martes, enero 01, 2019

LA CARTA


Fogatas encendidas para contrastar el frío que se incrusta, que raja nuestros sentidos. Sí, fogatas al son de una canción que hablaba sobre un nuevo año. Todos tocaban palmas, panderetas y alguna que otro violín resquebrajado sonaba al son que la danza miraba los ojos cansados, los ojos decaídos, los ojos desfallecidos, los ojos lánguidos de unos niños y niñas que tal vez nunca sabrá la realidad de vida sino está realidad en un campo de miles y miles de refugiados en la inmensidad de una tierra donde habita la nada. No sé si esta carta madre te llegará, pero aquí estoy, asustada, con la helada carcomiendo mis manos, mis pies pesados, cansados. Y, sí, veo ese futuro aquí, a esos niños , a esas niñas que corretean de un lugar a otro con la alegría de una noche envejecida como máscara de lo que nos espera. A veces pienso, que hago aquí, por qué no me quedé madre. Hace tiempo que no avisto el arco iris, hace tiempo que ningún pajarillo trina a mí alrededor. Solo, el lento gemido de alguien que se va, de alguien anónimo en vacío de nuestros pasos. Aquí no llegan noticias de allá pero imagino que los campos de minas y la guerra no han acabado, que siguen en curco belicista de la humanidad.  Pero a veces sueño, sueño con mundo más bello en existencia, en seres que se abrazan tras una larga tempestad, de  flores arropándonos bajo algún techo sólido, de una oportunidad de ser y ser.  Ya te dejo de escribir, tal vez , más adelante cuando la pena, la añoranza, la desilusión, la desolación no me embargue te diré algo más. No te preocupes por mis palabras, solo, son palabras efímeras que tal mañana no existan…mañana…

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