jueves, julio 11, 2013

La espera

Sentada. Si, estaba sentada en la escalera esperando su deseo, sus sueños. Casi no pensaba, solo creaba una imagen de aquel ser que le daría la mano y le ayudaría a levantarla. Intensificaba  su mente y en ella relucía alguna luz, una luz donde el roce su piel con otra fuera el estallido de sus sentidos. Esperaba así llevaba años. Sus músculos contraídos anunciaban que no podría seguir la senda del amor cuando llegase. Pero un halito de energía constructiva le decía que si, que todo pasaría. Ese sol, el cual no incidía en sus ojos hacía mucho tiempo. Solo girar y girar en una guitarra que no sonaba de muy lejos. La escuchaba continuamente, todos los días a la misma hora. El rasgueo era melancólico, triste, abarcaba para ella toda su vida. Mientras en la urbe un movimiento feroz de bocinas y polución, unas animadas pisadas de transeúntes cuyo rostro desconocía. Su melena cana era enmarañada y larga, muy larga. Algún que otro vecino en la escalera le dejaba algo de comida. Comida que no probaba en esa larga y lúgrube espera. Se alimentaba solo de esa guitarra y de una pena que hacia de su tez un campo minado lástima. Si, daba lástima ¿Por qué?, se preguntaban. No sabían si llamar a un loquero pero era ya tanto tiempo y ella tan inocente que daba cierta cosa. Sumisa en la espera, esa espera que se prolongaba en noches sin luna, sin estrellas que ella pudiera divisar. Hasta que un día. Sí un día de esos normales como cualquier otro que alguien avanzó hasta ella y le habló. Sus palabras calidas y sutiles no le transmitían nada. Es como si un muro de ortigas la envolviera en su atmósfera. Estaba cegada, sorda. Nada se podía ser contra los acantilados que sobrevolaba. Y así la dejaron. En esa esfera de cristal hasta que la muerte se hiciera con el olvido. Y así la dejaron. En esa miseria de su ser hasta que un ataúd fuera su nuevo lugar. 

1 comentario:

Luis León Barreto dijo...

Un relato un poco tétrico, querida Dunia. Pero sigue adelante.