sábado, abril 23, 2016

giraba...

Giraba y giraba en torno a las hogueras extensas de su cuerpo. Se mecía en sus pensamientos tras puertas vacías bajo un techo blanco, muy blanco. La casa vacía solo muebles y muebles habitando su mirada. Se sentó en una silla y con las manos en sus sienes buscó el por qué. De sus ojos lágrimas. Unas lágrimas que arrastraban su pesadez en mirarse un espejo y comprender que sus alas aun podían prender el vuelo. Un espejo sucio, abandonado por la dejadez de los años. Se levantó, se miró  pero no se reflejaba solo una neblina que lo llevaba a otra dimensión. Con las yemas de sus dedos lo acarició. Y fue extraño el suceso, y fue alegre lo que emanó de él: plateadas yeguas en el rigor de su danza. Penetro a ese mundo donde un pasto verde nutria a estas. Corrió y corrió con el juego de la hierba danzante por la brisa fuerte. No se cansaba, era la vida. Vida que se entremezclaba con las sucesiones de sus huellas a ras de la luna.

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