De vez en cuando nos
emancipamos de los horizontes marmóreos del silencio. Andamos por puentes
colgantes donde la caída al vacío puede ser la metamorfosis de nuestro retumbar
por las tierras aisladas de todo mal. A veces retrocedemos, nos inmiscuimos en
aguas pasadas donde la tempestad puede ser una grotesca pesadilla que hemos de
sobrevivir con el paso de las estaciones. Ahora cuando todo parece ser
composición de una nube en el alba nos damos cuenta de la llamada a la verticalidad:
columnas uniformes que amplia nuestra visión bajo las estacas de antaño. Arrebatamos
los sudores que por nuestro cuerpo desnudo raspean y continuamos en el devenir
de los soles. Anoche soñé, se podría decir. Sí, soñar con la mano sutil
acariciando cada brisa de los labios del destino. Todo acaba, el frío se encoge
y se expande la sonoridad de unas miradas que parecen decir algo. Bienvenidas sean, aquí estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario