lunes, marzo 28, 2016

Estaba...

Estaba ahí, se los puedo jurar que la vi. Tan bella….flor de cascada que rebosa en la exuberancia de su mirada, con la delgadez de su figura. Sus ojos negros se clavaron como amapolas sobre los míos. Sí, me miraba como si el tiempo no hubiese pasado. Sería el mediodía, no llevaba reloj, pero la incidencia de los rayos solares sobre mi cabeza me decía que era esa hora. Estaba vestida, muy bien vestida. Da igual  estas nimiedades. Pero es que estaba tan bella que sentía ganas de abrazarla. No había nadie. Solo yo y ella y esa mirada que será perpetúa en el paso de los años. Yo estática, combatía con la razón, con el corazón. Como era posible me preguntaba. Pero sí, alargo su mano como ofrenda de los desaparecidos y yo…yo la bese. La bese incansablemente. Sentía su suave piel con cierto aroma ha rosas amargas. Entonces me di cuenta a medida que el día avanzaba. Estaba en el cementerio, frente a su lápida…pero…pero prometo que la vi. Tan fuerte fue nuestro amor. El día anterior la habíamos enterrado en un mar de penas, lágrimas y agotamiento. Y ahora, aquí. He pasado por este lugar pacificador y me la hallo frente a mí. Ha venido a despedirse, seguro, pensé. La realidad retornaba con sus astillas ensangrentadas sobre mis sienes. Sentí…qué sentí…una cierta calma, la serenidad de que algún día nos volveremos a encontrar. Hasta luego amada mía. 

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