martes, abril 01, 2014

Una colina

Una colina donde se luce un viejo árbol. Ramas que evocan a violines mecidas por el viento. El crujir de la hojarasca. Desde allí miramos el océano. Un océano de aves que esbozan sus últimos vuelos cuando la noche es venidera. Nos emocionamos. Y con un antes y después nuestros sentimientos brotan en el sentido de la serenidad. Todo está en calma. Tal vez está noche podremos navegar, introducirnos en esa mar que nos llama y desea y evocar a la danza de las algas, de las estrellas marinas. Extiendes tus brazos y sumisa al ronroneo de una canción te lanzas colina abajo a abrazarlo. Te sumerges en su cuerpo, en lo frágil de su mundo y desde ahí eres ballena que se mueve desde las profundidades hasta la superficie. Huyes, tu mundo azul es esperanza que hay que salvaguardar con la distancia de tu ida. Ves el viejo árbol. Y cierta añoranza te ampara. Pero no puedes, no debes ascender de nuevo a ese lugar donde las leyendas flotan en el aire. Todo está raído. Todo se ha ido. Ahora que lo ves de manera diferente, una oscuridad alumbra sus ramas, su entereza. Es como si se extinguiera. Todo se extingue. Y tu, ballena de las aguas azules huyes, huyes. 

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