domingo, julio 14, 2013

La luna y la mar

XX:
Y esperaba la luna, esa luna que me guiará por el horizonte a través del océano. Y esa noche vino. Una luna esplendorosa, radiante, llena de nobleza. Me embarco en mi barca pequeña y soy presa de donde ella me guíe. La bahía pronto se disipa a medida que me alejo y solo y con la luna gozo de la plenitud de ser persona.

La mar:
Y esperabas la luna y a por ella vas. Ella te lleva por mi cuerpo inmenso hacía no sabes donde. Confías en ella, confías en mí. Y me parece bien. Pero a veces los vientos del mal nos acechan y sin rumbo te puedes ver.

XX:
¡Que noche¡ No voy a pescar, respetaré a la madre naturaleza esta noche donde la belleza de la plateada se entrega a cualquier navegante de su estela.

La mar:
No vas a pescar. Bien haces. Pero no te fíes de la belleza. Noto algo extraño en la atmósfera que te rodea. Algo viene. Lento pero viene y puede que tu sentido se vea dañado o no según te lo tomes, según sea tus deseos.

XX:
Parece que el aire pesa. Es raro. No, no puede ser. Una tormenta cuando tu estás ahí tan hermosa. Todo parece tranquilo. Tan tranquilo que huelo algo maléfico que se aproxima.

Eco:
Vuelve a la costa. Una tempestad se aproxima con su dureza, con su crueldad y no serás capaz de luchar.

XX:
La brisa me habla. Me dice algo de un retorno. Pero, por qué, ahora siento paz. Una paz que me lleva a ser estática estatua en este mar. Apagaré el motor y aquí me quedaré hasta que amanezca, hasta su adiós.

Eco:
Eres pesado. Esa paz es engañosa. La única cierta es cuando féretros flotantes te lleven a las profundidades. ¿Es eso lo que buscas?

La mar:
Sí, la siento. La tempestad ha estallado. Revuelo de ideas que se ahogan en la exasperación

XX:
Uy. Cada vez sopla más fuerte la brisa. Algo de lejos viene y ha pisado su celeridad. No, no puede ser. Con lo perfecto que era todo y ahora todo se va volver oscuridad ¿Qué hacer? Ya no puedo volver, es demasiado tarde. Pero no siento temor ¡Qué los dioses de la naturaleza digan mi mañana¡


La mar:
Y me envuelve con su tremor de las profundidades. Aquí esta emergiendo de la nada la tormenta. No quiero dañar a este ser pero me es imposible. Mi cuerpo se agigante y se hace brusco a la tiranías de este viento. Un viento que no cesa, que no cesa.

Eco :
Ya está aquí. El oleaje es grotesco. El viento feroz. Rezaremos por ti.

XX:
Vienes a mí. Con tu boca de víbora a lamer cada herida hecha. Pero resistiré. Aguantaré mientras la luna este ahí. Dónde ¿Dónde ¿ Ya no la diviso¡ Oh dolor¡ ¡Oh desesperación¡. Pero lucharé por mi vida. Si voces de las estrellas rezad por mi.  

La mar:
Y se evade. Y huye a otro lugar. Ya está. Todo ha acabado. Y el pescador como se encuentra. Todo ha sido muy rápido. Qué bien. Parece que se mueve.

Eco:
Has sobrevivido a las inclemencias del tiempo. Pero ahora dime, dónde te encuentras. Parece que te has desviado de ese rumbo que muy bien conocías.

XX:
Uf, que veloz. Mejor así. Pero no se dónde estoy. Esperaré a que amanezca a ver si el astro rey me puede decir algo. Caer y levantarse, así es la vida.

La mar:
Un rorcual que se libera. Que viene de las profundidades como aliento a esta tormenta ¿por qué va hacia ese ser? Lo verá pacífico, honesto a las leyes de la naturaleza.

Rorcual:
¿Qué haces ser de este mundo?

XX:
Me hablas a mí.

Rorcual:
   Sí, a ti.

XX:
  Que bello. Vagas con tu cría en la inmensidad de esta agua ¿Dónde estoy? Está muy lejos la bahía.

Rorcual:
No. Yo te guiaré. Pero no me aproximaré. Los de vuestra especie sois tétricos. Devastando todo lo que se pueda devastar. Después me iré, te dejaré solo en la extensión de este océano hasta la orilla.

Eco:
  Sigue al rorcual. El goza de toda bondad, de toda inocencia perdida por los seres humanos.  

XX:
 Utilizaré los remos, no quiero dañar. Y remar y remar por la senda de este gran ser. Ya diviso la orilla y tu luna sigues ahí. Pareces sonreír con tu rostro pálido.

Eco:
Un poco más y en tierra. No narres a nadie de tus aventuras, no te creerán.  


XX:

Oh luna. Esa fina arena. Su tacto que suave es. Acariciarla. Si, me entra ganas de tumbarme y ser parte de ella con el ronroneo del oleaje. Ahí están esas casas blancas, mi pueblo. Pero aunque cansado me quedaré un poco más aquí hasta que tú te  hayas ido. Adiós océano. Volveré cuando la luna me llame otra vez. Pasaremos unos ratos juntos. Te quiero.  Aquí está mi otra vida. Mi mujer, mis hijos, mis amigos. Que también los amo. 

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