilán de mis pasadizos del amor. Tal vez, de un momento a otro, su sombra corra otra vez por mis venas y volvamos a nuestro culto al amor. Date cuenta en la época que estamos. Todo se perdona. Yo a él lo quiero y se que él también me quiere a mi. Ya se le pasará.
Luam comprende sus palabras. Ella no sabe nada de ellos, de esa relación añeja. Sebastián la convence de que aquella tempestad pasaría.
-        Vale. Te dejo. Que pases unas felices fiestas.
Entonces Sebastián se levanta y coge su maleta.
-        Qué haces Sebastián. Nada, te acompaño al muelle. 
 Sebastián lleva a Luam hasta su coche y , allí , la invita a subirse.  Sebastián conduce acelerado, como si se supiera de memoria todos los semáforos, los pasos de peatones y los coches con los que se iba a cruzar. Los sudores de Luam son desesperantes, no había visto conducir a nadie tan rápido pero, menos mal, pronto, llegan al muelle.

**
   Anne y Gueda sorben de esa infusión como estimulante de la vida ¡La vida¡ Esa que nos retuerce y nos hace andar de nuevo. La anciana está encantada, en sus ojillos se vislumbra una brisa de felicidad.
- ¿Cómo estará esa hija mía?- los pensamientos de Anne se alinea en alta voz. Una voz que suena a nostalgia.
- Suerte tienes tú, querida mía. El mío bajo tierra no podrá nunca abrazarme. ¡Abrazarme¡ Oh , su calor , su aroma…- suspira la anciana – Mi jubilo de cuando lo veía para atrás y para delante es ahora hojarasca. Soy mujer invierno, este invierno que ahora nos azota y con el puedo escuchar la profundidad de su voces. Le escucho decir cuentos, aquellos cuentos que yo le contaba cuando era pequeño y yo le respondo. Como era el final madre. Anda cuéntame el final y, yo, se lo cuento. Aquí en mi intimidad, en mi soledad. ¡Mi hijo¡ Un llanto sale de mi alma, un llanto que nadie comprende.
     Anne ante aquellas palabras se siente arrepentida por el error que ha cometido. No tuvo que nombrar a su hija. La anciana suspira. La anciana llora por dentro. Se hace un silenció súbito que incomoda a Anne.
-          Lo siento. Siento haber sido navaja que toca las heridas que posees. Quizás, no tenía que haber dicho nada. ¡Me culpo¡ De haber tenido un mal comportamiento ante tu hospitalidad. Es imperdonable para mí.
-          No. Tú no has tenido la culpa. No te atormentes por haberme motivado algún recuerdo. Yo siempre lo recuerdo. Ahora, lo que siento, es paz y sosiego. Esta pena que llevo en mi interior me lleva a ello.
-          Bueno, nos tenemos que ir- dice con cierta   tristeza Anne.
  Mientras ellas desatan el caballo la anciana les narra una historia que implica su vida.
- Sabéis mujeres. Existió una vez un pueblo. Un pueblo frondoso. Donde sus montes eran esplendor con el cotidiano fluir del río y la lluvia. Donde la siembra era paisaje bello para aquellos que vivían en lugar. Siempre tan  exuberante. Siempre subsistencia a sus vidas, a la felicidad de aquellos lugareños. Era un lugar su vida era extática, de aguas doradas cuando el ocaso era anuncio, de aguas cristalinas cuando esa bola de fuego era bandera ondeando en lo más alto. Todos madrugaban. Los gallos los erguía para el continuar de sus labores. Había que aprovechar las primeras horas de la mañana donde eran presos de sus arados, de sus recolecciones, del ir y venir del mercado para dejar sus mercancías.  Sí, había que aprovecharse de la fresca. Es decir, llevaban una vida placentera vinculada en ese valle que los apartaba de la mundanal ciudad y todo lo que ella conlleva: prisas, horas marcadas, contaminación. Allí, no se conocía a algún lugareño que llevara reloj.  Pero llego ese día. Ese día en que la sequía se fue tragando sueño por sueño. Pereciendo cada parcela, marchitándose todo. El río, no quiso entonces ser más nutriente de aquellas tierras, de aquellas gentes.  El también se estaba secando. Tanto, que fue pesadumbre de su trinar diario al no sentir el agua de la vida sobre su cuerpo.  Entonces, decidme muchachas, que hacer cuando aquello es felicidad de vuestras vida, se pierde. Podían irse. Pero, ¿a dónde? No tenían a donde ir y además estaban muy arraigados aquella tierra.  Por ello, un día, todo aquella gente se reunieron en ese lugar donde el río tenía gemido más grave. Comenzaron a excavar. A excavar el río  con el gran amor que sentían. Quería que él también fuera sepultura de ellos. El río al notar aquello les hablo “Gracias amigos míos. Gracias por cavar en mí vuestra sepultura. Pero yo no quiero ser fosa común. Queréis morir conmigo. Pero, yo, aún no he muerto, aún soy sol de vuestro fruto, aún soy vena que a través de la luna llena correteará  por vuestros campos.  Esperar que ella llegue. Ya veréis que de mí corazón latirá de nuevo y seré agua de vuestras acequias para que riegue vuestras tierras. No os enterréis. Esperar, esperar el despertar de la luna.”. Todos se quedaron quietos, inmóviles ante las palabras del río pero, después, continuaron, querían terminar aquella tumba que llamaban la gruta del río.
       La anciana acaba ahí el cuento, tal vez, porque ella se siente así por la pérdida de sus seres queridos. Anne no se queda conforme, antes de partir con Gueda quiere saber el final.
- Y que paso. Se enterraron vivos ellos.
La anciana se quedó pensativa en si le contesta pero, al final, sigue narrando.
-          No. No murieron por poco. Cuando ya estaban dentro de aquella gruta de las paredes comenzó a salir agua. Agua que parecía un milagro para aquellas gentes que ya estaban casi deterioradas, muriéndose de hambre y sed. Con sus pocas fuerzas se levantaron y salieron a fuera. Comprobaron que tal como les había dicho el río llovería en noche de luna llena. Adiós chicas. Que tengáis buen viaje.
Se despiden con un fuerte abrazo, un abrazo que acaricia la gran amistad, la complicidad. Toman al caballo de las riendas  y comienzan a descender. Todo aquel paraje con las luces del día goza de un gran esplendor, de silencio,  la mezcolanza entre lo verde y el puro alba de la nieve con algún pájaro de la cumbre revoloteando al ritmo de sus pasos.
        Hoy me siento mejor ....- dice Gueda en su descenso.
     El pájaro de la cumbre las acompaña hasta ese lugar donde los pinares se extinguen y pasan a un boscaje más tupido. Otra naturaleza fundiéndose con viñatigos y verodes que hacen desaparecer la pinocha tapada por ese manto blanquecino.
   En ese instante, allá, en el pueblo, todos rápidamente se han levantado al sentir el grito de la campana de la iglesia. Ya la iglesia está siendo reparada bajo la batuta del cura. El médico, aunque, aquella situación era delicada, piensa en su amada. No la había visto y le era raro que no hubiese acudido al pueblo con la llamada de las  campanas. Sabía que hoy tienen que recoger a su hija pero el quiere verla antes íntimamente.” ¿Cómo estará Anne? Hace un día que no la veo y mi corazón parece que muere. Por qué yo. Siempre yo, tengo hacerme cargo de lo que ocurra en este pueblo”, pensaba él. Mientras las horas pasan, se halla más desesperado, más caótico ante las órdenes del cura por lo que coge un martillo y comienza a trabajar con los demás.
**
      Liam con el dilema de porque habrán sonado las campanas más aquella boda que quiere la profesora se dirige a su casa. ¡Como se lo dirá a su padre¡, que pensará de ese enlace tan precoz con una mujer mucho más mayor que él . Tiene miedo pero al mismo instante desea destapar ese amor oculto. 
- Hola padre- dice Liam cuando entra en su casa.
- Que pasa hijo. Hoy llegas más tarde de lo normal. No se. No se. De la fuente de tus ojos se mana un misterio. Dime, ¿qué es lo que te pasa?
     Liam se acerca a su padre. El se halla junto a su madre por lo que coge un banco para sentarse frente ellos. Comienza a respirar hondo. Se hacen unos instantes de silencio para después arrojar todo lo que tiene tramado en su mente.
- Padre, en la primavera me voy a casar. Si, en esa estación cuando la nieve se retira y de nuevo renacerán las flores y las aves.
          El padre al principio no entiende lo que su hijo dice. Se levanta y le da la espalda apoyando sus manos contra la pared.
- Casarte. ¿Has dicho casarte, no? Con quien. Tal vez, con la profesora. ¡Es ella¡ Dímelo, porque Luam no puede ser.- su voz es dolida, no entiende la relación de su hijo con aquella mujer.
-Si padre. Es con ella. Yo la quiero. Me ha enseñado el por qué somos hombres, el por qué somos felices por poca cosa. Si la felicidad. Me siento feliz. Ella es mi amor. A lo mejor para ti es duro pensar en ello porque ella es mayor que yo y aparte de ello de un nivel cultural y social más alto. Pero, ella, es tan humilde, tan sencilla, tan sincera que con ella he aprendido lo que sientes tú por madre. Por ello, me debes comprender a mí.
 El padre se vuelve y se acerca a él. Pone sus manos en sus hombros.
-          Pero hijo. ¡Hijo¡ ¡Qué dirán las gentes del pueblo¡ Casarte con una desconocida.
-          Que más da las gentes del pueblo. Al principio hablarán después se olvidarán. Aquí lo que importa es mi gran amor por ella, su gran amor ella por mi. Borra de tu mente todo lo que está transcurriendo en estos momentos.
   - Somos tan pobres hijo…
-          Y que más da padre. No impidas la unión por esas estupideces. En el amor no se mira el dinero.
    El padre se aparta del hijo y se acerca a su mujer. La coge por la barbilla y en baja voz comienza a hablarle.
- Mira querida mía, la pasión de tu hijo. Observa su amor. Un amor extravagante para las gentes de esta tierra. ¿Qué opinas? Tal vez, tú no lo esperabas igual que yo. Pero, ya vez, es vertical en su opción.
- ¿Qué opinas padre? Padre. Padre.
- Si, ya te escucho hijo. Solo quería saber si con tu noticia daba alguna señal de despertar. Pero no, aun sigue así. Me siento viejo. Me siento cansado. Has lo que quieras. Yo no soy quien para opinar sobre tu mañana, ya eres mayor de edad.
- Lo siento padre. Lo siento. Pero es el amor. Verás que todo saldrá bien y todo en esta familia cambiará.
- Iré hablar con el señor cura. Por cierto hoy han sonado las campanas de manera extraña, así me entero de lo sucedido. Quédate con tu madre.
     El padre coge su chaqueta de lana y se va. Le parece raro que todo estuviera desierto a medida que avanza hacia el pueblo. Incluso, en las calles,  no se ve a nadie. De pronto descubre el eco de los martillazos y montón de gente congregada en la plaza del pueblo. Comprende a lo lejos que hoy no podría hablar con el señor cura pero, de todas maneras, se acerca para ver lo que pasa.
**
           Cansadas y extasiadas llegan Anne y Gueda. Tan agotadas de fuerzas que lo primero que hacen es ir a beber agua y dejar al caballo descansar en la cuadra.
- Vaya día. Vaya día Gueda. Y todavía tengo que ir a buscar a Luam. ¿Cómo andará mi pequeño gorrión? Siento tantas ganas de verla. Pero me extraña, no he visto señales de vida del doctor y se suponía que ya tenía que estar aquí para que me lleve.
       Menos mal que la chimenea mantiene la casa caliente. Se quitan las ropas y se duchan. Tranquilamente mientras esperan la llegada del médico comen algo, algo con que rellenar sus estómagos vacíos.
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         El médico cuando pudo y ve que el cura está entregado totalmente a la obra se escabulle sin que nadie lo vea. No puede faltar a la cita con Anne. Anne a la que ama tanto, con la que pierde la noción del tiempo inmerso en sus pensamientos. Arranca el motor, con el ruido que hay nadie se enteraría. Toma dirección a casa de Anne que hoy le costará llegar por la nieve aunque el camino lo hubiesen limpiado. Un monumento natural  va introduciéndose en el a igual que las prisas por llegar a casa de ella. Ese blancor sereno, los rayos solares que da la fuerza de continuar, ese amor que le espera.
           Anne lo avista desde la ventana.
-          ¡Allí llega¡- da un grito de alegría.- Allí llega. Ese amante mío. Ese hombre que forja de luz mis horas de soledad. Ese hombre cuyas palabras son recuerdo en mi memoria. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se lo que haría sin él. Tú, quizás, aun no me comprendas.
-          No Anne. Yo no seré más amor. No seré más ese salón rojo donde los latidos de los corazones anuncian la acaricia de los enamorados, el calor de dos cuerpos que al unísono se aman.
**

Sebastián antes de llevar a Luam a la zona de embarque para en el mercado que está situado en el mismo muelle. Es un mercado antiquísimo, del comienzo de la ciudad. Invita a Luam a bajarse para ojearlo por unos momentos.
-          Vamos Luam. Quiero que veas lo más bello de esta ciudad.
           Luam se baja del coche junto Sebastián y comienzan a caminar por aquel apartado lugar de la ciudad. Se meten en el mercado donde la diversidad de las flores le da cierto encanto personal.
-          Bueno, Luam. Esto es lo que más me gusta de este mercado. Sus flores, vienen de todas partes del mundo.
        Inesperadamente Sebastián desaparece mientras Luam nutre a sus ojos con esas preciosidades. Luam al principio se preocupa, quedarse allí sola, desorientada pero después se dice, se habrá ido a los servicios.  Al rato siente algo a su espalda, ya con el aroma que insufla sabe que es Sebastián. Al volverse recibe una gran sorpresa.
Mira Luam. Son para ti.
-Es para mí Sebastián , es para mí .Oh, gracias.
             Sebastián junto al ramo de flores es pincelada minuciosa de un beso para Luam. Luam se emociona, se sonroja, salta de la gran alegría que le había dado.
-¿Por qué Sebastián?
  Sebastián a su pregunta le recita un poema en voz alta.                
 ¿Por que las gaviotas se rinden en las espumas de la luna ¿
Será porque la amistad es acoplar de sus sentimientos
Cuando uno se pierde en las jornadas
Donde la cristalina mirada olivino del amante no contesta.
Tú eres mi amiga, cedro silencioso de mástil derrotado soy yo
Y, en ti, encuentro esa parte de él en mi andar por una pradera abisal
Donde solo me hallo. Solo predico mi agonía, mi desesperanza
Hasta el relucir de unos ríos de flores
Donde yo soy orilla ahora de ti.
Tú, eres como las flores sin ser amante.
No puedo ser acaricia de tus mejillas
Porque como pétalo frágil derruiría tu pureza,
Seríamos hurto de la realidad de nuestros sueños,
Destrozaría la razón de mi libertad.
    Pero, como flor, te puedo respirar e inspirar
Esa balada de la angustia delicia de la paz.

**
            El padre de Liam llega a su casa después de esa imposibilidad de hablar con el cura. Allí se encuentra su hijo atendiendo a su madre, dándole de comer.
-        ¿Qué paso padre? Has hablado con el señor cura.
-        No hijo. Ha ocurrido un accidente en el pueblo.
-        ¡Un accidente¡
-        No te alarmes Liam. Ha sido la iglesia. Tal vez, deberías ir a ayudar. Yo me quedaré con tu madre.
-        No puedo padre. Prometí a Anne y al doctor que iría con ellos a buscar a Luam.
-        Esta bien hijo. Entonces, habéis quedado como buenos amigos.
-        Si, padre.
-        Puedes tú seguir atendiendo a madre. Yo me tengo que preparar.
-        Desde luego.
**
Anne sale a la puerta. Desde el coche el doctor la saluda. A Anne el corazón parece que va salírsele del pecho.
-        Oh. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué llegas tan tarde?
      El médico la besa con el irrigar de su perfume en el cuello de Anne después, le tapa suavemente la boca con las manos y le da un beso en las mejillas.
- Vamos Anne. Tenemos que irnos ya.
- Sí, pero espera. Gueda está aquí. Anoche ha venido.
- Te espero aquí en el coche vale.
Anne entra en la casa mientras que el doctor se dirige a su coche.
-        Gueda vamos a buscar a Luam. ¿Vienes?
-        No Anne. Preferiría quedarme aquí. ¿Puedo?
-        Claro . ¡Como no Gueda¡
-        Haré la comida, si no te importa Anne. Así tendréis algo para cuando lleguéis.
-        Esta bien Gueda. Luam seguro que llegará bastante cansada y hambrienta.

**
     Cuando llegaron a casa de Liam se encuentran con la cosecha quemada por la nevada. Liam está en la puerta esperando.  El padre para despedirse de ellos se acerca al coche.
-        Que le pasa hombre, le encuentro mala cara. Cuando vuelva le echaré un vistazo- dice el doctor en tono preocupado.
-        No tengo nada doctor. Solo  es que Liam se va a casar.
 Tanto al doctor como Anne les da un sobresalto. Incomprensibles miran al padre de Liam. Ambos se interrogan en su interior con quien se iba a casar Liam, si será con Luam.
-        ¡Luam es muy joven aún¡- entona Anne espantada.
-        No. Vuestros rostros muestra sorpresa. Pero no es lo que pensáis. Se va a casar con la profesora.
       Tanto la madre de Luam como el doctor suspiran de alivio pero, sin embargo, la noticia es una sorpresa para ellos. Ya saben de quien se trata.
         Liam no mira para ellos, se siente algo avergonzado, no espera que la lengua de su padre desembocara en una pedida de ayuda.
-        Opine usted doctor. A ver si puede hablar con el muchacho.
-¡Qué dices padre¡ Yo se lo que tengo que hacer y la amo.
-         Lo siento. Pero yo no puedo opinar en esta situación, es su vida. ¡Déjelo¡
-  No se si usted doctor conoce la historia. Esa historia donde dos amantes fueron guerra de este pueblo hace muchos años. Ella era una mujer adinerada y , él, un pobre labrador de sus tierras secas. Ambos fueron amantes, amigos. Un amor y una amistad que todos querían que fuera rajada, destruida. Pero no fue así, ambos confesaron que querían casarse y ser simientes de una nueva semilla para futuras generaciones. Aquello fue una batalla, el único que no se opuso fue el párroco del pueblo. Y, todos, con muchos respeto a este señor de la iglesia dejaron que los jóvenes se casaran. Llego ese día de la boda. Los dos estaban radiantes. Un carruaje les esperaba fuera de la iglesia ofrecido por el padre de ella. ¡Ese carruaje nefasto¡ ¡Ese carruaje del engaño¡ Ellos al principio no caían en esa trampa pero, el carruaje, fue llevado al centro de la plaza del pueblo. Todo el mundo los miraba. Sin piedad.  Con la mente artimaña de pensamientos obtusos impuestos desde la infancia. Cuando llegaron al centro de la plaza, ellos se extrañaron, pero no dijeron nada, sabían que algo no andaba bien y más cuando vieron dos postes de madera. ¡Algo pasaba¡ Los hicieron bajar. Ellos sumisos ya a lo que les esperaba se bajaron. En silencio y con la mirada se juraron amor eterno hasta la muerte. Se acercaron varios hombres y los llevaron hasta los postes. Allí los amarraron. Ellos sin decir palabra. Cara a cara con la muerte. Los desnudaron  y los dejaron así hasta que ellos hicieran caso al arrepentimiento.  Eso imaginaba el padre, que se arrepentirían. Pero, no. No fue así. Murieron de hambre, sed y frío.
- No hombre. No pienses así. Eso se queda como historias del ayer que hoy en día no son válidas. Las gentes de este pueblo son buenas y sus pensamientos ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Hombre, al principio lo verán como algo extraño pero, después, acomodarán sus pensamientos a esta unión.
- Gracias doctor. Os dejo porque sino se le hará tarde.
    Un largo camino les espera. Un largo y cuidadoso conducir del doctor ante la nieve.           A medida que descienden y se acercan al océano, ese océano rey natural del rumor, la nieve se va extinguiendo pasando a un mar de lava que da la impresión de estar frente a un paisaje no natural sino pintado.

**
                  Desde la borda, antes de zarpar hacia su tierra, Luam hace caso al consejo que le da Sebastián, tira las flores al mar. Tirar las flores a ese mar turquesa para que los sueños se cumplan. Así se despide de Sebastián. Su mano aletea hasta perderlo de vista. Allí se queda un rato más inhalando el sabor de la brisa marina. Mientras en la pensión ocurre un suceso. La dueña entra en la habitación de Luam con las llaves de repuesto que posee, examinándole todo lo que posee.
             Luam en esa mirada al océano se preguntaba como estarán sus amigos, su madre. Al atracar comprueba que todos siguen igual. Sorprendida se queda al observar que Liam está entre ellos. La noche ya es con el influjo de las estelas y esa luna maravillosa. Luam siente una especie de temblor, un temblor que se va apaciguando a media que baja las escaleras. Besos y rosas son la bienvenida además de una alegría infinita.
-¿Cómo estás Luam?- le pregunta el médico mientras su madre es un sostenido abrazo.
- Bien. Muy bien. Feliz de veros todos aquí.
        Liam tras saludar a Luam se aparta, se aleja indeciso porque no sabía que anda en el cavilar de Luam después de aquella carta. Pero, no fue así, Luam al observarlo retraído y mirando al horizonte se acerca a él.
-¿Cómo estas Liam? Me alegra mucho que hayas venido a recogerme. Pensaba que ya te habías olvidado de mí.
 Liam al oír esas palabras se le sonrojan los cachetes.
-        No, no me olvidado de ti Luam. Creo que seguimos siendo amigos.
-        Si Liam.
-        Hay una noticia nueva que tengo que darte.
-¡Una noticia nueva¡ No será alguna desgracia.
- Me caso.
-Te casas.¡ Qué bien¡ ¿Con quien? Si se puede saber. ¿Quién es ella?
- Me caso con Laura.
      En la faz de Luam se dibuja una expresión de extrañeza, la única Laura que ella conoce era la profesora de ingles.
-¡Laura¡ No estarás hablando de aquella profesora que nos sorprendió, verdad Liam.
- Si Luam. Estoy hablando de ella. Deberías de conocerla, no es como tú te imaginas.
-Ya. ¡El amor¡
-Vamos chicos. Vamos que ya es muy tarde. Daos cuenta que la noche es luz y una nevada mortal nos puede atacar en medio del camino- intercepta el doctor al comprobar que tanto Luam como Liam se miraban de reojo.
      De nuevo ese recorrido que se mezcla con lava  y copos albinos. Dejan al Liam en su casa y ellos continúan hasta la casa de Anne.
-¡Qué enamorado está Liam madre¡ ¡Ay si yo pudiera amar así¡
- No te preocupes querida Luam. Ya verás que con el tiempo el destino te traerá sin prisas ese amor que te sacudirá con felicidad.
    Pasan por el pueblo con sumo cuidado de no despertar a nadie. El médico siente pánico por si acaso el cura estuviera rondando por él. Quiere solo estar con Anne y ya en la mañana había perdido mucho tiempo. Ahora se encuentra emocionado, distante y concentrado en el trayecto. Cuando ya hubo dejado el pueblo atrás siente un gran alivio topándose con un espectacular bosque donde el fiero invierno es más fuerte, más bravo acompañado de  un firmamento más despejado.¡El hechizo de una noche estrellada¡ Sí, se halla hechizado pero no por esa bóveda oscura sino por el aroma que insufla Anne.  Al acercarse comprueban que todas las luces están encendidas y que Gueda con el letal frío que discurre se halla afuera esperándolos.
                Esa casa de alumbrar por la silueta de una mujer que se había quedado a solas en la espera de ellos. Allí está afuera con el abrigar enteramente de cada parte donde su porosidad pudiera no ser agredida por el letal frío.
-          Oh, ya habéis llegado. ¿Cómo estáis? Entrad, entrad que aquí fuera hace mucho frío.
-          Muy bien Gueda-contesta Anne-Ya tenemos aquí esta gran estudiante. Si, entremos que aquí ahora mismo nieva.
-          La cena ya esta servida Anne. Tenía tanto miedo a que se enfriara pero, calculé bien.
          Todos se sientan a la mesa. Una mesa decorada con exquisitez con motivos navideños como indica esas fechas.  Platos sencillos y a la vez elaborados con un gran encanto hacen de una velada realmente suculenta.
-          Dime Luam.  ¿Como te ha ido en esa tierra?- pregunta Gueda- Supongo que bien como mujer en un nuevo mundo. En tu rostro se nota.
           Después de esas palabras de Gueda todos caen en un súbito silencio, el único ruido que se escucha era el tintineo de los cubiertos y esa premura en comer pues están todos muy agotados.
**
        Sebastián después de dejar que Luam se evaporara con el avance del barco se dirige de nuevo a la pensión.  Se encierra en su cuarto y a media luz con el reflejo de la refulgida luna compone un poema, un poema que a la vez que lo escribía lo recita en voz alta, como desahogo.
 Te ame como opulento horizonte,
Como los ríos de las palomas
En el trinar de las olas.
Te ame como envestidura de lunas
De los montes salados de amapolas
Mientras tu cuerpo y el mío
Era ese mismo vals de las estrellas….
Entonces la puerta se abre. Sebastián enseguida percibe ese aroma particular pero, no se detiene, continua.
Cuando nos amamos como la lira
Ama la mano que le acaricia.
Volcán fue nuestra alma
¡Nos amamos tanto¡
¡Nos amamos tanto¡

     Sus lágrimas comienzan a brotar y ese aroma recién llegado, ese aroma que le dicta la pasión contenida acaricia su cabello. Sebastián se vira y pupilas con pupilas es encuentro con su amor. Se levanta de la silla en que está sentado e inmediatamente abraza a Bautista. Un abrazo de círculos de fuegos donde sus labios, uno sobre el otro, reposan. Y, así, con la lentitud de la época invernal hacen el amor. Cuerpos que se abren y se cierran. Cuerpos que un remoto gemido ofrecen todo el sabor de su sudor.

**
 Besos alados, besos que se buscan. Así Liam y Laura se aman en esa noche donde Orión es centinela del planeta tierra.
- Liam.¿ Ya has comentado lo de nuestra boda?
- Si ya lo he dicho. Al principio mi padre se ha sentido un poco abatido pero creo que con el tiempo él cambiará.
- Y, dime Liam. ¿Cómo esta Luam? ¿A ella también se lo has dicho?
- Está esplendorosa. Ha cambiado mucho. Serán los nuevos aires. Si,  a ella le he comentado lo de nuestra boda.
- Oh, Liam . ¿Cómo te quiero? No dejes de abrazarme, sin tu calor parece que soy ave perdida.

**
 La cena da a su fin en casa de Anne. Entre todos recogen la mesa mientras el café está al fuego. Luego, se sientan todos alrededor de la chimenea fundiéndose en una conversación.
-          Gueda- dice el médico a medida que encendía su pipa.- Tus manos son espléndidas. Eres muy buena cocinera. La comida estaba exquisita.
-          Gracias doctor. Pero, no es para tanto. Todo lo que se hace con amor…Lo hice como si estuviera preparando la comida para mi difunto esposo.¡ Mi esposo¡ Lo amo tanto.
Las horas pasan y afuera la nevada empieza a gotear.
-          Mujeres las horas pasan y por lo tanto yo he de volver a casa. Alguien me puede llamar y yo no estar.- entona el médico.
-Pero, que dices amigó mío- se aproxima Anne y se sienta al lado de él- El tiempo puede actuar como emboscada. Sus esféricas alas blancas pueden traicionarte. No te preocupes. Seguro que nadie necesitará de tu ayuda.  Además, esta noche. Esta noche tan especial en la que estamos todos aquí sentados.
    - Bien Anne. Pero temprano me iré.
**
    ¡La noche¡ Entremezclada con los halitos de la nevada viaja hasta el día veinticuatro de diciembre. Todo el pueblo se halla en un sumiso silencio entretenidos en sus cocinas. El aroma que recorre al pueblo era de comidas, de buen vino del lugar, de alegría. No hay motivos para la tristeza, la iglesia ha sido arreglada y ninguna muerte da sombra.
    Liam invita a la profesora a su casa con el permiso de su padre. Aparece un vestido rojo que se antoja extravagante, provocador y elegante. Lo primero que hace al llegar a la casa tímidamente se aproxima a la madre de Liam. La toma de sus manos y le habla. Al lado de ella estuvo en toda la velada. Para el padre de Liam aquello es una sorpresa. Descubre algo que no la conocía, su opinión sobre ella es borrada en esos entrañables instantes.
- Da lástima su vida envuelta entre esas tinieblas del ayer. Si yo pudiera hacer algo…-comenta Laura en el ascender de la noche y con la confianza que se iba generando con el padre de Liam.

- Si. Da lástima. En mí, su estado obstaculiza mi sonrisa. Pero, ¿qué hacer? No hay dinero y los años pasan. Quizás en el futuro podríamos sanarla. Ahora no, como te he explicado. Quizás, algún día, por ella misma salga de ese letargo.
- Sí, seguro que despertará. Allá en la ciudad debe de existir algo. La medicina ha avanzado mucho. Nosotros como estamos aquí no nos enteramos. Pero, espera, espera el paso del tiempo y ya veremos. Ahora estoy yo aquí y haré por ella todo lo que pueda.
      El padre la escucha atentamente. Un rayo de esperanza pasa por unos momentos por su mente, por sus ojos que brillan ahora con una luz especial.
-        Ya el médico me ha dicho que iría. Que iría algún día de estos a la ciudad para hablar sobre el tema.
-        Bien. Ahí está la solución. No se preocupe hombre verá como todo se solucionará.
-        Sabes. Me caes bien. Mis pensamientos respecto a ti han cambiado. Estoy encantado de haberte conocido. Ja, ja..
       El padre de Liam de manera inmediata abre la botella de champán que ha traído Laura. La sonrisa se dibuja en su rostro, tanto, que imanta a los demás.
-        Si. Su pensamiento ha cambia respecto a mi. Pero hay que ver la gente de este pueblo. Tendré que convencerlos que no soy mala persona, ni ninguna rareza. Solo tengo mi forma de ser que no coincide con las ideas aquí creadas. He traído mi cámara de fotos. Porqué no nos hacemos unas fotos para tener este instante de recuerdo.
-¡No¡ Fotos no. No quiero palpar este día donde aun mi esposa permanece en el mundo del silencio.
Un terremoto de sentimientos entonces brota. Laura abatida por las palabras dichas por el padre de Liam cae en un profundo malestar de sus sentidos.
- Oh. Lo siento. Lo siento mucho. Mi intención no era ofenderte.
- Ya lo se Laura. No es culpa tuya. Somos nosotros.
- Será mejor que me vaya. Creo que en estos momentos necesitáis un rato de soledad.
    Laura se marcha con la sombra del invierno en la madrugada. Ella no tiene miedo en andar a esas horas por aquel manto albino. Hasta el año nuevo ya no verá al padre de Liam. Ya sabe como tenía que comportarse, sabe que ha llegado a él.
**
                  Palmas, panderetas, todos con una viva danza en casa de Anne en esa noche casi interminable. Gueda por esos instantes se olvida de su marido, el médico de alguna crisis que pudiera ocurrir en aquel pueblo y Luam al ritmo de su madre es danza pintada de alegría.
**
                  En el más allá, donde la cosmopolita ciudad es cauce de la polución Bautista y Sebastián son apogeo de las montañas que despistan la ciudad. Una noche de navidad anclada entre pinares y bañada por la lucecita de las estrellas. Solo una botella de vino rosado los acompaña en su intimidad. Así, alejados del mundanal ruido, con Andrómeda silbando el ánimo de los corazones, silbando el deseo que se teje en sus labios. Se juran amor perpetuo y hasta caer en el sueño son contemplación de ese  mundo maravilloso que rueda entre los dos.
- Mira Bautista. Como las estrellas fugases son esperanzas encendidas. Como nuestros cuerpos desprende el aroma de las lavandas. Hagamos el amor en este lugar donde la tranquilidad es permanente. Te quiero tanto y estoy tan lleno de felicidad…
-        Si. Yo te quiero también Sebastián. Aunque con mis palabras no sepa describir tan bien el amor como lo describes tú.
         Aves enamoradas por esos boscajes. Cariño y ternura en esa soledad. Pasan la noche hasta el anidar del sol y de nuevo guarecerse en la vida normal.

**
        Otra despedida. Otro saludo. El retorno a la facultad, a la ciudad para Luam. Su amistad con Bel ha crecido tanto que le dijo si compartía piso con ella para el próximo curso. Allí, en los jardines de la universidad cuando ambas se quedaron solas y eran unos momentos de descanso.
-Luam.¿ Por qué el curso que viene no compartes piso conmigo?
- Como voy a vivir contigo Bel. Si vives en casa de tus padres.
-No Luam. Ya no. Me han comprado un piso cercano a la facultad. Y yo pensaba que para ti sería más económico venir a vivir conmigo en lugar de estar en esa pensión.
A Luam le entusiasma la idea, eso implica un ahorro en sus gastos.
- No se Bel. Se lo tendré que comentar primero a mi madre. Por mi si. Ya veremos lo que ella opina.

             En su vagar por la ciudad de vuelta a la pensión va cavilando en esa proposición que le ha hecho Bel. A ella le inquieta la idea. Pero, dejar atrás aquellos amigos espléndidos que ha conseguido la ahuyentaba de ello. Ese Sebastián con toda su poética y sensibilidad, ese Bautista tan protector ante cualquier situación. Llega a la pensión y debajo de la puerta encuentra una carta. Una carta que por el aroma que desprendía debía de ser de su madre. Se sienta junto a la ventana, la abre y a medida que en su rostro se dibuja una sonrisa la lee pausadamente.
Querida hija:
No se que decirte de la monotonía de estos valles. Siempre la misma rutina.  Lo único relevante es la boda de Liam que se ha retrasado para el verano. Aunque yo no lo tome por mucha importancia pero quizás tu si he de decirte algo. Te acuerdas cuando me dijiste de ese mercado de flores que tanto te había entusiasmado en la ciudad que habitas ahora pues bien, yo y Gueda hemos tenido la idea de realizar plantaciones de rosas. Como sabes nuestros frutales desde la muerte de tu padre han ido en picado y solo deja perdidas. Estas después la venderemos en los diferentes mercados que conforman esta isla.¿Qué te parece la idea? Espero tu contestación. Esto creo yo que te ayudara en los estudios. Yo y Gueda estamos muy contentas e ilusionadas. Todo el pueblo nos ha ofrecido su ayuda. Querida hija, te quiero tanto…
                       Se despide
                                   Anne
      A Luam le parece una idea espléndida. Corriendo sale de su habitación para contárselo a sus amigos. Toca en la habitación y Sebastián le abre la puerta.
- ¿Qué te pasa Luam? En ti se expansiona un universo de alegrías. A ver, a ver. ¿Qué noticias nuevas traes?
- Si. Tengo nuevas noticias. Necesito de vuestra opinión.
- Pasa Luam.
 - Hola Luam bonita- le dice Bautista con una sonrisa.- Siente y cuenta del por qué de tú alegría.
- Muy bien. La primera noticia es que mi madre quiere cultivar flores para venderlas en los mercados.
-Muy bien Luam- comenta Sebastián- Las flores siempre son siempre eco de aromas que nos expansiona en la sensibilidad. ¡Tan delicadas¡ ¡Tan dichosas¡ ¡Tan enamoradas de la pureza de nuestros corazones¡
- La segunda noticia es que una compañera de clase me ha dicho de compartir piso con ella chicos.
El rostro de Sebastián y de Bautista se  vuelca a incredulidad.
- ¿Cómo que te vas?- dice anonadado Sebastián reincorporándose de la cama y dejando el periódico en el suelo.
- ¡Oh Bautista¡ Nuestra pequeña gaviota quiere volar. Quiere conocer más allá de la vida. Combatirla ella misma. No se que decir. Un velo de tristeza me atraviesa. Tú eres la que tienes que decidir pero quiero que sepas que si te vas nos dejarás marchitos.
- Sebastián tampoco es para tanto. Aunque ella se vaya de aquí seguiremos siendo amigos. La iremos a ver todos los días. ¿Verdad Luam?
- Si Bautista. Pero no os preocupéis todavía necesito el permiso de mi madre. Que a lo mejor…
 - Si, que diga que no- dice Sebastián- ¡Ay¡ ¡Los sentimientos¡ Una amiga que se nos va…
- ¡Sebastián¡- corta Luam la melancolía que sobrevuela a este.- No seas así. Que nuestra amistad será eterna en el paso del tiempo.
- ¿Quién te protegerá cuando los ardientes clavos de la vida vayan detrás de tu sombra? Espero que no te disloque. Recuerda aquel hombre.
- ¿Qué hombre? ¿De quien hablas?-pregunta Bautista.
- Un maldito Bautista.
- ¿Quién te hizo daño?
- No. No quiero hablar de ello ahora. Deseo ser olvido y recordar constantemente no es bueno para ello.                                             
            Todos callan. El dolor de Luam ante la reminiscencia del ayer es latido. Si, mejor será los recuerdos malévolos apartados. La noche se hace hueco, da la bienvenida a esas constelaciones que como luciérnagas navegan en el universo.
 **
            Y pasa las hojas de ese álbum de fotos. Deshoja ese primer año de carrera. Ese en que la vida nada más que le sirve para esculpir su madurez. Fotos que la conquistan con todo su colorido como ese campo de rosas y amapolas cultivados por su madre y Gueda. Paisajes de un rojo intenso coreado por el verdor de los montes. ¡Hermosa estampa¡, piensa ella ahí, sentada en su sillón. Todas permanecen intactas en su mente. Ríe. Llora. Habla para si misma cuando en el paso de esas imágenes ve una foto de Sebastián  con un poema entre las manos. Un poema para ella. Lo lee. Poema de despedida cuando se va de la pensión.
Bellos son los campos de las lunas,
Bellos como el deshojar de unas olas
Con el amante eviterno
Que entre nuestros rastros
Es ese mosaico que los labios
Fertilizan nuestro cuerpo.

**
- ¿Por qué tus sendas son retorno del ayer?- pregunta Gueda a Anne mientras es mermar de sus fuerzas en ese semienterrar los bulbos en esa fértil tierra.
- No lo se Anne. Siempre volvemos a ese hueco donde el amor es bullir de la pasión. Ese lugar que amamos tanto y amarrarlo a nuestra alma.
                 
            Sentadas en medio de aquel campo Anne escucha atentamente a Gueda. Un suspiro se vierte como bocanada de nostalgia de ella. Cierra sus ojos y se agarra a la mano de Gueda.
-        ¡Si Gueda¡ Sí, vuelvo a ese lugar donde por primera vez vi a mi primer amor. Pero el recorrido por nuestra historia trae tanto quejido y un torturante adiós. ¡Ay el adiós¡ Aun es sitio que me poso y cuento en ese almanaque de nuestra memoria su ida.
     Callan las almas. Callan en ese susurro del verano. Dos almas solas en medio de plantaciones habitados por la soledad. La fragilidad ronda por sus venas. La fragilidad de haber sido amadas.
**
Los enamorados son alarde de gaviotas doradas mientras se aman, afortunados por la brisa de sus labios.
-        Que los enamorados son praderas aladas de las campanas de universo- palabras de Liam en el tejer de la lectura ante el cuerpo desnudo de la profesora.
-        ¡Qué dulces palabras¡ Eres naciente que me conquistas.
     Amantes perfectos aquietados por un sol que llega a su cima. Es la hora de la siesta. Solo algún insecto que no sabe donde posarse.
 **
            El verano con todo su esplendor se posa en la ciudad. Luam con un ánimo increíble por los buenos resultados llega a la pensión. Abre la puerta de su habitación y un túnel de ortigas la penetra. Las notas se le caen al suelo, su bolso también. ¿Qué ha pasado? Su habitación está revuelta. Las cartas de su madre están esparcidas por el suelo y, solo eso, encontró en su habitación. Le han robado todo mientras ella andaba en la facultad. Se lleva sus manos a sus sienes. Suelta un alarido atroz haciendo salir todos aquellos que conocía de sus respectivas habitaciones. Sebastián con celeridad sube y al encontrar su habitación abierta entra. Luam llora. Llora a ras del suelo vomitando todas esas lagunas de aguas turbias ante el quebranto de su intimidad. 
-        Luam, levanta hija. Ya veo lo que te han hecho. Venga muchacha. Revolotea en mis brazos. Tenemos que resolver esto.
Luam se incorpora y abraza a Sebastián.
-Ánimo. Ánimo.   
- Me han quitado cuanto poseía Sebastián. No lo entiendo. Yo no tengo cosas de gran valor.
- ¿Quién será el maldito o maldita? Quien sea lo ha de pagar querida Luam. Ahora tranquilízate.
 
-        ¿Cómo ¿ Hoy tengo que regresar a mi casa Sebastián. No me puedo retrasar.
-        No te preocupes. Tu te puedes ir. Yo y Bautista lo resolveremos.
Sebastián la saca de la habitación. El vecino de al frente de Luam se asoma por un momento dando gritos.
-        Fue ella. ¡Fue ella¡. Fue esa bruja que os alquila la habitación. Solo es una tirana robando lo de otros. No os dejéis engañar por su tacto.
   Cierra la puerta. Luam y Sebastián se miran con extrañeza.
-        No. No puede ser Sebastián. No me lo puedo creer que esa mujer en la que yo he depositado toda mi confianza halla hecho esto. ¿Qué hago yo ahora?
-        No puede ser Luam. ¡Ella, la que nos ofrece su techo¡ Estoy deshecho. Lo único que queda es denunciar e irse de este lugar. Para mi esto es imperdonable. Sabes, no me gusta nada la gente que se aprovecha de los débiles y la confianza.
-        Si, la debilidad y la confianza. Otra vez las garras del engaño me atrapan.
Llegan a la habitación de Sebastián. Allí esperando está Bautista.
-        ¿Qué pasa chicos?
     Entran en ese habitáculo perfumado de sonata y que a media luz da un aire de intimidad. Todos se acomodan. Luam respira profundamente mientras Bautista la observa a la vez que ojea un libro. Un libro que tal vez fuera templo de sus sueños.  Sebastián narra lo sucedido. Bautista se levanta. Camina de un lado a otro entre aquellas paredes.
- ¡Con que nuestro vecino, el tan poco visto, ha dicho que fue la dueña de la pensión¡ ¡Maldita sea¡ Pues nada a denunciarla. 
     Bautista descuelga el teléfono. Llama a comisaría y le da todos los datos. Cuelga.
- Hoy me tengo que ir chicos. ¿Qué voy a hacer?
- Nada Luam. Tú no tienes que hacer nada. Nosotros solucionaremos esto. Hay que castigar a la vieja ranciosa esa- dice Bautista.
- Venga Luam. Anímate. Todo saldrá bien. Nosotros te ayudaremos en todo lo que podamos- consuela Sebastián.
     Luam calma su dolor con la música y la serenidad de sus dos amigos.
Esperan. Llega la policía. Sebastián le abre la puerta. Son hombres vestidos de calle.
-        ¿Es de aquí de donde han llamado?- pregunta uno de ellos.
-        Si, aquí es. Pasad, pasad.

-¿ Podéis contar de nuevo el suceso e ir al lugar del hecho?
     De nuevo cuentan lo sucedido. Terminan. A pasos lentos y silenciosos se erigen a la habitación de Luam. Extraen de allí las huellas necesarias en la inspección.
-        Bien señorita. Nuestra labor ha terminado aquí. Usted según el señor este nos ha contado ha de irse a casa. Lo puede realizar tranquilamente que nosotros nos ocuparemos de todo. Intentaremos llamarla lo antes posible de que tengamos algo. Pero, antes de irnos, tenemos que hablar con ese vecino que culpa a la dueña de la pensión. Será lo último que hagamos aquí.
     Salen todos de la habitación menos Luam. Ella se queda meditando el por qué de todo esto, no entiende lo que ha llevado a esa señora a robarle.
**
     Dos amantes son camino de un campo donde rosas plantadas verían la luz con el tiempo. Anne y el médico con Agueda alejada pues los suele dejar solos están repletos de sudor. Anne luce un sombrero de paja, el médico, camiseta recogida hasta los codos y tirantes ya desgastados.
- Parece que esta nueva idea es orilla donde renace el esplendor Anne. Todo esto sabe a ti. Respira todo a ti. Tu respirar… Tu respiración y mi suspirar vuelven mis manos como pétalos sedosos que siembra el amor. Sabes, cada día te quiero más. Más y más.
    De espaldas a espaldas se hablan sentados en ese campo.
-        Si querido mío. Mira allá a Gueda como se aleja de nosotros. Sabes, a veces siento lástima de ella. Esa soledad que como la mujer de la montaña la desvían de los caminos reales de la vida. El amor ya no la acaricia como no se acaricia las aguas de los ríos cuando hay sequía. Pero me fijo en mí. Observo detenidamente mi vida y quizás algún día ella pueda renacer otra vez como mujer bella que es. Si, amor mío. Yo también te quiero.
-        Mira Anne aquella rosa blanca. Rosa de los montes donde la pureza significa el mecer de nuestras manos al unísono.
 Anne sonríe. En su interior se encuentra dichosa. Cava en su corazón y en él rota una lluvia de violetas engendradas por el doctor.
- No dejas de hablar amigo mío. Amante mío recuerda que esta tarde llega Luam. ¿Qué nuevas traerá?
  El doctor entiende las palabras de Anne. De nuevo en esa tarea del cuidado de las rosas. Rosas que tenían ya comprador.
  Gueda desde lejos los observa, los examina. Gueda que vive por ahora en casa de Anne como medio de desliarse de la helada de sus paredes. Gueda y Anne en una ilusión común. En su intimidad corren alentadas por el sexo. Ese placer consumado en esos instantes que la melancolía asalta. Anne busca consolarla. Gueda busca aquel hombre ido entre sus sábanas muertas. Anne y Gueda. Gueda y Anne. Se columpian con sus cuerpos cuando la noche llega en el amor. Un amor especial. Un amor extraño.
**
            El padre y el hijo son labor en el pequeño huerto que sirve de sustentación para la familia. Mientras, la profesora , es sensible con sus manos liadas a la madre de Liam.
-Mire madre. Mire que hermoso es este traje. Me lo pongo para que usted me lo vea. ¿Le gusta? Verdad que es bello y esplendoroso.  Mire como caminaré hasta el altar en compañía de su hijo. Así. Así.¿Se siente feliz señora? Solo quiero…Anda, déme sus manos. Solo quiero su confianza.¡La aprecio tanto¡ Verá como todo saldrá bien. Porque yo por usted haré todo lo que esté a mi alcance.  Sabe, a veces es tan injusto nuestro destino alejándonos de esos carriles del presente para poder saborear todo lo que posee a su alcance: olas de lotos, espuma de petirrojos, delfines afines a un océano rompiente en fastosos arrecifes. Usted no lo ve. No quiere mirar el hoy. Nos abandona. Escúcheme. Ha dejado poco a poco a lo que ama, se ha olvidado de ellos. Y, ellos, la quieren tanto…
            Se levanta la profesora de la posición en que está. Se quita el traje y se pone su ropa. A la puerta tocan. Es Liam y su padre. Abre.

 **
            Ya es hora de irse Luam de la pensión. Sebastián la acompañan a aquel lugar donde el surca de las ondulaciones marinas mezclado con esos hombres rociados de salitre la llevaría vuelta al hogar. Mientras, Bautista se queda para atender alguna llamada, por si acaso, de la policía.
   Sebastián y Luam se despiden. Como rito de esa despedida le regala un ramo de flores, un beso y un poema.
Remójate entre algas esmeraldas,
Entre las emanaciones de un acantilado de gavilanes
Y sé mujer con columnas de acero
Que las gráciles almas cavilan en su paz.
Ya nos volveremos a ver
Con la tempestad de los balandros
Surcando los movimientos de sus velas
Por esos estuarios donde nosotros
Amantes de la confianza
Seremos ese cordial cometa
De macizos algarrobos.
     Lee Luam  ese poema en el soltar amarras, en el de un suspiro mecido por esa privilegiada oda de la amistad. Se la pone sobre su pecho como sensibilidad que la magnetiza. Desaloja todo el mal humor que lleva sobre sus espaldas y la delicadeza gira en el sueño profundo que se sumerge mientras el barco avanza en las cobrizas y malvas tonalidades del atardecer.
            **
      Sebastián llega a la pensión. Encuentra que a la dueña la han detenido. Un terremoto que se expande hasta sus oídos se cuece allí. Una voz que agoniza en gritos escucha. Siente escalofríos. Ve dos hombres que a la fuerza se llevan a la dueña. Ella está alocada, ida, desvariada, insultando a todos los que salen a su paso.
-          ¡Malditos¡ ¡Malditos seáis¡ Yo no he robado nada. Mis manos son puras y limpias. ¡Mentirosos¡ ¿Acaso, me odiáis? Yo no me voy de aquí. ¡Esta es mi casa¡
        Los policías no median palabra. La sacan a la fuerza. Sebastián le da cierta lástima pero el daño que le ha hecho a Luam le hace razonar. Bautista se aproxima a Sebastián. Se dan un apretón de manos. Se alejan de aquella escena, van directamente a la habitación. Llega ese beso. Ese beso tildado de una acaricia. Son como aves del paraíso donde un círculo de deseo los envuelve en la pasión. 
- Lejos está ya esa desdichada criatura. ¡Qué pena siento por ella¡ Mira que ocurrirle esto ahora que se iba. Que sabor más amargo el de su despedida.
- Déjala. Olvídate de ella por unos instantes. Cuando llegue a su pueblo de nuevo la alegría la bañará. Ahora, seamos insonoridad de ella. Ocupémonos de esas laderas donde nuestras manos esculpen el beso.
            Como amantes inexorables e insomnes se acurrucan en el nocturno. Como amantes de los cuales emana las estelas de la pasión son escena del amor. La media luz que ambula en ese cuarto se va eclipsando y da paso al deseo.
**
          ¡Que risueño¡ ¡Qué amor¡ Allí están todos a la espera de Luam: Anne, el médico y Gueda.  Luam desciende por la escalera. El agotamiento hace mella en ella. Su madre lo nota. Nota cierta penumbra en su hija.
-¿Qué te pasa hija?-pregunta Anne a su hija mientras los otros ambula por las plantaciones.
- Nada madre. Solo es el cansancio. No te preocupes en un par de días me recuperaré. ¿Cuando Liam se casa madre?
-Dentro de poco hija. Menos mal, una novedad en el pueblo. La danza y el vino coronarán ese día. Todo el pueblo está invitado. Por cierto Gueda y yo tenemos que ir a ver la vieja de la montaña. Ella también está invitada como suerte para su mañana. Mañana iremos cuando el alba sea tropiezo con la luna.
- Me parece misteriosa esa mujer de la cumbre. Nunca la he visto. Me gustaría conocerla- comenta Luam emocionada.
- La conocerás.
 - Por cierto, ¿qué opina el cura de ese enlace?
- Bueno, que decirte. Supongo que ya tú te lo imaginas. Está viejo ya. Con ideas muy antiguas. Solo dijo “ yo os uniré pero, recordar, que esta unión será parte del diablo”.
-Ja, ja.
-Normal-  añade el medico con un gesto simpático- El cura aún está con esas viejas creencias. Por cierto Luam. Te ha dicho tu madre que para el curso que viene iremos a la ciudad para buscar un medio para la madre de Liam.
- Muy bien doctor. Me parece estupendo. Recordad que el próximo año estaré viviendo en un piso.
La noche es sombra que camina. Todos se dirigen ya a casa de Anne mientras la conversación los hace partícipes de la tranquilidad.
-Si- asiente la madre de Luam un poco enojada.
   Las últimas palabras antes de meterse bajo techo son engendradas. El silencio los une ahora. Todos saben que Anne no está muy conforme que su hija vaya un piso. Pero, ¿qué hacer? Ya es mayor de edad. Ella de su vida también hace lo que quiere.
  La casa insufla un aroma cálido debido a esta estación de verano. Todos ayudan a preparar la mesa. Comen y se reúnen en el calor del salón.
-        Y  como es que el cura permite esta boda. No lo entiendo. El los va a casar.
-        Pues fue un escándalo. Pero la presión del pueblo le hizo convencerse de que si no los casaba tendría que retirarse. Pues mujercitas me tengo que retirar, ya es bastante tarde- explica el médico a Luam.
    La velada se agota. El tiempo ha pasado rápidamente y la noche convoca al sueño. Ese apacible dormir donde los cuerpos cubiertos por sábanas de algodón vagarán por otros mundos. El médico se va. En la casa queda Gueda, Anne y Luam.

**
          La mañana llega. Gueda y Anne se erigen de nuevo a esa cueva donde vive Amada. Si, la anciana mujer que danza con el recuerdo fijo de los muertos. La subida es ahora mejor, no hay nieve. El astro rey es luz  que guía sus pisadas. El eco de cada jadeo, de cada roca es sonoro. Mientras, Luam y el médico están en las plantaciones. El siente interés por ella. Un interés por el amor que le tiene a su madre.
-        Y que es de tu vida Luam. Ese lugar donde los gases y edificios de acero arrasan la naturaleza.
-        Bien. Voy madurando con el pasar de los meses. Hay tanto días felices como días penosos. Nuestros sueños allí de naturaleza veraz se ven sometidos a la nada. Solo, masas de nubes grasientas que nos convierte en hombres y mujeres herméticos. No es como aquí. Aquí hay tanto cariño y sosiego. Puedes confiar en tu vecino
-          Si, apreciada Luam. Te entiendo, por ello me quede yo aquí.¿Te gusta la idea de tu madre?
-          Si, me fascina. Ello le da a ella mucha ilusión. Pero hay algo que me preocupa.
-          ¿El que?
-          Ella no esta muy conforme a que me vaya a un piso.
-          No te preocupes. Ya se acostumbrará de igual manera que tenerte lejos.
-          Doctor ¿Le puedo hacer una pregunta?
-          Si mi niña. Dime
-          Usted ¿quiere a mi madre?
-          Como puedes decir eso. Yo la amo tanto…
-          He notado como le brillan los ojos cuando le ve.
-          Ja, Ja, ja. Venga, contemplemos este vergel. Saboréalo antes de que tengas que marcharte otra vez.
Allí se quedan en la admiración de aquel mar de flores a medida que las horas pasan. Un silencio los engatusa. Un silencio que les da confianza estar juntos.

**
Anne y Gueda están ante la puerta de la anciana. Tocan. La nada les responde lo que las conduce en un relámpago misterioso de extrañeza.
-        ¿Dónde andará esa mujer curtida por la fuerza, esa mujer hija del viento, sendero del sol? No responde  Gueda.
-        Vamos a buscarla Anne. Tendrá que estar por aquí. La verdad es que el sol ya aprieta. Muy lejos no puede estar.
 Anne atiende a las palabras de Gueda. Inspeccionan el lugar. Ese lugar que goza de un gran solaz como templo de las alturas. Turbias neblinas invisibles las degollan. Un cuerpo semienterrado y junto a el una pala. Es ella. ¡Es ella¡ Muerta en la tumba de su esposo e hijo. Un tul de cadavérica desgracia se cierne en ellas. Una carta dejada y el llanto de la muerte entre sus miradas. ¡El dolor¡ Siempre el dolor empujándolas  en el agonizante quejido.
-        ¡El dolor¡¡El dolor¡- grita Anne.
-        Si, el dolor amiga- asiente Gueda abrazando a Anne- El dolor es mala cosa que nos acosa. Desbarata toda la frondosidad de este monte. ¡Míralo¡ ¡Míralo¡ Como se destruye por esos sablazos de la vida. ¡La muerte¡ La muerte y la vida se aúnan. Es una misma cosa.
-        Acuérdate del pasado invierno querida amiga. Ella estaba tan bien…
-        Como no acordarme cuando tú y yo éramos errantes de esta tierra que amamos y bajo su techo conocimos la verdad del calor humano.
-        Si, nos abrigo cuando el frío era dañino. Mira ahora, el ayer ha venido a buscarla. Ahora descansa con sus seres queridos. ¡Pobre alma¡ Indefensa al sufrimiento.
-        Pensemos Gueda que ella ahora está donde quería estar, con sus seres queridos. Enterrémosla y así gozará también de paz.
                 Anne y Gueda entierran el cuerpo convocando la alegría para que aquella alma descansara junto a los suyos. Están de rodillas, con los brazos extendidos. Dicen al unísono un viejo poema.
Realza ese orar de tu titánico telón
Sobre esta tierra donde llegan tus alas
Donde el prodigio de la libertad te ampara
Como una estrella más de este firmamento
Mágico, mágico…
         Se levantan. Bajan por donde han subido. El paisaje se va mutando de la nada a los pinares donde el pinzón azul resuena, de los pinares al denso boscaje que les da la bienvenida al valle donde ellas habitan. Llegan a la casa.  Se erigen en busca del doctor y el caballo. Están nerviosas, con navajas a ras de sus ojos que los hace lagrimear, con el corazón dolido por esa muerte. A Luam y el médico nos lo ven en la casa por lo que se yerguen ante las plantaciones. Allí están. Se aproximan a ellos. El doctor nota algo, algo tenebroso en sus miradas.
-          Que pasa- rompe el doctor su conversación con Luam- Algo tórrido ha ocurrido. ¿Qué habéis visto en las montañas?
-          Amada ha muerto- contesta Anne con su rostro dibujando el patetismo.
        Anne explica todo lo sucedido paso por paso a Luam y al médico mientras se dirigen al escuadra. Acaricia esa majestuosa escultura que es su caballo.
-          El avisará al pueblo- dice Anne segura.
   Escriben una nota con la muerte de amada y la introduce en la alforja para que el caballo lleve la noticia al cura.
     Ellos se quedan en la casa mientras el astuto caballo es camino recto hasta el imperfecto pueblo. Fue veloz hasta la entrada del pueblo. Allí, aminora su marcha. Va despacito para no hacer ruido hasta llegar a la parroquia. Como siempre la puerta esta abierta. Entra y relincha con todas sus fuerzas. El cura que esta en la capilla ya restaurada haciendo algunos retoques sale. Está sorprendido pero aunque la vejez ciega un poco su mente sabe de quien es ese caballo.
-        Animal ¿qué haces aquí? ¿Quién te  ha dado permiso para entrar en mi parroquia?
     El caballo con la lentitud de su trote se aproxima al cura. Le muestra la alforja izquierda. El enseguida comprende.
-        Según puedo comprobar tienes noticias para mí.
El cura coge el papel con el consentimiento de ese noble animal. Espera que lo lea.
- ¡Oh no¡ Una mujer de hierro convertida en cenizas. Otra muerte. Sabes amigo mío tendré por estos motivos que retrasar la boda. Ojala se rompa ese amor. ¡Desgraciados¡ Que no más que son unos desgraciados aprovechándose de la bondad de este pueblo. Pero dejemos este tema para más tarde. Ahora llévame donde tengas que llevarme.
   El cura monta sobre ese grandioso y valeroso animal. Lo lleva en dirección a la cima.
-        Ten cuidado animal. No vayas tan rápido. Andas dislocado como tu dueña. A que te creías que no lo se. En este pueblo se sabe todo. Se que anda de amoríos con el medico. Ello es imperdonable.¡Con el cuerpo de su marido aun caliente¡ Son unos pecadores cuando la luna cae y las lechuzas van a la caza de su presa. Pero, yo, he de callar. Siempre callar ante tanto escándalo.¡Qué voy a hacer yo¡ Esto no es lo que era antes.¿Falta mucho amigo? ¿Cuándo llegaremos? Mis huesos ya están en quiebra animal.
      Mientras el cura refunfuña ascienden por aquel trenzado boscaje. La humedad hierve, las ramas secas crujen a cada zancada. Sus sudores de nervios se calman cuando llegan a la zona despejada. La brisa de las piedras los calman. El caballo va más lento y el cura parece que ahora si puede respirar. 
Ya arriba está el médico, Anne y Gueda. Ven llegar al curar.
-Ahí está el que tiene que decir la última palabra. Aunque la verdad, ello no servirá de nada. El estaba en contra de sus ideas- dice el médico rencoroso.
 Ninguna a las palabras de él dijeron algo.


**
      En el mundanal ruido Sebastián y Bautista son alegría porque les había llegado las vacaciones, porque el sol apresaba sus cuerpos. Medios desnudos eran rastrear de las conchas que repentinamente aparecen en la arena, de las olas que los arrastra de nuevo a la orilla. Se erguían como amantes de un mundo solitario. Escondiéndose tras la rocas para que sus cuerpos desnudos saborearan esos filigranas cobrizas y el acto del amor.
-        Esto es la felicidad ideal amor mío- musita Sebastián cuando el terso cabello de Bautista se desliza por su pecho.
-        Si. Este cielo tan pasivo, tan obsoleto en bodas sagradas con el océano. La balada nostálgica de estas olas que se escabullen por que creen que las atraparemos y enterraremos su blancura.
-        Existe tanta paz aquí. Que más quisiera ser mar y convertir mis manos en estrellas marinas y mi cuerpo en caballitos marinos cabalgando sobre delfines vírgenes de la polución.
           Se levantan como almas embriagas de serenidad. Dejan que la noche atrape a las estrellas y cuando la playa ya esta vacía de nuevo caminan por la orilla. La luna los guía.
**
- ¿Cómo estáis amigos míos? Aquí estoy para dar la última palabra a esta alma grandiosa. ¿Dónde se halla el cuerpo enterrado?
- Por aquí. Sígame. Está detrás de ese árbol que corona otras vidas idas. Cada noche era suspirar por sus cuerpos con las estrellas como telón de fondo y ellas le contaban de ese amor en el hilar del amanecer.
     Anne termina de hablar con nostalgia y pena. Todos se dirigen hasta la zona donde esta el cuerpo sepultado. Tres seres hay bajo esa tierra. Tres seres inalados de la vida. Tan amantes, tan compenetrados. Ahora están juntos con esas leyendas que emergen del universo. Todos se arrodillan. El cura de espalda al árbol y a ellos comienza su oración.

-Ruego por esta cumbre que nos acoge que estas almas vuelvan donde las cenizas se transforma en vuelos interestelares de los sueños. Almas libres por la bóveda celeste bajo la mano del señor. Ella, siempre con su bondad en la fraternidad por estas escarpadas montañas donde el aroma de su ser será eterno. Roguemos por ella y por los dos seres que se encuentran junto a ella.
     El suspiro de Anne es transmitido a Gueda y de Gueda se transmite al médico y del médico al cura.
El cura se despide. De nuevo el caballo lo transportara hasta el pueblo. Se va.
-Vamos- dice el médico- Vamos que ellos ya están descansando y hemos de dejarlos en su intimidad.  Esta superficie que pisamos es el paraíso de su unión y lo será de manera perpetua. Sin ningún intruso molestándolos.
            Retornan. Descienden por esos pedregales hasta que la luz de los pinares los ilumina en sombras, en el eco de sus pisadas con la pinocha. Después, el gran espectáculo de ese enmarañado fulgor verde hasta llegar a casa.
 

**
                  Pasan los días. Llega la boda. La oratoria del cura es pesada. No más que muertos nombra en su discurso. La unión llega y después de ello una fiesta en la plaza del pueblo. Las piñatas zarandean bajo el tupido azul del firmamento. Los novios con un pañuelo en los ojos las rompen a palos. Pétalos de rosas caen sobre ellos. Todos se abalanzan a coger uno, según la tradición da suerte.  Anne, maravillada, mira a esas gentes. El médico encantado de verla feliz coge un pétalo del suelo. Lo posa sobre el cabello de ella y un beso le da.
-        ¿Por qué no somos como ellos?
-        Quizás en el mañana cuando Luam se independice, cuando aun la muerte de mi esposo no esté tan presente en mi. Espera Paulo. Espera que llegue esa primavera próspera. Mientras seremos amor escondido. No lo encuentras mejor así con este secreto que guardamos al pueblo. Mira a Luam como baila. ¡La quiero tanto…¡
-        Mírame a mí. Con este vals que revuela en mi pecho. ¡Te quiero tanto¡ Cada pétalo de rosa de esta villa son el fiel reflejo de tus ojos. ¡Te quiero tanto¡ Que la aves entonan en mi cabeza un canto de alegría.
**
                  Se levanta de aquel sillón. Otra noche se le viene encima. Otro álbum removiéndose en sus ansias de devorar todo ese ayer. Que bien hermoso fue su vida universitaria. Los años pasan y todo va quedando atrás. La plateada mágica. Los grillos con sus tonadas veraniegas. El frescor de la noche y ella sin dormir. Quiere ver toda su vida rápidamente como estrella fugaz que se pierde en el infinito.

**
           Ultimo año. Una variedad de acontecimientos surgen en la vida de Luam. Al principio el compartir con su amiga iba paralelo a la armonía. Pero esta compañera se perdió para Luam. Se perdía en un mundo oscuro. Un mundo oscuro de drogas y sexo. Para Luam esto era humillante. El sacrificio de su madre…Ella prefiere estar con Sebastián  y Bautista que llevan una vida sana. Una vida alienada a la normalidad.
-        ¿Y que es de tú compañera Luam?- le pregunta Bautista.
-        No se. No se que opinar de ella. Está alocada. Todas las noches llega en un estado semiinconsciente de toda la porquería que se echa. Y por las mañanas cuando despierta más o menos se pone traumática en que si está o no embarazada. No sabe lo que hace.  Decidme ¿qué hago? No soporto más esta situación.     
-        ¡Déjala¡ Vente a vivir con nosotros- contesta Sebastián.
-        No Sebastián. Que se quede. Así aprende cosas de la vida. Todo el monte no es orégano. Además Luam, este es tu último año. ¿Puedes aguantar?
-        Si. Bautista tiene razón. Me quedaré aquí. Ya me queda poco y el curso me va bien. Después me iré, he pedido una beca por esos parajes misteriosos de la selva, en África.
-        Entonces, ¿te vas amiga mía? Acuérdate de esos días que pasamos por el mercado de flores, de esos momentos fantásticos que compartíamos juntos.
-        ¡Sebastián¡ Todavía no se ha ido. No empieces con la nostalgia porque sino vamos a terminar todos llorando.
-        Déjalo. Deja que su sensibilidad roce mi corazón. Me es tan grato escuchar esas palabras que me introducen en la imaginación. Palabras de amor. Palabras de amistad para el jamás del olvido.
   
         Conversación que se teje entre la poesía de Sebastián y la rectitud de Bautista. Un café los absorbe en una mirada atrás. La compañera de Luam llega. A ese círculo cálido no lo saluda. Pasa de largo. Se mete en su cuarto y cierra con llaves. Ellos se miran unos a otros. 
-          Será lo que será. Su indiferencia me lastima. Nuestra unión ha terminado. ¿Por qué no saluda? No lo entiendo.
-          Déjala Luam. Tendrá un mal día. Nosotros ya nos vamos. Tendrá celos. Buenas noches bella niña de la luna.

       Se van esas dos almas en silencio mientras desciende por las escaleras. Atraviesan las calles con la cautiva inquietud de un verano que se acerca hasta el apartamento.
- Ya es toda una mujer Bautista y como tal volará. Se irá entre las arboledas salvajes. Que la suerte esté en su destino.
    Antes de subir se adentran en el parque que esta frente del apartamento. Dan un paseo acorralados por los últimos toques de la primavera. El viento da lumbre a la hojarasca repartida por el suelo que da lugar a un juego molesto. Se sientan en un banco de madera y sus labios son brotar de la exquisitez de su amor con la luna redonda al acecho. 
    Para Luam el latigazo de su compañera le deja contusiones en sus pensamientos. No la entiende. Es indudable el cambio drástico de su compañera de piso. Ya no es lo que era al principio.  Luam toca en su puerta. Quiere saber por que no ha saludado a sus amigos. No recibe respuestas. Una puerta blanca le da sombra incentivando más su preocupación. Lo intenta de nuevo. Coge su puño y fuerte toca.
-¿ Que te pasa? Porque me niegas la mirada. Esto cada día va a peor. Presiento que nuestra amistad se esta yendo al traste. ¡Ábreme por favor¡- grita Luam.
Pasan unos minutos. Bel abre la puerta. Un nubarrón de llantos tapiza sus lánguidas mejillas.
-          ¿Qué te pasa compañera?- le pregunta Luam suavemente- Tú mirada me asusta. ¿Qué te ha ocurrido? Anda dímelo.
   Ella se abraza a Luam como cascada vertiginosa que cae al vacío. Está destrozada, con un llanto angustioso lamiendo sus manos temblorosas. Luam se arrodilla junto a ella. Levanta su barbilla.
- Cuéntame amiga mía. Entre las dos resolveremos aquello que te hace caminar por arenas movedizas. Buscaremos la solución como siempre.
   Bel se lleva las manos a su vientre. Esto induce a pensar a Luam que en ella arriba algo terrible. Espera que Bel le de una explicación. Algunas palabras indicio del mal que la está ahogando.
-¡Luam¡ ¡Luam¡ Estoy embarazada. ¡Qué horror¡ Esto es terrible para mi. Maldigo este embarazo que me lleva por senderos ensangrentados. Dime, ¿qué hago yo ahora? Quiero abortar para hallar la tranquilidad. No. No puedo soportarlo. Mis padres no me perdonarán. Ni tan siquiera se quien es el padre. ¡Me arrepiento Luam¡ Perdóname querida amiga mía. Esas noches de locura mira a lo que me ha llevado. ¿Luam me escuchas? Tengo que expulsarlo de mí. Ayúdame.
- No hay problema Bel. Ahora mismo llamo a mis dos amigos y ellos nos ayudarán a solventar este problema. Vamos, levántate y cálmate.
         Como águilas que remontan todos los vendavales Luam y Bel se levantan. Se dirigen en esa penumbra que las acosa al teléfono. Luam llama. No responde nadie.
-          Esperemos Bel. Esperemos a que ellos lleguen a su apartamento.
Luam y ella esperan en el transito de un silencio súbito. Solo corría por Bel lágrimas y desgracia.
-          Luam. A partir de ahora cambiaré. No más drogas, no más alcohol. Me siento tan derruida. Mis años desperdiciados, mi vida un declive.
-          No siguas. Olvídate del ayer. No te arrojes por esos acantilados que tu crees que te pueden volver a construir. Es solo una prueba de la vida. ¡La vida y el dolor¡ ¡El dolor y la vida¡ Verás como todo pasará y serás de nuevo gaviota de playas donde los corales juegan contigo.
            Luam marca de nuevo.
-          ¿Qué pasa Luam? Ocurre algo. El teléfono retumba como algo tenebroso. Presiento que algo no marcha bien. Dime, ¿qué te pasa?- contesta Sebastián
-          Necesito urgentemente vuestra ayuda. Venid a mi casa.
     Luam con el nerviosismo cuelga sin dejar que Sebastián hable. Los pensamientos de Sebastián son traducidos por Bautista.
-          ¿Qué ocurre Sebastián? Estás pálido.
-          Es Luam Bautista. No se lo que le ha pasado pero alguna tragedia hay en su vida. Está desesperada. Vamos. Tenemos que ir rápidamente a su casa.
      Sebastián y Bautista salen con celeridad. Apresuran sus pisadas por las calles vacías de la ciudad. Sólo las farolas y una luna roída les indican el camino hasta la casa de las chicas.
      La puerta suena como garras del suceso. Luam abre. Su rostro representa pánico y temblor.
-          Pasad chicos. Venga rápido pasad.
      Sebastián y Bautista permanecen callados ante el ambiente tan enrarecido que se respira. A ellos llegan bocanadas de un siniestro difícil de descifrar. Están paralizados con temor lo que Luam pudiera erupcionar. Ella les invita a sentarse.
-          Se trata de mi amiga chicos.
     Ambos suspiran con cierto alivio.
-Gracias Luam. Nos has quitado un gran peso de encima. Creíamos que ti te pasaba algo. Ahora cuéntanos ¿qué le pasa a tu compañera?
- No se como explicaros. Ella está embarazada y quiere deshacerse de eso que lleva dentro. Quiere abortar antes de que los meses avancen.
-¡Abortar¡ Y supongo que nosotros tendremos que pagarlo. No se que opinar. A ti te apreciamos mucho. Lo que tú digas.- contesta Bautista con paciencia.
- Y por qué no da a luz y después nos lo da a nosotros Luam. Es sólo una opinión Bautista. No me mires con esa cara. Es como una solución.
 De repente la puerta de Bel se abre y surge ante ellos la voz de ella resquebrajada.
-          ¡ No¡ No puede ser ¡Qué estás diciendo¡
-          Mis palabras no han querido ofenderte. Solo es una solución. Sólo una opinión. Tú y no más que tú tienes que elegir. Nosotros te ayudaremos en todo lo posible. Si tú quieres eso. Eso haremos mañana mismo.
   Bel sin contestar se encierra de nuevo en su habitación entre las marejadas de sus pensamientos. Está desolada. Consumiéndose en su error.
**
La frescura de la hierba cubre los verdes montes. Besos consolados por las nocturnas velas del firmamento. Guarecidos están, entre las ramas, Anne y el médico.
-          ¿Cómo te encuentras amada mía?
-          Me hallo en una atmósfera mágica. Pero a mi también llega el dolor. Dicen que en el más allá de estas tierras una guerra castiga a inocentes. Aberrante siroco de sus alas que los hace fallecer en sus propias fosas.
-          Si, querida amiga.  Dicen que nubes de plomo y gas acaban con ellos. Pero aislemos  ese tema de nosotros  en esta visita de nuestros sentimientos.  Dejemos la desolación en los márgenes del olvido y continuemos por ese río de flores silvestres que inspira un largo beso.  Bésame. Bésame con la espesura de tus sentidos. Esa es mi felicidad. Tu felicidad. Bésame como en busca de un sedero de la paz.
           Se besan con el revuelo del nocturno guiados por la enigmática luna. La medianoche se hace y con ella las luciérnagas son vals luminoso alrededor de ellos. Anne tiene que regresar a casa. Regresar para acompañar a Gueda. Mientras, otros amantes también recogen sus cuerpos al son de la plateada. Hechizados están por ese paso de los años y aun su atracción era más y más. Liam y la maestra en contacto con sus cuerpos gotean amor. Sus miradas se halla fija en dirección a las altas montañas que lucen un traje negro con la sombras de la noche.
-          Mira Liam. Somos años de nuestra unión y  nuestro continuar sigue la ruta eviterna de las constelaciones. Brillantes cuando en esta esfera se hace oscuridad y de nuevo estamos como los primeros días.
     Están apoyados en la ventana que da al universo y las montañas. Miran ensimismados todo ese exterior, todo ese hábitat natural que los recorre como si ellos fueran hijos de la naturaleza.
-          Si Bel. Cada beso, cada suspiro, cada acaricia, cada mirada está enclava en la perpetuidad de nuestro amor.

**
      Llega la mañana con la alegre tonadilla de las aves. El andar se le hace tortuoso tanto a Bel como a Luam. Tienen miedo. Cada uno intenta escabullir la mirada en otro. Solo Sebastián y Bautista van charlando como si no pasara nada.  Entran en una casa. Allí una señorita los lleva a una sala y ahí Bel desaparece entre la mirada de ellos a una habitación. Un hombre con barba sale de la habitación el cual dice que todo ha salido bien, que si tienen algún problema llamar por teléfono, que tienen que esperar un poco a que Bel se recupere. Salen de aquella casa con el sol ya vencido por una alfombra de purpúreos colgantes en el paraíso del universo. Todos tranquilos, con la serenidad guía de sus meditaciones. Sebastián y Bautista dejan a las chicas en su casa y ellos se alzan de nuevo solos por la desierta ciudad.
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   Llega los reflujos del verano y con ello Luam se va. Pero antes llegan de visita el doctor y  su madre. El mañana sería un aterrizar sobre la selva. Con ello Luam quiere alejarse de todo un poco y conocer más mundo. Sebastián y Bautista conocen a la madre de Luam y el médico. En sus largas conversaciones entra uno de los temas principales. El ha venido por nuevos medicamentos para la madre de Liam. Igual que llegan se van en ese mismo día.

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      Luam de viaje que parte en un crucero a un paraíso donde aves exóticas serán melodía de su historia. Cuanto duraría, ella no sabe. Todo depende de la acogida que encuentre en esas tierras, depende de la tristeza que sus sentimientos pudiera soportar ante la lejanía de sus seres queridos.
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     Luam parte con la llegada del verano. Abetos negros de polución adornan la urbe. Su vida pasa fugazmente por su mente. El barco va cargado de mercancías para unas tierras donde la desesperanza es súbita pero con un salvajismo atractivo para todo visitante que busca algo nuevo en este globo. Con silencio camina por cubierta alejada del trato con los marineros por ser errantes de largos viajes, donde sus deseos por las mujeres es  fuerte. La brisa marina donde los recuerdos nadan en abundancia le susurra de su correcta elección. Es navegante de lo desconocido. El viaje tardo días. Días donde la monotonía del horizonte se asociaba con noches con un firmamento límpido.  Pasa cada noche aferrada a las constelaciones descubriendo su misterio hasta que el alba le danza con el sueño y regresa a su camarote. Solo a la hora del almuerzo se reunía con esos marineros y capitán del barco. No quiere mucha confianza con ello y no es que desconfiara pero ya le habían dicho de cómo era esos hombres de la mar. Después del almuerzo se yergue de nuevo a su camarote. Con los ojos bien cerrados lee esas cartas de años pasados.  Se siente nerviosa, apagada, diciéndose para sus adentros “ todo saldrá bien”.
      La tormenta estalla. Callada, sin decir nada se envuelve en equilibrio. Sus pensamientos vuelan  y escucha el barullo que se arma de estos hombres de mar. “ Son hombres de este océano y sin embargo le temen. Escucho el lamento de alguien. Dice de un amigo que le fue arrebatado por espumas furiosas. Dice recordar de aquel navío tragado por el aullar de una marea enloquecida.”
     La noche se cierra en la tonada de las primeras luces y la tormenta calla. Los marineros se alzan en una victoria. Luam duerme y en el vagar de sus sueños el barco llega a la bahía. Apurada despierta, ya tiene todo preparado para desembarcar.  Allí se atasca una densa masa humana de distintas razas y un puerto primitivo aún. Afuera alguien la espera con una pancarta pronunciando su nombre. Baja. El calor es sofocante animado por la humedad. Se presentan. A partir de ahí comienza un largo recorrido entre la selva y el desierto con un todoterreno.  No se entienden. El idioma que retoza en cada uno es lejano. Solo con señas se produce algo del significado que cada uno quiere decir.  El es un hombre moreno, marcado por los filigranas solares. Sus ojos son enormes de un gris apagado.  Luam se monta en el coche con todo su equipaje y se despide de ese pequeño puerto hasta el retorno. Le espera muchos kilómetros. Hacen descansos y en ellos ella aprovecha para escribir a su madre.
Querida mama:
Ya he llegado después del bramar de la mar a este nuevo país. Al principio me sentí algo traicionada al llegar al puerto pero luego comprendí que este continente alejado forma parte de otra cultura, otro desarrollo. Ahora me hallo en un coche con turbulentos deslizamientos por una frondosa naturaleza donde los ruidos extraños llaman mi atención. Algún que otro animal tropieza en nuestra ruta. Del conductor no se que decirte, nos entendemos por señas. Nuestro viaje por esta vasta tierra no solo ve cosas hermosas, algo insólito causó un extraño quemar en mi corazón. Un dolor intenso se manifestó en mí por algo que desconocía o creía que ya había sido aniquilado.  Descubrí esas tinieblas y sombras que el hombre no nombra. Una caravana de almas encadenadas madre. Cuerpos que caen, un látigo que no cesa. ¡Qué terror siento ahora mismo madre¡ Que impotente somos cuando descubrimos estos hechos y este profanamiento de la libertad.  Si tú los vieras como yo los vi: robles doblados con grilletes en sus piernas, débiles e indefenso en el espanto y cansancio que presentaban sus miradas. ¡Estoy rota¡ Mientras te escribo una y otra vez esa imagen viene a mi cabeza y caigo en un pozo de llantos. Oh, me siento cómplice. El chofer ni se inmuta. He conspirado con mis sentimientos y ahora una hoz cae sobre mí. ¡No quiero verlos más¡  Que remordimientos se apoderan de mi en las verdes sonatas de este húmedo bosque con sus gigantescos árboles. El olvido hace cruel a los humanos cuando detrás hemos dejado el lamento de unos inocentes. Da pena. Me callo y dejo de describirte los eclipses del mundo. No quiero mortificarte. Nos adentramos más y más por este fornido boscaje donde lianas y hojas de un verdor increíble. Dejamos atrás la floresta para caer en un desierto de piedras. El viento no es fuerte pero según me indica el chofer una tormenta pasajera está a punto de llegar. La tormenta pasa. En este lugar no hay algún alma. Solo silencio y serenidad. Kilómetros y kilómetros de piedras mudas. Me deleita aunque solo hay aridez. En una de las paradas el chofer me hace una serie de indicaciones. ¿Qué ocurrirá? Me asusto por ser cómplice de nuevo de alguna imagen terrorífica (perdona madre por que esta carta sea tan larga pero he de contar a alguien todo lo que veo). ¿Qué será? ¿Qué será? La desesperación me acecha pero quiero ver lo que este hombre le aterra. ¡La catástrofe madre¡ ¡Casas de piedra y barro derruidas¡ ¡Hombres y mujeres con formas esqueléticas¡ ¡No¡ No quiero más. Mis ojos se eclipsan y mi respiración quiere morir. ¿Por qué tanta miseria? ¿Por qué tanta injusticia? No lo entiendo madre.  He venido para ver el dolor.  ¿Qué hago aquí? Una tesis. Que estupidez. No se si podré soportarlo. Al pozo que van ellos a beber yo también beberé y les daré todo lo que está a mi alcance.  Se acercan al coche y yo sin saber que decir, sin saber que dar, sin saber como actuar callo. Me quedo como congelada, paralizada. ¡Tanto desastre¡ Cuando llegue al lugar pensaré en ellos y algo les traeré. ¡Se fuerte dice mi mente¡ Soy fuerte. ¿Cómo albergar la sonrisa en sus almas? ¡Una borrasca me llama¡ Mis manos se sienten sepultadas. Que dolor madre, que vergüenza madre. ¡Qué cansada me siento¡ Te dejo ya, creo que te he contado demasiado, más de la cuenta. Ya mi viaje llega a su final.
  Te quiere
            Luam
       Entre el terror de lo visto y la fascinación de un paisaje impresionante engarrotado al pasado Luam es bienvenida. La humedad de ese boscaje la inspiran y sus párpados se eclipsan a ver más allá de la mujer que está ante ella. Una travesía entre el bien y el mal.  Abrió los ojos como después de una pesada pesadilla. Una voz la saludaba. Una voz que provenía de una mujer blanca. Se presentan. Ella se llama Patrís. Es único rostro extranjero en ese lugar. Le explica y le enseña como funciona todo allí. La visita termina con la llegada a la choza. Durante unos años dormirán bajo el mismo techo. Luam habla de sus aspiraciones. De la tesis que iba a realizar sobre las aves vinculadas a ritos en distintas tribus. Ahora tiene que adaptarse, ser parte de la naturaleza. Ella con un pequeño esfuerzo lo consigue. La paciencia es arma que lleva en su mochila. 
       Son días y días de caminatas y anotaciones. El movimiento, el alimento, el canto, la huída, el tacto, lo bello de sus plumajes, la historia que depara ello.
     La relación de intimidad entre la doctora y Luam va incrementando por días. Tanto, que las palabras daban paso al silencio. El misterio que las rodea se disipa y como compañeras de un mismo fin la amistad se enaltece. Sentadas, bajo un manglar y con la música de un río acompañado de las aves ven pasar las jornadas pacíficamente.
- Dime Luam  que opinas de este lugar que a cualquier hora es balada de las aves- pregunta esa mujer de azabaches llamaradas a medida que va recogiendo hojas secas y palpa su olor- Contesta Luam. No te fijes en lo que hago. Ves como cojo esta hoja muerta. La cojo porque nosotros somos como ellas. ¡Escucha! ¡Escucha! ¡Un disparo¡¿Qué animal habrá sido lastimado?
-¿Cazadores furtivos?
-Si, son cazadores furtivos.
-Vamos a por ellos. Malditos. Los maldigo. Estoy harta- las lágrimas corren por la mejillas de Luam.
-Relájate Luam de este sórdido legado de la humanidad. Olvida el dolor que escuchas por que sino no aguantarás. Cuando llegue la noche, envuelta en tus sábanas llorarás y luego te levantará más fuerte, más reflexiva. Sabrás como exterminar todo esto. Será mejor que volvamos. Aquí estamos en peligro.
     Luam y la doctora se levantan huyendo de la queja del bosque. Huyen. Tienen que huir de los cazadores furtivos y esconderse en la choza hasta que el sol las alcance de nuevo. Al llegar, Luam se encuentra con una carta pasada por debajo de la puerta.
-Una carta- dice Luam
-Seguro que es para ti Luam. Cógela.
-Tan pronto.
-Nuestro querido chofer se habrá apresurado en traerla. El siempre quiere complacernos. Venga, cógela y ábrela. Así aliviarás ese vacío que existe dentro de ti.
            Luam coge la carta y se sienta mientras la doctora también sentada continua con sus anotaciones.
Querida Luam :
  ¿Cómo estás hija mía? El verde del boscaje al horizonte se pierde cuando pienso en ti y heladas tremendas me envuelve en un manto de añoranza. Mi corazón de tanto amor que siente por ti es sueño eterno. Ya he recibido tu carta. ¡Que dolor presenciar esas escenas¡ Por ello te pido que te alejas , que retornes de nuevo. Se que sientes incoherentes mis palabras. Pero no se, no quiero que sufras. Te has dado cuenta como es el ser humano. Tú sola no puedes solventar las pestes de unas manos que zanja la vida de otros. ¡Son tan sordos¡ ¡Tan insensibles¡ Solo miran el poder y el dinero, lo demás no importa. Así somos. Pero bueno. Yo no he de dirigir tu camino, te dejo con tus pensamientos. Si eres feliz así, sigue así. Cambiando de tema. Las rosas es ventisca benevolente a mi economía. Aquí sigue Gueda. Y como bien sabes estoy enamoradísima  del doctor. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se me olvide me han ofrecido un puesto de flores en la ciudad. Si, esa ciudad que tú te formaste. Sin más me despido. Con muchos besos y abrazos. Cuídate mucho

                                                                            Anne

                  Luam vuelve a leer la carta en voz alta a la doctora. Desea que el bullir de felicidad que ella siente en esos momentos se prolongase a ella. Así se duermen marginando las derrotas del día y repasando notas.
          Otro despertar. El suculento roce del alba. Vuelos irisdecentes a través de la selva. Plumas que se van recolectando, plumas que van marcando leyendas. Algún animal herido por alguna trampa. Algún animal huérfano. El auxilio de ellas.
- Mira la vida Luam. Mira estos seres que intentamos que prendan la vida. Mira todo lo que queda. Todos parecen cansados.
      La doctora y Luam están con las vacunas para los niños. Luam ayuda a la doctora. Sigue sus indicaciones.
- Pero todavía les queda algo. Menos mal de ese pozo que los hidrata y el recolectar los apacigua sobre las tinieblas que tiende una mano atroz. Algo queda de esa hoguera  que la luna besa en sus danzas.
      Luam y la doctora se van. Reparten algo de comida antes de partir a esa aldea de estériles tierras. Continúan su camino. Cebras que se acercan a los ríos, nuts que con presteza y celeridad continúan su marcha en manada. El sol que se dirige en su caída hacía un nuevo sueño.  Otra vez en la cabaña. Otra vez una carta bajo la puerta.
- Otra carta. Esta vez de mis amigos de esa gran ciudad. Pero antes tomemos un café.
      Se dirigen a la cocina donde calderos de hierro forjado cuelgan en el techo y allí sentadas mientras beben de ese líquido azabache Luam lee la carta.  
Querida Luam :
                  Olfatea esta carta Luam, aquí guardamos nuestros aromas para que siempre te protejan. Te echamos de menos. Parece que este parque donde solíamos pasear y colgaban pétalos de mariposa ya no aletean ante nuestra presencia. Es como si te necesitáramos. No creas que esto es un pretexto es que la nostalgia golpea nuestros corazones. ¡Ay querida muchachita nuestra¡ Yo y Bautista entonamos el canto de la alegría y la suerte para que todo te salga bien.
                                                     Con mucho amor
                                                                 Sebastián y Bautista.

Las lágrimas lucen en el rostro de Luam. La doctora la observa y sonríe.
- ¡Que grandes son¡ Es un privilegio ser amiga de ellos. Amistad que nunca caerá en el olvido. Amistad que asciende a mí en el mundo de los sueños. ¡Si tú los conocieras…¡ Dos enamorados que caminan por ríos de coral y fuentes de esmeralda. ¡Los quiero tanto…¡
     Luam suspira mientras consume la última gota de café, mientras la doctora absorta se fija en ese afecto que ella siente por esos hombres.
       - Espero que yo también pueda ser aliada de tu vitalidad, de tu emoción en estos años.
- Claro que sí amiga mía. Tu acogida es fascinante. Eres una mujer luchadora y ello me gusta. En ti se ha ido curtiendo estaciones violentas para transformarlas en benevolentes y ello me lo transmites.
- Gracias Luam. Si soy luchadora. Aquí se ha aposentado tantas injusticias detonante de un grito en la oscuridad…Del temblar de mi cuerpo ante tanto dolor que se siembra en este lado del mundo. ¡Tiéndeme la mano amiga¡ Tiéndeme una oleada de paz ante tantas primaveras raídas. Seamos ese campo del sueño. Yo te daré los míos y seremos ese murallón donde con la crecida de los años nos dará la victoria.
      Luam le tiende la mano. Se van al salón. La pone un vals que bailan con la hechizante luna.  La noche es desierta  de las heridas que allí se desprenden. Y así en su baile continúan hasta que extasiadas de cansancio en la madrugada se acuestan, reposan.
     La jornada sobreviene además de todo el trabajo de investigación hay que cuidar la huerta, elegir cuidadosamente las raíces y hierbas  como les había indicado los indígenas para alguna necesidad.  Así pasan los días. Después van al puerto    conducidas por el chofer que había traído Luam. Allí se quejan de esos cazadores furtivos, de se contrabando de humanos y animales. Las escuchan pero todo no era más eran palabras que se las lleva el viento. La doctora lo sabe. 
- Sois unos malditos. No cuidáis estas tierras de vuestra sangre. Sois despreciables. Oléis tan mal.
         Ellos no dicen nada. La ignora con ese siempre lo mismo. Se van de nuevo con el chofer hasta la cabaña.
-Los ataría a todos a un árbol para que los comieran las hormigas.
   Pasan los meses sobre esa tierra fértil para unos y estéril para otros. A Luam le quedan
los últimos días en ese lugar. Otra vez embarcarse pero esta vez compartiría el viaje con el chofer que quiere recorrer mundo.
     Luam y la doctora se disiparon en esa última noche donde el trémulo resoplido de una acacia venera sus sábanas desgastadas. La luna las vigila en su última noche. Una noche en que sus cuerpos se esposan a los secretos, al regalo: sonoro recuerdo de sus atuendos selváticos con la brisa puliendo el templar de sus cuerpos. ¡Noches cálidas bajo ese velo que se desquita de los insectos¡. Donde la sonora plateada es eco de lo hermoso que es ascensión al amor. El amor entablado entre barreras inexistentes en ese paradisíaco lugar. Insonorizadas de todo.
            Dos mujeres con un mismo corazón. Manos que descienden por cada uno de sus rostros. Dos mujeres que son el fiel consejo de la amistad. Una amistad que ha llegado en su momento más álgido con el adiós. La noche sucumbe con la fragancia de sus cuerpos, con el liar y liar de sus suspiros.
- ¿Por qué enamorarme de ti?- pregunta la doctora con el último beso a Luam en la proximidad del amanecer. Una densa capa de niebla habitaba el exterior.
-¿Por qué amarte a ti si mi cultura no me lo permite? Somos iguales pero a la misma vez tan distintas…Que más da que seas del mismo sexo que yo si en nuestra reconditez eres magnífico colibrí que surca mi corazón.
       El suspiro de la doctora es continuado por Luam. El suspiro de la despedida.
- Espero que me mantengas en el recuerdo. Espero que tu despedida no sea jornadas de dolor de amor cuando la noche y el alba me encuentren.
-Volveré querida. Tu ternura. Regresaré a por ti. 
      Luam se va. El motor ya está en marcha para antes de que el sol corone su máxima altura  partir por esos mares.
      La doctora  se queda en la puerta. Rígida, con sus ojos extendiendo una mirada hasta que el motor deja de escucharse. Se había enamorado y no puede creer que Luam se fuera. Teme su olvido, el olvido de la amistad, el olvido del amor. Cuando solo el crujir de la naturaleza era compañía sus lágrimas cerraron la puerta para acogerse a la música que habían escuchado esas últimas noches. Gira y gira alrededor del salón sometida en el ensueño. Se sienta junto a la chimenea y el vapor de sus palabras se entremezcla con el humo contaminante de la nada. “Otra vez sola. Sola ante este fuego que quema todas mis esperanzas. Volverá o no. La ilusión me dice que volverá como paloma de la libertad, como un jazmín blanco y radiante para besar mis labios. Pero una ventisca turbulenta me traiciona, me dice que no, que jamás la volveré a ver”. Coge unos papeles, unos papeles donde la tinta corrida de sus notas era aún aroma de Luam. Los huele hasta cerrar los ojos. “ La siento aquí en estos momentos. Brío desmesurado en el rito del amor. La siento como esa mujer balandro de mis mares. Ahora, solo que esto, esta fragancia que enaltece mi alma y a la vez me hiere. Todo es cuestión de tiempo. Un tiempo que se alarga o acorta según su fuerza en el paso de los días. El me responderá. Me responderá…” Se duerme en el suelo alfombrado rodeada de caretas mágicas.
**
            El corazón de ella palpita. Palpita cuando de aquel anciano sillón retumba en el amor de aquella mujer. El futuro que tejen para ella no es ese, quieren que sea como cualquier chica normal. Otra página, otra foto, otro recuerdo.
**
       El puerto es un despegue de cúmulo de personas. Entre pañuelos, abanicos, paraguas  están par desquitarse de ese calor bochornoso. Luam se divide ahora entre la realidad y el amor. ¡Tiene que alejarse de esos sentimientos¡ ¡Fuente de la ensoñación¡ Sabe que su nombre la acariciaría a cada paso que diera a partir de ahora. Parten en ese balandro con el soltar amarras. ¡Se recubre de ese horizonte azul¡ Ahí Luam aprende el arte de ser navegante para ser dos en uno. Si por alguna circunstancia ella tiene que tomar los mandos de la navegación. El nombre de el era Cav. Nombre extraño. Siempre tan callado.  Luam lo mira como ese guía mágico. A él no podía llegar pues posee un muro inquebrantable.
**
    La madre de Liam está ahí sentada, en esa mecedora en la que teje hirientes recuerdos, su hijo muerto. Su marido  con un trozo de pan en la boca la mira con una cierta nostalgia por aquellos tiempos maravillosos. De repente sin que el se lo esperase ella comienza hablar. Si  a hablar después de tantos años.
- Que pasa. ¿Qué pasa? Se que despierto. Se que mi cuerpo y voz han sido muerte en el ayer. Ahora siento mi voz. Siento esa luz conquistando mis ojos. ¡Oh no puedo mirarla¡ ¡Oh ya no conozco mi trinar¡ Es tan extraño.¿Donde estoy?  Mis pensamientos dibujan la muerte de un alma querida pero ahora soy eclosión que se esparcen por los estanques prodigiosos de la cordura. ¡No era locura¡ Era ese ayer nefasto que me hizo abandonar en el dolor. Olvidándome que todos los días ese astro rey con su lluvia naranja me observa. Pero no recuerdo, no recuerdo el pasado. Te veo a ti. Ahí sentado, comiendo. ¡Tú, amado mío¡ Con tus leyendas de final feliz ¡Eres tú! Tú, ese hombre que yo olvidé en mí embarcar por fuentes fúnebres. Te conozco. Ven amor mío. Abrázame.
El padre de Liam pálido. Sin poder creérselo deja la comida, se levanta y va hacía su mujer. La abraza. La abraza. ¡Otra vez la vida¡
**
¡Amantes¡ ¡Amigos¡ ¡Queridos¡ ¡Olvido¡ ¡Montaña de cipreses moribundos¡ ¡Tejer¡ Como tejen las mujeres del pueblo que en reunión frente a la fuente rememoran a los seres queridos idos.  Todas con un pañuelo ceniciento sobre sus cabezas, todas con sus plomizos vestidos eran curso de bordados típicos donde el arco iris era su inspiración. Hilan e hilan mientras los rumores del pueblo se abalanza sobre ellas. ¡Qué alegría hay en sus cuchicheos¡ Aunque la soledad impera en cada una de ellas las horas pasan hasta la llegada de la noche. Amel, la dueña de la casa dirige lo que emana de esos telares. Esa noche de luna creciente de los telares comienza a erupcionar algo extraño, las prendas se les va de las manos a las mujeres. Inician un vuelo por toda la casa. Todas asombradas y temblorosas se fueron a un rincón.
-¡Que pasa¡- grita Amel.
     Son mensajes de los que están bajo tierra. Sus manteles, bufandas, pañuelos se van transformando en seres extraños que correspondía al amor de cada una. Amel se da cuenta. Se da cuenta que son sus muertos.
- ¡Por qué esto cuando nuestro baile es olvido¡
   Todas se ponen detrás de Amel. Amel la dura, la frría. Tanto que las tinieblas y los espíritus no le hacen decaer. Los espíritus, en coro, dándose la mano uno a otro, comienzan una danza.
- Ven. Ven- dice uno de ellos a Amel .
  Amel reconoce esa voz, esa fragancia que viene de la tumba.
-Eres tú. Eres tú el que me mirabas tras el espejo cuando me quitaba la ropa para después mi cuerpo consumirse en tus labios.
- Si, soy aquel que era paraíso de tus labios en noches de lunas desiertas. Somos vuestros amores que ahora venimos animar vuestra pasión y perseverancia. ¡Vuestras melancolías¡ Dulce balada que nos envuelve en este retorno. ¡Venid¡ ¡Venid¡ Que la danza es ya hoguera en el pacífico océano de los enamorados.
    Primero con cierto temor, luego con la plenitud de la confianza se arriman a ese coro, junto sus esposos. Otra vez ellas recorren el aliento bonancible del pasado. Parece que un viejo árbol del amor les da sombra. La música suena. Es una música a base de flautas y tambores. Una música que se extiende por todo el pueblo.  El párroco se despierta, se viste con presura. Abre la puerta donde una corriente de aire frío le da en la cara. Bajo por la plazoleta y toma dirección casa de la costurera. Le parece extraño todo ese jaleo. Toca en la puerta.
-Abrid la puerta. Esto es un escándalo. Abrid la puerta. ¿Qué ocurre? A que viene esta música a estas horas. Abrid la puerta.
      De repente todo igual que antes. Los espectros se eclipsan, son otra vez esas telas que ellas tejen.  Todas se ponen en sus respectivos puestos y Amel abre la puerta.
- Buenas noches señor cura. Que hace a estas horas usted por aquí. Son horas donde el sueño galopa incesantemente por nuestro subconsciente.
- ¡Dormir me dice usted¡ Cuando me encontraba en mi apacible sueño se hizo un jaleo de música que no es normal. Música que proviene de aquí. Hasta hace un instante yo la escuchaba. ¡Que os pasa¡ ¿Qué estáis celebrando a esta  hora?  Aunque ahora percibo tranquilidad.
- Es que una de nosotras a cumplido años de enlace con su esposo señor cura. Disculpe usted.
-Pero que dices. Dejad a los muertos descansar en paz. ¡Ay si os viera¡ Si incluso percibo el olor de vino. Se te nota Amel. No hagáis esas cosas. Además , ya es hora de descansar.
- Como que no. Yo seguiré bailando junto a mi esposo aunque este enterrado, aunque sus manos no se posen sobre mi cabello. Hoy es el aniversario de mi compañera y lo celebramos.
     El cura la mira desafiante. Se da media vuelta y se va con celeridad. No se despide. Su enojo le hace caminar con rigidez.
**
      El padre de Liam la levanta con sumo cuidado, la ayuda con esos primeros pasos después de tantos años. Muy lento la lleva afuera de la casa. Quiere que ella respire de la primavera, quiere que respire de ese nuevo viaje con los vivos, quiere respirar con ella esa noche de luna. Se sientan contemplativos a mirar ese universo tan especial.
- Mírame querida mía. Mira como la luna es guía de las estrellas. ¡Es magnífica¡ Dime lo que te puedo dar para que jamás duermas por amargas aguas.
- Nada amado mío. Hoy he despertado como despierta la hierba después de la nieve. Ya no me capturará las agrias sonatas del trastorno. Otra vez he vuelto. He vuelto para ver esta blanca luna, para verte a ti.
- ¡Qué feliz me siento¡
- Y Liam. ¿Dónde está?
- Querida mía Liam se ha casado. El ya no descansa en nuestra casa se fue junto a ella por esos campos del amor.  Deja que la conozcas. Te encantará.
    La madre ante esa noticia parece revivir más y más. Lanza un suspiro y su marido la acompaña.¡Como suspiran los cuerpos en la profundidad de la noche¡ Dos cuerpos, dos seres en el colapso de sus ramas deslizándose por cada una de sus vertientes hasta un mismo río.
**
    Y los amantes del pueblo, por un lado Liam y la profesora magnetizados por la reconditez de la luna y por otro Anne y el médico. Anne con la tranquilidad de la vuelta de Luam y a la vez enamorada del doctor. ¡Sus cuerpos¡
- Ámame perpetua guarida de mis ojos. Me miras y con tu mirada me dices de este alborozo de la pasión. Yo te miro y te digo soy todo tuyo.
 Un beso es erupción del girar y girar hidratando más y más el amor.
**
El mecer del océano. Luam molesta porque su compañero no deja de mirarla.
-¿Por qué me miras?
-Por nada.  Te miro por tus ojos preciosos. Te miro como esa compañera errante de estos mares junto a mí. Sabes, mañana llegaremos a Veneto, barquillas que danzan al son de los peces, casas a la orilla de un mar enrarecido, lluvia de habitantes que ofrecen toda su hospitalidad. Ven, ven hacia mí y apaga este fuego que llevo dentro.
La mirada de él era cada vez más huraña, más viciosa. Luam por el siente repudio. No le gusta su aliento.
- No. No compartiré contigo nada. No te deseo. Solo el amor verdadero cabe en mí y por ti no siento nada. No te acerques a mí. No me mires. Aléjate de mí con indiferencia que ello me alegrará.
 Llegan con los carros de fuego que el azulino cielo prende, con la nada de ser alas del amor pero con esa sonrisa al ver que los lugareños los saludaban con pañuelos. Ellos también saludan, saludan como extraños a esa cultura que se aproximan.
-          Luam, llévate todas tus notas por si la necesitas cuando desembarquemos.
       Luam obedece y antes de desaparecer de la nave recoge todos sus dibujos, sus apuntes, sus bártulos dejando todo lo demás en la barca. Cada uno desaparece por caminos distintos. Pero no es así, mientras Luam se pierde en el pueblo, él se queda en la barca, suelta amarras y se va.
       Luam se pierde por el espectáculo de esas callejuelas antiguas y  algún que otro museo.  Pinta esas palomas que se desenvuelven entre migas de pan y millo, escribe versos de amor por lo maravillada que se siente al descubrir este nuevo mundo. Antes de volver al barco se para en una cafetería, tras sus cristales ve como el firmamento se va difuminando entre un celeste puro y un violeta. Se toma un café y descansa un poco. Retoma su camino, se acerca lentamente en dirección donde está el barco.  Sus pasos se pierden en la nada, en la nada. No hay nada. La pequeña embarcación no está. Luam siente una especie de temblor, sus piernas se aflojan y su voz se marchita.  Las horas pasan Luam recorre la pequeña bahía y se pregunta. Una pregunta que la hace caer en el abismo.
- ¡No¡ No. Mis cosas. Se ha ido el muy. ¡Es la venganza por no rendirme a sus pies¡
         Luam cae de rodillas. Sus mejillas se empapan. No puede creer lo que le está sucediendo.
- ¡Por qué¡ Me ha dejado tirada y ahora que hago yo. Me levantaré y andaré en busca de ayuda. Quiero volver a mi tierra. ¡Que la suerte me acompañe¡
      Luam pasa allí unos años. Las primeras semanas fue camino de la derrota, sin dinero, va de puerta en puerta pidiendo algo para alimentarse. ¡Mendiga de la soledad¡ ¡Mendiga de la injusticia¡ No es aceptada porque no es hija de esa cultura. Duerme con las palomas en la plaza, arrinconada en un banco con periódicos y cartones. Mientras para sus seres queridos disfraza su vida, la pinta de un color llamativo y llena de mentiras. No deja de dibujar, alguna que otra moneda le dan por ellos. Todo ello la lleva a ser mujer de cartón, mujer del mal vino para distanciar los recuerdos. ¡Quiere olvidar¡ Esa marejada mordiendo sus manos. Manos deshabitadas del gozo. ¡Quiere olvidar¡ Las brumas y el roer de su cuerpo la consumen en el abismo y la nada casca todo fundamento de esos pilares de su vida.
     Querida madre:
Desde aquí donde el trabajo requiere todas mis energías te escribo. ¡La lejanía de tus alas, de tu querer…¡ Pasan los días y lo más que hecho de menos el abrazo pletórico del buen amigo, del buen amor. Siento a veces tanto frío…Pero me hallo bien con esta labor aunque deseo ya volver.
                                         Se despide
                                                     Luam
PD: No te apures de que el contrato acabe iré para allá.
       De pronto se sumerge en un mar de lágrimas con toda esa mentira. A veces habla con uno más de ella. Uno que busca calor bajo un puente.
- Me siento como un islote donde van a parar herrerillos cansados. Si, cansados de tanto volar y volar y solo hallar árboles invisibles y pantanos en su girar y girar. Mira esta bolsa de mis ingresos. Son tan lentos que son besos de alacranes. Mira mi ropa raída, sucia, harapienta y mis palabras que caen al vacío. Durmamos en esta noche fría de navajas afiladas resbalando por nuestra tez. Durmamos aquí junto a esta hoguera de viejos recuerdos. Que la noche nos acoja con la mirada de una luna opaca.
      Luam duerme junto a ese hombre sin sombra, ese silencioso anciano en la senda de la calidez de la hoguera.  Sueños extraños la acechan, la cercan en un vaivén de sus manos heladas.
       Luam deja sus cartas en un bar cual ella siempre merodea en busca de algún alimento para su vientre. Papeles que le da esperanza, lluvia de nostalgia que la hunde en un llanto prolongado. La distancia a ellos es gigantesca y ahora más sumergida en ese mundo del alcohol. No le queda más que la marginación. ¿Quién va a sostener una soga salvavidas a una extraña? Así somos, quien va a auxiliar a quien camina por alcantarillas por donde las ratas bailan.  En medio de la plaza, en un banco, Luam lee la carta que le han dejado en el bar. Las palomas pican sus zapatos negros desgastados, la niebla pisa sus hombros, el frío corrompe el silencio de su cuerpo.
Querida Luam:
Como estás amada mía. Como estás cascada de montes de los cuerpos atados por una misma pasión. ¡La pasión del amor. Sabes, te hecho de menos. El frescor de tus labios bajo la chimenea insomne de las enamoradas. Sí, las enamoradas.¡Qué febril andadura la mía en busca del consejo del corazón¡ Un corazón donde los manglares se cubren del oro de sus almas. Dos almas y un solo amor cabalgando en las aguas de los valles encantados. Tú ausencia es herida y las luna silenciosa no me dice nada de ti, de mi, de nuestra pasión. Tú ida me ha dejado en este parte del mundo donde feroces garras prenden todo clamor a la naturaleza. ¡Ahí la belleza¡ La belleza eres tú. Tú voz. Tu callar, tus ojos, tus manos, tu compañía. Sin más me despido pero antes decirte que he recogido un niño. Un niño que vivía en un tremendo martirio.  Ahora si me despido. Piensa en mí. Piensa en tu vida. Se feliz. Adiós querida amiga. Adiós querido amor.
    Hasta luego

Esta carta. Hace buscar a Luam en su alma, sus manos, su mirada. Tira el vino lo más lejos posible y fuertemente expulsa un halito de desolación. Ve nada más rejas que se le van interponiendo en su camino por no actuar de otra manera.  Retorna de nuevo bajo el puente de los ahogados pero sin antes haber vendido todos sus dibujos y haber mendigado. Su amigo de la mendiga brisa lo encuentra como siempre: cobijado en la suciedad pero está vez con el silencio de su respiración. Luam lo llama. Lo llama con la cargante fragancia de la angustia. Pero nada. No despierta. Luam angustiada, suspendida en el abismo, envuelta en cenizas. ¡Siempre el dolor¡, se dijo. ¡Esta maldita vida¡ Dolida, retraída.
Luam lo llama. Lo llama con el cargante rumor de su pena. Su despertar se retrasa.  Un retraso que contusionaba a cualquier ser que conociera el don de su sonrisa. La angustia entonces se le ata a Luam, una suspensión por el abismo. Una carta de esperanza y un navajazo desencadenante en dolor.  No sabe que hacer. Cierra los ojos de ese hombre envueltos en una tela de araña gris. Retraída se levanta de su lado. Va en busca de ayuda. En medio de su apresurado paso se encuentra dos policías.  La mirada de desprecio de ellos le hace daño pero tiene que hablar. Uno de ellos se le acerca antes de que terminara de subir las escaleras.

-Que te pasa. A donde vas con tanta prisa mendiga.
       Luam por unos minutos se queda tiesa ante el trato.
- Mi amigo ha muerto.
      Son las únicas palabras que pudo decir.  Se la llevan a la comisaría que esta cerca mientras uno de ellos llama a una unidad y una ambulancia. Allí la atiende un ojeroso policía de azabache y limpia mirada. Ella se sienta y narra lo sucedido. Al acabar el policía le da la mano y le ofrece un café. Sale de la comisaría y se dice nunca más, nunca más pisaría esa tierra llena de espantos y dolor. Al entierro no va nadie. Solo Luam y la oscura tarde que se le venía encima. Pétalos de rosas al vaivén de la brisa de la despedida. Si la despedida. Ella también se va. Ya tiene unos ahorros y con ellos elevará anclas a otro lugar.
 Zarpar de nuevo pero ahora en un barco que alberga un enjambre de personas. La tristeza vuela por Luam cada vez que piensa en su compañero. El viaje es arduo, siempre con mal tiempo tirando de la coraza de ese gran barco. Hay gentes de distintas culturas que van rumbo de la esperanza y la libertad. Luam logra conocer a uno de los integrantes de esa embarcación.  De tez azabache, con su aldea abrasada y ahora con una bolsa con sus últimas pertenencias. Ahí está, al aire libre donde Luam era rebosar de la brisa de las algas, del aliento de las aves marinas. Vidas opuestas pero al fin al cabo comunes.
-¿Quién eres tú que con las mismas vestimenta harapienta que yo surcas este océano? Vas en busca de un nuevo país como yo. Un nuevo lugar donde el repudio no exista.
- Yo soy Luam. Decaída alma tras ser estrago de la mentira.
- Si, la mentira. Esa que convierte al ser humano en gas enrarecido de los amigos, de los hermanos. Ni la primavera nace, es eclipse total. ¡Ahí la primavera¡ Detrás han quedado esas chozas de barro y paja. Ese recolectar por la frondosidades de los valles. Ya no soy hijo del viento, ya no soy lanza ni galopar sobre el salvaje alimento. Ahora soy como ellos.
-Si, es cierto. Con lo bien estaríamos respetando cada cultura en lugar de destruirla. Que más da esos ríos con otras vertientes, que más da ser distinta ideología si somos senda de la paz.
Quedan callados. Entre ellos se establece una relación de compresión y honestidad.
- ¡Ay la vida¡ Mira este océano. Cachalotes danzan a la armonía sobre esa silbante fragancia marina, sobre estas palabras, sobre nuestras manos, sobre nuestros corazones. No hay más.
      El y Luam se sitúan en la barandilla para respirar al unísono y profundamente de la brisa marina y admirar esos animales. Se sientan de nuevo para contemplar ese atardecer ya cercano. Se quedan así hasta el término del día y ver como las primeras estrellas relucen con todo su esplendor.  Estrellas fugaces que danzan al son de la melancolía que reflejan sus ojos. Marea quieta que transmite un cierto rumor de serenidad. Luam se va. Lo deja. Por esos pasillos es atraído por el llanto de un niño. Le encoge el corazón. Llega a un camarote pero ya no se escucha nada. Luam toca y una mujer le abre.
- ¿Qué te ocurre mujer? ¿Por qué está rota tu felicidad?
Ambas se sientan en la cama.
- No me pasa nada joven. Solo que el sol no ha venido hoy ni tampoco me encontró en ese ayer. ¡Y ese mañana¡ ¿Vendrá? Para mi la vida es indiferente pero para este pequeño, surco del amor, si le importa. Le importa ver de nuevo el amanecer. Ahora no me queda nada sino llorar por este ser.
            Las dos mujeres se miran cómplices del desalentador cauce que las encauza. Sus lágrimas son naciente de cenizas de sus almas hasta que la madrugada es despedida y el crepúsculo las intenta convencer de lo honorable y bondadosa que es la vida. 
            Luam se retira, se va a su camarote. Se acuesta, un manto de pesadillas la envuelve. “ Se ve corriendo desesperadamente en busca de su amante. Una celeridad vertiginosa como animal salvaje tras sus pasos después de haber compartido momentos de júbilo. Pedregales se le interponían en su camino, es como si bebiera veneno. Pero ella sigue y sigue. Desgasta todas sus fuerzas pero se afianza a la esperanza. No la hallaba, lágrimas de hogueras, hogueras de escarchas, escarchas de cacilnamiento. De repente se encuentra rodeada por una multitud de personajes desconocidos, opacos a sus sentimientos que como murallas hacían un pasillo a su paso apresurado, jadeante. No la socorrían, a cada uno gritaba el nombre de ella pero no contestan. Traspasa esas sombras humanas y barranco abajo es desesperada corriente hasta alcanzar un tren. Un tren donde la soledad de las miradas no la observaban”. Despierta sudorosa, temblorosa buscando en una de las ventanillas esa ciudad donde seguramente Sebastián y Bautista la ayudarían.
        Toma el autobús con la suciedad de su ayer.  Ante las miradas por su aspecto es neutral vuelo de gaviotas sobre macizos preñados de alfileres. Para ella todo es indiferente. Está tan cansada… Camina hasta la puerta de la casa de Sebastián y Bautista y con cierta certidumbre roza con su puño desgastado la puerta. Tras ella una voz. ¿Qué dirán?, piensa.        
- ¿Quién eres?- pregunta Sebastián-  ¿Quieres comida o dinero?
        Luam da un paso atrás. El tiempo y los años la ha traicionado.
- No Sebastián. Acaso, ¿no me conoces?
         Una gélida neblina surca la sangre de Sebastián. No se lo puede creer. Luam, tan desastrada.
- ¡Luam¡ Tú- se aproxima y le da un abrazo- ¿Qué te ha pasado? ¿Qué sombra de buitres han volado sobre ti? Ay, mi niña. Pasa, pasa…
          Luam entra. Observa el pequeño que está en el salón jugando. No comenta nada sobre él.
- Me encuentro cansada Sebastián. No me preguntes por qué. Es una larga historia. Ahora quiero ser olvido con ayuda de vosotros. ¡Os necesito tanto…¡
      Sebastián la invita a sentarse en el sofá. La cubre con una manta para que ella duerma. Una pena surca por su pecho al ver a Luam de esa manera. Pasada unas horas despierta. ¡Qué buen amor el de sus amigos¡ Ahí está Sebastián escribiendo unos versos a la luz de unas velas a medida que los recita:
Magno son las lunas que nos acuestan
Tras ser estelas  del pacífico
E imperioso brío de los verdillos
Que abocan el cauce de tu curiosa mirada
En este clamar de los amantes.
     Bautista también está presente. Al terminar de recitar Sebastián toma asiento junto a Luam y entre sus palmas le da un beso. Allí seguía jugando el hijo de Sebastián y Bautista. Pero hay alguien más, un amigo de ellos. Luam no lo conoce.      
- Luam – dice Sebastián- Este es Blaus. Compañero que lleva hospedado en nuestra casa hace varios inviernos.
     Ambos se saludan en el crepúsculo de una sopa de pollo que le viene muy bien a Luam.  La cena se alarga hasta la medianoche en la que Luam cuenta su calvario.

**
     Más allá donde las colinas desembocan en la aurora Liam se lleva una sorpresa al ver a su madre envuelta otra vez en la realidad. Pero algo se avecina para el estremecer de sus carnes. Despierta el volcán que se desahoga en su largo letargo. Un firmamento plomizo ahogado entre cenizas y un salvajismo ígneo traiciona al pueblo.  El temor cautiva a los padres Liam de camino a su casa.
- La tierra tiembla y esa boca maligna expulsa virulentas semillas cenizas que arrasarán nuestros campos. Corramos, escondámonos bajo nuestro techo.
       El padre de Liam y la madre galopan dislocados hacia la casa. El sol es ocultado. Los pájaros desdibujan sus tonadas y el silencio mortal ronda en el pensamiento.
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     Anne corre hacia la ventana. Desde allí observa como la naturaleza la defrauda. Detrás de ella está el medico y Gueda. Se quedan absortos ante lo que se les viene encima.
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     Piedra que Luam tumba después de su narración agónica. Se serena con la música de Blaus. A medida que el toca el piano Sebastian recita y Luam olvida, olvida…
Son riachuelos inocuos los amigos del cierzo,
Caparazón de estrellas en el extinguir de sus grietas
Con las flores del beso.
Son afables torreones los amigos del fuego
Cuando una cigüeñuela roza sus cimas
Para ser obertura de sus sueños,
Para ser amantes de los nortes estelares,
De las expansivas palabras del viento, del viento…
       Tras los poemas de Sebastián todos guardan un encantamiento. Tras los dedos que aterciopeladamente se mecen en las teclas Luam se serena. Se siente poseída por ese tacto. Tan poseída que no se da cuenta que Sebastian y Bautista se van. Se queda sola con Blaus y la llamada de la música.
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      Una lengua de fuego va a pisotear el pueblo. La huída, gentes que no saben que hacer y se agolpan en la iglesia donde el párroco de rodillas suplica. Gueda y Anne contemplan como sus sueños se enmudecen. Salen de la casa en sentido a sus plantaciones. Son ahora mujeres salvajes, amazonas de tierras ardientes en una nube que extingue todo lo que había sido sudor. Allí delante de la avalancha que se avecina son espadas de alaridos.
-¡Que haces aquí maldita bestia de las tinieblas¡- grita Anne con su mano aunada a la de Gueda- ¡Que haces abrasando la fuente de mis pilares¡ Aterrador eres. Sí, tu ¡Tu, hermano de la anciana montaña¡ ¿Por qué? Pareces seducido por la condena de nuestros esfuerzos, de nuestro sudor con esa hoz cortando cada rosa de nuestro esfuerzo. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Eres pasadizo de la nada. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Las fisuras de mis manos con la guadaña arrebatada  de tu aliento. ¡Mis rosales sangrando¡ ¡El azahar es ahora azufre devastador¡ ¡Años idos¡
      Lágrimas a la atmósfera infectada. Gueda tira de Anne para huir de esas aguas viscosas rojizas. Anne no quiere irse. Quiere ser parte de todo lo que ha sido su trabajo.
- Vamos Anne. Vamos mujer del viento. Vamos mujer atraída por está sequedad terrible del mañana. Si nos quedamos aquí moriremos.
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- ¿Quién va?
- Soy yo hijo. Abre- contesta el padre de Liam
- Padre. Madre. Madre, has regresado- Liam no sale de su asombro aunque la tierra era temblor al ver  a su madre sumida ahora en la realidad.
- Si hijo. He regresar después de ser absurdo conjuro del ayer. Gracias a tu padre que con todo su amor me ha hecho revivir. Ahora, déjanos pasar porque la tierra parece que se va abrir. 
Liam coge a su madre de la mano y le da un beso ante ese milagro.
- Pasad, pasad padres míos. Esta casa también es vuestra. ¡Bel¡
- Si Liam. Ya os escucho. Ya escucho el renacer de una mujer distraída en el pasado por las cadenas del terror. He escuchado la felicidad pero hay algo ahí fuera  que se presenta desolador para los habitantes de este pueblo. Escucho la despedida, esa despedida que mañana nos dirá el llanto, el dolor.¡ Qué eterno es el dolor¡ Siempre pinchando nuestro corazón.  Pero, madre de Liam, venga aquí. Abráceme.
**
       ¿Cómo estará Anne?, se pregunta el médico. Se halla fuera de la Iglesia mientras los demás rezan. Para el es un calvario, la erupción es barricada que impide ir hasta ella. 
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       Luam y Blaus dejan de hablar, oyen gritos en la calle. Se asoman a la ventana y en el horizonte percibe columnas de humo. Una bocanada de aire cargado es navaja que seca su aliento.
- Vamos. Vamos. Algo pasa. ¡Qué será¡ ¡Qué será¡ Es de la isla.
      Blaus nota que Luam se queda pálida. Salen de la casa sin avisar a eso dos amantes jinetes de la pasión y del templo del amor. Se encuentran un enjambre de gentes mirando a la isla alarmados.
- Señor , señor- dice Luam algo alterada haciéndose hueco entre la gente a un tipo flaco.
- Si señorita. ¿Qué quiere usted?
- ¿Qué ha pasado?
- Es la isla del norte. Ha estallado el volcán. Ha despertado con su ira arrasando todo a su paso.
      Luam se derrumba. Un círculo de fragmentos de su vida la condena. Cae de rodillas sobre el asfalto y se dice para si en un gemido “Ay esas rosas”. Blaus pone la mano sobre su hombre pero Luam está ida.
-¡Ay esas rosas engendradas por mi madre¡ ¡Ay de sus sueños¡ ¿Dónde estarán?
      Con el dolor en su vientre. Con el dolor en su pecho se alza y corre y corre hacia la bahía. Blaus la persigue y la llama.  Pero ella es sorda.
      En la bahía Luam tiene que decantarse por una barca. Pero, cual, cual. Se designa por una sencilla. Suelta amarras y se sube. Pone el motor y desaparece con el quejido de este en sentido de ese horizonte terrorífico. Por suerte la mar está en calma. El sudor le cae por sus espaldas.
      El pianista aprisa despierta a los dos amantes.
- Levantad. Despertar que ha ocurrido una desgracia.
- Um, ¿qué ocurre? ¿Por qué nos despiertas?- pregunta estirándose Sebastian- Habla ya.
Está sudando y casi tembloroso.
- Luam se ha ido. Se ha ido a su pueblo. El volcán ha reventado en la isla y se ha ido.
        Ambos estupefactos se levantan ávidamente. Sus cuerpos desnudos rápidamente son  abrigados por la ropa. Miran al pequeño y lo dejan dormir antes de salir. Se dirigen a la bahía pero allí no hay nada. Rastrean embarcación por embarcación pero nada. Desesperados van a la comisaría.
- Buenas señores. Se les ofrece algo.
- Si agente- asiente Sebastian- Una amiga nuestra ha desaparecido. Se ha ido.
        Sebastian paso por paso cuenta todo el suceso.
- Ya podéis marcharos. Nosotros resolveremos el caso. Seguro que vuelve.
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      Luam navega y navega con el revirar de sus sueños, con las lágrimas como incesante paso de sus recuerdos.
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       Gueda y Anne izan el último suspiro. Se abrazan, se besan. Adiós a los rosales, adiós en amaneceres envueltas en sábanas de algodón, adiós al azahar del frescor de sus labios. La muerte se apodera de ellas y un universo extraño las contagia con la danza de sus espíritus.
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    “ ¡Qué será de esas mujeres¡ Tengo un mal presentimiento. Solo me habla ese ciprés como visionero de los que desaparecen. Dios, si existe, sálvalas.¡Me siento tan cobarde¡ Mi cavilar está acuchillado”. Decidido ante los peligro parte en dirección a la casa de Anne. “No, no presiento  su gemir y su valentía es silencio”
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      Luam navega y navega. Ya a lo lejos se divisa las casas blancas de la costa. Aterrada, consumida en el silencio mientras más y más se aproximaba un lamento la azota por ese magma vestido de guadañas. “Acércate más isla mía que los rorcuales callan son obscuridad por el sufrir. Dime sol ¿Cómo están? Delfines grises son guía y el océano se vuelve violento hasta llegar a ese paraíso desencantado. Solo navegar y navegar bajo la sombra de cenizas”. Llega a la playa exhausta, casi sin fuerza. En el pueblo no hay nadie.

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        Las campanas en el pueblo no dejan de replicar confiadas en el desvanecer de ese monstruo de las montañas.
-Salid feligreses míos. Que aunque el sol es sordo a nuestra oración. El grito del volcán se ha ahogado. Salid, esa mala bestia se agota y la jornada se presenta noble como ese faro que nos salva de un naufragio.
      Nadie le hace caso. Todos andan acurrucados en la Iglesia rezando. Solo hay un alma en medio de plaza. El cura sale y casi asfixiado se aproxima a él.
- Amigo médico. Todo ha acabado.
- No señor cura. Todavía no ha acabado. No siento el aroma de Anne. No siento el eco de las gaviotas zarandear en mi pecho herido.
- Seguro que estarán bien, como nosotros. Vamos, míreme doctor.
-No. Acaso no ha visto por donde aquel río mortífero se ha abalanzado.¡Por allá¡ Donde el oasis de mi sueños se encuentra. ¡La muerte¡ señor cura. ¡La muerte¡ es círculo de brasas que las han apresado.
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        Solo el rotundo silencio y el gemir de un cenizo cielo percibe Luam. Solo su alma danza con las tinieblas. “Solo hay herida. Solo el miedo”. Cada paso se le hace más pesado, más doloroso, más horizonte de duelos. Va en busca del camino que la lleva a su pueblo. Aunque sus fuerzas languidecen sigue adelante.
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      Se levanta del sillón y visiona la ovación a la muerte. Ante ella el retrato de su madre en el mercado de flores. “¿Por qué no la llame cuando era colinas rotas, cuando mis fuerzas no podían más? Ahora me levanto sobre un lecho de magma y veo su baile con las constelaciones. ¡Tragada por su amante¡ ¡La tierra¡”
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       Duelo por dos almas invisibles. Ataúdes vacíos, rostros pensativos y lágrimas cenicientas  en el último beso de esas dos vidas. La lluvia cae. Liam está presente, tímidamente se aproxima a Luam.
- Luam. La lluvia. Te vas a enfermar.
Ella se vira y observa a la madre de él.
- Ahora yo me siento como usted. Me siento derruida, como acabada. Existe un vacío en mí…Mi ánimo desfallece y la muerte es punzón que me palpa, que me acaricia. Me siento absurdo como si mis sentimientos se hubieran calcinado con el sufrimiento. Mis piernas no responden, mis manos no hablan, mis labios y mi corazón están fatigados.
       La madre de Liam le acaricia la barbilla, se la alza para descubrir en sus ojos esa oquedad de la soledad, del dolor. Se van  y Luam se queda con el médico sola. La lluvia se extingue y en el horizonte una brisa anaranjada avisa de la caída del sol.
- Vamos hija. Ven conmigo.
      Luam se va con el médico. La sombra de la nada vuela sobre ellos. El pueblo se halla en un silencio absoluto solo el tintineo de unos añejos olmos les da la bienvenida.
- Luam, se que no es el momento apropiado. Pero, ¿qué vas hacer?
- No lo se. Ahora estoy tan cansada…Me he quedado sin nada.
- Yo te ayudaré. Mírame como padre. Yo te mirare como hija.
- No. Yo misma seré pilar de mi mañana.
- ¿No tienes a alguien?
- Si
- ¿Quién?
- Alguien que está muy lejos y cuyo nombre no quiero recordar. Aunque quisiera pedirle ayuda no podría ayudarme. Esperaré, esperaré.
      El médico abre la puerta de su casa, una media luz y la calidez los invita a entrar. Suben la escalera que ronronea sus viejas maderas y se meten en el despacho. Todo el presente se vuelve aguas sucias: el temor, la huída de la felicidad, el himno de la alegría ahora obtuso y melancólico. Se sientan. Se observan y la soledad sonora explota.
- Luam, ¿por qué no me dices quien es tu amor?
- No puedo. Su nombre es prohibido. ¡Se estremece mis latidos¡ Olvida. Olvida ese amante de mi ayer. ¿Tienes algo para calentar este cuerpo?
- Si mujer. Ya te traigo de algo.
     Sale del despacho pero sin antes pedir disculpa a Luam por su intromisión. Luam se queda sola. Tiene ganas de huir y restaurar sus años perdidos. El médico retorna con una taza en la mano, una taza de la cual el humo es espiral donde todos los sueños decrecen.
- Toma Luam. Esto te ayudara a descansar.
        Bebe de ella como el aroma fresco de su madre estuviera presente. El doctor se sienta frente a ella. La pesadumbre los hace caer en el silencio, un silencio de bosques ancianos donde ya no se posa las aves de la esperanza. La noche ya los alberga y se quedan dormidos en sus respectivos sillones, uno frente al otro, el otro frente a uno. Pero llega el alba, ese alba que es regazo de las almas en pena. Luam y el doctor despiertan.
- Bueno doctor, gracias por su hospitalidad pero debo irme. Debo seguir mi camino.
- Como tú quieras. Ya sabes que me tienes aquí. Me puedes decir a donde vas.
-No, no puedo doctor. Lo siento. Solo quiero ser olvido de las aguas torrenciales del ayer, del hoy. Quiero desquitarme del sepulcro que invaden mis alas y ser alondra que desoye el relámpago sórdido del dolor.
El doctor la acompaña a la puerta y no le dice nada, la respeta.
       Luam se yerta sobre otro pueblo de la isla.  Llega a una anciana casa de piedra y barro que sabe que dan trabajo. Su puño se eleva y con ayuda de la danza de la brisa toca.
- ¿Quién es?
Luam no contesta, no sabe que decir pero la puerta se abre.
- ¿Qué quieres muchacha?- pregunta un anciano.
- Un trabajo en sus tierras- dijo Luam secamente.
- Tu cara me suena ¿Tu eres hija de Anne?
- Si señor.
- Te doy mi pésame. Si, te doy empleo pero no esperes un gran sueldo. Serás una jornalera más de mis tierras. Lo siento.
- No importa señor. Solo es por una temporada mientras me recupero de las heridas de la vida.
- No me llames señor hija. Me llamo Anton. Ahora pasa, te voy a dar una taza de café y algo de comer que hace mucho frío. Después, te diré lo que tienes que hacer.
     Luam entra en esa casa. No se nota lujos. Debe ser un huraño, se dice así misma. Todos sus muebles son viejos y carcomidos por las termitas. Después del café se yerguen por un camino de tierra hasta el lugar donde Luam tiene que desarrollar su labor.
-Aquí trabajas hasta que tú quieras. El capataz te dirá lo que tienes que hacer con tus otras compañeras. Yo ahora me voy. Ya no me verás más, él se encargará de pagarte.
El anciano se va y el capataz se aproxima.
- Buenos días. Vamos que te voy a ir explicando todo lo que tienes que hacer. Te recomiendo que seas limpia y rápida. ¿Has trabajado alguna vez en tomateras?
- No
-No importa el trabajo es sencillo. Solo tienes que ajustar y quitar las malas hierbas. Ellas te explicarán todo.
        El capataz la presenta a sus compañeras. Ninguna la mira, cada una está concentrada en su labor. Luam percibe algo en ellas grotesco. Se va y la dejan sola con ellas.
-¡Qué te pasa¡-aúlla una-Estás destrozando todo, has invadido mi zona. Todo mi trabajo. Ya has tenido tiempo de aprender.
          Luam la desoye sigue a su ritmo intentándolo hacerlo lo mejor posible.
- Pero, ¿qué te pasa? Eres muda acaso. No sabes responder. Has echado a perder todo mi trabajo. ¿Me entiendes?
-Si, te entiendo. Ya voy a recogerlo.
      Sin más Luam ante la mirada de ira de aquella mujer comenzó a arreglar todo aquello que suponía que había destrozado.
         La jornada comienza a ser amparada por la oscuridad. Ya es hora de terminar e irse a descansar. Luam tomó un camino de tierra que la lleva a una caseta en la que se guarecen las sin techos.  En una cama de litera se funde en el sueño. No puede dormir, se va afuera. Las constelaciones parecen que se empujan unas a otras en una noche de luna. Se sienta en la tierra con su espalda apoyada en la pared de la caseta alejada de todas las miradas. Saca el lápiz de su mochila y comienza a escribir.
Queridos amigos:
      Otra vez soy desvanecer de vuestra belleza. Lo siento por no despedirme pero un canto fúnebre azotó mi vida. Mi madre ha muerto por culpa de la tirana tierra. Ay, no puedo escribir más. Ojala llegue pronto ese día en que podamos vernos otra vez.
                                         Se despide
                                                     Luam
        Luam se queda contemplado la maravilla de las estrellas. Al entrar cuando el frío comenzó hacer mella en ella todas dormían menos una.
- Hola. Buenas noches.
-Hola. Ven aquí novata. Prueba algo de esto. Comprende que aquí somos muchas y todas vivimos en la pobreza. Venga siéntate a mi lado. Somos mujeres de sueños, de sueños que se confunden con el llanto.
- Ya entiendo.
       Las dos mujeres charlan hasta altas horas de la madrugada, esferas  en las que se identifican sus raíces y sus sueños. Ese sueño que las invade con el vals de la sonrisa hasta fundirse con el crepúsculo.
**
- Otra vez la muda está aquí- con burla dijo aquella que el día anterior le había llamado la atención.
-Déjame en paz, yo solo cumplo con mi trabajo.
-Pero ¿habéis oído lo que ha dicho la muda? No tropieces conmigo si no te las quieres ver. Vale morena.
-¿Por qué te metes conmigo? Yo a ti no te he dicho nada.
-Cállate idiota que viene el capataz.
    El capataz entra en el invernadero, nota algo entre ellas.
- ¿Qué pasa ahí?
      Nadie contesta todas están aferradas a su labor . Se dirige a Luam
- Toma Luam. Esto es para ti. Pero no la leas hasta que la jornada se acabe. La han enviado de tu pueblo.
            Se va el capataz. Una navaja danza detrás de ella. Luam no se da cuenta pero le tienden una trampa. Al instante nota que todas se aproximan a ella. Se vira y un corte es brasas sobre su rostro.
-          Desaparece de aquí culta de mierda sino quiere que te matemos.
       Luam no soporta más. Se va. Pasa por la cabaña y recoge sus cosas. Por el camino hasta su pueblo va leyendo la carta. No deja de sangrar ¡Es de ella¡ De la doctora. Su corazón palpita y sus sentimientos vuelan en la nostalgia.
Querida Luam:
¿Como estás amor mío? Yo solo se que tu ausencia me ha dejado embarcada en la soledad. Oh, eres templo de mi pasión. Sábanas frías, habitaciones vacías y una humareda de añoranza me visita cada día. ¿Qué decirte amor mío? Te espero
                                                           Abrazos
                                                           La doctora
**
      Luam desea desesperada y herida llegar a casa del doctor. No puede. Su cuerpo tiembla y el corte no deja de sangrar. Toca en casa del padre de Liam.
- Pero ¿Quién?¿ Qué te han hecho Luam? ¿Quien ha sido el condenado? Vamos mi niña, pasa. Yo iré a buscar la médico mientras tanto mi mujer te cuidará.
Como el paso del fuego con viento va el padre de Liam al pueblo. Tropieza con el cura que al verlo tan apresurado lo para.
- ¿A dónde vas tan rápido? ¿Ha pasado algo?
- Luam señor cura. Está herida.
    El cura se queda obsoleto. Asombrado por las atrocidades de los humanos.
- No puede ser. No puede ser. ¿Dónde está ella?
- Está en mi casa. Desfallecida y ensangrentada ha llegado.
-Bien. Prosigue tu camino, yo voy a verla.
“Levantad amantes de este pueblo. Levantad”, grito el cura en su paso para ver a Luam. “Levantad que una de vuestras amigas es ruina de su entereza“
    Una de las tejedoras se asoma y pregunta.
-Pero señor cura ¿a que viene esos gritos a estas horas?
- Han herido a Luam. Avisa al pueblo e ir a la casa del padre de Liam.
- No se preocupe señor cura. Vendrán los muertos. Los espíritus protectores de este pueblo.
- Déjese de tonterías señora y hágame caso.
**
     El padre de Liam es coz en la puerta del médico.
- Señor doctor. Señor doctor.
-Pero , ¿qué pasa? ¿Por qué esos gritos? ¿Qué ha pasado ahora? ¿Está bien tu mujer?
- Luam ha recibido una paliza.
- ¡Una paliza¡- el médico no sale de su asombro- ¿Quién?. ¿Dónde está ella?
- En mi casa.
- Vamos. Vamos. No hay tiempo que perder.¡Culpa mía¡ No tenía que haberla dejado irse.
   Al llegar a la casa de paredes quebradas hay un enjambre de gentes. Todo el pueblo se concentra en ella. Le dan paso al médico y allí tendida en la cama del dormitorio de los padres de Liam está Luam con el cura.
- Ha llegado usted doctor. Estoy preocupado, no habla. Ha sangrado mucho.
- Por favor, déjenos solos.
    Dejan a Luam y el médico en la habitación. El la observa, la examina.
- Dime Luam. ¿Quién ha sido? No hablas. No quieres responder y ello me produce un cierto remordimiento y dolor. ¿Quién ha sido el maldito o la maldita que te ha hecho esto? Di algo mujer, por favor.
- Nada doctor. Solo quiero irme de aquí. Desaparecer. Me siento cansada. Quiero volver de nuevo a la ciudad.
- Vale Luam. Lo que tienes no es grave, es la sangre que asusta. Esta noche sale un barco. Yo mismo te llevaré a la bahía.
  El doctor sale de la casa y ruega a todos que se vayan.
- Pero como que nos vayamos. Tenemos que saber lo que pasado- se acercó el cura.
- Luam necesita silencio y tranquilidad. Está bien.
- Dígamelo al oído, tengo que saber lo ocurrido.
- No señor cura. Luam no quiere.
- De acuerdo, nos vamos.
**
    Atraca el barco en el muelle. Luam desembarca y coge un taxi para ir a casa de sus amigos. Quiere ser despida. Con abrazos y llantos la reciben.
- ¿Cómo estás Luam? Te echábamos de menos. Nos tenías preocupados. Irte, así, sin decir nada. Pero dime, ¿Qué te ha sucedido? ¿Qué es ese corte que tienes en la cara?
Luam es narración de sus desastres, de sus penas.
- Espeluznante-comenta Bautista-Deberías denunciarlas.
- No. Solo quiero olvidar
- ¿Cómo que no? Tienes que afrentarte a todo aquel que te hace daño. Esto no puede quedar así- prosigue Bautista.
- Olvídalo. Mañana parto para la selva. He venido para pedir perdón por desaparecer así, tan de repente.
-Estás perdonada querida amiga. Recuerda, somos amigos. Estamos aquí para todo lo que necesites. Te queremos tanto…- dice Sebastian.
- ¿Dónde está el pequeño Jonás?
-Está durmiendo Luam.
- ¿Si pudiera yo también descansar chicos?
- ¿Cómo no Luam?
Somos retamas de los desfiladeros
Donde nuestra savia es amortajada
Por la insulsa libertad,
Siempre borrando la caricia pacífica
En ese valle de hayas
Y ahogándolo con las lágrimas
Donde los sueños se corrompen.
- Ahí Sebastian. La poesía y tú. Te quiero tanto…
- Que el amor sea nuestras constelaciones.  Te contaré un sueño para que descanses bien. “Eran dos náufragos de rumbos distintos que se encontraron en algún lugar del océano en la travesía de la desesperanza. Ambos habían sido expulsados de sus tierras y sus respectivas barcas se habían hundido. Cuando la última gota de vida les llegaba colisionaron sus cuerpos cada uno en un madero. A ambos,  les quedaban poco de vida. Se dieron un beso y un adiós. Un beso y un adiós que dio lugar al nacimiento de una nueva isla, una nueva tierra donde fueron brío de sus corazones”.

**
      La profesora rompe aguas. Liam indeciso corre al pueblo en busca del médico con su bicicleta.  Al llegar, ella está arrastrándose por el suelo con el niño en brazos. Los dos no salían de su asombro. Todo era sangre y sudor pero la profesora sonría, sonría a esa criatura de su vientre, de su amor.
**
    Luam se va sobre ese océano misterioso. Con la esperanza como bandera  para evadirse de toda esa carcoma  de su vida. ¡Pañuelos son despedidas¡ Pañuelos que danzan a la libertad cuando el sol es naciente. Lágrimas que gritan la despedida de unos amigos que se quieren, que se aprecian.  Luam, en la barandilla, como todos, arroja su pasado con ese velo del silencio. En sus pensamientos talla su mañana. La sorpresa de Luam fue encontrarse a Asum.
-¿Como estás?
- Bien y tu.kl
- Bien. Mi lucha ha dado sus frutas. He logrado salvar a mi familia de la miseria. Ahora, vuelvo, quiero abrazarlos. Pero, otros, han fracasado.
**
   Se levanta de ese sillón. Se deja llevar por su jardín de rosas donde quema todos sus recuerdos, esos recuerdos que no más son albatros constelados de su memoria.


fin








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