EL VIAJE
1
Estoy aquí. Tu estas ahí. Son las cinco
de la mañana, me precipito cuando la primavera asoma su hocico y me lame los
sentidos. Estoy aquí, con mi maleta, mis escasas cosas. La observa, la examino
una y otra vez. Todavía la oscuridad tintinea con el despertar. Todavía la
danza muerta de los pájaros es presente. Estoy aquí y tengo que marcharme ya.
El taxi me espera abajo. Cierro la maleta, mi maleta naranja. El viaje me
espera , no sé si mis recursos abordarán este tránsito de la despedida. Me
decido y bajo en ascensor. Yo y mi maleta naranja. Mi maleta y yo. La nada
serpentea por las calles, ya son las seis. El avión sale a las ocho, voy con
tiempo suficiente, un tiempo que me entregará en mi memoria. Ha comenzado el
viaje, no vuelta atrás. El vacío se incrusta en mis ojos. Mis ojos deshechos.
Mis ojos hinchados. Mis ojos secos. Me es indiferente la marcha, ya volveré, no
sé cuándo. Llegamos rápido al aeropuerto, otro ambiente, una brisa matutina
acaricia mi rostro, mi rostro cansado, mi rostro envejecido. Estoy aquí, el viaje
comienza con mi maleta. Mi maleta naranja y yo. De inmediato me pongo ante un
mostrador, me voy a Madrid, salgo de la isla….de la isla. Estas islas tan
amargas, estas islas tan alegres, estas islas que cuelgan en mis hombros. Soy
entereza, cojo el billete del asiento y voy a la zona de fumadores. Me embarco,
asientos apretados, asientos azulados. Un cierto nerviosismo marca mis
pensamientos, una cierta incertidumbre, una duda. El avión despega. Me despido
de la isla. La isla se despide. Nos despedimos en este viaje largo…muy largo
mientras la constancia resuena en mi verticalidad. Estoy junto a la ventanilla,
me da un cierto respiro. Miro a través de ella lo pequeñito que somos, miro a
través de ella el adiós, el hasta luego. Al lado mío está sentada una mujer,
una mujer con hijo. Su hijo y la mujer. Solo un hola en este comienzo del
viaje. Nos quedan dos horas y media para entablar algún tipo de conversación
sino el callar. Unas nubes se oponen a que mis ojos cansados, mis ojos
hinchados, mis ojos secos absorban de la isla. La isla , la isla, cordón
umbilical que llevo en mi equipaje , que llevo en mis espaldas, no más. Ahora
que el vuelo se estabiliza en dirección a la península la mujer saca su pecho,
da de mamar a su hijo. La azafata la examina de reojo, se siente incómoda pero
se mantiene al no haber alguna manifestación de rechazo, es natural. Todo es
natural, somos naturales, soy natural , ella es natural . La madre y su hijo.
El hijo y su madre. Me fijo en lo celeste que nos rodea, mis ojos están pegados
a la ventanilla. La marcha está pegada a mí. Inspiro y espiro…espiro e inspiro.
Que venga lo que venga , siempre al frente, siempre fuerte, siempre derecha,
siempre segura, siempre contundente . Estoy aquí en mi asiento, estoy volando
en las inmensidades de lo desconocido, en lo que vendrá. …
2
Aterrizamos. Dos horas y un poco más
impertinentes, sacudidas por las turbulencias en la llegada. Nos agarramos y
estáticos en el temblor respiramos hondos en la seguridad. Ya estamos en
tierra, ya estamos con el aplauso. No viene mal una nota de alegría. Me
levanto, salgo del avión se mediar palabra. Respiro del novedoso aroma de una
ciudad de antenas y polución. Espero mi equipaje. Siento el circular de mi
sangre hasta mis sienes, estoy sola. Sola en una ciudad donde los rostros se
deslucen, donde las pisadas se alargan en sus grandes calles. Gente y
gente…gente con distintas facciones. Llego a la pensión, una pensión cercana al
barrio donde la emigración se vuelca en otros lenguajes. Otros idiomas ajenos a
mi entendimiento. Me es igual. Todo se mezcla, nada es único. Todo es un
submundo de culturas tirando de la pesadumbre del ayer. Ahora esclavos de la
marginación, del desahucio. Dejo mi maleta naranja en la pensión y salgo. Un
paseo que se extiende en la visión de un nuevo olor. Olor a ojos henchidos,
olor a ojos amargos, olor a ojos apenados, olor a ojos de miedo. Estoy en
Madrid, no es la primera vez aunque se muestre como tal. Nadie me conoce. Una
hija de islas saboreando en cada paso las enterezas, las quebradas existencia
de una ciudad variopinta. Una brisa llega hasta mi, una brisa primaveral que me
sustenta, que me sujeta a no caer. Sigo en mi visita en este viaje que no sé
donde me llevaré. Alguien predica alguna religión hostigando los oídos de los que
pasan. No sé cuantos días pasaré aquí, hasta que recobre fuerzas supongo. Tengo
hambre…mucha hambre. Después de caminar y caminar me detengo en un bar, ingiero
algo y continuo. Mucha hambre. Hay ojos de hambre en la zona que me alojo,
Lavapiés. No, no los temo. Se me sacude el corazón cuando leo en el móvil la
niña muerta, la niña rescatada ¡Qué gran ilusión perdida¡ ¡Que amargura para
aquellos que creyeron en la esperanza¡ La niña muerta. Me detengo, todo no es
como deseamos. Deseo….deseo, el vuelo callado de la solidaridad. Deseo…deseo,
el vuelo de los sueños , si son sueños benevolentes, calmos. Deseo…deseo, el
vuelo de la dualidad de los ojos en la conciencia libertad. Estoy parada,
cavilando esa nefasta noticia. No, no los temo. Esta tierra de todos se
balancea entre la necedad y el vacío. Vacías manos. Vacíos ojos. Vacíos
sentidos. Somos necios, somos toscos cuando de nuestra mano cuelga la vida.
Miro el cielo, está gris, quiere llorar y llora pero sus lágrimas se retraen,
se enfrasca en la impotencia…la niña muerta. Uff …Muero de pena. Muero de
agotamiento. Muero de una sed inconclusa. Muero ante la despedida. Continuo con
mis débiles piernas, un cierto sofoco enciende mis mejillas. Será la menopausia
¡No¡ es el todo. Las tragedias se suceden una tras otra en este mundo, en este
minúsculo mundo. La niña muerta…
3
La noche…la noche, una luna abierta es
ventana que me avisa del cansancio. Retorno al hostal, retorno donde mi maleta
naranja hasta aun sin deshacer. No hay ascensor, casas de principio de siglo XX
que se mezclan con derruidas paredes. Subo la escalera hasta mi habitación, mi
pequeña habitación, mi estrecha habitación. Me detengo en el umbral de la
puerta y una especie de languidez enmudece mis ojos. La ventana da para dentro
del viejo edificio. La cierro por los ruidos interminables de esta ciudad. No
hace frío, sin embargo necesito aire…aire que me ayude ahuyentar la estrechez
de este cuarto. Apago la luz y sin desnudarme me acuesto. Necesito oscuridad,
necesito ventilación. Oscuridad y ventilación. Ventilación y oscuridad. No me
gustan los espacios encajonados. Uhm, estoy encajonada en un hostal de mala
muerte. Ya en la tarde he arreglado todo para mi ida a otro lugar. Ni lejos, ni
cerca. No es que no me guste donde me encuentre en el ahora, en el ahora donde
mis ojos se cierran y se ciñen al letargo. Me iré fuera de España, tengo sobre
mi pecho el pasaje, tengo sobre mi pecho latidos violentos, tengo sobre mi
pecho pequeños pedazos de mi vida, tengo sobre mi pecho y porque no decirlo la
esperanza de que todo irá bien. Uhm, me siento agitada, abro los ojos y la
oscuridad me abriga. Cierro los ojos y la razón me lleva por caminos
desconocidos, misteriosos, atrayentes. Una aventura donde mi maleta naranja y
yo describirá los esbozos de otras tierras, de otros movimientos, de otras
miradas. Uhm, no tengo recuerdos vagos del pasado. No echo a nadie de menos.
¡Ah, el ayer¡ todavía pisoteando mi verticalidad. Maltratada por gente cuyo
nombre no merece mencionar ¡Ah , el ayer¡ Abro los ojos y palpo mi maleta
naranja. El sueño viene. El sueño me arriba a la paz y tranquilidad que inspira
y espira en mi. Soy vertical y soy soledad….soy soledad y soy vertical. Me
quedo con una imagen, me quedo embelesada en los pasos que he dado en la tarde,
en mi mezcla variopinta de personajes de esta urbe. Todavía tiene vida ante las
heridas de esta peste que la apresa, que la cierne en desorientación. Me
concentro, quiero quedarme dormida, una respiración profunda me invade, una
respiración lenta me invade. Paz y tranquilidad ansío….tranquilidad y paz hasta
el encuentro con el nuevo día y la ciudad corre y corre, y la ciudad no
duerme,,,no duerme.
4
Me despierto, es temprano las horas de
este Madrid. El sueño me ha llevado a mis amantes…una mano, un abrazo ….¡Uhm¡
he despertado con el sonido de los cuerpos que se quieren, que bostezan el
alejamiento de las heridas. Todo pesa. Todo es leve ¡Mis sueños¡ Ahí estaba,
frente a mí. Cuerpos al ritmo de la tempestad del ayer. Cuerpos al ritmo del
sudor vivaz de las emociones, del deseo. No entiendo el porqué del
subconsciente. Ahí, estaba ella. La proximidad de una calidez que enciende mis
ojos y desembocan a este precoz despertar. Me quedo pensativa ¡qué es de los
sueños¡ No alcanzo a comprenderlos, los sibilinas pozos que queda en la
memoria. Te he visto, me digo, más allá de estas tierras, más allá de las
mareas acogiendo alas de libertad. Quiero dormir. No puedo. Me despierto en
este Madrid donde el ruido no calla…no calla. Desvío mi mente de lo utópico, de
lo efímero como el aire que respiramos y acuesto nuevamente. Te he visto tras
la máscara de la insonoridad. Tu mano, mi mano…mi mano, tu mano. No puedo
dormir, enciendo la luz y miro mi maleta naranja. Es hora de que me vaya de
esta ciudad. Cogeré el metro , el aeropuerto me espera. Miro si llevo todas mis
cosas en la maleta naranja y me despido de esta capital. Sin mucho escándalo
bajo las escaleras, el eco de mis zapatos retumba en las paredes de este
anciano edificio, el eco de mis zapatos hace que algunos se asomen, el eco de
mis zapatos cierran la puerta y la oscuridad de la madrugada todavía nos acoge.
Una masa de rostros vertiginosos tropieza en el eco de mis zapatos. Llego a la
estación. Espero el metro, un submundo de violinistas, de guitarristas, de
cantantes pidiendo alguna moneda. La música resuena en el cimbrar de ese
plomizo subsuelo. Deprisa, deprisa...me introduzco en el metro. Los empujones
son ásperos, son avaros, son presencia del frenetismo de una ciudad. La isla…la
isla. La imagen de mi amada reposa en mi mente, la opacidad de los sueños vaga
en mis venas y un cierto escalofrío se pega a mis carnes. No hay donde
sentarse, me mantengo en vertical. Todo pesa. Todo es levedad. Me gusta este
movimiento de gente ante la paciencia de la isla…la isla. Todo es distinto.
Todo es igual. Con el desconocimiento de mis pasos llego al aeropuerto. Espero
hasta la hora de despegar, de lanzar mi aliento en otros lugares. Contemplo por
un instante mis sueños ¡Uhm¡ mis sueños por ello adoro el dormir. Sí, dormir y
dormir, navegante de una atmosfera mía, solo mía. Despertar con el consuelo del
quizás, del tal vez, del porqué no me anima , me estimula a seguir mi viaje.
5
Refugiados, enfermedad. Leo el periódico
que me han dado en el avión mientras llego a un hotel de Praga. Enfermedad y
refugiados. Un mundo convulso, estropeado, atropellado, agónico centella en mis
sienes, en mi pecho. Da lástima, la tragedia invade más allá de estas fronteras
donde la vida se muestra coherente. No, no somos coherentes. Refugiados,
enfermedad. Giramos y giramos entorno a nuestro ego, a nuestro yo descomunal de
personas acomodadas, ajenas a la expresión más allá de nuestro centro. Llego al
hotel, me alojo en la última habitación, un techo de dos aguas sobre mi cuerpo.
Me gusta, me siento cómoda. Nunca he estado aquí y por qué ahora…no sé será el
destino de mi aliento, de mi huída. Dejo mi maleta naranja, dejo el periódico
sobre la cama y no espero, quiero aprovechar la luz de la jornada. Mis pies
bailan en una ciudad pintoresca, evocadora de cuentos y leyendas. Cojo el móvil
de mi bolsillo, de mi pantalón a rayas, a rayas azules y blancas. Llamo a la
isla, la isla …ahí está en la eviterna primavera, ahí está con sus gentes
deambulando en sus palabras. Todo está bien y cuelgo, sigo en mi ruta. Me asomo
y el río que atraviesa el puente Carlo me estimula. Mis pensamientos se
consumen y somos eso afluentes de las ramas de la tierra y somos eso brazos que
se extienden a lo largo de nuestros andares. Refugiados , enfermedad….. La
enfermedad y los refugiados, todos somos tambores del huir. Queremos
encontrarnos mejor, más estabilizados, más equilibrados, más alegres, más
reconfortados con nuestras ideas. Todo es lucha, boxeamos con nosotros mismos.
El río ahí abajo, yo, aquí arriba. Continuo mi paseo y me impresiona lo abierta
, lo vivaracha de esta pequeña urbe en algún lugar de Europa. Todo se concentra
en un puente viejo donde la sangre de distintos lugares canta al unísono. Un
ave pasa sobre mi cabeza. Un ave danzando con las siluetas que se mueven por estas
piedras antiguas. La observo y me desvío de la ruta de mis sentidos. Recelosa
quiero alcanzar su celeridad, su brío, su belleza…su belleza perfecta cuando
teje en el aire el aroma de la libertad. Ahora no es el tiempo…enfermedad,
refugiados. La huida, mi huida. Todo se consolida en este instante, en este
momento donde la civilización parece morir, parece decaer en pantanos
peligrosos, en pantanos de penuria. …
6
El cansancio del viaje rota sobre mis
espaldas. Retorno al hotel en esta tarde maravillosa donde lo divino de los
colores, de las secuencias enhebradas en lo desconocido cuelgan de un cielo
azul…muy azul. Me quito las playeras, me quito mi pantalón a rayas azules y
blancas, me quito la camiseta y me siento en un sillón…un sillón cómodo mirando
el techo a dos aguas blanco…muy blanco. Quiero cerrar los ojos y no puedo,
confundo el agotamiento con las ganas de continuar. Converso conmigo misma.
Estoy deshabitada, sola, callada con el cavilar de mis entrañas, no echo de
menos la isla…la isla. Allí todo es distinto el miedo asalta cada mirada, cada
beso, cada respiración. Exhalo todo mal que cuelga sobre mis hombros y me
desuno de la isla…de la isla. Sin embargo, ahora que estoy lejos y no tan lejos
pues este mundo es una minúscula isla en el universo, vago por los laberintos
de mis deseos, de mis emociones, de mi complaciente ganas de amar. La isla…la
isla me ha arrebatado todo de manera descomunal, de manera trágica. Me pierdo
en esta habitación de un hotel tras el puente Carlo de la Republica checa. Por
un momento miro la ventana , la pequeña ventana de este cuarto y solo se ven
estatuas y más estatuas de los caídos en el comunismo ¡Los horrores del hombre¡
siempre plagado del convencimiento de las armas, del poder, de la tiranía sobre
un pueblo. Cuantos tuvieron que huir. Cuantos tuvieron que refugiarse en otros
lugares ante la censurada. Estoy en sujetar y bragas. La atmosfera que me rodea
me invita a ello ¡Libertad¡ ¡Libertad¡ Uhm…y todo sigue igual. Tan igual que yo
estoy sentada en este sillón en sujetador y bragas. No tengo que dar
explicaciones simplemente, me apetece. Ahí, a mi lado, la cama de sábanas
blancas. Una cama vacía, una cama de un solo cuerpo, una cama que se extiende
hasta lo sombrío de mi memoria. Me quito el sujetador. Me toco mis pechos. Mis
pechos estriados, mis pechos yermos, mis pechos vírgenes, mis pechos
desganados, mis pechos caídos, mis pechos gélidos Uhm... me siento adormilada,
mis manos se duermen, mis pies se duermen. Intento espabilarme pero mis
articulaciones parecen querer descansar…descansar. Por un instante me
levanto…pero no ¡no¡ no me acostaré en esa cama de sábanas blancas…muy blancas.
Sábanas marmóreas, sábanas frías, sábanas aisladas, sábanas de intensa bruma.
¡Oh¡ la derrota, me estremezco en cada pensamiento, en mis manos dormidas, en
mis piernas dormidas y mis ojos abiertos…
7
Levantada. Miro en mi maleta naranja, he
traído mis playeras de correr. Sí, correr libre sobre una ciudad mágica
quemando todo el ayer. Lejos de todo, lejos de todos. Correr descalza de cada
cuchillada pegada en mis espaldas. Sí, correr unos cuantos kilómetros pasajeros
de la brisa matutina. Entre tanto, a cada zancada se ciñe una caída de la que
emerjo como del vacío, de la opacidad de unos ojos que acechan mi derrumbe. Sí,
correr con el dolor allende a mi verticalidad. Sudor y sufrimiento…sufrimiento
y sudor. Una ducha, mis pantalones de rayas y otra camiseta. Me voy de visita
por estas calles perdida en el tiempo antes de que en la noche coja mi próximo
avión. Teatro negro con marionetas al son de Morzat me seduce, deja por unos
momentos la huída, el viaje, la isla…Salgo entrelazada a la esencia de la
música. Música…vaga por mi piel como parte de mi entereza , de mi rectitud bajo
los efectos terribles de una primavera enferma. Tarareando se bajo el telón a
los estragos de una sociedad aviolentada, estrecha. Caminando regreso al hotel
, en medio de mi orientación me tomo un café, enciendo un cigarro , desgarro el
humo en espiral que se desvanece, que se invisibiliza. Alguien me saluda , me
gusta sus ojos, sus ojos sin descripción, su sonrisa con agrado, con
benevolencia. Me despido en mi agarrada huída. Desaparezco ante el temor de una
conversación. No quiero hablar solo, estar sola en un ambiente aventajado por
los vuelos uniformes de aquel pájaro en el puente Carlo. Y de nuevo estoy ene
hotel. Y de nuevo estoy en el aeropuerto donde caras consumidas por el pasado
te ojean con rectitud, con rigidez, con un cierto olor a desconfianza. Ya no
soy la de antes, mis ánimos han cambiando, mi sonrisa a cambiado, mis ojos han
cambiado, mi razón ha cambiado. Todavía no regreso a la isla…la isla. Donde mis
continuas piernas busca la venganza, la venganza al acosador, la venganza al
abusador, la venganza al amenazador, la venganza. No, no tengo miedo. El miedo
se esfumó de mi vida cuando mis sentidos se enclavaron bajo las mareas de mi
verdad, de mí gravitar y gravitar en las escenas de una memoria de un mundo
encadenado a la mentira. Mi realidad, es estas, con mi maleta naranja
salpicándome de lo bello de otras fronteras. No sé porqué mi cavilar recurre a
lo bestial de la isla, ahora, lejos…muy lejos. Es como si los demonios
afloraran y vinieran a una visita para la caída de mí verticalidad. Respiro,
procuro olvidar lo de años atrás….Respiro y adelanto mis sensaciones en un
baile trajeado de calma…la calma.
8
Londres. Un tren me lleva hasta esta
ciudad que tantas veces he estado. Yo y mi maleta naranja…mi maleta naranja y
yo. La luna se deposita en mis párpados y los eclosiona con el tintineo de un sol
que ya viene, que ya cabalga cerca de nosotras. Estática, fijo mis ojos en la
luna, una atracción pueril que me sustenta. La rapidez del paisaje me sosiega,
arboledas que se eclipsan a medida que estos raíles me llevan a la estación.
Hola, nueva ciudad, aquí siento como mis pies se desnudan y abogan a una tregua
con mi razón. Llego donde me voy alojar después de coger un taxi en la
estación. Es un hotel enmarañado en la sequedad, es un hotel empañado en la
dejadez, en la decadencia. Me es igual. Solo lo quiero para el reposo de mis
andanzas a través de esta ciudad. Mis movimiento acechan esta urbe donde todo
se mezcla, donde es un vals de culturas. No, no es como la isla. La gente en
sus prisas , en sus ojos desviados, en sus andares apresurados se desvisten en
el vacío. Sin querer me he metido en la inauguración de una exposición privada.
Obras de Modigliani se me presenta, en rostros sin ojos, en ojos blancos. Es
como si el pintor no quisiera ver su realidad, la realidad de la sociedad que
le rodeaba. ….mujeres con ojos blancos así lo llamo. Las copas de se suceden,
un camarero me ofrece una, el murmullo de los apretones ante el evento se
suceden. Me fijo en cada una de sus obras, su firma está en los ojos, en los
ojos de la nada, de la sordera abultando su dolor. Salgo después de presenciar
su obra. He comprado entrada para ver el Fantasma de la Opera. Cojo de nuevo el
metro y sin darme cuenta me voy a otra ciudad, me es igual. Un universo donde
las ganas te empujan a la aventura. Pregunto. Un hombre de corte inglés me
ayuda…me ayuda. La adusta imagen de los ingleses se evapora. Me guía hasta el
teatro donde el musical emanará en mis oídos. Se despide con una sonrisa.
Entro, son las dos de la tarde y comparo este Londres con la isla…la isla. Para
muchos, para todos es ridículo presentar una obra a esas horas. Soy viajera de
las horas, de una primavera orbitando en los pilares de lo cotidiano. Me
detengo porque en la isla está todo prefijado. Y mis lágrimas surgen ante el
directo del espectáculo, y mis lágrimas sacuden mi inspiración. Salgo grata,
cordial, con los sentidos escalando donde nadie me puede mirar. Londres,
puentes de flores nuevas rejuveneciendo este espíritu cansado. Londres,
hirviente inquietud estableciendo la maravilla de mis horas. Soy viajera de las
horas, de una primavera orbitando en los pilares de lo cotidiano… Y sigo y
sigo, con la semilla en vientre de mis pisadas. Me pierdo por calles donde la
tarde me recoge en el asombro. Uhm, el asombro…comprendo todavía de nombrar
esta expresión el asombro. Soy capaz del asombro, de saborear cada instante
perfecto de las horas…
9
Transito aceras y más aceras la
muchedumbre no se detiene yo, tampoco. Respiro de las arboledas perdidas de un
parque cuyo nombre no lo logro pronunciar. Un limonero se tiende en mis ojos,
en mis ojos despiertos, en mis ojos soñolientos. Fijo la mirada, soy sorda a
los ruidos de la ciudad, al ronronear de las pisadas y me envuelvo en mi propio
abrazo frente al limonero. Hojas verdes y tronco que indica su vejez, su
madurez. Cuerpos tendidos con el sabor primaveral del último sol del día. …Me
viene a mi mente la isla, inimaginable que jardines en flor fueran origen de
manos unidas al son de la paz, de la tranquilidad. La isla…la isla, la otra
orilla donde los cuerpos desnudos danzan al son de las mareas Uhm, el mar.
Siempre un isleño echa de menos ese inmenso océano que lo rodea, que lo ata y
le impide ver más allá del horizonte. Un oleaje de árboles me dan sombran, me
atrapan, me agarra y me dicen que ya volveré. Hay limones en cada árbol que mi
vista logra alcanzar, limones de un amarillo intenso que indica la brillantez
de la vida, lo poco lejos que estamos del uno del otro Uhm la existencia, solo
somos una partícula en la inmensidad del cosmos. Solo somos el reverberar de
pétalos nacidos de las raíces que sustenta la tierra. Deleitada con el
mestizaje de arboledas y polución me adapto a esta gigantesca isla. Todo es
enorme, todo se profundiza más. Mi paseo descansa en un césped en las esferas
de la sensibilidad. Sensibilidad y una atención paralizada en un limonero. Soy
yo, osada, atrevida en esta travesía sin rumbo prefijado. Aquí también están
atados en un ombligo de luces hacia dentro. Y transito aceras y aceras , la
oscuridad con una luna blanca balancea mis ideas, mis pensamientos. Soy
ciudadana del mundo. Me es igual estar en cualquier lugar. Los astros tímidos
se asoman y no los reconozco. La iluminación sofoca al universo, ese amigo
nuestro presente eternamente entre nosotros. Todos somos únicos, distintos,
dispersos, heridos cabalgando en nuestra rutina. Y luego la nada, las neblinas
de la muerte. Energía que se expande más allá de nuestra conciencia, más allá
de nuestros deseos, más allá de este mundo Uhm, pero estamos aquí, somos carne
y hueso, somos maleta de un viaje no muy lejos de nuestro techo. Ceno algo y
entro en mi habitación…ahí, mi maleta naranja aquí, yo y la luna vistiendo mi
ventana. La miro y la miro y la vuelvo a mirar, suspiro y no sé porqué siento
un relampagueante aliento de vertical. Soy yo, así, sencilla en una habitación
de un hotel de Londres y mi maleta naranja. Me tiendo en la cama y casi sin
darme cuenta mis parpados se eclipsan dejando ver en mi mente mis sueños.
Transito mi cuerpo y mi cuerpo, toco cada fragmento de mi hasta llegar a mi
sexo. Porqué no darme placer a mí misma, me levanto y miro el espejo del
estrecho armario. Soy yo, así, mujer del norte, mujer del sur, mujer
convergente con los vuelos de mi desnudez. Soy yo, así, mujer de arena
resbalando en el amor olvidado, el amor desmemoriado.
10
En mi sendero la mañana se vuelve gris,
cielos marrones, cenizos corriendo a través mí cabeza. Una lluvia pálida
conquista mi rostro y siento la humedad en mis huesos. Llego a Greenwich, la
llovizna se apaga y se enciende un sol cuyos rayos penetra en mis ojos. Es como
la isla…la isla. En ciertas zonas hace frío, en ciertas zonas hace calor, en
ciertas zonas es neutro, ni lo uno ni lo otro. Ruedan una película por el gran
verdor de la planicie. Una ficción que toma riendas frente a una pantalla donde
todo se vuelve como impacto de sonrisa, de lágrimas, de tensión según su tema.
El cine es diverso, el cine es un arte donde los personajes juegan a sus
sueños, a sus estímulos, a sus deseos de ser lo que no se es, opino. Voy hasta
el museo de esta ciudad, por unas horas me pierdo en su historia. Salgo, bajo
por un camino empinado y el verdor extenso se convierte en una planicie verde,
muy verde. Las filigranas solares aún apuntan a mis ojos y retorno tomando un
café…Uhm, un café, sabor intenso, sabor fuerte, sabor entregado a mi sangre en
cada una de sus pisadas. Londres, plomizo despliegue de un cielo que no quiere
agotarse con sus chubascos. Y otra vez, otra vez, desde una cabina roja llamo a
la isla, la isla y yo, yo y la isla. Todo anda como siempre, con los misma
monotonía de las palabras, con una conversación vacía y un adiós. Estoy mojada,
estoy empapada de la experiencia de ser viajera solitaria en los destinos que
me atraen. Voy al hotel, me guarezco bajo un techo alto, bajo techo humilde de
esta ciudad. Escucho un grito, un estruendo en mi pared. Me asomo al pasillo
del hotel, todo es silencio. Cierro la puerta y minutos después los mismos
chillidos , los mismos golpetazos. Temblor, una discusión se produce. Llamo a
recepción, me están diciendo que ellos no han oído nada y en mi soledad más
voces de la agonía, de la destrucción , de la tragedia . Sirenas y más sirenas,
la desgracia ha entrado en el hotel. Yo y mi maleta naranja, mi maleta naranja
y yo nos vamos. Así, con mi ropa empapada, con las prisas de los nervios, con
la desconfianza del estruendo fúnebre. Mis ojos no miran, mis ojos no quieren
mirar para atrás. Pago la factura y yo y mi maleta naranja en una lluvia que ya
no atiza se zambulle en una ciudad que queda mucho por conocer. Nunca la
llegaré a conocer completa yo y mi maleta naranja, mi maleta naranja y yo.
Recorro calles y calles donde surtir de imágenes se sucede, donde el refugio en
un pub me sume en la rigidez de mis músculos.
11
Mi maleta naranja y yo. Yo y mi maleta
naranja. De vuelta a la isla. Mi corto recorrido asume el regreso a la isla…la
isla. Invocada por los cruces de la experiencia del viaje retorno donde mi cama
se columpia con las mareas, con las arrugas de un mar acordonando cada secreto,
cada aliento. Llego igual que me fui ahora, con la luna menguante divisando a
un Júpiter y Saturno intenso. Llego con las alas recogidas para ser arroyuelo
que corre en el silencio. No me arrepiento de este viaje, de este viaje a
través del tiempo, de las horas, de otras huellas. Dejo mi maleta naranja sobre
mi cama me asomo al balcón, el horizonte se ciñe cenizo, el horizonte se viste
un océano limpio, puro, cristalino. Respiro hondamente y el olor a caracolas y
algas se rigen en mis párpados cerrados. Soy callar, converso con las pardelas
que se avistan ahí, en la barra de esa playa pronunciada en la calma vacío mis
sentidos. Las ganas se apoyan en mi espalda y vuelvo a la habitación. Me
desnudo frente a un espejo donde mi verticalidad se ilumina con el haz de una
sonrisa. Es bueno ser viaje surcando otros aires, otros mares aunque sean el
mismo mar. Un mar que no le prestamos atención y lo usamos como alcantarillas
de nuestro veneno. Me pongo el bañador y cojo una toalla, no necesito más.
Penetro en esta masa ondulante, rizada y soy yo. Su pacifismo me atrae como
vergel de existencia. Desde la orilla me quedo estática, mojada y siento el
viaje en mí vientre imperfecto. Somos imperfectos, somos hijos de esta tierra,
somos arena que se escurre bajo las plumas de aves que no cantan ¡No¡ No es
tristeza, no es melancolía solo, el eco persistente de un vacío rociando lágrimas
del silencio, del peso.
FIN
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