Somos grises plumas en el descender por las colinas del
callar. Andamos ciegas, torpes, arrinconadas en la ventura de echar una jornada
más para atrás. Nos perdemos por los túneles oscuros de un hechizo del destino.
Pero, sin embargo amanecemos en lo cotidiano, en la verticalidad de nuestras
manos que nos lleva, que nos trae el gozo del ser. Un cielo animado por nubes
cenizas nos ensucia hoy, tal vez, en el parloteo de las horas el brío de nuestros
ojos se hallen, se hablen y quizás, lleguemos al final de las mareas.
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