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Nos
miraba de reojo, avisando que nos metiéramos en nuestro cuarto. Un cuarto
pequeño compartido por cuatro hermanos. No, no conocíamos las diferencias. Solo
yo, la mayor. Una de aquellas gentes desconocidas en la palabra limpiaba
descalza el pasillo. Mi madre decía que eso no era asear, que no era condición
de gente pulcra. Solo su olor a pescado queda en mis recuerdos. Su marido,
siempre traía pescado, como tal era su profesión. Será por ello que me da
repele las pescaderías de los mercados. De rodillas, aquella mujer limpiaba y
limpiaba con sus pies desnudos. No quería que nos relacionáramos con ellos,
quería que nuestro surcar por la vida fuera lo mejor, o pensásemos que era lo
mejor. Se desbarataba en ausentarnos y yo lo percibía. Percibía, su creencia en
otra forma de vivir. Un vivir en el que no nos faltara de nada. Para ello era
su sacrificio y el de padre. Sin embargo crecer a lo largo de este río de la
vida su grito recóndito se ha extendidos y aquí estamos, cada uno con su
trabajo, cada uno con sus cosas. Aun así, en el hoy hay un pizco de pena. La
pena de no darnos cuenta entonces y poder auxiliarla. Me pongo el albornoz,
blanco…muy blanco y me siento frente a mi piano, tarareo sus canciones para
luego mis yemas de manera sutil sumergirse en el silencio, en la sonoridad…en
la sonoridad y silencio del piano. Me inspiro en un poema de no sé qué y me
dejo ir. Tocan el timbre del portero pero me evado, dejo que suene…será el
cartero, eso pienso en estos instantes que se me hacen eternos aunque sean muy
cortos. Me levanto, abro sin preguntar, oigo las pisadas que se aproximan por
las escaleras hasta mi piso, oigo las pisadas que se aproximan por el pasillo
hasta mi puerta, oigo un el timbre de la puerta y me voy hacia ella. Abro, un
paquete de no sé quien, firmo y lo dejo en la mesilla del salón. La tristeza me
desespera, me hace cobarde. El cartero tenía mascarilla deprimiéndome todo este
tema de la epidemia. Me siento de nuevo frente al piano, chillidos vienen a mí,
de alegría. Es la mujer del marinero que está fregando el piso del pasillo de
las habitaciones, descalza. Madre está tirante y ello si lo noto. La escucho
conversar con padre, una charla donde la furia de su carácter parece
explosionar y diseminarse por cada recoveco de esa casa. Esa casa que no es
nuestra…CONTINUARÁ
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