Comienzo un viaje. Un viaje donde mis pisadas absorben la tibiez
de las estrellas. Voy explorando cada esquina donde solías asomar tus ojos
melancólicos. Y te hallo, te encuentro en un estado grave e incierto.
Respirando el aroma de la polución. Respirando cada rostro que pasa ante cada
esquina. No hay nada en ti, vagas en las esferas infinitas de la desidia. No sé
por qué. Clavo ardiente en tus sienes que hace brotar llantos y más llantos. Te
cojo de la mano. Al principio indecisa, quebrada, te apartas pero después
vienes. Posas tus labios sobre mis hombros. No sé qué temores tendrás.
Nebulosas de papel son paisaje de ti. Una densa niebla que no te da aliento. Te
animo y das unos pasos. Sales de cada esquina y comenzamos un nuevo viaje.
Singladuras por los verdinos océanos cuyo oleaje es tenue ruptura de cada mala
gana. Te entusiasma, quieres seguir. Continuamos mirando el crepúsculo como si
fuera eterno. Ay, esos instantes…reboso de espumas que acarician nuestros pies.
Un faro a lo lejos, un faro que vendrá con noticias nuevas, el rajar de las
fronteras con cierto aroma de arco iris. Le cuentas tus sueños, tus deseos y un
velo azul se enciende en tus ojos. Observas, yeguas galopantes sobre las
mareas, aves zancudas ofreciéndote sus alas. Te transformas y galopas y vuelas
sobre el resonar del mar hasta las profundidades misteriosa de su cuerpo. Te
entregas. Yo te miro en el resurgir de tu esencia, de tu ser.
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