martes, agosto 22, 2017

No vayas....

Me lo había repetido, no vayas. Me obligaron estaba alistado en pie del combate del vacío. Antes de la lucha tétrica nos daban algo de beber, no sé qué, ese día ya no quise más. Eufóricos, paseo entre cadáveres ausentes de nuestras bestialidades, de nuestras aberraciones, de nuestro sanguinolento aliento íbamos con metralleta en mano. Daba igual quien se nos cruzará, la misión era matar y matar, cavar senderos de tumbas anónimas en un país lejano. Solo polvo, solo calor y el ardor violento de mi vientre. Me detuve ante un niño, ante una mujer, ante un anciano, ante un hombre con mis balas en manos y me di cuenta…me di cuenta que no éramos consciente de estos asesinatos en series de cientos, de miles de criaturas que solo quieren vivir en paz en la tierra de la miseria. Respiré hondo, miré los edificios en ruinas, destruidos en mí alrededor y el horizonte tomaba forma de un espejismo cruel, maldiciendo mis manos…estas manos capaces de extinguir lo humano sin razón. Me arrodillé ante aquellos que atemorizados me miraban y miraban esperando el ultimo halito de vida. No sabía qué hacer…el deliro venidero después de mi marcha de esta lugar del infierno me castigaba incesantemente con colmillos desgarradores, con gritos en la oscuridad. Mientras los otros, mis compañeros, disparaban y disparaban…no, no eran ellos, estaban drogados para soportar la mayor agresividad negativa del ser. Cerré los ojos, dejé mi arma, me levanté e intente….intente dar la mano aquel niño, aquella mujer, aquel anciano, aquel hombre. Con potente recelo me observaron, me examinaron. No se fiaban de mi y huyeron tras aquellas ruinas. La bala calló, un silencio en la soledad en medio de la destrucción. No sabía qué hacer. De lo único consciente que era de mi huída. Una huída de ojos blancos con la polvoriento olor a podrido. Sí, ahora estoy aquí, sentado, con mi cabeza rumiando el error de la humanidad.  Yo me he ido pero otros…no volverán y si retornan serán mensajeros del temblor, del sudor, del sueño roto cuando una inocente mirada de sangre lo visita. 

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