La calma, renunciar a huellas perdidas en el aliento de un
agosto. Sudor, cuchillada deslucida de las tardes apagadas, nauseabundas,
cabalgando en la nada. La duda me trajea y soy carrera derretido en medio de
arboledas que gimen, que penan en el deseo del vacío. Vacío, todo es vacío…sombras tersas maquillando mis mejillas, polvoreando
cada grieta aventurada de las jornadas sostenidas en el girar y girar de grises
gaviotas. Ahora, la calma, regresa desde
un horizonte donde su nombre absorbe las ventoleras en mis espaldas cansadas.
Espero…tic, tac….inspiro y espiro en el creciente despertar de la siesta. La
calma, me suelta en las veredas de la verdad, del deseo acostado en las nubes
inanimadas de esta isla…lejana, callada.
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