Y es que no ves…la ceguera de los oídos ante el vértigo del
grito. Aquí, doliendo la mano ido bajo los océanos, bajo las tierras usureras
del embriagarlos con la vida, con el amor de los pasos que ahora se eclipsan a
cada danza de la libertad. Tambores y caracolas nos visten de verde, un verde
con la canción de cada respirar ausente a nuestras manos. Vámonos…lejos, con el
somnoliento ritual de las mareas que nos distanciará de las amarguras. Vámonos…silenciosas,
con el insípido rumor de las batallas como algo inexistente, con las calladas
balas como si fueran un sueño…un bello sueno de manos unidas. Qué pequeño somos…miro
el firmamento y no somos nada, la nada liada a las huellas de cadáveres serpenteando
nuestras espaldas ¡Qué estupidez¡ ¡No¡ no soporto la extinción de las ideas
variopintas de esta nimia esfera, alimentemos de la fertilidad de la especie
humana. Vámonos…si, con el crujir exuberante de la sonrisa, del elixir de ser.
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