Despacio, con calma. Un ave que no vuela, roto corazón en su
peregrinaje al sur. Unas manos. Despacio, con calma la coge y le cede la tibiez
de su pecho Por qué no vuelas, le pregunta. Ella, mustia lo mira y no habla, no
habla...está cansada. Sus plumas de plástico no la dejan avanzar donde el sol
erige su canto más alto. Hace frío. Despacio, con calma la abriga. Siente sus
latidos. Vive aún...una vida que progresara en el surcar del sosiego, de la
lentitud de los días. Mareas transformados bajo las llamas del hombre.
Despacio, con calma la lleva bajo su techo. Frente a la chimenea la recuesta,
ella, lo mira con cierto amor. No te preocupes, dice él, ya te recuperaras. Despacio, con calma el ave se yerta. Vuela
alrededor del salón sana ya. Te tienes que ir, le dice él, tu libertad. Ella
indecisa lo mira a él y ese balcón desde donde izará su nueva aventura.
Regresaré, le dice ella cuando el astro rey sea brío. Despacio, con calma se
va. Solo otra vez. Observa como se aleja. Observa la marchitez de sus manos,
ahora, que ella se ha ido a su mundo. Se queda en un profundo cavilar. Medita
el bien que ha hecho a esa ave que ahora vuelve volar. Una felicidad impregna
todo su ser. Despacio, con calma, se acuesta y desea soñar. Soñar con parajes
de arco iris donde las arboledas manen paz y respeto. Soñar con acuarelas que vayan pintando cada
rostro en bondad y justicia. Ahora, despacio, con calma…
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