La lluvia, me gusta. Enraizada a los huesos de los
caminantes de las estrellas. Nubes y más
nubes agotando la senda donde los alegres pajarillos aúnan su canto. Es
temprano, desperezarse en rigor de las almas que huyen de la grosera manifestación
de las armas. No sé, océanos de piedra donde se disecan las manos que añoran
una última oportunidad. Llueve y llueve mezcla de melancólica tonada a los
evadidos de las tierras siempre agarradas a la muerte y difusos relámpagos
iluminado su andar por los agrestes círculos de la vuelta. Llueve, yo aquí.
Serpenteantes ensueños que me enamoran con el paso de las estaciones. Por instantes despierto y observo los pasos
desgarrados, truncados de los que con su balido son hijas de los montes. Ay, la
vida…deformes mañanas que se agiliza a lo tardío que llegan nuestras fuerzas. La
lluvia, si, duelo por las indefensas. No sé cómo me encuentro , solo, dilatando
una vida en el desequilibrio que jornada a jornada se extiende por esta orbe.
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