domingo, julio 07, 2013

Y se callan...

Es abrumador circular a través de las nubes que no dejan rastro de la existencia de ahí debajo. Es como si te sumergieras en una atmósfera donde las aves migratorias con su sentido de orientación buscasen su rincón.  Ese pedazo que buscas tú. Ya planeas. Llegas a tierra firme y con la emoción de alguien que en posición fetal brota de nuevo. De nuevo tus pasos a ras de los montes. Esos pinares de generaciones del ayer. Libres como brisa que viene, que va por los senderos de pinocha cuando nuestros pasos casi resbaladizos se acuestan con ellos.  Se tiende y estira sus brazos, por su cuerpo corre cierto frescor que le da cierta nostalgia. Una nostalgia que viene, que va por el aroma de esos troncos. No más quiere vivir del líquido de la vida. Se levanta y desciende por esos riscos como alma en volandas al encuentro de ese árbol de la vida, ese drago cuya savia le prestará la más emocionante virtud de la liberta. Se renueva y bebe. Absorbe con sus labios pegados a esa vertiente privilegio de la naturaleza. Se renueva y bebe. Inmediatamente siente el ascenso por sus venas de una paz carente en estos días. Y grita. Y grita una melodía que trae a la memoria. Se mece de puntillas con la danza de la brisa ante aquel Drago. Y siente el emerger de su voluntad, de sus propósitos. Y habla. Le habla.

-         Retornamos a la lucha. La lucha entre el vacío y lo pleno. Estamos aquí. Sí, aquí. Con el movimiento feroz de una urbe que se enquista en nuestra garganta. Pero ahora me hallo frente a ti en esta naturaleza que me da lo que me ha sisado las prisas. La calma es presente. La honestidad se alza y somos tú y yo ese círculo cerrado que los espíritus del mal no pueden alcanzar.
-         Si, estás ante mí. Yo estático. Tu absorbiendo de mi sangre que te dará esa esencia necesaria para sobrevivir con tus sueños el resto de tus años.  Pero yo también adquiero algo de ti. Aunque no creas la caricia de tus labios sobre mi piel es puerta que abre el respeto sobre mi naturaleza. Me das fuerzas. Un valor que engendra supervivencia.


Y se callan y se miran fijamente. Una mirada que los inundan con la presencia de la luna de belleza. 

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