miércoles, enero 26, 2022

EL VIAJE

 









EL VIAJE

1

Estoy aquí. Tu estas ahí. Son las cinco de la mañana, me precipito cuando la primavera asoma su hocico y me lame los sentidos. Estoy aquí, con mi maleta, mis escasas cosas. La observa, la examino una y otra vez. Todavía la oscuridad tintinea con el despertar. Todavía la danza muerta de los pájaros es presente. Estoy aquí y tengo que marcharme ya. El taxi me espera abajo. Cierro la maleta, mi maleta naranja. El viaje me espera , no sé si mis recursos abordarán este tránsito de la despedida. Me decido y bajo en ascensor. Yo y mi maleta naranja. Mi maleta y yo. La nada serpentea por las calles, ya son las seis. El avión sale a las ocho, voy con tiempo suficiente, un tiempo que me entregará en mi memoria. Ha comenzado el viaje, no vuelta atrás. El vacío se incrusta en mis ojos. Mis ojos deshechos. Mis ojos hinchados. Mis ojos secos. Me es indiferente la marcha, ya volveré, no sé cuándo. Llegamos rápido al aeropuerto, otro ambiente, una brisa matutina acaricia mi rostro, mi rostro cansado, mi rostro envejecido. Estoy aquí, el viaje comienza con mi maleta. Mi maleta naranja y yo. De inmediato me pongo ante un mostrador, me voy a Madrid, salgo de la isla….de la isla. Estas islas tan amargas, estas islas tan alegres, estas islas que cuelgan en mis hombros. Soy entereza, cojo el billete del asiento y voy a la zona de fumadores. Me embarco, asientos apretados, asientos azulados. Un cierto nerviosismo marca mis pensamientos, una cierta incertidumbre, una duda. El avión despega. Me despido de la isla. La isla se despide. Nos despedimos en este viaje largo…muy largo mientras la constancia resuena en mi verticalidad. Estoy junto a la ventanilla, me da un cierto respiro. Miro a través de ella lo pequeñito que somos, miro a través de ella el adiós, el hasta luego. Al lado mío está sentada una mujer, una mujer con hijo. Su hijo y la mujer. Solo un hola en este comienzo del viaje. Nos quedan dos horas y media para entablar algún tipo de conversación sino el callar. Unas nubes se oponen a que mis ojos cansados, mis ojos hinchados, mis ojos secos absorban de la isla. La isla , la isla, cordón umbilical que llevo en mi equipaje , que llevo en mis espaldas, no más. Ahora que el vuelo se estabiliza en dirección a la península la mujer saca su pecho, da de mamar a su hijo. La azafata la examina de reojo, se siente incómoda pero se mantiene al no haber alguna manifestación de rechazo, es natural. Todo es natural, somos naturales, soy natural , ella es natural . La madre y su hijo. El hijo y su madre. Me fijo en lo celeste que nos rodea, mis ojos están pegados a la ventanilla. La marcha está pegada a mí. Inspiro y espiro…espiro e inspiro. Que venga lo que venga , siempre al frente, siempre fuerte, siempre derecha, siempre segura, siempre contundente . Estoy aquí en mi asiento, estoy volando en las inmensidades de lo desconocido, en lo que vendrá. …

 

2

Aterrizamos. Dos horas y un poco más impertinentes, sacudidas por las turbulencias en la llegada. Nos agarramos y estáticos en el temblor respiramos hondos en la seguridad. Ya estamos en tierra, ya estamos con el aplauso. No viene mal una nota de alegría. Me levanto, salgo del avión se mediar palabra. Respiro del novedoso aroma de una ciudad de antenas y polución. Espero mi equipaje. Siento el circular de mi sangre hasta mis sienes, estoy sola. Sola en una ciudad donde los rostros se deslucen, donde las pisadas se alargan en sus grandes calles. Gente y gente…gente con distintas facciones. Llego a la pensión, una pensión cercana al barrio donde la emigración se vuelca en otros lenguajes. Otros idiomas ajenos a mi entendimiento. Me es igual. Todo se mezcla, nada es único. Todo es un submundo de culturas tirando de la pesadumbre del ayer. Ahora esclavos de la marginación, del desahucio. Dejo mi maleta naranja en la pensión y salgo. Un paseo que se extiende en la visión de un nuevo olor. Olor a ojos henchidos, olor a ojos amargos, olor a ojos apenados, olor a ojos de miedo. Estoy en Madrid, no es la primera vez aunque se muestre como tal. Nadie me conoce. Una hija de islas saboreando en cada paso las enterezas, las quebradas existencia de una ciudad variopinta. Una brisa llega hasta mi, una brisa primaveral que me sustenta, que me sujeta a no caer. Sigo en mi visita en este viaje que no sé donde me llevaré. Alguien predica alguna religión hostigando los oídos de los que pasan. No sé cuantos días pasaré aquí, hasta que recobre fuerzas supongo. Tengo hambre…mucha hambre. Después de caminar y caminar me detengo en un bar, ingiero algo y continuo. Mucha hambre. Hay ojos de hambre en la zona que me alojo, Lavapiés. No, no los temo. Se me sacude el corazón cuando leo en el móvil la niña muerta, la niña rescatada ¡Qué gran ilusión perdida¡ ¡Que amargura para aquellos que creyeron en la esperanza¡ La niña muerta. Me detengo, todo no es como deseamos. Deseo….deseo, el vuelo callado de la solidaridad. Deseo…deseo, el vuelo de los sueños , si son sueños benevolentes, calmos. Deseo…deseo, el vuelo de la dualidad de los ojos en la conciencia libertad. Estoy parada, cavilando esa nefasta noticia. No, no los temo. Esta tierra de todos se balancea entre la necedad y el vacío. Vacías manos. Vacíos ojos. Vacíos sentidos. Somos necios, somos toscos cuando de nuestra mano cuelga la vida. Miro el cielo, está gris, quiere llorar y llora pero sus lágrimas se retraen, se enfrasca en la impotencia…la niña muerta. Uff …Muero de pena. Muero de agotamiento. Muero de una sed inconclusa. Muero ante la despedida. Continuo con mis débiles piernas, un cierto sofoco enciende mis mejillas. Será la menopausia ¡No¡ es el todo. Las tragedias se suceden una tras otra en este mundo, en este minúsculo mundo. La niña muerta…

 

3

La noche…la noche, una luna abierta es ventana que me avisa del cansancio. Retorno al hostal, retorno donde mi maleta naranja hasta aun sin deshacer. No hay ascensor, casas de principio de siglo XX que se mezclan con derruidas paredes. Subo la escalera hasta mi habitación, mi pequeña habitación, mi estrecha habitación. Me detengo en el umbral de la puerta y una especie de languidez enmudece mis ojos. La ventana da para dentro del viejo edificio. La cierro por los ruidos interminables de esta ciudad. No hace frío, sin embargo necesito aire…aire que me ayude ahuyentar la estrechez de este cuarto. Apago la luz y sin desnudarme me acuesto. Necesito oscuridad, necesito ventilación. Oscuridad y ventilación. Ventilación y oscuridad. No me gustan los espacios encajonados. Uhm, estoy encajonada en un hostal de mala muerte. Ya en la tarde he arreglado todo para mi ida a otro lugar. Ni lejos, ni cerca. No es que no me guste donde me encuentre en el ahora, en el ahora donde mis ojos se cierran y se ciñen al letargo. Me iré fuera de España, tengo sobre mi pecho el pasaje, tengo sobre mi pecho latidos violentos, tengo sobre mi pecho pequeños pedazos de mi vida, tengo sobre mi pecho y porque no decirlo la esperanza de que todo irá bien. Uhm, me siento agitada, abro los ojos y la oscuridad me abriga. Cierro los ojos y la razón me lleva por caminos desconocidos, misteriosos, atrayentes. Una aventura donde mi maleta naranja y yo describirá los esbozos de otras tierras, de otros movimientos, de otras miradas. Uhm, no tengo recuerdos vagos del pasado. No echo a nadie de menos. ¡Ah, el ayer¡ todavía pisoteando mi verticalidad. Maltratada por gente cuyo nombre no merece mencionar ¡Ah , el ayer¡ Abro los ojos y palpo mi maleta naranja. El sueño viene. El sueño me arriba a la paz y tranquilidad que inspira y espira en mi. Soy vertical y soy soledad….soy soledad y soy vertical. Me quedo con una imagen, me quedo embelesada en los pasos que he dado en la tarde, en mi mezcla variopinta de personajes de esta urbe. Todavía tiene vida ante las heridas de esta peste que la apresa, que la cierne en desorientación. Me concentro, quiero quedarme dormida, una respiración profunda me invade, una respiración lenta me invade. Paz y tranquilidad ansío….tranquilidad y paz hasta el encuentro con el nuevo día y la ciudad corre y corre, y la ciudad no duerme,,,no duerme.

 

4

Me despierto, es temprano las horas de este Madrid. El sueño me ha llevado a mis amantes…una mano, un abrazo ….¡Uhm¡ he despertado con el sonido de los cuerpos que se quieren, que bostezan el alejamiento de las heridas. Todo pesa. Todo es leve ¡Mis sueños¡ Ahí estaba, frente a mí. Cuerpos al ritmo de la tempestad del ayer. Cuerpos al ritmo del sudor vivaz de las emociones, del deseo. No entiendo el porqué del subconsciente. Ahí, estaba ella. La proximidad de una calidez que enciende mis ojos y desembocan a este precoz despertar. Me quedo pensativa ¡qué es de los sueños¡ No alcanzo a comprenderlos, los sibilinas pozos que queda en la memoria. Te he visto, me digo, más allá de estas tierras, más allá de las mareas acogiendo alas de libertad. Quiero dormir. No puedo. Me despierto en este Madrid donde el ruido no calla…no calla. Desvío mi mente de lo utópico, de lo efímero como el aire que respiramos y acuesto nuevamente. Te he visto tras la máscara de la insonoridad. Tu mano, mi mano…mi mano, tu mano. No puedo dormir, enciendo la luz y miro mi maleta naranja. Es hora de que me vaya de esta ciudad. Cogeré el metro , el aeropuerto me espera. Miro si llevo todas mis cosas en la maleta naranja y me despido de esta capital. Sin mucho escándalo bajo las escaleras, el eco de mis zapatos retumba en las paredes de este anciano edificio, el eco de mis zapatos hace que algunos se asomen, el eco de mis zapatos cierran la puerta y la oscuridad de la madrugada todavía nos acoge. Una masa de rostros vertiginosos tropieza en el eco de mis zapatos. Llego a la estación. Espero el metro, un submundo de violinistas, de guitarristas, de cantantes pidiendo alguna moneda. La música resuena en el cimbrar de ese plomizo subsuelo. Deprisa, deprisa...me introduzco en el metro. Los empujones son ásperos, son avaros, son presencia del frenetismo de una ciudad. La isla…la isla. La imagen de mi amada reposa en mi mente, la opacidad de los sueños vaga en mis venas y un cierto escalofrío se pega a mis carnes. No hay donde sentarse, me mantengo en vertical. Todo pesa. Todo es levedad. Me gusta este movimiento de gente ante la paciencia de la isla…la isla. Todo es distinto. Todo es igual. Con el desconocimiento de mis pasos llego al aeropuerto. Espero hasta la hora de despegar, de lanzar mi aliento en otros lugares. Contemplo por un instante mis sueños ¡Uhm¡ mis sueños por ello adoro el dormir. Sí, dormir y dormir, navegante de una atmosfera mía, solo mía. Despertar con el consuelo del quizás, del tal vez, del porqué no me anima , me estimula a seguir mi viaje.

 

5

Refugiados, enfermedad. Leo el periódico que me han dado en el avión mientras llego a un hotel de Praga. Enfermedad y refugiados. Un mundo convulso, estropeado, atropellado, agónico centella en mis sienes, en mi pecho. Da lástima, la tragedia invade más allá de estas fronteras donde la vida se muestra coherente. No, no somos coherentes. Refugiados, enfermedad. Giramos y giramos entorno a nuestro ego, a nuestro yo descomunal de personas acomodadas, ajenas a la expresión más allá de nuestro centro. Llego al hotel, me alojo en la última habitación, un techo de dos aguas sobre mi cuerpo. Me gusta, me siento cómoda. Nunca he estado aquí y por qué ahora…no sé será el destino de mi aliento, de mi huída. Dejo mi maleta naranja, dejo el periódico sobre la cama y no espero, quiero aprovechar la luz de la jornada. Mis pies bailan en una ciudad pintoresca, evocadora de cuentos y leyendas. Cojo el móvil de mi bolsillo, de mi pantalón a rayas, a rayas azules y blancas. Llamo a la isla, la isla …ahí está en la eviterna primavera, ahí está con sus gentes deambulando en sus palabras. Todo está bien y cuelgo, sigo en mi ruta. Me asomo y el río que atraviesa el puente Carlo me estimula. Mis pensamientos se consumen y somos eso afluentes de las ramas de la tierra y somos eso brazos que se extienden a lo largo de nuestros andares. Refugiados , enfermedad….. La enfermedad y los refugiados, todos somos tambores del huir. Queremos encontrarnos mejor, más estabilizados, más equilibrados, más alegres, más reconfortados con nuestras ideas. Todo es lucha, boxeamos con nosotros mismos. El río ahí abajo, yo, aquí arriba. Continuo mi paseo y me impresiona lo abierta , lo vivaracha de esta pequeña urbe en algún lugar de Europa. Todo se concentra en un puente viejo donde la sangre de distintos lugares canta al unísono. Un ave pasa sobre mi cabeza. Un ave danzando con las siluetas que se mueven por estas piedras antiguas. La observo y me desvío de la ruta de mis sentidos. Recelosa quiero alcanzar su celeridad, su brío, su belleza…su belleza perfecta cuando teje en el aire el aroma de la libertad. Ahora no es el tiempo…enfermedad, refugiados. La huida, mi huida. Todo se consolida en este instante, en este momento donde la civilización parece morir, parece decaer en pantanos peligrosos, en pantanos de penuria. …

 

 

6

El cansancio del viaje rota sobre mis espaldas. Retorno al hotel en esta tarde maravillosa donde lo divino de los colores, de las secuencias enhebradas en lo desconocido cuelgan de un cielo azul…muy azul. Me quito las playeras, me quito mi pantalón a rayas azules y blancas, me quito la camiseta y me siento en un sillón…un sillón cómodo mirando el techo a dos aguas blanco…muy blanco. Quiero cerrar los ojos y no puedo, confundo el agotamiento con las ganas de continuar. Converso conmigo misma. Estoy deshabitada, sola, callada con el cavilar de mis entrañas, no echo de menos la isla…la isla. Allí todo es distinto el miedo asalta cada mirada, cada beso, cada respiración. Exhalo todo mal que cuelga sobre mis hombros y me desuno de la isla…de la isla. Sin embargo, ahora que estoy lejos y no tan lejos pues este mundo es una minúscula isla en el universo, vago por los laberintos de mis deseos, de mis emociones, de mi complaciente ganas de amar. La isla…la isla me ha arrebatado todo de manera descomunal, de manera trágica. Me pierdo en esta habitación de un hotel tras el puente Carlo de la Republica checa. Por un momento miro la ventana , la pequeña ventana de este cuarto y solo se ven estatuas y más estatuas de los caídos en el comunismo ¡Los horrores del hombre¡ siempre plagado del convencimiento de las armas, del poder, de la tiranía sobre un pueblo. Cuantos tuvieron que huir. Cuantos tuvieron que refugiarse en otros lugares ante la censurada. Estoy en sujetar y bragas. La atmosfera que me rodea me invita a ello ¡Libertad¡ ¡Libertad¡ Uhm…y todo sigue igual. Tan igual que yo estoy sentada en este sillón en sujetador y bragas. No tengo que dar explicaciones simplemente, me apetece. Ahí, a mi lado, la cama de sábanas blancas. Una cama vacía, una cama de un solo cuerpo, una cama que se extiende hasta lo sombrío de mi memoria. Me quito el sujetador. Me toco mis pechos. Mis pechos estriados, mis pechos yermos, mis pechos vírgenes, mis pechos desganados, mis pechos caídos, mis pechos gélidos Uhm... me siento adormilada, mis manos se duermen, mis pies se duermen. Intento espabilarme pero mis articulaciones parecen querer descansar…descansar. Por un instante me levanto…pero no ¡no¡ no me acostaré en esa cama de sábanas blancas…muy blancas. Sábanas marmóreas, sábanas frías, sábanas aisladas, sábanas de intensa bruma. ¡Oh¡ la derrota, me estremezco en cada pensamiento, en mis manos dormidas, en mis piernas dormidas y mis ojos abiertos…

 

7

Levantada. Miro en mi maleta naranja, he traído mis playeras de correr. Sí, correr libre sobre una ciudad mágica quemando todo el ayer. Lejos de todo, lejos de todos. Correr descalza de cada cuchillada pegada en mis espaldas. Sí, correr unos cuantos kilómetros pasajeros de la brisa matutina. Entre tanto, a cada zancada se ciñe una caída de la que emerjo como del vacío, de la opacidad de unos ojos que acechan mi derrumbe. Sí, correr con el dolor allende a mi verticalidad. Sudor y sufrimiento…sufrimiento y sudor. Una ducha, mis pantalones de rayas y otra camiseta. Me voy de visita por estas calles perdida en el tiempo antes de que en la noche coja mi próximo avión. Teatro negro con marionetas al son de Morzat me seduce, deja por unos momentos la huída, el viaje, la isla…Salgo entrelazada a la esencia de la música. Música…vaga por mi piel como parte de mi entereza , de mi rectitud bajo los efectos terribles de una primavera enferma. Tarareando se bajo el telón a los estragos de una sociedad aviolentada, estrecha. Caminando regreso al hotel , en medio de mi orientación me tomo un café, enciendo un cigarro , desgarro el humo en espiral que se desvanece, que se invisibiliza. Alguien me saluda , me gusta sus ojos, sus ojos sin descripción, su sonrisa con agrado, con benevolencia. Me despido en mi agarrada huída. Desaparezco ante el temor de una conversación. No quiero hablar solo, estar sola en un ambiente aventajado por los vuelos uniformes de aquel pájaro en el puente Carlo. Y de nuevo estoy ene hotel. Y de nuevo estoy en el aeropuerto donde caras consumidas por el pasado te ojean con rectitud, con rigidez, con un cierto olor a desconfianza. Ya no soy la de antes, mis ánimos han cambiando, mi sonrisa a cambiado, mis ojos han cambiado, mi razón ha cambiado. Todavía no regreso a la isla…la isla. Donde mis continuas piernas busca la venganza, la venganza al acosador, la venganza al abusador, la venganza al amenazador, la venganza. No, no tengo miedo. El miedo se esfumó de mi vida cuando mis sentidos se enclavaron bajo las mareas de mi verdad, de mí gravitar y gravitar en las escenas de una memoria de un mundo encadenado a la mentira. Mi realidad, es estas, con mi maleta naranja salpicándome de lo bello de otras fronteras. No sé porqué mi cavilar recurre a lo bestial de la isla, ahora, lejos…muy lejos. Es como si los demonios afloraran y vinieran a una visita para la caída de mí verticalidad. Respiro, procuro olvidar lo de años atrás….Respiro y adelanto mis sensaciones en un baile trajeado de calma…la calma.

 

8

Londres. Un tren me lleva hasta esta ciudad que tantas veces he estado. Yo y mi maleta naranja…mi maleta naranja y yo. La luna se deposita en mis párpados y los eclosiona con el tintineo de un sol que ya viene, que ya cabalga cerca de nosotras. Estática, fijo mis ojos en la luna, una atracción pueril que me sustenta. La rapidez del paisaje me sosiega, arboledas que se eclipsan a medida que estos raíles me llevan a la estación. Hola, nueva ciudad, aquí siento como mis pies se desnudan y abogan a una tregua con mi razón. Llego donde me voy alojar después de coger un taxi en la estación. Es un hotel enmarañado en la sequedad, es un hotel empañado en la dejadez, en la decadencia. Me es igual. Solo lo quiero para el reposo de mis andanzas a través de esta ciudad. Mis movimiento acechan esta urbe donde todo se mezcla, donde es un vals de culturas. No, no es como la isla. La gente en sus prisas , en sus ojos desviados, en sus andares apresurados se desvisten en el vacío. Sin querer me he metido en la inauguración de una exposición privada. Obras de Modigliani se me presenta, en rostros sin ojos, en ojos blancos. Es como si el pintor no quisiera ver su realidad, la realidad de la sociedad que le rodeaba. ….mujeres con ojos blancos así lo llamo. Las copas de se suceden, un camarero me ofrece una, el murmullo de los apretones ante el evento se suceden. Me fijo en cada una de sus obras, su firma está en los ojos, en los ojos de la nada, de la sordera abultando su dolor. Salgo después de presenciar su obra. He comprado entrada para ver el Fantasma de la Opera. Cojo de nuevo el metro y sin darme cuenta me voy a otra ciudad, me es igual. Un universo donde las ganas te empujan a la aventura. Pregunto. Un hombre de corte inglés me ayuda…me ayuda. La adusta imagen de los ingleses se evapora. Me guía hasta el teatro donde el musical emanará en mis oídos. Se despide con una sonrisa. Entro, son las dos de la tarde y comparo este Londres con la isla…la isla. Para muchos, para todos es ridículo presentar una obra a esas horas. Soy viajera de las horas, de una primavera orbitando en los pilares de lo cotidiano. Me detengo porque en la isla está todo prefijado. Y mis lágrimas surgen ante el directo del espectáculo, y mis lágrimas sacuden mi inspiración. Salgo grata, cordial, con los sentidos escalando donde nadie me puede mirar. Londres, puentes de flores nuevas rejuveneciendo este espíritu cansado. Londres, hirviente inquietud estableciendo la maravilla de mis horas. Soy viajera de las horas, de una primavera orbitando en los pilares de lo cotidiano… Y sigo y sigo, con la semilla en vientre de mis pisadas. Me pierdo por calles donde la tarde me recoge en el asombro. Uhm, el asombro…comprendo todavía de nombrar esta expresión el asombro. Soy capaz del asombro, de saborear cada instante perfecto de las horas…

 

9

Transito aceras y más aceras la muchedumbre no se detiene yo, tampoco. Respiro de las arboledas perdidas de un parque cuyo nombre no lo logro pronunciar. Un limonero se tiende en mis ojos, en mis ojos despiertos, en mis ojos soñolientos. Fijo la mirada, soy sorda a los ruidos de la ciudad, al ronronear de las pisadas y me envuelvo en mi propio abrazo frente al limonero. Hojas verdes y tronco que indica su vejez, su madurez. Cuerpos tendidos con el sabor primaveral del último sol del día. …Me viene a mi mente la isla, inimaginable que jardines en flor fueran origen de manos unidas al son de la paz, de la tranquilidad. La isla…la isla, la otra orilla donde los cuerpos desnudos danzan al son de las mareas Uhm, el mar. Siempre un isleño echa de menos ese inmenso océano que lo rodea, que lo ata y le impide ver más allá del horizonte. Un oleaje de árboles me dan sombran, me atrapan, me agarra y me dicen que ya volveré. Hay limones en cada árbol que mi vista logra alcanzar, limones de un amarillo intenso que indica la brillantez de la vida, lo poco lejos que estamos del uno del otro Uhm la existencia, solo somos una partícula en la inmensidad del cosmos. Solo somos el reverberar de pétalos nacidos de las raíces que sustenta la tierra. Deleitada con el mestizaje de arboledas y polución me adapto a esta gigantesca isla. Todo es enorme, todo se profundiza más. Mi paseo descansa en un césped en las esferas de la sensibilidad. Sensibilidad y una atención paralizada en un limonero. Soy yo, osada, atrevida en esta travesía sin rumbo prefijado. Aquí también están atados en un ombligo de luces hacia dentro. Y transito aceras y aceras , la oscuridad con una luna blanca balancea mis ideas, mis pensamientos. Soy ciudadana del mundo. Me es igual estar en cualquier lugar. Los astros tímidos se asoman y no los reconozco. La iluminación sofoca al universo, ese amigo nuestro presente eternamente entre nosotros. Todos somos únicos, distintos, dispersos, heridos cabalgando en nuestra rutina. Y luego la nada, las neblinas de la muerte. Energía que se expande más allá de nuestra conciencia, más allá de nuestros deseos, más allá de este mundo Uhm, pero estamos aquí, somos carne y hueso, somos maleta de un viaje no muy lejos de nuestro techo. Ceno algo y entro en mi habitación…ahí, mi maleta naranja aquí, yo y la luna vistiendo mi ventana. La miro y la miro y la vuelvo a mirar, suspiro y no sé porqué siento un relampagueante aliento de vertical. Soy yo, así, sencilla en una habitación de un hotel de Londres y mi maleta naranja. Me tiendo en la cama y casi sin darme cuenta mis parpados se eclipsan dejando ver en mi mente mis sueños. Transito mi cuerpo y mi cuerpo, toco cada fragmento de mi hasta llegar a mi sexo. Porqué no darme placer a mí misma, me levanto y miro el espejo del estrecho armario. Soy yo, así, mujer del norte, mujer del sur, mujer convergente con los vuelos de mi desnudez. Soy yo, así, mujer de arena resbalando en el amor olvidado, el amor desmemoriado.

 

10

En mi sendero la mañana se vuelve gris, cielos marrones, cenizos corriendo a través mí cabeza. Una lluvia pálida conquista mi rostro y siento la humedad en mis huesos. Llego a Greenwich, la llovizna se apaga y se enciende un sol cuyos rayos penetra en mis ojos. Es como la isla…la isla. En ciertas zonas hace frío, en ciertas zonas hace calor, en ciertas zonas es neutro, ni lo uno ni lo otro. Ruedan una película por el gran verdor de la planicie. Una ficción que toma riendas frente a una pantalla donde todo se vuelve como impacto de sonrisa, de lágrimas, de tensión según su tema. El cine es diverso, el cine es un arte donde los personajes juegan a sus sueños, a sus estímulos, a sus deseos de ser lo que no se es, opino. Voy hasta el museo de esta ciudad, por unas horas me pierdo en su historia. Salgo, bajo por un camino empinado y el verdor extenso se convierte en una planicie verde, muy verde. Las filigranas solares aún apuntan a mis ojos y retorno tomando un café…Uhm, un café, sabor intenso, sabor fuerte, sabor entregado a mi sangre en cada una de sus pisadas. Londres, plomizo despliegue de un cielo que no quiere agotarse con sus chubascos. Y otra vez, otra vez, desde una cabina roja llamo a la isla, la isla y yo, yo y la isla. Todo anda como siempre, con los misma monotonía de las palabras, con una conversación vacía y un adiós. Estoy mojada, estoy empapada de la experiencia de ser viajera solitaria en los destinos que me atraen. Voy al hotel, me guarezco bajo un techo alto, bajo techo humilde de esta ciudad. Escucho un grito, un estruendo en mi pared. Me asomo al pasillo del hotel, todo es silencio. Cierro la puerta y minutos después los mismos chillidos , los mismos golpetazos. Temblor, una discusión se produce. Llamo a recepción, me están diciendo que ellos no han oído nada y en mi soledad más voces de la agonía, de la destrucción , de la tragedia . Sirenas y más sirenas, la desgracia ha entrado en el hotel. Yo y mi maleta naranja, mi maleta naranja y yo nos vamos. Así, con mi ropa empapada, con las prisas de los nervios, con la desconfianza del estruendo fúnebre. Mis ojos no miran, mis ojos no quieren mirar para atrás. Pago la factura y yo y mi maleta naranja en una lluvia que ya no atiza se zambulle en una ciudad que queda mucho por conocer. Nunca la llegaré a conocer completa yo y mi maleta naranja, mi maleta naranja y yo. Recorro calles y calles donde surtir de imágenes se sucede, donde el refugio en un pub me sume en la rigidez de mis músculos.

 

11

Mi maleta naranja y yo. Yo y mi maleta naranja. De vuelta a la isla. Mi corto recorrido asume el regreso a la isla…la isla. Invocada por los cruces de la experiencia del viaje retorno donde mi cama se columpia con las mareas, con las arrugas de un mar acordonando cada secreto, cada aliento. Llego igual que me fui ahora, con la luna menguante divisando a un Júpiter y Saturno intenso. Llego con las alas recogidas para ser arroyuelo que corre en el silencio. No me arrepiento de este viaje, de este viaje a través del tiempo, de las horas, de otras huellas. Dejo mi maleta naranja sobre mi cama me asomo al balcón, el horizonte se ciñe cenizo, el horizonte se viste un océano limpio, puro, cristalino. Respiro hondamente y el olor a caracolas y algas se rigen en mis párpados cerrados. Soy callar, converso con las pardelas que se avistan ahí, en la barra de esa playa pronunciada en la calma vacío mis sentidos. Las ganas se apoyan en mi espalda y vuelvo a la habitación. Me desnudo frente a un espejo donde mi verticalidad se ilumina con el haz de una sonrisa. Es bueno ser viaje surcando otros aires, otros mares aunque sean el mismo mar. Un mar que no le prestamos atención y lo usamos como alcantarillas de nuestro veneno. Me pongo el bañador y cojo una toalla, no necesito más. Penetro en esta masa ondulante, rizada y soy yo. Su pacifismo me atrae como vergel de existencia. Desde la orilla me quedo estática, mojada y siento el viaje en mí vientre imperfecto. Somos imperfectos, somos hijos de esta tierra, somos arena que se escurre bajo las plumas de aves que no cantan ¡No¡ No es tristeza, no es melancolía solo, el eco persistente de un vacío rociando lágrimas del silencio, del peso.

 

FIN

 



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