El mar. Un vertido.
Pardela:
Ay Ay, manchas negras se acoplan
a mi ser, a mi plumaje. Me siento débil. El frío son cuchilladas que me
derrotan. Creo que la muerte está cerca. Sí, océano. La muerte. La muerte…No
puedo más ¡Por qué¡ ¡Por qué¡ Yo iba a por mi presa y de repente zas un manto
negro y pesado me acorraló en el dolor. Ahora siento veneno sobre mi piel, un
veneno que se nutre de mi hasta caer en las entrañas de tu corpulencia. Ay Ay.
Qué será. Qué será de mis compañeros. Tengo que avisarlos como sea. Qué se
alejen. Qué huyan de este infierno, de
este daño. Pero no puedo. Me hundo. Soy ser del ahogar su vida.
Océano:
No. No amada mía. Amiga mía.
Tienes que luchar. Has de ser fuerte y avisarlos. Qué huyan y huyan donde la
mar sea azul y vital para ellas, para ellos. Diles que soy flecha ardiente de
la muerte ¡Oh mi mundo¡ ¡Oh mis seres¡ Las algas ya no bailan. Las caracolas ya
no cantan. Todos idos ¡Qué aberrante es el ser humano¡ Arrasan todo lo que
tocan, todo lo que acarician ¡Malditos seáis¡ Animo amiga. Yo no puedo hacer
nada. Estoy mal, fatigado.
Pardela:
Ay Ay. No puedo más. Los mataré
océano. Ay Ay.
Señora de los mares:
Qué ha pasado. Qué es este
negror. Mi cuerpo deseado luce hoy de negro. Un negror que anuncia la
desgracia. Pardela deja de quejarte me produces un vomito de llantos.
Pardela:
Los mataré. Ay Ay
Océano:
Olvídate. Ya es tu fin. Tus ojos
se apagan, se difuman en el olvido. Cipreses vendrán a ti. Y como tantos
náufragos compartirás estas profundidades. Dolor. Angustia.
Señora de los mares:
Déjalo en paz en su delirio
fúnebre, en su último hilo de vida. Yo ya no seré amante de los pescadores
cuando la luna llena me abrazaba. No me verán jamás y no podré guiarlos cuando
los vientos sean maléficos a su labor. ¡Qué oscuridad¡
Pardela:
Ay ay. Señora de los mares
sálvame, te lo ruego. Todavía no puede ser mi fin.
Señora de los mares:
Yo con mis manos negras. Yo con
mis piernas negras. Yo con mi cuerpo negro. Pobre criatura. Como acogerte en mi
regazo. Te haría más daño. Adiós amiga pardela.
Pardela:
Ay Ay
Océano:
Que se levanten las olas.
Apártate de mi mancha negra. Deseo el azul de mi vestido, el blanco de mi
vuelos. Olas levantaos qué la muerte ha llegado. Huid. Huid de aquí compañeros,
hijos míos.
Señora del océano:
Cállate océano. Me hieres. No ves
que es inútil. El tiempo. Si, el paso de los años dirá. Ahora todo destruido,
todo yermo. Mi corazón estéril. ¡Ah marineros¡ Venid. Ayudadnos. Solos no
podemos. Una fuerza externa hace que nos empuje a la nada.
Tortuga:
Súbete amiga pardela
Pardela:
Ay Ay. No puedo. Mis fuerzas son
escasas. Ya no.
Tortuga:
Ahora podrás. Te llevaré a la
orilla. A lo mejor…
Océano:
Que dices tortuga. Esos son unos
malditos ¿Te arrimas a ellos? Sí, a ellos. Ellos que han desgraciado nuestra
vida con el infortunio, con la fealdad.
Tortuga:
No todos.
Señora del océano:
Déjala. Quizás algún pescador
salve a la pardela. Sí, la vida, la vida otra vez para ella.
Océano:
Tu siempre confiando en ellos
hasta en la muerte, en la toxicidad de sus garras. Me siento débil. No sé qué hacer.
Señora del océano:
Yo también. Adiós amigo océano.
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