lunes, mayo 14, 2018

LA MUJER DE ARENA( CONTINUACIÓN, NARRATIVA) 8

8

Qué busquen la felicidad, se decía.  Ella después se alejaba tras mermar la tiranía de los sueños  con su aroma a desierto.  Volvía solo cuando la noche sin astros cantaban al son del viento. Cuando el alba la llamaba retornaba al desierto. Se disolvía allí en sus doradas arenas y una paz errante en silencio y soledad.  Pero en ese silencio y soledad ella observaba, intuía el malestar de la civilización y acudía aunque fuera solo una a su ayuda para sanar las penas, para sanar las desgracias, para sanar los lamentos. El viento, el viento…su mejor amigo, su acompañante en cada conversación. Y hablaban con la sugerencia del descanso entre tantas sombras y luces, entre tantas batallas sin resolver, entre tantos sentimientos eclipsados cuando el nocturno  venía. Venía con su agresiva palabra evidenciando un encuentro fatal en las dimensiones de este mundo.  Solo una, con solo una se hallaba ella reconfortada y los demás ¿qué hacer? Meditaba en su silencio y soledad ahí en el desierto donde las dunas son eco sonoro. La tierra sigue igual desde su engendrar a los humanos, a esos seres donde la fealdad y las terribles abatida a los débiles, a los frágiles, a los inocentes.  Guerras infinitas, violaciones eternas, atentados de invierno, hambre agujerando los pasos,  sed…mucha sed, traficantes de cuerpos en la huída a la libertad, náufragos  en las mareas alteradas por la agresiva violencia de los océanos, fronteras intangibles, imprecisas, innecesarias. Somos  parte de un universo caótico donde todo se expande y contrae. Somos minúsculos. Polvo, solo polvo en un apartado lugar del cosmos. Como serán los otros mundos, las otras dimensiones donde no llegaremos. Para qué  tantos nocivos alientos hacia los demás. Para qué tanta basura derramada sobre las aguas de la vida…¡Ay la vida¡  tan corta, tan ajena a sus creencias, tan efímera ¡dejémosla tranquila¡ en el continuar de las estaciones, en el transcurrir de nuevos crepúsculos, en el canto de un pajarillo sobre una rama ¡qué no se rompa¡ ¡qué no se rompa¡  Ya la claridad de la mañana se asomaba, una bóveda celeste perfecta, llameante en sosiego y el silencio y la soledad…CONTINUARÁ


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