Disparos y más disparos en plena acogida del amanecer. El eco interminable de la herida se mezcla
con pólvora. Todo es rápido, muy rápido. No hay cavilar en otros medios menos
agresivos. Comienza la matanza.
XX: Bee…aquí estoy sobre estos montes donde el astro rey da
cierta luz a mi agotamiento, a mi agonía. Parece que una bala a cruzado mis
entrañas, parece que un aberrante fusil vino a por mí, parece que son seres sin
escrúpulos, seres nacidos de vientres malévolos. Por qué, me digo. Yo aquí,
danzando con el pasto, de roca en roca en la feliz aventura del vivir. No puedo
más, mi desfallecer es sufrir.
Cazador: Eah…ya quedan menos de estas invasoras de este
lugar. Me alegra cada caída, cada muerte que viene de esas cabras. No sé que
hacen aquí. A mí me envían y todo movimiento es sangre.
Pastor: Esto que es. Pobres animales. Están sacrificando todo
ser en sus singladuras por estos parajes ¡Ay mis cabras¡ Dolor siento,
movimiento natural que emerge de esta tierra por siglos. Ahora viene la bestia
negra y sin razón alguna abate a estas criaturas. No soporto sus balidos
funerarios. Sangre y más sangre están pintando este monumento natural de la
naturaleza. Dicen reforestar, albergar almas inocentes moribundas digo yo.
XX: Bee….No puedo más. Ven pastor y termina conmigo. Ya no
hay remedio ante tanto desastre. Bee…bee…no hay fuerzas ya, cuida de mis
hermanas.
Pastor: Ya voy hijas de estos lugares. Pero no puedo…no
puedo detenerlos. A sangre fría os asesinan ¡qué serán capaces de hacer¡
Violento huracán que nos lleva lejos, muy lejos. Parad…parad hijos de las
tinieblas.
Cazador: Eah…vaya con el cabrero. Quiere proteger estos
estorbos. Yo hago mi trabajo, orden superior de los que gobiernan. Aparta
mentecato sino….sino, ya sabes.
XX: bee..llega el final. Sí, un final donde todo es
oscuridad para mi, para todas las que andamos por estas tierras. Adiós, digo.
Se hace la noche. Monte oscuro donde las luciérnagas
acompañan a los cadáveres, donde aves carroñeras al sentir el gemido del terror
se aproxima. El pastor marcha bajo su techo. Se sienta y con las manos en sus
sienes piensa. Un llanto recorre su tez. Adiós, queridas amigas.
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