lunes, julio 23, 2018

Callaba...


Callaba, andaba imbuida en esos fotogramas de sus experiencias. Cada uno de ellos le relataba, le daba una visión de un ayer de memoria muerta. Callaba, andaba con los rayos matutinos impregnada del aliento de un mes de julio pesado, vasto. Sin embargo, la lucidez de las mareas la acogían ante el calor pegajoso desparramado en su desnudez. Aislada, comentaba con sus quehaceres donde erigirse en el curso de las horas muertas. El oleaje estaba ahí, manso, revitalizante, con el auge de una armonía que la invitaba a adentrarse en sus entrañas, en la profundidad de su balada muerta. Cansada, aliada de la nada del mañana, del ayer, del hoy, del suceso del tic-tac…tic-tac se hundió en su extensión. Calaveras trotando el ayer, cuerpos despellejados en el hoy, el vacío del mañana. Ascendió a la superficie y miro a su derredor, sola, agotada emitió lágrimas desesperanzadoras para esta masa microscópica perdido en alguna espiral del universo. Sobre su hombro se posó una pardela ceniza y algo le dijo, algo entono en la esferas de esas aguas mansas y la desnudez de su alma. Estática se quedó con ella, se arrimaron a una roca negra, punzante de erupciones de antaño y se sentaron, se miraron hasta que la caída de la jornada entonara a las estrellas fugaces para algún deseo, para alguna esperanza, para alguna libertad.

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