miércoles, marzo 02, 2016

Te acercas...

Te acercas. Desolada te desdoblas y unificas una sonrisa con la nostalgia. No sé lo que añoras. Te miras. Te observas frente a una obra donde la amante parece dormir en la placidez de aves surcando su vientre. Experimentas con agrado algo emocionante, algo que tu reconditez llama a las antorchas nocturnas. Tú frente a esa obra. Un lienzo que deja pasar el tiempo. Caes de nuevo. Otra vez ese maldito ayer. Congregas en tus entrañas un agudo dolor que diezma tus andanzas a través de aceras mojadas. Hojarasca durmiente en el seno de los océanos. 
Me aproximo a ras de sus espaldas. Mis ojos frente a una obra sin terminar. Esferas ambulantes en un pincel que se mece bajo la lluvia del pasado. Sí, el pasado. Nos ha truncado en el firme paso del hoy. La duda viene. Estamos aquí encerrados entre estas verdes paredes. Tú ahí, yo aquí detrás de ti. No tengo ganas de salir. De mis manos manan raíces que me aferran más y más a tu obra. Te miro. Te observo. Ya no hay sueños. Para qué, me digo. Creo que tú sientes lo mismo. Estamos solos. Tú y yo. Yo y tú.
Tal vez no acabe hoy, ni nunca. Me gusta cómo me miras mientras elaboro pincelada tras pincelada esta obra. Quizás de ella nazca algún halito de ilusión. Pero no. Estamos acabados. Esa es mi impresión. Afuera el viento es atroz, una violencia que desparrama lágrimas en los rostros anónimos que se interponen. Mientras alguna sonrisa se escabulle por mi espalda. Eres tú. Sí, tú que estás detrás de mí. No sé de qué te ríes. Llevamos muchos con el reflejo de cristales rotos. Me desdoblo, me arrimo a ti. Te doy a ti. Frente a frente. Unificamos nuestra energía edificante en el jamás. Jamás seremos libres pinzones cruzando de cumbre en cumbre los deseos.
Todo cambia. No estamos estáticos en un mismo paisaje aunque tú te empeñes. Debemos avanzar sobre cimas nevadas, ante rompeolas poderosos. Emerger en el saber y dar pequeños pasos gratificantes que nos sume en la vida. Aquí estoy, detrás de ti. Con mis manos cruzadas. Esperando, esperando a que te gires. Deja ya esa obra…así está bien. Ahora estás en mí y yo en ti.  Agárrame fuerte compañera. Ya es hora de partir, aquí no hay salida.
Afuera llueve. Nubes animadas que da un cierto aroma a cemento. Me animas. Si, lo dejaré por hoy esta obra infinita. Tú y yo. Yo y tú. Quemar todo esto que nos ha llevado a la nada. Vamos que se hace tarde. Abrázame. Tú en mí y yo en ti. Nos iremos bajo la llovizna metálica. Ella nos seducirá con su frescor, con su caminar por aceras grises. Desapareceremos bajo el influjo de verdes tonadas de algún árbol. Nos sentaremos bajo él y dejaremos pasar el tiempo.  


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