miércoles, marzo 11, 2020

En la inmesidad...







En la inmensidad del boscaje. En la inmensidad de la danza cuando la brisa fuerte palpita en las ramas. En la inmensidad de mi reconditez me hallaba. En solitario e insonora al bullicio de la urbe me había huido donde los manantiales son riachuelos de la sabiduría, donde los pájaros vuelan bajo a ras de mis ojos, de mi espalda en cada pisada dada. Donde la inmensidad del musgo y los helechos abrigaban mis sentidos.  Estuve varías jornadas, noches con la luz de la luna  y días con las sombras del sol.  Me arrastraba hasta el risco mayor, ahí donde los arboles se esconde y pelado queda el monte. Me arrimaba al abismo y recorría con mi mirada, con mi lenta respiración, inspirar y espirar, espirar e inspirar, la eternidad del instante. Un instante convertido en un arco de colores que me invitaba a seguir, a continuar en su corpulencia. Y paso a paso andaba por ese arco iris y abajo el bochornoso vals de una sociedad manchada por la melancolía, por el gris despecho de la madre tierra.  Al tercer día retorno a la ciudad, una ciudad iluminada con las luces artificiales de las miradas, de los rostros sin ojos cuando mi paso, sus pasos se cruza. Nadie me había echado de menos, abandonada en la inmensidad de la urbe, en la inmensidad de lo gélido de las manos tome presura de mis piernas, fui hasta bajo mi techo, mi casa. Allí el absoluto silencio se compartía en ojos de desesperación, en ojos de desgana, en ojos molidos de una vida cerrada al viento como alma de nuestra aventura de ser.  Callados, recelosos no me comentaron nada. Encerrada en mi cuarto, me acosté, un sueño embargo mis ganas y en calma viaje en un velero despuntando la sonoridad  de la esperanza, despuntando la pacificación de los espíritus en mis manos, en sus manos.  Desperté en la inmensidad del boscaje de nuevo. En la inmensidad de mi esencia como mariposa, mariposa viva en la lucha de su destino Y ¿Cuál es el destino? Se preguntarán, me pregunto. Un inmenso e incierto haz de caracolas y algas como trompetas al vacío, como manera de un olvido, como una postura de un mañana. Ya lo ven, un inmenso mañana enredado en sus manos, en sus besos, en las breves sorpresas de la inmensidad de lo cotidiano.

1 comentario:

Juan Noyes dijo...

Bellísimo misterio del gran boscaje... Dan ganas de conocerlo.