miércoles, mayo 02, 2018

la mujer de arena 2. continuación


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Una plaza. Una mujer apartada de los movimientos de la urbe. Una mujer de pelo cano con sus carnes arrugadas por el paso del tiempo ¡Ay el paso del tiempo¡ Tormentos seduciendo sus sueños, su despertar sordo a todo ese rededor que con su celeridad la hace a ella estática. Y , ¿por qué? Por qué de esta degradación, de esta dejadez de sus pisadas ausentes de existencia, de una vida. Su carro, sus cartones, su perro honesto y cómplice de todas sus acciones. Una atmósfera enrarecida a sus sentidos se poso en ella hacía ya muchos años…muchos. Tantos que sus recuerdos vagabundean en la duda ¿Quién era? Qué vientre la había echado a este mundo. Su memoria se revolcaba en la mediocridad, en una sonrisa obligada cuando alguien la miraba ausentando su mano. La nada. El vacío. Su carro. Su perro. Era todo lo que poseía, todo lo que abrazaba a su derredor. También por qué no alguna limosna que caía en sus palmas de casualidad. No le gustaba pedir sino andar de esquina y esquina, de parque en parque al son de unas horas que ella no entendía, solo, cuando el nocturno le cerraba los párpados y la dejaba desentendida de sus emociones ya acabadas. Pues sí, había cierto rasgo de tristeza en sus ojillos grises. Solo se quejaba de su tos, una tos de cada colilla recogida de la calle. La calle, su casa, techo de astros, techo de lluvias, techo de vientos, techo de humedad. Una humedad  seduciendo sus huesos. La gente la miraba al pasar, con su carro, con su perro, con su olor nauseabundo ante todo aquel que se aproximara. El olor de la miseria, el olor del abandono, el olor de la vejez.  Ay esa tos, sus pulmones reventados, sus pulmones cansados, sus pulmones entregados a la muerte en la vida. Y , ¿hay vida en ella? No. No, girar y girar sobre su propio cuerpo menudo, pequeño. Qué cuchillos habrían sido enterrados en su persona, cuantas desesperanzan habían cruzado su mirada infértil, cuantas rotas ganas al tropezaron en su antigua continuidad del ascenso hasta la vejez.  Supongo, que sus espaldas pesadas, sangrantes tuvo que soportar mucho, demasiado y ahora está ese abismo que ella no ve, que ella no siente, que ella no palpa. Solo  la dejadez….continuará

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