domingo, agosto 17, 2025

HABITACIÓN CERO(NARRATIVA) 10

 

10

Aquí. En estos momentos en un ambiente cargado de un cielo dominado por la panza de burro. Es un día gris, plomizo, pesado resbalando por mi columna. Estoy en la habitación cero. Una habitación de paredes blancas y suelo gris. Danzas con los yermos campos donde los hijos del sol te llaman y lo ignoras, te es indiferente. Danzas donde los muertos , abusivos, te llaman, te condiciona la marcha. Y estás ahí, escuchando, cumpliendo con todo lo que rodea. Apriétame la mano madre mía, fuerte…muy fuerte. Nos dejaremos llevar por una copla, la escuchas, Conchita Piquer entona tu memoria y parece que espabilas, que despliega tus alas despechadas en este aire que respiramos. Pero doblan las campanas, doblan en rigidez de una lucha que cansa, que agota todo ese aliento agreste, lejano, neutro. Ah, querida, me poso donde las raíces de las arboledas me enganchan a este andar desolado, doloroso. Porque duele, las maletas se cierran, navegas donde las olas fallecen para no retornar más. Tus manos. Mis manos. Corriente donde los barrancos inconclusos emigran donde los ríos mueren. Así , como tú, nuestras almas se encontrarán en un rincón del recuerdo del universo y permaneceremos unidas en algún resonar de los astros que en la noche visiono cuando me tumbo en el sillón, cuando los acordes anuncian alguna melancóla. Una pena que viene , que va, escarchando ese horizonte que debemos mirar. El viento azota, impreciso, inestable, con el reconocimiento de este lugar aislado de paredes blancas y suelo gris. Y ahora que seré mujer enderezada por la oscuridad donde la luz sea sombra que me guíe. Volveré a mis sentimientos, a esta inclinación mía si puede ser de estar enamorada de las manos que acaricien las mías. Te recordaré en los sueños, en el rumbo cierto de tu apoyo, de la verticalidad sutil de tu espíritu acostado en mis hombros. Y te escucho. Y te escucharé. Y ahora que estoy apurando estas horas que se evaporan como la esperanza lejos…muy lejos. Habitación de paredes blancas. Habitación de piso gris. El viento….el viento se lleva todo lo dicho, todo sentir en que tu y yo…en que yo y tu estamos solas. Solas. Un guiño se escapa de mis sentidos y te anima, observo cierta sonrisa en tu rostro, en tu movimiento inacabado y me siento bien. Solas. Sí, estamos sola, en este rincón de los abandonados. Me es igual. El viento y esta habitación de paredes blancas y suelo gris. El viento, imagino un planeta donde van las almas caídas en la ausencia, en la nada. Un mundo donde el encuentro está en las profundidades de sus mares, en la densidad de sus bosques arcaicos. El viento…imagino y grito. Sí, ahora donde desato la cuerda estructurada de alfileres que se clava en mi cuello. Sí, grito con la congoja de mi mañana. Verdad madre, crees que volveré a amar. Tu, hija de cada huella arrastrada en mis espaldas. Me asomo a tu ventanal, la mar está picada, ese mar que se alarga hasta la mar fea. Esa cuando en la guerra, cuando en la posguerra civil tiraban sacos de inocentes. Porque son inocentes. Porque somos inocentes, hasta que las ardientes astillas de lenguas estrangulan las gargantas que se expresaron en lo natural, en la verdad. Escucho tu acentuada respiración, una cierta apnea te viene por minutos contados y después, descansas, te quedas ahí dormitada con el ritmo apagado. Añicos recojo cada mañana, me invento historias donde tu estás, donde tu no estás  y la queja no existe, solo una paz que nos abraza. Desde aquí , de esta habitación cero donde sus paredes son blancas, donde su suelo es gris  y la marea volverá y te traerá a mí. El aliento en esta habitación de hospital se hace espeso, una densidad que me hace sumergirme en el cansancio. Sí, madre….querida madre…estoy cansada. Los años rondan en mis venas y la sangre que corretea ya no es tan salvaje como en mi juventud. Esto nos queda, tu mano y mi mano, unísonas al paso de un reloj, de un almanaque entregándonos en estos últimos instantes a la memoria.

 

 

 

 

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