sábado, septiembre 09, 2017

el bosque...

Un bosque. Un follaje incesante en el coraje de la madre tierra. Una mirada perdida. Emotiva cascada surgiendo de la nada. Solo. Pasos. Prósperos pensamientos disipados cuando el sol conmueve sus pupilas. Una sombra, su sombra y la tierra hermana del frescor de las aves que por allí se columpian. Solo. Pasos. Autónomo es cierto desnudo con sus raíces. Ahí están, enterradas en la perseverancia, en el deseo, en los sueños cuyas singladuras se acuestan en el alba. El bosque, oquedad de la fuga de los sentidos arrítmicos a canto bello y triste de las ramas cuando la brisa mece la noche.        Solo. Pasos y la luminosidad de su pulso cuando de los árboles viejos caídos se sienta y mira más allá de las copas.  Inspirar y espirar, espirar e inspirar en el suceso de un suspiro que lo envuelve en amor. Se recoge en sí mismo y una lágrima recorre su mejilla en el silencio de su yo. Solo. Pasos. Puede ser el no retornar donde la ciudad es saqueada por las retorcidas almas del mal. La huída. La fuga donde lo lindo y lo casi perfecto insuflan su vuelo. Y volar y volar. Cada vez más alto. El bosque. Solo. Pasos. Sobre un mar verde se mueve ahora a medida que el ritmo de sus ojos se cierran en un dormitar en nubes de acuarelas, de pianos flotantes a través del tiempo…

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