jueves, abril 12, 2018

El oleaje


Corría y corría a través de la soledad de las calles en la madrugada. Se dirigía al oleaje  bruto que la llamaba…la llamaba. Sudorosa llegó a la orilla. Una marea oscura con lo violento de las olas provocadas por un viento de navajas que se deslizaban en su rostro.  Ella sentía que la llamaba y la llamaba. Penetrar en ese mundo desconocido o quedarse  en esa orilla observando su actitud tosca. Pero la llamaba y la llamaba. Se introdujo con los ojos cerrados, noche de luna desahuciada, noche de constelaciones perfectas, noche de silencios, noche con el grito grave del océano. Desapareció por unos momentos, unos momentos que giraban  hasta el crepúsculo de la mañana. Ahí está, seca, con su vientre abultado, desnuda. Se miro su estómago y de repente rompió aguas ¡Qué será¡ ¡Qué será lo que llevo dentro¡ No sintió dolor mientras el océano ahora sereno la llamaba de nuevo. Entre sus piernas se deslizó algo, no había sangre, no había alguna señal de lo que pudiera ser. El océano callo y de una especie de ave se movía torpemente por la arena. Sus ojos al principio llorosos en la pena por de su podrá o no volar. Sus ojos luego luminosos, alegres cuanto está se emancipo de ella, del oleaje calmo  en un vuelo. En un vuelo lleno de brío, de belleza. Revoleo alrededor de ella, de las mareas y se hizo invisible a medida que se alejaba.  Retornó bajo su techo pensativa, conforme con el mensaje de esta detrás de la frontera. Todo tiene un final, se ha visto muchas veces en la historia de los grandes imperios. Todo tiene un comienzo detrás de la frontera, una frontera de náufragos y rostros muertos.

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