domingo, agosto 27, 2017

Divagaciones de una mañana a finales de agosto...

Tic-tac, se despereza los soles guías de las rutas a tomar. Observo el reloj, un reloj de bolsillo de principios de siglo XX. Me cuenta historias, historias desvanecidas y latentes en la memoria de las aves que surcan nuestros ojos. El pasillo de la casa se me hace largo, angosto en todo el despertar de un gallo anunciando que es tiempo de andar. Somnolienta me miro en el espejo de mi habitación, blanca…muy blanca, tragada por los recuerdos que ahora pasan fugaces. Tropiezo con ellos mientras el tic-tac de un viejo reloj me dice espabílate, anímate en las secuencias que vendrá en esta nacida jornada. La pesadez del clima me hace sudar…mucha humedad que se retuerce en un cielo gris apagado. Los perros ya ladran por sus paseos matutinos. Me siento a veces incómoda, no quiere decir que me molesten. Pero el transitar la calma en estas horas tempranas se me antoja el callar.  Tic-tac, se ralentiza los segundos y me apetece ser pensamientos, una meditación inelegible para alguien. Estoy silenciosa, con mis ojos presos en una pantalla que no me dice nada. Una hoja en blanco, un tic- tac sin detenerse pero calmo, sereno. Las injusticias me arrebatan durante un instante mi sosiego ¡Apártate¡ digo. Me yerto con el sudor llevándolo a otra parte, me ducho. Tic-tac, ahora sí, me consume el velo caído de los minutos. Es momento de despertar de esa ensoñación mía, solo mía. Tic-tac, hasta luego le digo a mis sentidos, a la ausente ya del descanso. Tic-tac, pronto nos sentaremos juntos y nos alimentaremos de más palabras mudas. Hasta luego…

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