No , no estoy penando. Mis lágrimas soplan cuando la nada de
tu aliento ha llegado. No te pregunto el por qué , no ahora, en estos
instantes, cuando la belleza intacta en el tiempo se mece con los pinares. No te
pregunto qué haces aquí. Me da lo mismo…no sé si eres ira demoniaca del delirio
o colmillos salvajes de la naturaleza. La desolación abriga los ojos…miran
la fiereza
con que ardes sus techos. Aún así siento frío, metal hermético envolviéndonos en
la amarga esperanza. Míranos caemos en fosas de cenizas donde el daño, la pena se
nutre de desidia. Por qué no te vas….aquí no tienes nada que hacer, que decir
solo la cruel llamarada de los vientos de la cumbre. Nuestro pueblo, nuestros
montes calmos, apacibles ahora oscuros, negros en el caminar de las horas. Eres
un desgraciado, incoherente, desquiciado, grotesco. No, no te voy a preguntar.
Eres la muerte. Una muerte escalando los vientres compungidos, temblorosos ante
tu nefasta presencia.
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