domingo, abril 13, 2014

Y subes por los pedregales de la conciencia. Te arrimas a esas hierbas que con su frescor mecen una canción a la alegría en cada grieta que respiran a la atmósfera que te envuelve. Puede que te embarques sobre nubes cuando ahí, en lo alto, seas esa ave acurrucada que vive de sus sueños. Por qué no soñar. Las montañas dibujan claro oscuros de la aurora. Y ahí arriba, en la cima de tu ser, aleteas tus deseos, tus pasiones. Ya no te importa nada. Tu misma, tu sola sigues la ruta que el corazón te lleva hasta ser perfecto equilibrio mente cuerpo. Asumes que tienes que irte, que aquí ya no haces nada, no eres nada. Pero  serena alzas tus brazos de los cuales manan plumas verdes, amarillas, azules en el ascenso por esa bóveda broncínea. Vuelas. Sí, vuelas. Lejos, muy lejos. Hacía donde tu rostro con ojos de vida, de alegría amenizan tierras nuevas donde crecerás como árbol nuevo cuyas raíces perpetuaran tu destino.

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