Las mareas se cruzan entre nuestras miradas ajenas. Seguimos rumbos semejantes pero con la
distancia de las tierras. Las tierras allendes, las tierras distintas pero con
el mismo eje donde confluyen los corazones. Ya…ya sé que no me escuchas. Ya…ya
sé que no me ves. El hechizo de la tarde me trae tus ojos, me los imagino
compasivos, benevolentes, bellos…muy bellos. Ahora para que entiendas, para que
sepas ando frente un dibujo donde aves imaginarias se yerguen en la
esperanza verde…muy verde. Y me entra
ganas de danzar, violines y pianos me mecen en pensarte, en amarte así sin más.
Y este cuerpo que brinca con la sonrisa de la entrega, del deseo. Esperemos
tiempos serenos donde nuestras manos se unifiquen en vertical.
Ausente. Te noto ausente. Ya sé que me escribes. Qué
tontadas son estas. Me llegan…me llegan
estas cartas fragmentadas en los años. Giran en torno de antorchas
hechiceras…será de tanto pensarme…será de tanto desearme. Si te escucho, en el
vaivén del letargo edificando una cierta nostalgia a no sé quién. Las mareas se cruzan entre nuestras miradas
ajenas. Mis pisadas se pierden bajo un
sol monótono y me pregunto ¿Quién serás?
Me uno a una pandereta y bailo al son de la reconstrucción de tu olor en
mis sentidos. Y río también, a solas, claro está, cuando nadie me ve. Y te digo
te amo y la nada me atosiga, con celeridad te pienso. Ojalá que tu también.
Esperemos. Esperemos tiempos serenos donde nuestras manos se unifiquen en
vertical.
Y las mareas se cruzan entre sus miradas desconocidas. Algo
dice de un sueño, de un sueño que hacen que se reconozcan cuando el horizonte
levanta el sol de la mañana. Se dan de la mano calladas, caminan a lo largo de
la playa donde aún solo hay gaviotas, pardelas y alguna que otra paloma en la llamada de la jornada. Y las mareas se cruzan entre sus miradas
afables de lo que tendrán que recorrer.
Aún la frialdad del ambiente las ampara, las besa sutilmente. Y las
mareas se cruzan entre sus miradas cómplices. Una sonrisa. Una vida.
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