sábado, septiembre 08, 2018

Su niña...





El crepúsculo esboza cierta sonrisa que hace que los cuerpos en vertical anden por la urbe. Cuerpos de miradas anónimas caminando a sus destinos. Ella, se levanta e inmediatamente mira la cama que tiene al lado. Ahí, su niña. Su niña pequeña. Le besa la frente con todo su cariño, con todo su amor. Busca el resto de un ayer, un ayer en la que no existió. Ella y su niña, su niña estática, inmóvil en el tiempo. El verano daba a su fin, un sudor palpitante se pegaba a sus espaldas y ella y su niña quieta. La coge en sus brazos y se pone ante la ventana. Le enseña donde vive. Para que no pierdas mi amor, le dice. Le habla de la vida con un monólogo que sobrepasa el vertiginoso pasadizo de la nada. Sí, la nada, de ella. Simplemente le narra historia tras historia detrás de aquellas paredes. La niña ni se inmuta. Ella al principio pena pero luego toma aire y en su lenta respiración sigue contando. Acuérdate hija de todo lo que cuento, este aire que respiramos puede ser bueno en primera presencia pero luego…luego los monstruos de la oscuridad saciarán tu verdad con velos de púas. Acuérdate hija de ser estudiosa, lectora de múltiples maneras , ello, te dará el suficiente conocimiento para abrirte a este extraño mundo. Y así seguía a lo largo de la jornada, hasta que los luceros del nocturno avanzaban para mecer la luna, la luna blanca, hermosa. Ella cogía a su niña y la posaba sobre la cama y la observaba, inamovible, de movimientos paralizados. Su memoria se retorcía de impotencia, sus sentidos se desvanecían en incomprensión. Aun así, era su niña, su niña muerta, su niña muñeca.


No hay comentarios: