miércoles, marzo 16, 2016

El...

El nocturno se abría sin luna, solo, constelaciones animadas por sus figuras. Ella se fue a acostar sobre la nube de los sueños cuando pasada la medianoche y horas y horas de lectura habían cansado sus ojos. Todo era plácido, una brisa tenue entraba por su ventana. Ese frescor del otoño acariciaba su rostro. Se sentía feliz inspirando y espirando mientras el sueño la iba consumiendo en profundidad. Una puerta que se abre, una puerta que se cierra la despertó. Miraba y era la de su habitación. Miraba como esa puerta se abría y cerraba. Imposible, perpleja se dijo ella. Hay viento, pero muy suave. Se desperezó y se levantó, quería saber el motivo del por qué la puerta se abría y cerraba, no entendía. Cuando se acercó la puerta se abrió nuevamente. Un cierto temor y  temblor penetró por su cuerpo. Agazapada en su albornoz salió de la habitación. Percibió vagas luces en su salón. Se detuvo ante el interrogante, ante un cierto pánico que no la dejaba caminar hasta allí ¿Hay alguien?, preguntó. La nada contestó. Meditó por unos momentos y decidida fue al salón. Su rostro se volvió pálido, indeciso, cubierto por una neblina de terror. Estaba el suelo rebosante de velas encendidas en forma de corazón. Paralizada no sabía qué hacer, quién había hecho eso.  De pronto las velas se fueron uniendo, solas, se deslizaban solas formando una gran antorcha. Ella miraba y miraba anonadada, espantada. No había nadie, solo ella y esa especie de hoguera en su salón. Las llamaradas que soltaban formaron una palabra, una cierta palabra. Amor. Perpleja retrocedió a años atrás. Sí, cuando lo había dejado. Sí, el había muerto en circunstancias raras, insospechables bajo la continuidad de las mareas. Ella ya había olvidado aunque un cierto ronroneo la atizaba de vez en cuando. No lograba entender estos pensamientos pero algo le decía que era un mensaje de él. De repente la llama se fue apagando hasta quedar cenizas sobre el suelo en forma de corazón, cenizas que la hizo dar unos pasos y recogerlas minuciosamente como si él tratase. Las guardo en una caja pequeña de madera y se fue de nuevo al paraíso de los sueños. Y soñó y soñó…con él, en una playa vacía cuando andaban juntos de la mano por la orilla. Una energía extraña se apoderó de ella y con impulso se vistió y salió. Se dirigió a esa playa donde por última vez lo habían visto. Se sentó en una roca donde las apagadas rompen con su mirada fija en el horizonte. Ya casi era el amanecer y el ahí, frente a ella.  

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