Y cogí el teléfono, mensajes sobre la enfermedad había
invadido sus conversaciones. Y de golpe agotado ante tanta información difusa
lo aparté. Lo alejé donde mis ojos no recorrieran una y otra vez lo mismo, lo
distinto. Me habilito a ser ferviente lectora de las calles de la nada, de cada
esquina donde el miedo entumece los huesos.
Me preocupa la situación, un cierto balance de pensamientos se incrusta
en mis sienes y desembarco en esta tierra, en estas islas donde la gente vive
del aire libre. Ahora, todo sigue igual
con unas ojeras donde todos nos acurrucamos al fin de este episodio, de esta
peste del siglo XXI. Nos aventuramos a orar al universo y entregamos nuestra
energía en saludar, en despedir cada jornada pasada. Todo pasará, todo volverá
a la normalidad y floreceremos con una nueva visión, una visión que solo
atiende a nuestra recónditas profundidades.
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