Y somos la nada
Y somos el todo
Despertar bajo techos blancos,
Pasos estáticos entre tundras.
Manos abiertas de ortigas.
Y somos la nada
Y somos el todo
Un mañana, yerto de fertilidad.
Un mañana, aunado al abrazo
Un mañana, buscando
el mar.
Y somos la nada.
Y somos el todo
Estamos aquí, frente murallas
Estamos aquí, ahogados en el silencio.
Estamos aquí, soñando con la muerte.
Y somos la nada.
Y somos el todo.
Sabanas revueltas
saludan
Sabanas revueltas nos abrigan
Sábanas blancas nos hacen soñar
Y somos la nada.
Y somos el todo.
Ojos distantes, distantes.
Ojos quietos tras el velo.
Ojos de esperanzas en el despertar.
Y somos la nada.
Y somos el
todo.
Y somos vigías de un sol radiante, bello. Amanece. Nos incorporamos
y nuestros deseos ante el desastre se sacian. Caminamos con la lumbre de nuestros huesos,
atesorando un día más. Cavilamos en las
profundidades de una garganta herida y continuamos en el pulso de la vida. Los latidos
se apaciguan, un respirar hondo y certero nos mueve orientados al sabor de un
futuro. Un futuro que solo es paso de jornadas, pocas, donde todos, donde todas
nos acogeremos al abrazo, al beso. Mientras, algún gemido sórdido suena por las calles, son
las sombras acompañantes en cada alba. Mientras, las manos lavadas al son de
una melodía, triste. Pero la luz se aproxima, lenta, yerta, valiente y nos hace
temblar en la emoción, en los sentidos disueltos de esta despedida.
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