domingo, enero 27, 2008

El olvido

El olvido de tus besos aterciopelados
Me ensanchan por un mar de ortigas
Donde pinos ancianos callan y callan
Cuando la esperanza se rompe, se rompe…
Se acaban las palabras.
Se eclipsan los sueños.
Y en el eco amargo de un sollozo
La muerte es estampida que me sobrevuela.
La herida del llanto toca a mi puerta
Y paulatinamente desciendo por barrancos secos,
Y lentamente me agarro a la vida,¡la vida…¡
Te vas serpenteando por un violín rajado,
Inalada esculpes tu última acaricia
Y mi alma se siente caer,
Ronda por precipicios de mar fea.
¡Adiós cariño mío¡
Adiós en el paraíso de las cenizas,
Adiós en el desierto frío y oscuro
Que quedamos en el olvido.

sábado, enero 19, 2008

Tu cuerpo desnudo...


Tu cuerpo desnudo,
Vergel insonoro
Donde las aves de mármol
Posan sus cantos.
Tu cuerpo desnudo,
Alambradas de papel
Donde mis llamaradas
Reposan tras la añoranza.
Tu cuerpo desnudo,
Hábitat de mariposas violetas, azules, rojas
Donde la noche te sueña.
Tu cuerpo desnudo,
Jinetes de acaricias
En la próxima orilla de la ternura.
Tu cuerpo desnudo,
Paraíso de desiertos
En el empuje del deseo, de la soledad.
Tu cuerpo desnudo,
Quebrantado, muerto
Pronunciando castillos en la arena.
Tu cuerpo desnudo,
Río abajo sibilino
De palabras secretas.
Tu cuerpo desnudo,
Acantilado de círculos de pardelas
En el vasto silencio.

domingo, enero 13, 2008

La tarde cae...


La tarde cae desembarcando en el mutismo. Ella, apresurada, es andar por aceras desiertas que la contagia de la sabiduría de la vida. Una marea rota es ardor que se le arrima cuando se aproxima al mar. Ese mar que tiene que cruzar con sus pies descalzos para exterminar las heridas que le rondan. Ese mar que tiene que evocar con el jaleo de las gaviotas para que la habite de serenidad. La tarde cae, cae con su máscara de hielo y su crujir retumbando sobre sus sienes. Ella, esta preparada para embarcar. Se sienta en ese barco de grandes dimensiones. Va a cruzar la línea. Otras tierras la esperan. Otras costumbres ahondaran en su pecho mutilado por las adversidades de la vida. Con un movimiento sinuoso se toma un café. Siente mareos pero, la mente es ese imán de la fuerza y no devuelve. El trayecto ya está por acabar. En la orilla cercana le espera su cambio, su transformación. Su amor del ayer ha muerto. Ha muerto bajo un monte de lobos aullando la despedida. Se ha olvidado de ella. Ella, se ha olvidado de ella. La tarde cae en sus bodas con la noche. La luna dice que el amor ha de ser esa muralla donde los cuerpos se solapan y continua avanzando. ¡Como se rompe el amor¡ Se hace añicos con la simple mala palabra a tu ser querido. Ella desembarca, bajo por esa escalera que la conducirá a un nuevo trabajo, a un nuevo techo. Ahora, sola. Sola con el inanimado vals del viento, con sus alas rejuvenecidas para ser estampida a la felicidad.

miércoles, enero 02, 2008

La noche


La noche, me embriaga con sus estelas serenas. La noche, refulgente odisea donde los cuerpos desheredados del amor vagan en silencio. La noche, caballos giran en torno a hogueras mágicas. La noche, mi beso se vuelve azul bajo el rumiar de la luna. La noche, te busco con el aroma de rojas margaritas bajo el cautiverio de brumas que imantan a mi corazón magmático a girar y girar sobre ti. La noche. ¡Oh la noche¡ Desesperanzada soy revertida en las marejadas del amor, de la soledad. La noche, encapsulada en galaxias que emiten el canto vivo de las sirenas. La noche, la noche sin ti. Dormir dentro de esferas de astillas donde se agolpa un viento feroz. Cansada soy mujer de invierno. Cansada soy muro. Cansada soy inalada nave cuyas notas rotas se yergan a la deriva. La noche, ¡Oh la noche¡

Relato




*****
Se amaban así, en el hechizo de la noche. Cuando las altas montañas son sinfonía de los cuerpos que se cruzan. Cuando el océano es silencio en la aparición casi espectral de la plateada. Danzaban en el sudor, en el rubor, en el éxtasis que sus labios columpiaban. Se habían conocido un día de bruma y dolor. Un día en que las aves avecinan la tormenta de los seres en soledad. Seres de estatuas que con el paso del tiempo se pierden en un girar y girar sobre si mismos. Por casualidad estaban ese día de truenos y relámpagos en un parque. No había nadie. Se cruzaron. Sus ojos fue puente que meció el deseo, que conmovió los corazones. Sin más se dieron de la mano sin que nadie las observara, sin que nadie escuchara sus pasos sobre la hojarasca. Se dirigieron a casa de una de ellas. Querían hacer el amor al son de la lluvia que acechaba. ¡La música de la lluvia¡ ¡La música del silencio¡ Un silencio que se rompe cuando sus cuerpos adormecidos son encuentro de los sueños. Los mismos sueños, los mismos proyectos, los mismos deseos. Pero hay que despertar, toparse con la realidad. La oscura realidad. Los murallones de la realidad. Y decidieron amarse en secreto. Un secreto que perduraría a lo largo de los años.
- Nuestro secreto amada mía.
- Si, nuestro secreto.
- Vagaremos por un túnel donde las palabras de los árboles nos darán todo su calor.
- Si, vagar por un túnel donde la sombra de las palabras nos darán los caminos a andar.
- Te quiero amada mía.
- Si, yo también te quiero.
- La ternura galopa con el jaleo de una luna muerta sobre nuestro amor.
- Si, la ternura anima a nuestro círculo hallar la verdad del amor.
- Persuadiremos la voz de los injustos.
- Si, persuadiremos esas borrascas que levantaran a nuestro nombre.
- ¡Nuestro nombre¡ ¡Nuestro amor¡ ¿A quien le importa?
- Si, ¿a quien le importa? Solo a las gaviotas que nos guiaran por un oleaje rompiendo contra nuestro pecho.
- Pasan las horas y el ocaso se avecina.
- Si, las horas. Horas en que nuestra pasión se enclava en el abrazo, en el beso.
- ¿Qué es el amor?
- ¿Qué es el amor?
- Es la paz que nuestras miradas encuentran.
- Sí, amor mío.

jueves, diciembre 13, 2007

EL RIO

Existió una vez un pueblo, un pueblo donde la frondosa odisea de sus montes era esplendor al observar fluir su río. Un río que daba esbeltez a las siembras. Siembras siempre coloreadas por los rayos solares por un verdor y un amarillento resplandeciente. Gracias a ellas sus vidas eran proliferas, rasgueando felicidad en cada uno de ellos. Hay que ver aquel río que daba sombra a todo el pueblo. Con su serpentear maravilloso, con sus doradas aguas cuando el ocaso era anuncio, con sus claras aguas cuando el sol era bandera de la bóveda celeste, de serenas aguas cuando algún que otro lugareño iba a remojarse o beber un poco de él. Hay que ver ese río sonriente en la primeras horas, en la fresca, cuando todos iban a recolectar, a sembrar, al mercado a dejar la mercancía o regar sus campos. La verdad que la vida en ese lugar era un placer, el placer de una cotidianeidad vinculada entre montañas, apartados del mundanal ruido, de las prisas. Pero, llego un día. Un día inesperado, un día que se transformo en muchos días en un sequía asesina. El río comenzó a secarse, a destellar un tormento que derivo a los campos sembrados, a los árboles, a todo el follaje allí existente incluso, a las gentes de ese pueblo. Todo se fue secando de tal manera que aquello parecía un campo de muerte, silencio y desolación. Ellos, necesitaban de su trinar diario, de su canto colosal a la naturaleza, de su amor por las tierras. Por ello, una jornada que era más precaria que otras, todo el pueblo se reunió junto al río. Comenzaron a rogarle, a suplicarle el por qué, el por qué de todo esto. No hallaron respuesta solo un silencio atroz peinando sus campos con un olvido de la frondosidad. Entonces, decidieron cavar. Cavar en el río una especie de túnel para así ser parte de él. Querían morir junto al río ya que era el único que les ofrecía ilusión y esperanza. Todo el pueblo se puso en marcha con sus piquetas y sus palas. El río al sentirse tan amado les habló:
“ Gracias amigos míos. Gracias por cavar vuestra tumba dentro de mi. Yo no quiero ser fosa común de vuestras vidas. Queréis morir conmigo pero, yo, no he muerto aún. Aún soy sol de vuestro fruto. Aún soy vena de de vuestra siembra. Cuando la luna llegue ya veréis. Ya veréis como mi, de mi corazón, surgirá de nuevo el agua que necesitáis para sobrevivir. Seré brío portentoso para vuestros campos. ¡No os enterréis¡ ¡Esperar¡ Esperar el despertar de la luna”
Al escuchar las profundas palabras del río dejaron de cavar. Sin embargo, los días pasaban y nada de nada, estaban desesperados y no eran crédulos a las palabras del río. No sabían como afrontar esa perdida en sus vidas y querían morir junto a él. Se introdujeron en ese túnel cavado sin nada y se dejaron que el hambre, el frío, la sed los atacara cruelmente. Nadie decía nada. Todo era un silencio demoledor. Pero, llego ese día. Un día inesperado porque ya no sabían si era de día o de noche en aquella gruta cavada por ellos mismos. De las paredes comenzó a surgir como un líquido marrón. Ello hizo que se despertarán de ese letargo inclinado a la muerte. ¡Parecía un milagro¡. Ya casi sin fuerzas uno por uno fue saliendo de aquel lugar llevándose una sorpresa, estaba lloviendo. Una luz de ánimo se formó en sus ojos, en sus cuerpos. Era tanta la felicidad por aquel retorno a la vida que a partir de ese día, cuando había luna llena, le hacían una ofrenda al río.

lunes, octubre 15, 2007

Nuestros cuerpos se anudan. Nuestros cuerpos se ensombrecen. Nuestros cuerpos son un adagio con el minucioso viaje de nuestras manos al compás de un poema de amor. ¡Amada mía¡, el túnel que nos adentramos llama al oleaje de tus labios sobre mi vientre, sobre mi cuello. Entre murallas de nubes inanimadas damos el beso del secreto, el beso que es epicentro del rumor de las aves ¡Amada mía¡, rotamos una sobra la otra frente un monte donde el rastro de nuestra fragancia es conjunción de lavandas ¡Amada mía¡, hoy has despertado serena, con el roce inexorable de tu piel con mi piel. El vasto camino nos hace de este instante un amor eterno, un amor pincelado por la llamada de un otoño que ya llega, que ya se adentra en nuestras entrañas. Nuestros cuerpos, espuma que se adentra y retrocede, bocanada de tormentas delicadas bajo un viejo árbol ¡Me amas¡ Ya se bien que tu amor es refulgente tonada del olvido. El olvido del ayer ¡Me amas¡, retornamos a nuestro mundo esférico impenetrable por la sequedad del viento, excavando ese olor perdurable de nuestros ojos, de nuestra alegría.